CAPÍTULO XLVII
Abre la puerta del apartamento con firmeza; dispuesta a
no rendirse. Solo había llegado hasta mitad del pasillo cuando había decidido
dar marcha atrás; iba a necesitar más que un par de gritos para abandonar a
Mauricio en aquel estado.
El sonido de la puerta al cerrarse de entremezcla con otro más estruendoso y
desgarrador: el sonido de un disparo.
Se lleva la mano al pecho sobrecogida mientras observa con horror la puerta del
dormitorio del que provenía el disparo.
Dolor, angustia, ansiedad... comienza a golpearse el pecho una y otra vez
mientras se deja caer contra la puerta sin apartar la mirada. Sus ojos se
inundan pero las lágrimas se congelan en los mismos. No puede llorar, ni gritar
ni siquiera respirar ni moverse.
Estaba allí, de pie golpeándose el pecho, tratando de devolverle la vida a su
corazón mal herido. Era su culpa, ella lo había dejado solo, se había ido de
allí a pesar de ver la perdición en sus ojos.
No quería entrar, no podía... aquello supondría ver con sus propios ojos lo que
nos sería capaz de asumir.
Se deja caer lentamente sobre el frío suelo, agarrándose el pecho sin dejar de
mirar aquella puerta, tras la cual se había fraguado la tragedia.
Un gemido ahogado brota del fondo de su alma seguido por
un mar de lágrimas que finalmente brotan libres e indiscriminadamente.
Llora amargamente sin dejar de agarrarse el pecho,
incapaz de hacer otra cosa que no fuera llorar sin consuelo.
De pronto, el sonido de la puerta al abrirse detiene su
llanto. En un estado de profunda confusión comienza a alzar su mirada muy
despacio, con el corazón galopando en su pecho de forma salvaje.
Sus ojos se abren desmesuradamente, fruto del
desconcierto ante la visión de Mauricio quien, aún con la pistola todavía en la
mano, se apoya en el marco de la puerta, tratando de mantener el equilibrio. Lucía
un aspecto taciturno y sombrío con su cabello negro y rebelde cubriéndole los
ojos; pero allí estaba, frente a ella,
débil y hundido, pero vivo y aparentemente ileso.
Traga saliva con dificultad mientras comienza a
levantarse lentamente, sin perderlo de
vista, con el temor de que todo se tratara de una ensoñación.
De pronto su corazón se paraliza cuando él alza la frente
para clavar su mirada en ella.
Casi sin aliento, corre hacia él, empujada por una mezcla de rabia, dicha y
alivio hasta detenerse frente a él para observarlo de cerca, durante unos
instantes, tratando de recuperar el control sobre su cuerpo.
-¿Quién demonios te crees que eres para asustarme así? –
le grita al fin comenzando a golpearle el pecho con las manos apuñadas. -¿Cómo
has podido si quiera en hacer algo así? ¿En qué estabas pensando? Eres un
maldito egoísta… - le recrimina fuera de sí, comenzando a llorar a lágrima
viva, de nuevo. – ¿Tienes idea del miedo
que me has hecho pasar? ¿Acaso te haces una idea de lo que sería mi vida
sabiendo que no estarías nunca más en ella? – insiste atragantándose con el
llanto.
Mauricio permanece inmóvil, recibiendo sus golpes sin
quejarse ni hacer nada por evitarlos. Todavía se encontraba demasiado turbado
por el acto que había estado a punto de cometer y más aún por el motivo por el que
había apartado la pistola de su sien microsegundos antes de apretar el gatillo.
El llanto y los reclamos de Regina lo devuelven a la
realidad, haciéndolo reaccionar. Suelta la pistola como si su tacto le quemara al
taco y agarra a su desconsolada esposa por
los hombros con la fuerza suficiente para detener su ataque.
Regina comienza a calmarse lentamente mientras lo observa
ensimismada, con la mirada aguosa, comenzando a hipar por el llanto. Las manos de él ascienden delicadamente, en
una suave caricia, desde los hombros de ella hasta tomarle el rostro clavando
su mirada profunda e intensa en la suya mientras apoya su frente contra la de
ella.
El silencio los envuelve mientras se pierden en la mirada
del otro; ninguno era capaz de explicar con palabras lo que les estaba
sucediendo en aquel momento. Lo único que podían hacer era mirarse como si no
hubiera mañana mientras respiraban el mismo aire.
Los pulgares de Mauricio comienzan a acariciar el labio
inferior de Regina con auténtica adoración antes de capturarlos con urgencia en
un apasionado beso provocando la inmediata respuesta de ella, quien se alza
sobre la punta de sus pies y toma el rostro de Mauricio entre sus manos para intensificar el beso todavía más,
recorriendo su cálida boca con su lengua para danzar con la de él en una
sensual danza; mientras él desciende con sus manos, acariciando su cuerpo hasta
llegar a su cintura, para apretarla más contra él antes de agarrar las nalgas
de ella con firmeza, provocando un ronco gemido de placer; alzándola del suelo
y pegando su cuerpo menudo contra el suyo mientras la conduce hacia la mesa del comedor para sentarla sobre
ella, sin dejar de besarla con voracidad.
La urgencia de sentirse dentro de ella lo apremiaba,
jamás había sentido una necesidad tan imperiosa que nublaba su sentido hasta
hacerle perder el control. Con cierta brusquedad levanta su vestido lo
suficiente para rasgar su ropa interior y lanzarla al suelo.
Regina gime al sentirse libre de sus braguitas;
completamente febril rodea la cintura de él con sus piernas cuando siente como
guía su masculinidad, introduciéndola en ella en un solo movimiento tan rudo
como excitante.
Él apoya una de sus
manos contra la mesa para sostenerse con fuerza y con la otra rodea la
parte baja de su fina cintura, apretándola contra él mientras comienza a
moverse con urgencia dentro de ella, quien se aferra con fuerza a él, acoplándose a sus movimientos; como si le
fuera la vida en ello.
Sus miradas
lujuriosas se prenden como fuego sin apartarse ni un momento mientras comparten
besos y caricias ardientes hasta alcanzar el éxtasis, embriagados por una
pasión poderosa.
Sonríe emocionada
al verla salir del probador embutida en el hermoso vestido de novia, que le
otorgaba aspecto de auténtica princesa. Habían sido tantos años esperando ese
momento, que no puede evitar que unas pequeñas lágrimas de felicidad bañen sus
ojos castaños.
-¡Te ves
hermosísima! – exclama Isabel (Socorro Bonilla) levantándose de la silla en la
que la había acomodado la dependienta del salón, para acercarse a su hija.
-¿Tú crees? ¿No se
ve demasiado pomposo? – pregunta Morelia (Ana Claudia Talancón) mientras se
mira con atención al espejo, sin demasiada ilusión.
-¿Qué dices? ¡Es
perfecto! – asegura Isabel dando vueltas alrededor de su hija, totalmente
embelesada con aquel diseño palabra de honor, ceñido en el talle pero holgado
de la cintura para abajo, con un hermoso tul de una fina elegancia que caía
sobre la falda.
-No estoy muy
segura… seguiré probando – replica Morelia con cierto desanimo dispuesta a
meterse de nuevo en el probador.
-Un momento,
jovencita – Isabel se sitúa frente a ella, para impedirle el paso. La toma por
la barbilla para obligarla a mirarla. - ¿Qué es lo que ocurre aquí? Este es el
vestido con el que siempre has soñado, ¡por todos los santos! – añade con un
deje de exasperación.
-Lo sé mamá, pero
es que ahora al vérmelo puesto… no sé… es algo, complicado… - se excusa
Morelia, indecisa.
-¿Ha ocurrido algo
con Miguel Ángel que debería saber? – pregunta Isabel, mirándola con los ojos
achinados por la sospecha.
-No, todo ha estado
bien… él es el hombre más maravilloso del mundo, siempre dispuesto a
complacerme en lo que sea para verme feliz…pero…- responde Morelia encogiéndose
de hombros.
-¿Pero? – insiste
Isabel, cada vez más intrigada.
-No estoy segura de
que ésta boda sea lo que él quiere en realidad – responde finalmente Morelia
emitiendo un hondo suspiro.
-¿Cómo así? ¿Acaso
crees que ya no te ama? – pregunta Isabel alarmada; consideraba aquel hombre
como un hijo y no podría soportar la idea de que pudiera abandonar a su hija,
después de tanto tiempo.
-No es eso… -
asegura Morelia exasperada, encamina sus pasos hacia la silla para dejarse caer
sobre ella. – Es que… no lo siento emocionado con todo esto, está ausente…
apenas me aguanta la mirada… y lo conozco lo suficientemente bien como para
saber que no solo está preocupado por Mauricio, hay algo más que me está
ocultando… - afirma abatida.
-Con ese algo más
te refieres a una mujer, ¿no es cierto? – pregunta Isabel.
-Eso me temo… -
responde Morelia en un susurro. Llevaba días invadida por aquella inquietante
sensación de que algo iba mal; si bien lo había achacado a los nervios por el
futuro enlace, en el fondo algo dentro de ella le decía que Miguel Ángel estaba
comenzando a alejarse de ella.
-¿Me estás diciendo
que ese hombre al que acogí como un hijo y al que luego le entregué mi más
preciado tesoro, ha olvidado todo lo que significa para ti y se ha enredado con
una pelandrusca? – pregunta Isabel encolerizada.
-No, no es eso
mamá… ya cálmate – Morelia se apresura a levantarse y acudir al lado de su
madre, para tratar de tranquilizarla. – Miguel Ángel jamás me engañaría… de eso
estoy segura; es demasiado noble y leal para eso… lo único que digo, es que
creo que ya no soy la única mujer que despierta sentimientos en él. Y créeme
que estoy segura que de ser así, él sufriría tanto o más que yo… - asegura con
tristeza.
-Si ese es el caso…
si de veras hay otra mujer… ¿qué harías entonces? – pregunta Isabel tratando de
calmarse.
-¿Qué crees que
haría? Luchar por mi hombre con todas mis fuerzas… mientras que su corazón siga
latiendo por mí, seguiré a su lado, atrayéndolo hacia mí para recordarle lo
hermoso que es nuestro amor… - asegura Morelia. Fija su mirada en la de su
madre. – He estado enamorada de ese hombre toda mi vida, no dejaré que nadie me
lo arrebate así por así… - añade.
-¿Y que pasa si su
corazón deja de latir por ti, hija? – pregunta Isabel un tanto desconcertada
por la actitud beligerante de su dulce hija.
-No lo hará… estoy
segura… nuestro amor es como el de esas bellas historias, es un amor que va más
allá de la muerte – responde Morelia con intensidad.
Trata de
incorporarse sobre la cama por sí solo, con gran dificultad. Pero nada más
moverse, Zoraida (Ingrid Martz) se levanta del sillón para acudir en su ayuda,
para su desesperación.
-Por favor, déjame
intentarlo… no soy ningún inútil – protesta Saúl (Eduardo Santamarina)
exasperado.
-Claro que no lo
eres, pero estás convaleciente… recuerda que no hace ni tres días que te
sometieron a una operación muy delicada – lo reprende Zoraida con dulzura,
haciendo caso omiso a su protesta y ayudándolo a sentarse sobre los
almohadones.
-¿Qué hora es? –
pregunta Saúl mirando hacia otro lado, molesto; mientras ella le coloca las sábanas.
-Las cuatro y
veinte… todavía es temprano, no creo que Regina tarde mucho… - responde Zoraida
con paciencia. Era consciente de la desesperación de Saúl, quien no había
dejado de preguntar la hora desde que lo trasladaran a la habitación, poco más
de media hora antes.
-Lo sé, tiene
asuntos más urgentes que atender… pero lo que me extraña es que ni mi mamá ni
Julio hayan venido a verme – replica Saúl irritado.
-Ellos tienen que
solucionar algunas cosas, además saben perfectamente que conmigo estás en
buenas manos… - asegura Zoraida antes de darle un amoroso beso en la mejilla.
-Zoraida…
aprovechando que estamos solos, hay algo de lo que me gustaría hablarte… - Saúl
carraspea incómodo.
-Por supuesto, aquí
me tienes para lo que sea – ella se sienta sobre la cama, comenzando a
acariciar su brazo sano con cariño.
-Lo cierto es que
no quiero que te ilusiones demasiado por el hecho de que haya decidido
divorciarme de Nereida… - comienza a decir Saúl, visiblemente incómodo con la
conversación.
-Saúl, no soy
ninguna ingenua… sé que ahora mismo no estás preparado para ningún tipo de
relación, todavía estás enamorado de esa mujer y no quieres prometerme nada… y
te entiendo. Pero yo quiero estar a tu lado, pase lo que pase… soy feliz solo
con que me dejes cuidar de ti – asegura mirándolo con ternura, mientras
acaricia su rostro. – Así que no te agobies con mi presencia, después de todo,
somos amigos, ¿no es así? – añade con desparpajo antes de levantarse de su lado
al escuchar la puerta abrirse. -¡Julio, qué bueno que llegaste! – exclama
extendiendo los brazos hacia el recién llegado.
-Zoraida, veo que
mi hijo está en buenas manos… - exclama Julio (Otto Sirgo) respondiendo a su
abrazo con una sonrisa.
-Por supuesto, nada
es poco para Saúl – asegura Zoraida sonriendo.
-Hijo, ¿cómo te
encuentras? – pregunta Julio con preocupación acercándose a él para darle un
beso en la frente.
-Bien fregado, otra
vez… aunque, teniendo en cuenta que ahora podría estar muerto; no puedo
quejarme – responde Saúl con calma.
-Lamento no haberme
acercado hasta ahora, pero estaba al pendiente de un asunto… sobre la
constructora – se disculpa Julio, con cierta vergüenza.
-No te preocupes,
Julio… después de todo, estaba en buenas manos – asegura Saúl con un deje de
ironía, lanzándole una mirada a Zoraida.
-Éste… Saúl… -
Julio se acaricia la frente, algo inquieto – me gustaría que conocieras a
alguien muy importante para mí, imagino que tu madre ya te habrá puesto al
corriente… - añade.
-Mejor os dejo
solos, para que platiquen con más calma – los interrumpe Zoraida antes de salir
de la habitación, consciente de que aquella conversación era un asunto familiar
del que todavía no debía ser participe.
-Si te refieres a
tu hijo biológico… sí, estoy al corriente – asegura Saúl en un suspiro, una vez
se quedan a solas.
-Me gustaría que lo
conocieras… - Julio se acerca hasta la puerta para llamar a alguien al otro
lado, antes de darle opción a Saúl para negarse.
Fernando (Jose
María Torre) hace su entrada en la estancia lentamente, con paso inseguro.
Había oído hablar del carácter explosivo de Saúl Montesinos y lo último que
quería en esos momentos era ganarse la enemistad del que ya consideraba
hermanastro.
-Hola, gusto en
saludarte y verte en tan buen estado – se acerca a la cama y le tiene da la
mano, expectante por su respuesta.
Saúl observa al
recién llegado con atención; permanece en silencio durante unos instantes sin
dejar de analizarlo ante la expectación de los dos hombres. Finalmente estrecha
su mano.
-Te agradezco la
visita – dice con cortesía. Un hondo suspiro se escapa de los labios de Julio
al ver a sus dos hijos uno frente al otro, pareciendo aceptarse
mutuamente. – Así que tú resultaste ser
el hijo biológico de Julio… - comenta.
-Así es… para mí ha
constituido una grata persona saber que él era mi padre y que no abandonó a mi
madre a su suerte… como había pensado – confiesa Fernando sin poder ocultar su
orgullo.
-Me alegro por
ambos… de verdad – asegura Saúl sonriendo levemente. Para él Julio era un
hombre justo y bueno que se merecía lo mejor que la vida pudiera ofrecerle.
-Fernando está aquí
además de para conocerte, para darte una buena noticia con respecto a la
constructora – interviene Julio, posando sus manos sobre los hombros de su
hijo, con orgullo.
-¿De qué se trata?
– pregunta Saúl con curiosidad.
-Como bien sabrás,
estuve trabajando durante unas semanas en la constructora Molina, por lo que
fui testigo de las maniobras que se hicieron desde allí para perjudicar a la
constructora Moncada… aunque siempre me pareció de lo más injusto, decidí hacer
oídos sordos… sin embargo, cuando conocí a Julio y más tarde descubrí que era
mi padre, decidí despedirme de allí cuanto antes… no sin antes sacar de allí
unos cuantos documentos que pudieran servirnos como pruebas para demandar a la
constructora Molina por competencia desleal – relata Fernando con intensidad.
-Entonces quieres
decir que… - comienza a decir Saúl, sin ocultar su expectación.
-Ayer mismo hemos
presentado la demanda contra la constructora Molina… imagino que se lo habrán
notificado esta mañana a Mauricio Galván – termina de relatar Julio, incapaz de
permanecer callado por más tiempo.
-¡Eso es… es
fantástico! – exclama Saúl con una leve satisfacción, mucho menor de la que
cabría esperar por su parte.
-¿No te alegras? –
pregunta Julio observándolo intrigado.
-Claro que me
alegro… lo justo es que paguen por sus maquinaciones, así que si esto sirve
para que ese desgraciado aprenda a no jugar a ser Dios, bienvenida sea… -
responde Saúl con calma. – Sin embargo, ya no me importa lo que pueda ocurrirle
a ese hombre… ahora solo me preocupa que deje en paz en mi hermana y se aleje
de nuestras vidas para siempre… - asegura con tristeza. – El estar al borde de
la muerte, me ha hecho reflexionar, no he sido una blanca paloma, he cometido
demasiados errores y me he empeñado en buscar la felicidad en donde sabía que
no podía encontrarla… la vida me ha dado una segunda oportunidad, para enmendar
mis errores y emprender un nuevo camino para tratar de encontrarme a mí mismo…
- relata, con la mirada perdida.
-¿Qué quieres decir
con eso? – insiste Julio, preocupado.
-Me alegra saber
que las cosas mejorarán en la constructora… sin embargo, no voy a volver allí,
renuncio a mi puesto… ahora que tienes un legítimo heredero, es lo justo que él
ocupe mi lugar – responde Saúl.
-Saúl, tú sigues
siendo como un hijo para mi papá… no es mi intención hacerte a un lado de nada,
ese puesto te corresponde por derecho, por todo lo que has trabajado para la
constructora… - lo interrumpe Fernando, inquieto ante la idea de que Saúl
pudiera sentirse perjudicado por su aparición.
-Lo sé… Julio es un
hombre justo y de palabra, sé que jamás me perjudicaría… soy yo el que quiere
hacerse a un lado – asegura Saúl sonriendo con tristeza. – Si algo he aprendido
en esta vida, es que las ansias de poder corrompen el corazón de los hombres,
yo soy demasiado débil… me he pasado toda mi vida tratando de cumplir las
expectativas que los demás tenían de mí, usando para eso todos mis recursos,
algunos no han sido de los más lícitos… olvidándome de lo que verdaderamente
quería… así que ahora quiero empezar de cero… ver hacia donde me lleva mi nueva
vida –sentencia.
-Sabes que te
aprecio como si fueras sangre de mi sangre, y que para mí sería un honor
tenerte a mi lado en la constructora… - asegura Julio, se acerca para apoyar su
mano en el hombro de él, afectuosamente – no obstante, si es tu deseo abandonar
la constructora para empezar una nueva vida, puedes contar conmigo… te apoyaré
en lo que necesites – le asegura.
-Lo sé… y te lo
agradezco. – Le corresponde Saúl, colocando su mano sobre la de él con
cariño - Para mí has sido el padre que
siempre había soñado de niño... – asegura emocionado. –Pero va siendo hora de
volar solo, de buscar mi camino – añade.
-En ese caso, te
deseo toda la suerte del mundo… hermano – Fernando se acerca a él para
estrecharle la mano, afectuosamente.
Los tres hombres
permanecen unos instantes en un cómo silencio, en paz consigo mismos.
Tras su explosivo
ataque de pasión, de nuevo un silencio incómodo
se había apoderado de los dos. Como si un muro se hubiera levantado
entre ambos en apenas unos segundos; Mauricio se aparta con brusquedad de
Regina, quien se apresura a levantarse de la mesa para recolocarse el vestido.
-Lo lamento… -
Mauricio logra articular esas palabras con gran dificultad. De pronto se sentía
demasiado avergonzado como para mirarla a la cara, después de lo sucedido.
Regina observa sin
decir nada la lucha de emociones que se llevaba a cabo en el interior de su
esposo en aquellos momentos, preso de los demonios que lo atormentaban. Se
acerca a él para abrazarlo desde atrás, pegándose a su espalda.
-Todo va a salir
bien… - le murmura con ternura.
Él observa con
cierta reticencia las delicadas manos de ella, que se entrelazaban contra su
abdomen. Miles de emociones contradictorias lo embargaban, conduciéndolo a una
especie de locura. Una parte de él quería apartarla de él, liberarse de aquellos
sentimientos que no hacían más que alimentar sus demonios. Sin embargo, otra
quería abrigarse en sus brazos, dejarse llevar por sus palabras dulces y
abrazar la esperanza que le ofrecía.
Acerca sus manos a
las de ella, con la intención de apartarla de él; no obstante, finalmente
entrelaza sus dedos entre los de ella en una suave caricia, apretando sus manos
contra su torso con más fuerza, aferrándola a él.
Regina sonríe para
sí, antes de posar sus labios en un dulce beso sobre su hombro y apoyar su cabeza.
Estaba segura de que tendrían que hacerle frente a momentos duros, que nada iba
a ser fácil; sin embargo, el tenerlo a su lado le daba fuerzas para hacerle
frente al mundo, si era necesario.
La noche se
presentaba demasiado tranquila para su gusto. Después de varios días intensos,
se encontraba solo en la barra del tumultuoso bar dando buena cuenta de su vaso
de tequila mientras observaba a su alrededor con la esperanza de encontrar
alguna diversión para aquella noche; tratando de hacer a un lado los problemas
que lo atosigaban.
El primero de ellos
tenía un nombre propio: Mauricio Galván. Si bien aquella misma mañana, había
decidido jugar todas sus cartas con la señora Moncada, el terror que se había
reflejado en sus ojos cuando le había comentado la posibilidad de acabar con la
vida de Mauricio no había dejado lugar a dudas: aquella mujer no estaba tan
desesperada como para acudir a métodos tan drásticos.
Y por otro lado
estaban los problemas de la confederación de terratenientes, comenzaba a hartarse
de los métodos arcaicos y la decrépita ideología de sus miembros, por eso se
había postulado como nuevo presidente para las elecciones que estaban próximas
a celebrarse y para ello debía contar con el apoyo de gran parte de los demás miembros,
algo difícil de lograr puesto que todos ellos eran leales a Don Teo, no por
nada llevaba casi 13 años, desde el comienzo de la enfermedad de su predecesor
Bernardo Montesinos; al frente de la misma.
El sonido del
celular irrumpe sus pensamientos. Rebusca en el bolsillo de su camisa, con
evidente desagrado, preguntándose quien demonios lo llamaba a esas horas.
-¿Bueno? – gruñe
Ícaro (Roberto Ballesteros) irritado.
Pronto su descontento da paso a una extraña emoción al escuchar las palabras
provenientes del otro lado del teléfono. – Espero que esté totalmente seguro de
lo que dice, detective. Le espero mañana
a las 9 en la cafetería del hotel en el que me hospedo – ordena antes de cerrar
la conversación. – Mozo, póngame otro
tequila – avisa al camarero antes de vaciar en su garganta lo que le quedaba de
su bebida. De pronto se sentía dichoso, todas
sus preocupaciones y quebraderos de cabeza, parecían haberse esfumado por arte
de magia gracias a la noticia recibida.
-¿Necesitas
compañía, hombretón? – observa de reojo la escultural mujer que se sienta a su
lado en la barra, mirándolo coqueta. Sin duda alguna, se trataba de una
auténtica cazafortunas; aún así, era demasiado hermosa como para ignorarla.
-Por supuesto… si
se trata de la suya, señorita… ¿puedo saber cual es su nombre? – se vuelve
hacia ella, dedicándole la mejor de sus sonrisas.
-Amaranta Solís, a
tu disposición – responde Amaranta (Martha Julia) mordiéndose el labio inferior
sensualmente, complacida ante su nueva presa. Había algo oscuro y cautivador en
aquel hombre rudo y apuesto; probablemente se tratara de algún terrateniente
adinerado, a juzgar por su vestimenta un
tanto rústica.
Un escalofrío
recorre su espina dorsal cuando sus labios rugosos depositan un incitador beso
sobre su mano.
-Ícaro Sanromán…
para servirla – se presenta él mirándola descaradamente, para regocijo de ella;
quien no duda en acercar su butaca a la de él para pegar su cuerpo al suyo,
celebrando para sus adentros su nuevo hallazgo.
Al día siguiente…
Vuelve los ojos
hacia arriba exasperada mientras termina de escuchar el último mensaje de su
buzón de voz dejado, al igual que los diez anteriores; por Fabián (Carlos
Ponce). Si bien tenía sus motivos para
estar molesto con ella y era consciente de que le debía una explicación; lo
cierto es que en aquellos momentos lo último que necesitaba era una de sus
discusiones absurdas. Ya tenía
suficiente con el problema de su tía – pronto le darían el alta y todavía no
sabía qué sería lo mejor para ella – y con lidiar con sus sentimientos hacia
Miguel Ángel, ahora que la situación requería que ambos apoyaran a sus amigos;
como para retomar sus labores como decoradora.
Guarda el celular
en su bolsillo antes de entrar en la habitación del hospital.
-Buenos días, ¿cómo
amaneció mi tía favorita? – pregunta Camila (Ana Serradilla) alegremente
acercándose a ella para darle un beso en la mejilla.
-Perfectamente bien
como para irme a casa – responde Alicia (Raquel Olmedo) haciendo un puchero y
cruzándose de brazos con evidente fastidio.
-No te apures tía,
ya pronto nos iremos a casa – la consuela Camila, acariciándole el cabello con
ternura.
-¿Iremos? No
necesito ninguna niñera; además tú tienes un marido y una hija de los que
hacerte cargo, no te olvides… - la reprende Alicia. La seguridad con la que
habla Alicia quiebra el corazón de Camila, consciente de los primeros síntomas
de la enfermedad de su tía.
-Tía… no soy tu
hermana Roberta… soy su hija Camila, tu sobrina, me reconoces, ¿verdad? –
pregunta esperanzada, mientras acaricia el rostro de su tía con tristeza.
-No me trates de
tarada, ¿cómo vas a ser Camilita si apenas tiene 5 años la chamaquita? –
replica Alicia molesta. – Ya, en vez de andar con jueguitos tontos, mejor ándale
a atender a tu familia, antes de que tu esposo se canse de verte pendoneando de
un lado a otro – añade apartándose de sus caricias. Una solitaria lágrima
resbala por el rostro de Camila mientras observa a su tía con impotencia y
tristeza. – Anda, ve a casa, ¿a qué esperas?… yo ya me valgo sola, tampoco
estoy tan mayor – insiste la mujer, concienzudamente.
-No te preocupes…
todo está en orden, ya yo avisé para avisar de que estaría contigo y mi esposo
lo entendió, él ser hará… se hará cargo de Camilita – haciendo de tripas
corazón, se limpia la lágrima con la mano, tratando de esconder la profunda
tristeza que sentía para aparentar una falsa normalidad que pronto se
convertiría en su día a día.
Avanza por el
amplio pasillo empujando la silla de ruedas, hasta llegar a una espaciosa sala iluminada
por la luz que procedía de unos amplios ventanales, que ofrecían una hermosa
vista de los cuidados jardines del hospital bañados por los rallos del sol de
media mañana.
Regina (Michelle
Vargas) se detiene frente a uno de los ventanales para que su hermano Saúl
(Eduardo Santamarina), pueda deleitarse con el hermoso paisaje. Después de
tantos días postrado en una cama de hospital, era la primera vez que se asomaba
a una ventana para comprobar que el mundo seguía girando a pesar de que el suyo
propio hacía aguas.
-¿Está bien así? –
pregunta Regina tomando asiento en un sillón a su lado.
-Sí, gracias por
sacarme de esa maldita habitación… comenzaba a volverme loco allí dentro –
responde Saúl, más relajado. Se vuelve para mirar a su hermana con la
preocupación gravada en su rostro. – Por
cierto, ¿Sabes algo de mamá? Hace días que no viene al hospital… y es demasiado
extraño en ella, ¿ha ocurrido algo que deba saber? – pregunta al fin, sin poder
ocultar su inquietud. Algo dentro de él le decía que algo grave ocurría a su
alrededor, algo que estaban intentando ocultarle en atención a su estado de
salud; sin embargo ya no estaba dispuesto a mantenerse al margen.
Sus sospechas se
confirman al observar la repentina tensión que se refleja en el rostro de su
hermana.
Regina toma aire
lentamente, juntando el coraje necesario para hablar con su hermano; había
llegado el momento de revelarle la verdad.
-Saúl… desde que
tuviste el accidente han sucedido muchas cosas… - comienza a decir lentamente,
buscando las palabras.
-Entre ellas tu
matrimonio con Mauricio Galván… - interviene Saúl.
-Sí, esa entre
ellas… - dice Regina con calma.
-No te preocupes,
encontraremos alguna manera de anular ese matrimonio… no te dejaré a merced de
ese mal nacido – afirma Saúl alargando su brazo sano para apretar cariñosamente
la mano de su hermana.
-Lo cierto es… -
respira hondo antes de proseguir – que ya no me interesa anularlo, quiero
seguir siendo la esposa de Mauricio… - asegura.
Saúl aparta su mano
de la de su hermana bruscamente, como si su contacto quemara; mirándola con una
expresión de horror, incapaz de dar crédito a sus palabras.
-¿Qué demonios
estás diciendo? ¿Acaso prefieres a ese infeliz antes que a tu hermano? ¿Qué
demonios te ha hecho para que me apuñales por al espalda tan vilmente? –
pregunta alzando la voz, fuera de sí. De pronto lo veía todo demasiado oscuro,
su hermana era lo único hermoso y sincero que le quedaba en la vida; la que le
daba fuerzas para seguir adelante… y ahora, la estaba perdiendo a manos de su
peor enemigo.
-Por favor, deja
que te explique… - dice Regina suplicante.
-No necesito que me
expliques nada… si quieres seguir casada con ese hombre, allá tú… pero entonces
olvídate de que tienes un hermano… - el dolor profundo e intenso que se
desprendía de las palabras de su hermano se clavaba en su pecho como un
cuchillo; no soportaba ser la causante de tal sufrimiento en su hermano.
-No me iré de aquí
hasta que sepas toda la verdad… y te aseguro que cuando la sepas, cambiarás de
opinión – logra interrumpir la palabrería de su hermano, para hacerse escuchar.
-No hay verdad que
deje de ver a ese hombre como un mal nacido… - asegura Saúl apasionadamente.
-Ni siquiera si te
digo que nuestro abuelo fue el causante de la muerte de su padre… mejor dicho,
de vuestro padre – afirma Regina tratando de mantener una calma que estaba
lejos de sentir.
-¿Qué… qué demonios
estás tratando de decir? – alcanza a preguntar Saúl, casi sin aliento. Regina
se arrodilla frente a su hermano, mirándolo con cariño mientras entrelaza su
mano con la suya.
-Que el motivo por
el que el abuelo nos botó de la hacienda y luego no te la heredó a ti… fue
porque descubrió que Braulio Montesinos no era tu verdadero padre – responde
lentamente. – Y fue por ese mismo motivo por el que la noche del entierro de mi
papá, lo botó de la hacienda junto con Mauricio, después de darle un balazo… -
traga saliva con dificultad, todavía le conmocionaba demasiado recordar lo
sucedido aquella noche – Romualdo Galván murió la mañana siguiente en brazos de
Mauricio, porque nadie quiso acogerlos
ya que el abuelo dio la voz de que eran unos ladrones y amenazó con
retirarle su apoyo a aquellos que le prestaran ayuda… Mauricio creyó que el
balazo lo había recibido cuando salió a enfrentarte para defenderlo… es por eso
que quería destruirte… - finaliza, mirando a su hermano con ojos aguados.
Saúl cierra los
ojos tratando de procesar toda la información recibida en tan poco tiempo.
Aquello debía de tratarse de una broma, él y Mauricio no podían ser hermanos…
no podía ni quería creerlo.
Regina observa el
rostro contraído de su hermano con el corazón en un puño, era consciente de que
necesitaba tiempo para hacerse a la idea de la nueva situación; por eso no
perdería la esperanza, haría lo imposible por reconciliar a los dos hermanos;
aunque fuera lo último que hiciera.
El espejo le
devolvía una imagen muy distinta a la
que le gustaría ver; las ojeras y la palidez de su piel, fruto de las noches de
insomnio; le otorgaban a su rostro un
aspecto fantasmagórico.
Había perdido la
noción del tiempo que llevaba cepillando su cabello frente a su elegante
tocador. Se había encerrado en su cuarto nada más regresar después de su noche
loca con aquel hombre con el que había pasado la noche y que le había hecho una
propuesta tan aterradora como tentadora; y no había salido de allí desde
entonces. No quería comer ni hablar con nadie. Lo único que le apetecía era
cepillar su brillante cabellera, eso era lo que hacían las princesas en los
cuentos de hadas que le leía a su hija para mitigar su soledad.
Ya no quedaban
ilusiones en su vida, nada que pudiera animarla a salir de aquella recámara.
Todo se había perdido por causa de aquel hombre que había llegado a sus vidas
para destruir toda la felicidad que con tanto esfuerzo había construido.
Su rostro se
congela en una mueca de horror cuando observa la imagen de un hombre en el
espejo, que la observa fijamente, con una intensidad abrumadora.
Deja el cepillo
sobre el tocador mientras comienza a voltearse lentamente, con el corazón
golpeándole el pecho con violencia y la respiración agitada. Aquello no podía
ser cierto, él no podía estar allí con ella, era imposible…
Respira aliviada al
voltearse y ver la estancia vacía. No había nadie más allí con ella, tan solo
había sido una ilusión… una macabra ilusión probablemente provocada por el
remordimiento que había comenzado a atormentarla de nuevo.
Hola Sonitiya. Soy Elena, lectora en su día de enur. ¿Cómo os va a todas? ¿Terminásteis las novelas? Estaba echando un vistazo para ver si encontraba alguna finalizada recordando viejos tiempos pero veo que al parecer lo de las webnovelas decayó. Supongo que los años y con ellos el trabajo y la familia se fue comiendo vuestro tiempo (en aquella época yo pude acceder más porque estaba de baja laboral), pero es una pena porque eráis un grupo de gente estupenda y llenos de energía. ¿Seguís teniendo contacto entre vosotras? ¿Llegásteis a quedar alguna vez y a reuniros en persona, al menos las españolas? Recuerdo que teníais el proyecto de hacerlo.
ResponderEliminarEs una pena que cerrárais entonces Enur, porque pese a algunos malos rollos lo que considerásteis infantilismo no era sino el estallido de energía y juventud que derrochábais todos vosotros. He estado buscando por vuestros nicks y creo que este, junto con Ursula que ha estado intentando publicar en varios foros, son los más actualizados. Por cierto que ya te lo dije entonces: escribes muy bien: buena sintaxis, buena ortografía, uso cuidado del léxico, con ritmo y atrapando al lector. Recuerdo que dejé en su día La Poderosa atrás en las web novelas porque el título no me atrapaba y que casi al final de la baja empecé a leerte y encontré que tu historia atrapaba y estaba magníficamente escrita. Enhorabuena. No lo dejes, si tienes algún tiempo. Es magnífico ser creador en una época, como ésta, de recepción pasiva generalizada de contenidos. Un abrazo, y recuerdos para los demás si seguís en contacto: Ursula, Encarnita, LaDirectora, Topamela, Renzo (qué disgusto le dísteis al cerrar Enur), Abel, etc..
Hola Elena, que gusto volver a saber de ti¡ Perdón por la tardanza en la respuesta, pero es que a penas entro en este blog últimamente. Te diré que actualmente apenas tengo contacto con mis compañeras de Enur, seguimos siendo amigas por el facebook, pero ahora cada una seguimos caminos diferentes.
EliminarYo personalmente, he dejado un poco de lado la escritura, por falta de inspiración, quizás sea que al tener muchas cosas en la cabeza, me cuesta centrarme, aunque me gustaría volver a escribir algún día con las mismas ganas que tenía entonces.
Creo que hoy en día no hay muchos foros dedicados a las webnovelas en sí, sino más bien foros donde la gente publica sus escritos, incluso grupos en facebook, aunque la verdad no estoy muy puesta en el tema.
La verdad que la época de Enur, fue una época de aprendizaje, guardo lindos recuerdos y la verdad que ya ni me acuerdo el motivo por el que decidimos cerrar, me quedé solo con lo bueno. Todo en esta vida tiene un final, y Enur perteneció a una época de oro en las webnovelas, pero como todo, tuvo un principio y un final. Después de eso varias de nosotras decidimos crear un foro literario llamado Edrielle, el cual finalmente también decidimos cerrar ya que no podíamos dedicarle el tiempo que se merecía.
Gracias por tus palabras, espero que tú también estés bien y sigas disfrutando de la lectura. Un beso