jueves, 30 de agosto de 2012

CAPÍTULO 47

CAPÍTULO XLVII










Abre la puerta del apartamento con firmeza; dispuesta a no rendirse. Solo había llegado hasta mitad del pasillo cuando había decidido dar marcha atrás; iba a necesitar más que un par de gritos para abandonar a Mauricio en aquel estado. 


El sonido de la puerta al cerrarse de entremezcla con otro más estruendoso y desgarrador: el sonido de un disparo.
Se lleva la mano al pecho sobrecogida mientras observa con horror la puerta del dormitorio del que provenía el disparo. 
Dolor, angustia, ansiedad... comienza a golpearse el pecho una y otra vez mientras se deja caer contra la puerta sin apartar la mirada. Sus ojos se inundan pero las lágrimas se congelan en los mismos. No puede llorar, ni gritar ni siquiera respirar ni moverse.
Estaba allí, de pie golpeándose el pecho, tratando de devolverle la vida a su corazón mal herido. Era su culpa, ella lo había dejado solo, se había ido de allí a pesar de ver la perdición en sus ojos.
No quería entrar, no podía... aquello supondría ver con sus propios ojos lo que nos sería capaz de asumir.
Se deja caer lentamente sobre el frío suelo, agarrándose el pecho sin dejar de mirar aquella puerta, tras la cual se había fraguado la tragedia.



Un gemido ahogado brota del fondo de su alma seguido por un mar de lágrimas que finalmente brotan libres e indiscriminadamente.
Llora amargamente sin dejar de agarrarse el pecho, incapaz de hacer otra cosa que no fuera llorar sin consuelo.


De pronto, el sonido de la puerta al abrirse detiene su llanto. En un estado de profunda confusión comienza a alzar su mirada muy despacio, con el corazón galopando en su pecho de forma salvaje.
Sus ojos se abren desmesuradamente, fruto del desconcierto ante la visión de Mauricio quien, aún con la pistola todavía en la mano, se apoya en el marco de la puerta, tratando de mantener el equilibrio. Lucía un aspecto taciturno y sombrío con su cabello negro y rebelde cubriéndole los ojos; pero allí estaba,  frente a ella, débil y hundido, pero vivo y aparentemente ileso.
Traga saliva con dificultad mientras comienza a levantarse lentamente,  sin perderlo de vista, con el temor de que todo se tratara de una ensoñación.
De pronto su corazón se paraliza cuando él alza la frente para clavar su mirada en ella.
Casi sin aliento, corre hacia él,  empujada por una mezcla de rabia, dicha y alivio hasta detenerse frente a él para observarlo de cerca, durante unos instantes, tratando de recuperar el control sobre su cuerpo.


-¿Quién demonios te crees que eres para asustarme así? – le grita al fin comenzando a golpearle el pecho con las manos apuñadas. -¿Cómo has podido si quiera en hacer algo así? ¿En qué estabas pensando? Eres un maldito egoísta… - le recrimina fuera de sí, comenzando a llorar a lágrima viva, de nuevo.  – ¿Tienes idea del miedo que me has hecho pasar? ¿Acaso te haces una idea de lo que sería mi vida sabiendo que no estarías nunca más en ella? – insiste atragantándose con el llanto.


Mauricio permanece inmóvil, recibiendo sus golpes sin quejarse ni hacer nada por evitarlos. Todavía se encontraba demasiado turbado por el acto que había estado a punto de cometer y más aún por el motivo por el que había apartado la pistola de su sien microsegundos antes de apretar el gatillo.
El llanto y los reclamos de Regina lo devuelven a la realidad, haciéndolo reaccionar. Suelta la pistola como si su tacto le quemara al taco y  agarra a su desconsolada esposa por los hombros con la fuerza suficiente para detener su ataque.
Regina comienza a calmarse lentamente mientras lo observa ensimismada, con la mirada aguosa, comenzando a hipar por el llanto.  Las manos de él ascienden delicadamente, en una suave caricia, desde los hombros de ella hasta tomarle el rostro clavando su mirada profunda e intensa en la suya mientras apoya su frente contra la de ella.

El silencio los envuelve mientras se pierden en la mirada del otro; ninguno era capaz de explicar con palabras lo que les estaba sucediendo en aquel momento. Lo único que podían hacer era mirarse como si no hubiera mañana mientras respiraban el mismo aire.
Los pulgares de Mauricio comienzan a acariciar el labio inferior de Regina con auténtica adoración antes de capturarlos con urgencia en un apasionado beso provocando la inmediata respuesta de ella, quien se alza sobre la punta de sus pies y toma el rostro de Mauricio entre sus manos  para intensificar el beso todavía más, recorriendo su cálida boca con su lengua para danzar con la de él en una sensual danza; mientras él desciende con sus manos, acariciando su cuerpo hasta llegar a su cintura, para apretarla más contra él antes de agarrar las nalgas de ella con firmeza, provocando un ronco gemido de placer; alzándola del suelo y pegando su cuerpo menudo contra el suyo mientras la conduce  hacia la mesa del comedor para sentarla sobre ella, sin dejar de besarla con voracidad.

La urgencia de sentirse dentro de ella lo apremiaba, jamás había sentido una necesidad tan imperiosa que nublaba su sentido hasta hacerle perder el control. Con cierta brusquedad levanta su vestido lo suficiente para rasgar su ropa interior y lanzarla al suelo.
Regina gime al sentirse libre de sus braguitas; completamente febril rodea la cintura de él con sus piernas cuando siente como guía su masculinidad, introduciéndola en ella en un solo movimiento tan rudo como excitante.
Él apoya una de sus  manos contra la mesa para sostenerse con fuerza y con la otra rodea la parte baja de su fina cintura, apretándola contra él mientras comienza a moverse con urgencia dentro de ella, quien se aferra con fuerza a él,  acoplándose a sus movimientos; como si le fuera la vida en ello.
Sus miradas lujuriosas se prenden como fuego sin apartarse ni un momento mientras comparten besos y caricias ardientes hasta alcanzar el éxtasis, embriagados por una pasión poderosa.  








Sonríe emocionada al verla salir del probador embutida en el hermoso vestido de novia, que le otorgaba aspecto de auténtica princesa. Habían sido tantos años esperando ese momento, que no puede evitar que unas pequeñas lágrimas de felicidad bañen sus ojos castaños.


-¡Te ves hermosísima! – exclama Isabel (Socorro Bonilla) levantándose de la silla en la que la había acomodado la dependienta del salón, para acercarse a su hija.


-¿Tú crees? ¿No se ve demasiado pomposo? – pregunta Morelia (Ana Claudia Talancón) mientras se mira con atención al espejo, sin demasiada ilusión.


-¿Qué dices? ¡Es perfecto! – asegura Isabel dando vueltas alrededor de su hija, totalmente embelesada con aquel diseño palabra de honor, ceñido en el talle pero holgado de la cintura para abajo, con un hermoso tul de una fina elegancia que caía sobre la falda.


-No estoy muy segura… seguiré probando – replica Morelia con cierto desanimo dispuesta a meterse de nuevo en el probador.


-Un momento, jovencita – Isabel se sitúa frente a ella, para impedirle el paso. La toma por la barbilla para obligarla a mirarla. - ¿Qué es lo que ocurre aquí? Este es el vestido con el que siempre has soñado, ¡por todos los santos! – añade con un deje de exasperación.


-Lo sé mamá, pero es que ahora al vérmelo puesto… no sé… es algo, complicado… - se excusa Morelia, indecisa.


-¿Ha ocurrido algo con Miguel Ángel que debería saber? – pregunta Isabel, mirándola con los ojos achinados por la sospecha.


-No, todo ha estado bien… él es el hombre más maravilloso del mundo, siempre dispuesto a complacerme en lo que sea para verme feliz…pero…- responde Morelia encogiéndose de hombros.


-¿Pero? – insiste Isabel, cada vez más intrigada.


-No estoy segura de que ésta boda sea lo que él quiere en realidad – responde finalmente Morelia emitiendo un hondo suspiro.


-¿Cómo así? ¿Acaso crees que ya no te ama? – pregunta Isabel alarmada; consideraba aquel hombre como un hijo y no podría soportar la idea de que pudiera abandonar a su hija, después de tanto tiempo.


-No es eso… - asegura Morelia exasperada, encamina sus pasos hacia la silla para dejarse caer sobre ella. – Es que… no lo siento emocionado con todo esto, está ausente… apenas me aguanta la mirada… y lo conozco lo suficientemente bien como para saber que no solo está preocupado por Mauricio, hay algo más que me está ocultando… - afirma abatida.


-Con ese algo más te refieres a una mujer, ¿no es cierto? – pregunta Isabel.


-Eso me temo… - responde Morelia en un susurro. Llevaba días invadida por aquella inquietante sensación de que algo iba mal; si bien lo había achacado a los nervios por el futuro enlace, en el fondo algo dentro de ella le decía que Miguel Ángel estaba comenzando a alejarse de ella.


-¿Me estás diciendo que ese hombre al que acogí como un hijo y al que luego le entregué mi más preciado tesoro, ha olvidado todo lo que significa para ti y se ha enredado con una pelandrusca? – pregunta Isabel encolerizada.


-No, no es eso mamá… ya cálmate – Morelia se apresura a levantarse y acudir al lado de su madre, para tratar de tranquilizarla. – Miguel Ángel jamás me engañaría… de eso estoy segura; es demasiado noble y leal para eso… lo único que digo, es que creo que ya no soy la única mujer que despierta sentimientos en él. Y créeme que estoy segura que de ser así, él sufriría tanto o más que yo… - asegura con tristeza.


-Si ese es el caso… si de veras hay otra mujer… ¿qué harías entonces? – pregunta Isabel tratando de calmarse.


-¿Qué crees que haría? Luchar por mi hombre con todas mis fuerzas… mientras que su corazón siga latiendo por mí, seguiré a su lado, atrayéndolo hacia mí para recordarle lo hermoso que es nuestro amor… - asegura Morelia. Fija su mirada en la de su madre. – He estado enamorada de ese hombre toda mi vida, no dejaré que nadie me lo arrebate así por así… - añade.


-¿Y que pasa si su corazón deja de latir por ti, hija? – pregunta Isabel un tanto desconcertada por la actitud beligerante de su dulce hija.


-No lo hará… estoy segura… nuestro amor es como el de esas bellas historias, es un amor que va más allá de la muerte – responde Morelia con intensidad.







Trata de incorporarse sobre la cama por sí solo, con gran dificultad. Pero nada más moverse, Zoraida (Ingrid Martz) se levanta del sillón para acudir en su ayuda, para su desesperación.


-Por favor, déjame intentarlo… no soy ningún inútil – protesta Saúl (Eduardo Santamarina) exasperado.


-Claro que no lo eres, pero estás convaleciente… recuerda que no hace ni tres días que te sometieron a una operación muy delicada – lo reprende Zoraida con dulzura, haciendo caso omiso a su protesta y ayudándolo a sentarse sobre los almohadones.


-¿Qué hora es? – pregunta Saúl mirando hacia otro lado, molesto; mientras ella le coloca las sábanas.


-Las cuatro y veinte… todavía es temprano, no creo que Regina tarde mucho… - responde Zoraida con paciencia. Era consciente de la desesperación de Saúl, quien no había dejado de preguntar la hora desde que lo trasladaran a la habitación, poco más de media hora antes.


-Lo sé, tiene asuntos más urgentes que atender… pero lo que me extraña es que ni mi mamá ni Julio hayan venido a verme – replica Saúl irritado.


-Ellos tienen que solucionar algunas cosas, además saben perfectamente que conmigo estás en buenas manos… - asegura Zoraida antes de darle un amoroso beso en la mejilla.


-Zoraida… aprovechando que estamos solos, hay algo de lo que me gustaría hablarte… - Saúl carraspea incómodo.


-Por supuesto, aquí me tienes para lo que sea – ella se sienta sobre la cama, comenzando a acariciar su brazo sano con cariño.


-Lo cierto es que no quiero que te ilusiones demasiado por el hecho de que haya decidido divorciarme de Nereida… - comienza a decir Saúl, visiblemente incómodo con la conversación.


-Saúl, no soy ninguna ingenua… sé que ahora mismo no estás preparado para ningún tipo de relación, todavía estás enamorado de esa mujer y no quieres prometerme nada… y te entiendo. Pero yo quiero estar a tu lado, pase lo que pase… soy feliz solo con que me dejes cuidar de ti – asegura mirándolo con ternura, mientras acaricia su rostro. – Así que no te agobies con mi presencia, después de todo, somos amigos, ¿no es así? – añade con desparpajo antes de levantarse de su lado al escuchar la puerta abrirse. -¡Julio, qué bueno que llegaste! – exclama extendiendo los brazos hacia el recién llegado.


-Zoraida, veo que mi hijo está en buenas manos… - exclama Julio (Otto Sirgo) respondiendo a su abrazo con una sonrisa.


-Por supuesto, nada es poco para Saúl – asegura Zoraida sonriendo.


-Hijo, ¿cómo te encuentras? – pregunta Julio con preocupación acercándose a él para darle un beso en la frente.


-Bien fregado, otra vez… aunque, teniendo en cuenta que ahora podría estar muerto; no puedo quejarme – responde Saúl con calma.


-Lamento no haberme acercado hasta ahora, pero estaba al pendiente de un asunto… sobre la constructora – se disculpa Julio, con cierta vergüenza.


-No te preocupes, Julio… después de todo, estaba en buenas manos – asegura Saúl con un deje de ironía, lanzándole una mirada a Zoraida.


-Éste… Saúl… - Julio se acaricia la frente, algo inquieto – me gustaría que conocieras a alguien muy importante para mí, imagino que tu madre ya te habrá puesto al corriente… - añade.


-Mejor os dejo solos, para que platiquen con más calma – los interrumpe Zoraida antes de salir de la habitación, consciente de que aquella conversación era un asunto familiar del que todavía no debía ser participe.


-Si te refieres a tu hijo biológico… sí, estoy al corriente – asegura Saúl en un suspiro, una vez se quedan a solas.


-Me gustaría que lo conocieras… - Julio se acerca hasta la puerta para llamar a alguien al otro lado, antes de darle opción a Saúl para negarse.


Fernando (Jose María Torre) hace su entrada en la estancia lentamente, con paso inseguro. Había oído hablar del carácter explosivo de Saúl Montesinos y lo último que quería en esos momentos era ganarse la enemistad del que ya consideraba hermanastro.


-Hola, gusto en saludarte y verte en tan buen estado – se acerca a la cama y le tiene da la mano, expectante por su respuesta.


Saúl observa al recién llegado con atención; permanece en silencio durante unos instantes sin dejar de analizarlo ante la expectación de los dos hombres. Finalmente estrecha su mano.


-Te agradezco la visita – dice con cortesía. Un hondo suspiro se escapa de los labios de Julio al ver a sus dos hijos uno frente al otro, pareciendo aceptarse mutuamente.  – Así que tú resultaste ser el hijo biológico de Julio… - comenta.


-Así es… para mí ha constituido una grata persona saber que él era mi padre y que no abandonó a mi madre a su suerte… como había pensado – confiesa Fernando sin poder ocultar su orgullo.


-Me alegro por ambos… de verdad – asegura Saúl sonriendo levemente. Para él Julio era un hombre justo y bueno que se merecía lo mejor que la vida pudiera ofrecerle.


-Fernando está aquí además de para conocerte, para darte una buena noticia con respecto a la constructora – interviene Julio, posando sus manos sobre los hombros de su hijo, con orgullo.


-¿De qué se trata? – pregunta Saúl con curiosidad.


-Como bien sabrás, estuve trabajando durante unas semanas en la constructora Molina, por lo que fui testigo de las maniobras que se hicieron desde allí para perjudicar a la constructora Moncada… aunque siempre me pareció de lo más injusto, decidí hacer oídos sordos… sin embargo, cuando conocí a Julio y más tarde descubrí que era mi padre, decidí despedirme de allí cuanto antes… no sin antes sacar de allí unos cuantos documentos que pudieran servirnos como pruebas para demandar a la constructora Molina por competencia desleal – relata Fernando con intensidad.


-Entonces quieres decir que… - comienza a decir Saúl, sin ocultar su expectación.


-Ayer mismo hemos presentado la demanda contra la constructora Molina… imagino que se lo habrán notificado esta mañana a Mauricio Galván – termina de relatar Julio, incapaz de permanecer callado por más tiempo.


-¡Eso es… es fantástico! – exclama Saúl con una leve satisfacción, mucho menor de la que cabría esperar por su parte.


-¿No te alegras? – pregunta Julio observándolo intrigado.


-Claro que me alegro… lo justo es que paguen por sus maquinaciones, así que si esto sirve para que ese desgraciado aprenda a no jugar a ser Dios, bienvenida sea… - responde Saúl con calma. – Sin embargo, ya no me importa lo que pueda ocurrirle a ese hombre… ahora solo me preocupa que deje en paz en mi hermana y se aleje de nuestras vidas para siempre… - asegura con tristeza. – El estar al borde de la muerte, me ha hecho reflexionar, no he sido una blanca paloma, he cometido demasiados errores y me he empeñado en buscar la felicidad en donde sabía que no podía encontrarla… la vida me ha dado una segunda oportunidad, para enmendar mis errores y emprender un nuevo camino para tratar de encontrarme a mí mismo… - relata, con la mirada perdida.


-¿Qué quieres decir con eso? – insiste Julio, preocupado.


-Me alegra saber que las cosas mejorarán en la constructora… sin embargo, no voy a volver allí, renuncio a mi puesto… ahora que tienes un legítimo heredero, es lo justo que él ocupe mi lugar – responde Saúl.


-Saúl, tú sigues siendo como un hijo para mi papá… no es mi intención hacerte a un lado de nada, ese puesto te corresponde por derecho, por todo lo que has trabajado para la constructora… - lo interrumpe Fernando, inquieto ante la idea de que Saúl pudiera sentirse perjudicado por su aparición.


-Lo sé… Julio es un hombre justo y de palabra, sé que jamás me perjudicaría… soy yo el que quiere hacerse a un lado – asegura Saúl sonriendo con tristeza. – Si algo he aprendido en esta vida, es que las ansias de poder corrompen el corazón de los hombres, yo soy demasiado débil… me he pasado toda mi vida tratando de cumplir las expectativas que los demás tenían de mí, usando para eso todos mis recursos, algunos no han sido de los más lícitos… olvidándome de lo que verdaderamente quería… así que ahora quiero empezar de cero… ver hacia donde me lleva mi nueva vida –sentencia.


-Sabes que te aprecio como si fueras sangre de mi sangre, y que para mí sería un honor tenerte a mi lado en la constructora… - asegura Julio, se acerca para apoyar su mano en el hombro de él, afectuosamente – no obstante, si es tu deseo abandonar la constructora para empezar una nueva vida, puedes contar conmigo… te apoyaré en lo que necesites – le asegura.


-Lo sé… y te lo agradezco. – Le corresponde Saúl, colocando su mano sobre la de él con cariño  - Para mí has sido el padre que siempre había soñado de niño... – asegura emocionado. –Pero va siendo hora de volar solo, de buscar mi camino – añade.


-En ese caso, te deseo toda la suerte del mundo… hermano – Fernando se acerca a él para estrecharle la mano, afectuosamente.


Los tres hombres permanecen unos instantes en un cómo silencio, en paz consigo mismos.








Tras su explosivo ataque de pasión, de nuevo un silencio incómodo  se había apoderado de los dos. Como si un muro se hubiera levantado entre ambos en apenas unos segundos; Mauricio se aparta con brusquedad de Regina, quien se apresura a levantarse de la mesa para recolocarse el vestido.


-Lo lamento… - Mauricio logra articular esas palabras con gran dificultad. De pronto se sentía demasiado avergonzado como para mirarla a la cara, después de lo sucedido.


Regina observa sin decir nada la lucha de emociones que se llevaba a cabo en el interior de su esposo en aquellos momentos, preso de los demonios que lo atormentaban. Se acerca a él para abrazarlo desde atrás, pegándose a su espalda.


-Todo va a salir bien… - le murmura con ternura.


Él observa con cierta reticencia las delicadas manos de ella, que se entrelazaban contra su abdomen. Miles de emociones contradictorias lo embargaban, conduciéndolo a una especie de locura. Una parte de él quería apartarla de él, liberarse de aquellos sentimientos que no hacían más que alimentar sus demonios. Sin embargo, otra quería abrigarse en sus brazos, dejarse llevar por sus palabras dulces y abrazar la esperanza que le ofrecía.
Acerca sus manos a las de ella, con la intención de apartarla de él; no obstante, finalmente entrelaza sus dedos entre los de ella en una suave caricia, apretando sus manos contra su torso con más fuerza, aferrándola a él.
Regina sonríe para sí, antes de posar sus labios en un dulce beso sobre su hombro y apoyar su cabeza. Estaba segura de que tendrían que hacerle frente a momentos duros, que nada iba a ser fácil; sin embargo, el tenerlo a su lado le daba fuerzas para hacerle frente al mundo, si era necesario.






La noche se presentaba demasiado tranquila para su gusto. Después de varios días intensos, se encontraba solo en la barra del tumultuoso bar dando buena cuenta de su vaso de tequila mientras observaba a su alrededor con la esperanza de encontrar alguna diversión para aquella noche; tratando de hacer a un lado los problemas que lo atosigaban.
El primero de ellos tenía un nombre propio: Mauricio Galván. Si bien aquella misma mañana, había decidido jugar todas sus cartas con la señora Moncada, el terror que se había reflejado en sus ojos cuando le había comentado la posibilidad de acabar con la vida de Mauricio no había dejado lugar a dudas: aquella mujer no estaba tan desesperada como para acudir a métodos tan drásticos.
Y por otro lado estaban los problemas de la confederación de terratenientes, comenzaba a hartarse de los métodos arcaicos y la decrépita ideología de sus miembros, por eso se había postulado como nuevo presidente para las elecciones que estaban próximas a celebrarse y para ello debía contar con el apoyo de gran parte de los demás miembros, algo difícil de lograr puesto que todos ellos eran leales a Don Teo, no por nada llevaba casi 13 años, desde el comienzo de la enfermedad de su predecesor Bernardo Montesinos; al frente de la misma.


El sonido del celular irrumpe sus pensamientos. Rebusca en el bolsillo de su camisa, con evidente desagrado, preguntándose quien demonios lo llamaba a esas horas.


-¿Bueno? – gruñe Ícaro (Roberto Ballesteros)  irritado. Pronto su descontento da paso a una extraña emoción al escuchar las palabras provenientes del otro lado del teléfono. – Espero que esté totalmente seguro de lo que dice, detective. Le  espero mañana a las 9 en la cafetería del hotel en el que me hospedo – ordena antes de cerrar la conversación.  – Mozo, póngame otro tequila – avisa al camarero antes de vaciar en su garganta lo que le quedaba de su bebida.  De pronto se sentía dichoso, todas sus preocupaciones y quebraderos de cabeza, parecían haberse esfumado por arte de magia gracias a la noticia recibida.


-¿Necesitas compañía, hombretón? – observa de reojo la escultural mujer que se sienta a su lado en la barra, mirándolo coqueta. Sin duda alguna, se trataba de una auténtica cazafortunas; aún así, era demasiado hermosa como para ignorarla.


-Por supuesto… si se trata de la suya, señorita… ¿puedo saber cual es su nombre? – se vuelve hacia ella, dedicándole la mejor de sus sonrisas.


-Amaranta Solís, a tu disposición – responde Amaranta (Martha Julia) mordiéndose el labio inferior sensualmente, complacida ante su nueva presa. Había algo oscuro y cautivador en aquel hombre rudo y apuesto; probablemente se tratara de algún terrateniente adinerado,  a juzgar por su vestimenta un tanto rústica.
Un escalofrío recorre su espina dorsal cuando sus labios rugosos depositan un incitador beso sobre su mano.


-Ícaro Sanromán… para servirla – se presenta él mirándola descaradamente, para regocijo de ella; quien no duda en acercar su butaca a la de él para pegar su cuerpo al suyo, celebrando para sus adentros su nuevo hallazgo.




Al día siguiente…



Vuelve los ojos hacia arriba exasperada mientras termina de escuchar el último mensaje de su buzón de voz dejado, al igual que los diez anteriores; por Fabián (Carlos Ponce).  Si bien tenía sus motivos para estar molesto con ella y era consciente de que le debía una explicación; lo cierto es que en aquellos momentos lo último que necesitaba era una de sus discusiones absurdas.  Ya tenía suficiente con el problema de su tía – pronto le darían el alta y todavía no sabía qué sería lo mejor para ella – y con lidiar con sus sentimientos hacia Miguel Ángel, ahora que la situación requería que ambos apoyaran a sus amigos; como para retomar sus labores como decoradora.


Guarda el celular en su bolsillo antes de entrar en la habitación del hospital.


-Buenos días, ¿cómo amaneció mi tía favorita? – pregunta Camila (Ana Serradilla) alegremente acercándose a ella para darle un beso en la mejilla.


-Perfectamente bien como para irme a casa – responde Alicia (Raquel Olmedo) haciendo un puchero y cruzándose de brazos con evidente fastidio.


-No te apures tía, ya pronto nos iremos a casa – la consuela Camila, acariciándole el cabello con ternura.


-¿Iremos? No necesito ninguna niñera; además tú tienes un marido y una hija de los que hacerte cargo, no te olvides… - la reprende Alicia. La seguridad con la que habla Alicia quiebra el corazón de Camila, consciente de los primeros síntomas de la enfermedad de su tía.


-Tía… no soy tu hermana Roberta… soy su hija Camila, tu sobrina, me reconoces, ¿verdad? – pregunta esperanzada, mientras acaricia el rostro de su tía con tristeza.


-No me trates de tarada, ¿cómo vas a ser Camilita si apenas tiene 5 años la chamaquita? – replica Alicia molesta. – Ya, en vez de andar con jueguitos tontos, mejor ándale a atender a tu familia, antes de que tu esposo se canse de verte pendoneando de un lado a otro – añade apartándose de sus caricias. Una solitaria lágrima resbala por el rostro de Camila mientras observa a su tía con impotencia y tristeza. – Anda, ve a casa, ¿a qué esperas?… yo ya me valgo sola, tampoco estoy tan mayor – insiste la mujer, concienzudamente.


-No te preocupes… todo está en orden, ya yo avisé para avisar de que estaría contigo y mi esposo lo entendió, él ser hará… se hará cargo de Camilita – haciendo de tripas corazón, se limpia la lágrima con la mano, tratando de esconder la profunda tristeza que sentía para aparentar una falsa normalidad que pronto se convertiría en su día a día.





Avanza por el amplio pasillo empujando la silla de ruedas, hasta llegar a una espaciosa sala iluminada por la luz que procedía de unos amplios ventanales, que ofrecían una hermosa vista de los cuidados jardines del hospital bañados por los rallos del sol de media mañana.
Regina (Michelle Vargas) se detiene frente a uno de los ventanales para que su hermano Saúl (Eduardo Santamarina), pueda deleitarse con el hermoso paisaje. Después de tantos días postrado en una cama de hospital, era la primera vez que se asomaba a una ventana para comprobar que el mundo seguía girando a pesar de que el suyo propio hacía aguas.


-¿Está bien así? – pregunta Regina tomando asiento en un sillón a su lado.


-Sí, gracias por sacarme de esa maldita habitación… comenzaba a volverme loco allí dentro – responde Saúl, más relajado. Se vuelve para mirar a su hermana con la preocupación gravada en su rostro.  – Por cierto, ¿Sabes algo de mamá? Hace días que no viene al hospital… y es demasiado extraño en ella, ¿ha ocurrido algo que deba saber? – pregunta al fin, sin poder ocultar su inquietud. Algo dentro de él le decía que algo grave ocurría a su alrededor, algo que estaban intentando ocultarle en atención a su estado de salud; sin embargo ya no estaba dispuesto a mantenerse al margen.
Sus sospechas se confirman al observar la repentina tensión que se refleja en el rostro de su hermana.
Regina toma aire lentamente, juntando el coraje necesario para hablar con su hermano; había llegado el momento de revelarle la verdad.


-Saúl… desde que tuviste el accidente han sucedido muchas cosas… - comienza a decir lentamente, buscando las palabras.


-Entre ellas tu matrimonio con Mauricio Galván… - interviene Saúl.


-Sí, esa entre ellas… - dice Regina con calma.


-No te preocupes, encontraremos alguna manera de anular ese matrimonio… no te dejaré a merced de ese mal nacido – afirma Saúl alargando su brazo sano para apretar cariñosamente la mano de su hermana.


-Lo cierto es… - respira hondo antes de proseguir – que ya no me interesa anularlo, quiero seguir siendo la esposa de Mauricio… - asegura.


Saúl aparta su mano de la de su hermana bruscamente, como si su contacto quemara; mirándola con una expresión de horror, incapaz de dar crédito a sus palabras.


-¿Qué demonios estás diciendo? ¿Acaso prefieres a ese infeliz antes que a tu hermano? ¿Qué demonios te ha hecho para que me apuñales por al espalda tan vilmente? – pregunta alzando la voz, fuera de sí. De pronto lo veía todo demasiado oscuro, su hermana era lo único hermoso y sincero que le quedaba en la vida; la que le daba fuerzas para seguir adelante… y ahora, la estaba perdiendo a manos de su peor enemigo.


-Por favor, deja que te explique… - dice Regina suplicante.


-No necesito que me expliques nada… si quieres seguir casada con ese hombre, allá tú… pero entonces olvídate de que tienes un hermano… - el dolor profundo e intenso que se desprendía de las palabras de su hermano se clavaba en su pecho como un cuchillo; no soportaba ser la causante de tal sufrimiento en su hermano.


-No me iré de aquí hasta que sepas toda la verdad… y te aseguro que cuando la sepas, cambiarás de opinión – logra interrumpir la palabrería de su hermano, para hacerse escuchar.


-No hay verdad que deje de ver a ese hombre como un mal nacido… - asegura Saúl apasionadamente.


-Ni siquiera si te digo que nuestro abuelo fue el causante de la muerte de su padre… mejor dicho, de vuestro padre – afirma Regina tratando de mantener una calma que estaba lejos de sentir.


-¿Qué… qué demonios estás tratando de decir? – alcanza a preguntar Saúl, casi sin aliento. Regina se arrodilla frente a su hermano, mirándolo con cariño mientras entrelaza su mano con la suya.


-Que el motivo por el que el abuelo nos botó de la hacienda y luego no te la heredó a ti… fue porque descubrió que Braulio Montesinos no era tu verdadero padre – responde lentamente. – Y fue por ese mismo motivo por el que la noche del entierro de mi papá, lo botó de la hacienda junto con Mauricio, después de darle un balazo… - traga saliva con dificultad, todavía le conmocionaba demasiado recordar lo sucedido aquella noche – Romualdo Galván murió la mañana siguiente en brazos de Mauricio, porque nadie quiso acogerlos  ya que el abuelo dio la voz de que eran unos ladrones y amenazó con retirarle su apoyo a aquellos que le prestaran ayuda… Mauricio creyó que el balazo lo había recibido cuando salió a enfrentarte para defenderlo… es por eso que quería destruirte… - finaliza, mirando a su hermano con ojos aguados.



Saúl cierra los ojos tratando de procesar toda la información recibida en tan poco tiempo. Aquello debía de tratarse de una broma, él y Mauricio no podían ser hermanos… no podía ni quería creerlo.
Regina observa el rostro contraído de su hermano con el corazón en un puño, era consciente de que necesitaba tiempo para hacerse a la idea de la nueva situación; por eso no perdería la esperanza, haría lo imposible por reconciliar a los dos hermanos; aunque fuera lo último que hiciera.







El espejo le devolvía  una imagen muy distinta a la que le gustaría ver; las ojeras y la palidez de su piel, fruto de las noches de insomnio;  le otorgaban a su rostro un aspecto fantasmagórico.
Había perdido la noción del tiempo que llevaba cepillando su cabello frente a su elegante tocador. Se había encerrado en su cuarto nada más regresar después de su noche loca con aquel hombre con el que había pasado la noche y que le había hecho una propuesta tan aterradora como tentadora; y no había salido de allí desde entonces. No quería comer ni hablar con nadie. Lo único que le apetecía era cepillar su brillante cabellera, eso era lo que hacían las princesas en los cuentos de hadas que le leía a su hija para mitigar su soledad.


Ya no quedaban ilusiones en su vida, nada que pudiera animarla a salir de aquella recámara. Todo se había perdido por causa de aquel hombre que había llegado a sus vidas para destruir toda la felicidad que con tanto esfuerzo había construido.  
Su rostro se congela en una mueca de horror cuando observa la imagen de un hombre en el espejo, que la observa fijamente, con una intensidad abrumadora.
Deja el cepillo sobre el tocador mientras comienza a voltearse lentamente, con el corazón golpeándole el pecho con violencia y la respiración agitada. Aquello no podía ser cierto, él no podía estar allí con ella, era imposible…
Respira aliviada al voltearse y ver la estancia vacía. No había nadie más allí con ella, tan solo había sido una ilusión… una macabra ilusión probablemente provocada por el remordimiento que había comenzado a atormentarla de nuevo.

2 comentarios:

  1. Hola Sonitiya. Soy Elena, lectora en su día de enur. ¿Cómo os va a todas? ¿Terminásteis las novelas? Estaba echando un vistazo para ver si encontraba alguna finalizada recordando viejos tiempos pero veo que al parecer lo de las webnovelas decayó. Supongo que los años y con ellos el trabajo y la familia se fue comiendo vuestro tiempo (en aquella época yo pude acceder más porque estaba de baja laboral), pero es una pena porque eráis un grupo de gente estupenda y llenos de energía. ¿Seguís teniendo contacto entre vosotras? ¿Llegásteis a quedar alguna vez y a reuniros en persona, al menos las españolas? Recuerdo que teníais el proyecto de hacerlo.
    Es una pena que cerrárais entonces Enur, porque pese a algunos malos rollos lo que considerásteis infantilismo no era sino el estallido de energía y juventud que derrochábais todos vosotros. He estado buscando por vuestros nicks y creo que este, junto con Ursula que ha estado intentando publicar en varios foros, son los más actualizados. Por cierto que ya te lo dije entonces: escribes muy bien: buena sintaxis, buena ortografía, uso cuidado del léxico, con ritmo y atrapando al lector. Recuerdo que dejé en su día La Poderosa atrás en las web novelas porque el título no me atrapaba y que casi al final de la baja empecé a leerte y encontré que tu historia atrapaba y estaba magníficamente escrita. Enhorabuena. No lo dejes, si tienes algún tiempo. Es magnífico ser creador en una época, como ésta, de recepción pasiva generalizada de contenidos. Un abrazo, y recuerdos para los demás si seguís en contacto: Ursula, Encarnita, LaDirectora, Topamela, Renzo (qué disgusto le dísteis al cerrar Enur), Abel, etc..

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    1. Hola Elena, que gusto volver a saber de ti¡ Perdón por la tardanza en la respuesta, pero es que a penas entro en este blog últimamente. Te diré que actualmente apenas tengo contacto con mis compañeras de Enur, seguimos siendo amigas por el facebook, pero ahora cada una seguimos caminos diferentes.
      Yo personalmente, he dejado un poco de lado la escritura, por falta de inspiración, quizás sea que al tener muchas cosas en la cabeza, me cuesta centrarme, aunque me gustaría volver a escribir algún día con las mismas ganas que tenía entonces.
      Creo que hoy en día no hay muchos foros dedicados a las webnovelas en sí, sino más bien foros donde la gente publica sus escritos, incluso grupos en facebook, aunque la verdad no estoy muy puesta en el tema.
      La verdad que la época de Enur, fue una época de aprendizaje, guardo lindos recuerdos y la verdad que ya ni me acuerdo el motivo por el que decidimos cerrar, me quedé solo con lo bueno. Todo en esta vida tiene un final, y Enur perteneció a una época de oro en las webnovelas, pero como todo, tuvo un principio y un final. Después de eso varias de nosotras decidimos crear un foro literario llamado Edrielle, el cual finalmente también decidimos cerrar ya que no podíamos dedicarle el tiempo que se merecía.
      Gracias por tus palabras, espero que tú también estés bien y sigas disfrutando de la lectura. Un beso

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