miércoles, 4 de mayo de 2011

CAPÍTULO 9

Capítulo IX



CAPÍTULO IX


Regina (Michelle Vargas) se cruza de brazos y se apoya contra la pared, mientras espera con desgana a que comience la reunión. Al parecer ya todo el mundo había asumido, con visible desagrado, que por el momento no les quedaba más remedio que tratar con Mauricio Galván (Fernando Colunga), y para su fortuna, parecía que se habían olvidado de ella, al menos por el momento.
Don Teo (Luís Bayardo) se posiciona en el centro de la sala y carraspea antes de comenzar.
-Bien, al parecer contamos con dos nuevos socios… la señorita Montesinos, y el señor Galván – dice con cierto desagrado. – Es conveniente mencionar que la señorita Montesinos es la primera mujer miembro de la confederación… algo insólito e inaudito por esta región
-Una mujer no puede llevar las riendas de una hacienda – dice Altamira (Dacia González) con disgusto.
-Además a las leguas se ve que la muchacha es una incompetente, que solo va a traer problemas a la confederación – dice don Arcadio (Antonio Medellín). Regina mira a los dos boquiabierta.
-Una niña de ciudad no puede adaptarse a la vida del campo – dice una mujer. Los murmullos van en aumento.
-¿Usted como puede saber lo incompetente que soy? ¡Ni siquiera me conocen! - exclama indignada, alzando la voz. Haciendo que todos se callen para mirarla asombrados.
-Por favor señorita, le exijo un respeto hacia los miembros históricos de la confederación – dice Don Teo enojado.
-Vamos, vamos… dejémonos de disputas y al grano por favor – dice Ícaro (Roberto Ballesteros) tratando de quitarle hierro al asunto. Don Teo lo mira con cierta molestia, y se recoloca la camisa antes de proseguir. Se dirige hacia Regina.
-Señorita, es mi deber informarla que su abuelo dejó debiendo las cuotas correspondientes a los tres últimos años de la confederación, y nos vemos en la obligación de pedirle que satisfaga la deuda, sino, nos veremos obligados a interponer una demanda – dice. Regina lo mira sin saber qué decir.
-¿Cómo dice? Lo lamento pero no estoy enterada de la existencia de esa deuda – dice ella tratando de defenderse.
-Ese es su problema señorita, pero lo cierto es que existe – dice Perico – y necesitamos fondos para la confederación… si hemos esperado tanto tiempo ha sido por consideración a su abuelo, pero dados los acontecimientos, ya no podemos seguir esperando más – añade con convicción. Los demás presentes comienzan a asentir complacidos y a secundarlo con su apoyo. Regina se acerca al hombre.
-¿Saben qué es lo que creo? Que son una panda de viejos mentecatos, estancados en el paleolítico y tienen miedo de que una mujer venga y les demuestre lo absurdo que es todo este mundo de hombres que han construido para su propio beneficio – dice Regina alzando la voz. – Que sea mujer no significa que pueda desempeñar mis obligaciones igual o mejor que cualquiera de ustedes – añade enojada.
-Pues comience pagando las deudas de su abuelo – dice Perico mirándola con visible reprobación. Mauricio se acomoda en su asiento mientras observa la escena, sin duda, las cosas no habían cambiado en San Cayetano, esos viejos cabezotas no pararían hasta sacarlos a él y a Regina de su círculo, de eso no le cabía la menor duda. Pero él estaba preparado para responder en caso de ataque, ahora la cuestión era si Regina aguantaría o no la presión.
La joven se acerca a don Teo y se cruza de brazos.
-Quiero una factura justificativa de las cuotas impagadas – dice con altanería. Don Teo sonríe sin humor.
-¿Cómo no? Justo las tengo sobre mi escritorio, espere no más que se las traigo – dice Don Teo antes de salir de la sala. Regina suspira resignada mientras recorre con su mirada los rostros de los presentes, que la miraban con disgusto y reprobación. Mauricio se incorpora y se acerca a ella por la espalda.
-Veo que no te faltan agallas – le susurra al oído. Regina da un pequeño respingo al escucharlo.
-Ni te me acerques, no más me faltaba que ahora estos dementes me relacionaran con un criminal como tú – dice sin siquiera volverse para mirarlo. Mauricio (Fernando Colunga) sonríe con burla.
-Da igual lo que hagas chiquita, ya han decidido que tú no formas parte de su círculo social. Nada más están buscando la mejor manera para echarte de estas tierras – dice Mauricio. Regina voltea para mirarlo.
-Lo mismo podría decirse de ti – dice molesta.
-Puede que sí, pero yo sé como defenderme – dice Mauricio.
-¿Y quien te dice que yo no? – pregunta cada vez más enojada.
-Aquí tiene señorita – dice Don Teo acercándose a ella para entregarle un sobre. Regina lo toma con desidia y lo abre para ver su contenido. Mira con los ojos abiertos como platos la cantidad y luego mira a don Teo.
-¡No es posible! – Exclama – Esto… esto es mucho dinero – añade aturdida.
-La confederación tiene muchos gastos debido a la gran cantidad de servicios que presta a sus socios, pero si ve que no es capaz de pagar… - comienza a decir Arcadio acercándose a ellos.
-¿Qué clase de servicios? – pregunta Regina de mala gana.
-Gestión, asesoría, servicio de intermediación con proveedores… - comienza a enumerar Teo.
-Ya, no necesito saber más. En cuanto tenga el dinero volveré personalmente a entregárselo – dice Regina.
-Por su bien, espero que eso suceda pronto porque sino, nos veremos obligados a tomar medidas drásticas – dice Teo. Regina lo mira enojada.
-Con permiso, en lo que concierne a mí, esta reunión ya se ha terminado – dice Regina con altivez y se va furiosa ante la atenta mirada de los presentes.
-Uy, esta que poco va a durar… dentro de dos días, se va con el rabo entre las piernas… te lo digo yo – dice Clotilde a Altamira lo suficientemente alto como para que la oiga todo el mundo.
-¿A cuanto asciende la deuda? – pregunta Mauricio pensativo. Teo lo mira sorprendido.
-Me temo que eso no le incumbe – responde Teo.
-Claro que me incumbe – dice Mauricio convencido – he decidido pagar sus cuotas – añade ante la sorpresa de los presentes.

Regina (Michelle Vargas) camina con rapidez, quiere alejarse lo antes posible de ese lugar, más bien, de ese nido de víboras. Se acaricia los brazos tratando de calmarse a sí misma. Se detiene a unos pasos, al llegar al camino y mira su reloj, todavía faltaba más de un cuarto de hora para que regresaran a buscarla y no le quedaba más remedio que esperar.
-Lamento que su primera reunión haya sido tan accidentada – dice Ícaro a sus espaldas. Regina voltea levemente para mirarlo y devuelve la vista al frente.
-Más lo lamento yo, créame – dice Regina molesta. Ícaro (Roberto Ballesteros) se acerca hasta situarse a su altura.
-Por esta región no estamos acostumbrados a tratar de negocios con mujeres… tan hermosas – añade mirándola seductor. Regina lo mira de reojo con cierto fastidio.
-Pues ya se pueden ir acostumbrando, porque no me voy a rendir. No permitiré que La Poderosa desaparezca para trofeo de esas aves de mal agüero – dice ella enojada.
-A mí tampoco me gustaría que una hacienda tan hermosa como La Poderosa se dividiera para ser repartida… las tierras perderían todo su encanto – dice Ícaro. Regina lo mira sin decir nada - ¿Espera a alguien? – pregunta.
-A uno de mis peones, debe estar al llegar – responde Regina mirando hacia lo lejos, ansiosa porque el joven llegara de una vez. No se sentía a gusto con la presencia de Ícaro.
-Si quiere, yo puedo acercarla – dice Ícaro.
-No, muchas gracias. Además será mejor que regrese a la reunión, quizás estén tratando temas que le puedan interesar – dice Regina.
-No hay nada ahí dentro que me pueda interesar más de lo que hay aquí fuera – dice él sonriendo seductoramente. Regina suspira con resignación y vuelve a mirar el reloj con impaciencia.
-Es usted muy amable, pero de veras… no me importa esperar sola – dice Regina.
-Será mejor que le haga caso, señor Sanromán… yo me ocupo de acompañar a la señorita – dice Mauricio (Fernando Colunga) a sus espaldas. Los dos voltean para mirarlo, Regina sorprendida e Ícaro con desprecio.
-Por mí pueden entrar los dos, yo no necesito niñera – dice Regina con burla.
-No pienso dejar sola a la señorita, con un dis que delincuente como resultó ser usted – dice Ícaro, mirándolo desafiante. Mauricio se ríe burlonamente.
-No se preocupe, yo no hago con las muchachas bellas nada que no quieran – dice Mauricio mirando a Regina con picardía. Ella nota como sus mejillas se encienden al recordar lo sucedido la última vez que estuvieran juntos.
-Ícaro – Arcadio (Antonio Medellín) lo llama desde la puerta principal – Lo necesitamos dentro – añade. Ícaro mira con disgusto a Arcadio y asiente.
-Me temo que he de entrar. – mira a Regina. – Espero verla pronto, señorita – añade y toma una mano entre las suyas para depositar un beso en ella antes de alejarse.
-Veo que ya has hecho nuevos amigos – dice Mauricio con burla una vez Ícaro se hubo alejado de ellos. Regina lo fulmina con la mirada.
-Así que el motivo por el que te marchaste fue porque descubrieron que eras un vulgar ladrón – dice ella mirándolo con reproche. El rostro de Mauricio se torna serio.
-Puedes pensar lo que quieras, quizás sea mejor así – dice Mauricio. Regina se cruza de brazos y se acerca a él intrigada.
-¿Para qué iba a querer un ladrón adquirir la propiedad de la que lo echaron por ladrón? ¿Por venganza? ¿Por rabia, rencor? – comienza a preguntar. Mauricio la mira intensamente y se acerca a ella, pegando su rostro al suyo.
-Por una promesa que me hice a mí mismo cuando tuve que abandonar estas tierras con la cabeza gacha acusado injustamente – responde él con severidad. Regina lo mira temerosa al ver su reacción. – Y no voy a detenerme hasta lograr mi propósito. La Poderosa será mía, por las buenas o por las malas – añade.
-Yo nunca voy a vendértela, antes prefiero que se la queden esos buitres – dice Regina alzando el mentón. Mauricio sonríe sin humor. Él le acaricia la barbilla con una mano.
-Haré que cambies de opinión, eso no lo dudes – le susurra convencido.
-Pareces muy seguro de ti mismo, en cuanto mi hermano se entere de que… - comienza a decir Regina.
-Estoy deseando ver su cara cuando lo haga – dice Mauricio satisfecho. Los dos se miran fijamente, sin decir nada, retándose con la mirada.
El sonido del carro acercándose los sacó de su ensimismamiento, Regina se apartó de Mauricio bruscamente.
-Vienen a buscarme – dice Regina acercándose al carro.
-Mañana iré a verte, para hablar de nuestra deuda – dice Mauricio. Ella voltea.
-Yo no te debo nada – dice Regina enojada. Mauricio sonríe.
-Ahora sí – dice Mauricio, y se aleja hacia la casona sin darle tiempo a Regina a reaccionar.

Al día siguiente…

LA PODEROSA

Regina (Michelle Vargas) observa las cuentas una y otra vez y se acaricia la cara, desesperada. No tenía dinero suficiente para pagar la deuda con la confederación y hacer frente a los gastos de la hacienda. Y no sabía como salir de aquella situación, el camino a la madurez se le estaba haciendo demasiado cuesta arriba.
Modesta (Ana Martín) entra en ese momento con una charola entre las manos.
-Aquí le traigo su desayuno niña – dice sonriendo. Regina la mira y sonríe agradecida. – Oiga, todavía no me contó como le fue ayer en la reunión – añade posando la charola sobre el escritorio.
-Pésimo, Modesta – dice Regina con resignación. Deja los papeles sobre la mesa. – Mi abuelo llevaba muchos meses sin pagar las cuotas, y ahora me exigen a mí que liquide la deuda lo más pronto posible sino quiero que me demanden – añade.
-Esos viejos son puros demonios, niña – dice Modesta indignada. – Mire que no tardaron en tratar de fregarla – añade.
-Al parecer yo no entro en sus planes, y cuanto antes se deshagan de mí, mejor… pero yo no voy a darles el gusto – dice Regina – aún que todavía no sé como… no puedo hacer frente a la deuda y a los gastos de la hacienda al mismo tiempo, no tengo suficiente dinero – añade abatida.
-¿Ya miró en la caja fuerte? Ahí su abuelo siempre guardaba algunos pesos – pregunta Modesta.
-Sí, ya lo hice, pero no había suficiente – responde Regina. Suspira hondo y se acomoda en el sillón. Mira a Modesta con curiosidad. – Ayer me enteré de algo muy interesante… - añade.
-¿De qué, niña? – pregunta Modesta.
-Del motivo por el que Mauricio se fue de la hacienda- responde Regina mirándola con curiosidad.
-¿De veras? – pregunta Modesta nerviosa. - ¿Y cómo se enteró? – pregunta.
-Se montó un gran escándalo cuando se presentó en la reunión, y uno de los hombres hizo una pequeña revelación acerca de los motivos por los que se había ido – responde Regina. – Por ladrón – añade. Modesta baja la mirada apenada. - ¿Qué fue lo que robó, Modesta? – pregunta.
-Yo apenas sé nada sobre ese asunto… ni sé que fue lo que pasó… pero lo cierto es que su abuelo decidió no presentar demanda, por consideración a Romualdo, el papá de Mauricio, que llevaba mucho tiempo trabajando aquí – responde con pena. Regina frunce el entrecejo, pensativa.
-Él me dijo que lo habían acusado injustamente… - dice Regina. Alza la mirada. - ¿Y si fuera inocente? – Se pregunta en alto.- Quizás eso explicaría su resentimiento y su rabia – añade. Modesta se encoge de hombros y suspira.
-¿Quién sabe, niña? ¿Quién sabe? – pregunta con resignación al tiempo que abandona la estancia.


SAN LORENZO


Mauricio (Fernando Colunga) baja las escaleras principales de la hacienda, terminando de abotonarse las mangas de la camisa, todavía tenía los cabellos húmedos, después de disfrutar de un largo y relajante baño. Un hombre lo esperaba junto a la entrada principal, mientras observaba la decoración con interés y curiosidad.
-Lamento que haya tenido que esperar licenciado Espinosa – dice Mauricio acercándose a él, los dos hombres se estrechan la mano.
-No se preocupe, apenas han sido algunos minutos, además he llegado antes de la hora – dice el hombre.
-Pasemos al despacho, ahí estaremos más cómodos – dice Mauricio indicándole el camino. El hombre asiente y los dos hombres se dirigen hacia el mismo.

-Y bien, ¿tiene alguna novedad sobre lo que le pedí? – pregunta Mauricio tomando asiento frente al escritorio. El hombre sonríe al tiempo que abre su maletín.
-Es usted un hombre con suerte, señor Galván – responde el hombre dejando unos papeles sobre la mesa. Mauricio los toma y comienza a mirarlos complacido – al parecer el señor Montesinos está implicado en varios asuntos de corrupción y coacción ocurridos años atrás, especialmente uno que fue demasiado escandaloso, el caso Blanco Solís… por aquel entonces la constructora de su padre estaba en auge, y las denuncias cayeron en saco roto – dice.
-¿Hay suficientes pruebas para inculparlo? – pregunta Mauricio acariciándose la barbilla pensativo.
-Todavía no, pero no tardaré en conseguirlas – responde el hombre. – Vamos por muy buen camino – añade. Mauricio sonríe. – Si me permite la duda señor, ¿piensa utilizar esas pruebas para encarcelar al señor Montesinos? – pregunta.
-Puede que les encuentre una utilidad mejor – responde Mauricio sonriendo complacido.


MÉXICO D.F.


Saúl (Eduardo Santamarina) entrega a cada uno de los cinco inversionistas, que asistían a la Junta una carpeta.
-Aquí tienen el resultado del peritaje sobre los terrenos, su extensión, situación así como los presupuestos del derribo de la mansión – comienza a decir – ya he mandado que comiencen los estudios estadísticos y que preparen varios proyectos – añade. – El coste de la inversión será mucho más reducido que las anteriores, puesto que los terrenos ya son míos – añade satisfecho. Julio (Otto Sirgo) mira con interés los datos recogidos en los documentos.
-¿Estás seguro de que es lo que quieres hacer con el terreno, hijo? – pregunta Julio.
-Por supuesto, esa mansión ya no es siquiera habitable, estoy decidido a sacarle el mayor rendimiento posible al terreno, el cual tiene una extensión adecuada para construir un bloque de apartamentos – responde Saúl apoyando las manos sobre uno de los sillones.
-El proyecto parece interesante, pero tengo entendido que la constructora Molina tiene pensado construir por la zona y quizás no resulte tan rentable – dice uno de los asistentes. Saúl aprieta el respaldo del sillón con fuerza, tratando de contener su rabia.
-Puedo asegurarle que esta vez esa constructora de pacotilla no nos hará sombra – dice Saúl – además hay mercado de sobra para las dos empresas, últimamente se ha incrementado la venta de departamentos en la zona – añade con aparente calma.
-Mmmm debo meditarlo, ahora tengo que analizar con detenimiento mis inversiones… - dice otro acariciándose la mejilla. Saúl lo mira tratando de no mostrar su enojo. Los inversionistas se mostraban más reticentes de lo habitual, y comenzaba a sospechar el motivo. Fija la mirada en su padre, que se encoje de hombros desconcertado, a él también le parecía extraño su comportamiento.
-Señores, teniendo en cuenta que mi hijo pone el terreno, no entiendo el por qué de su inseguridad, este proyecto nos reportará cuantiosos beneficios, y la cantidad invertida es mucho menor que cualquier otra que hayan realizado para la constructora – dice Julio. Los cinco hombres no dicen nada.
-No te esfuerces papá, lo que ocurre es que nuestros queridos inversionistas probablemente ya se hayan comprometido con la constructora Molina, ¿no es así? – pregunta con cinismo. Julio mira a los hombres, que permanecen en silencio.
-Si me disculpan, tengo muchos asuntos que atender… estudiaré el proyecto y los avisaré de mi decisión lo más rápido posible – dice uno de ellos levantándose de su asiento para retirarse. Los demás hicieron lo propio, hasta que solo quedaron Saúl y Julio en la sala de juntas.
-Han huido como cobardes, ni siquiera tuvieron agallas para reconocerme la verdad – dice Saúl dando un golpe sobre la mesa y volteando para mirar a través de la ventana, acariciándose la mandíbula exasperado.
-No puedo entender el empeño de esa constructora en perjudicarnos de la manera en que lo está haciendo – dice Julio indignado. Saúl apoya los brazos contra la pared y baja la cabeza.
-Es el nuevo socio – dice Saúl.
-¿Cómo dices? – pregunta Julio intrigado. Saúl voltea para mirarlo fijamente.
-El nuevo socio de la mugrosa constructora esa me la tiene jurada… y lo está haciendo todo para hundirme – responde Saúl encolerizado.
-¿Quién es ese hombre y por qué quiere perjudicarte? – pregunta Julio, levantándose preocupado.
-Una disputa del pasado que no viene a cuento. Lo cierto que ese hombre me odia tanto como yo a él, y volvió para destruirme… y yo no voy a permitirlo – responde Saúl.
-¿Y qué vas a hacer? –pregunta Julio.
-Pues si él quiere jugar sucio, jugaremos sucio… no voy a quedarme parado mientras él destruye todo lo que he alcanzado – responde Saúl enojado. Mira a su padre – eso te lo aseguro – añade.


LA PODEROSA


Regina (Michelle Vargas) observa intrigada al hombre que la esperaba en la entrada de la casona, de espaldas a ella tratando de sacudir todo el polvo con el que se había cubierto en el camino. Se acerca a él lentamente, intrigada. Modesta le había dicho que era un joven muy apuesto, pero que no le había querido decir su nombre. Probablemente se trataba del hijo de algún terrateniente, que venía a tantearla.
-Me han dicho que me busca – dice Regina, el hombre se voltea al escucharla y ella empalidece repentinamente al ver su rostro. - ¡Fabián! ¿Qué… qué haces aquí? – tartamudea nerviosa.
-Casualmente me he enterado de tu nueva situación, y he pensado que no estaría mal ver como te desenvuelves en el campo con mis propios ojos – responde él con el semblante serio, mirándola fijamente. Regina suspira mirando hacia arriba y lo mira cruzándose de brazos.
-Si vienes a reclamarme por lo que hice en la fiesta de los Peñalver, de veras… ya puedes ir dando la vuelta porque sinceramente no tengo ganas de discutir contigo – dice Regina.
-¿Crees que he venido a este recóndito pueblo medio perdido de la mano de Dios solo para reclamarte el ridículo que me hiciste pasar? – pregunta Fabián (Carlos Ponce) acercándose a ella.
-¿Para qué si no? - pregunta ella con calma –Ya te dije que nunca me casaría contigo, y por si no te ha quedado suficientemente claro, mantengo todo lo que te he dicho. Que bien merecido te lo tenías por querer casarte conmigo solo por el bien de la familia y la empresa – responde Regina con firmeza alzando el mentón, con el ceño fruncido. Fabián la mira por unos segundos con el semblante serio, para terminar riendo a carcajadas. - ¿se puede saber de qué te ríes ahora? – pregunta ella sumamente desconcertada.
-Jamás creí que me alegraría de volver a escuchar tus pataletas – responde él sonriendo. Regina lo mira como si hubiese perdido la cordura.
-¿Fabián, te encuentras bien? ¿No se te habrá incrustado polvo del camino en el cerebro? – pregunta preocupada. Fabián se acerca a ella, estrechando a una aturdida Regina la en un cariñoso abrazo. Ella permanece inmóvil, sin poder dar crédito a lo que estaba pasando. Se aparta de él bruscamente, mirándolo incrédula.
-Un momento – dice ella apartándose de él, para mirarlo extrañada - ¿Cuáles son tus oscuras intenciones? – pregunta.
-¿Crees que he venido a hacerte algo malo? – pregunta él arqueando la ceja divertido.
-Fabián, te grité, te insulté y te humillé delante de gran parte de la clase alta del distrito federal… y ahora te presentas aquí y me abrazas… ¿y preguntas si creo que has venido a hacerme algo malo? – pregunta ella intrigada.
-Sé que nuestro último encuentro no ha sido precisamente cordial… Pero mi papá me contó que tu mamá te negó el apoyo para levantar la hacienda, y supuse que necesitabas ayuda para no hundirte – responde Fabián.
-¿Y tú has venido a ofrecerme ayuda… a mí? – pregunta con ironía. Fabián asiente, sonriente. Ella se endereza, molesta – Confiesa, ¿quién te mandó? ¿Mi mamá? – pregunta con seguridad.
-Nadie, he venido yo por mi propia voluntad – responde Fabián sonriendo divertido. Ella lo mira con los ojos entrecerrados.
- ¿Y por qué ibas tú querer ayudarme si no soportas el campo? Y más cuando deberías estar enojado por la humillación que te hice pasar – pregunta ella.
-¿Lo que me hiciste? – repite él pensativo. Se acaricia la barbilla unos segundos, y luego acerca su rostro al de ella, sonriendo – Puede parecer una locura, pero lo que me hiciste, me hizo darme cuenta de muchas cosas…
-¿Cómo cuales? – pregunta intrigada.
-De que estaba viviendo la vida que mi padre quería para mí… que ya no era dueño de mis decisiones… de que había olvidado pensar por mí mismo… que la agencia no era tan importante como creía y sobretodo… - acerca su mano al rostro de ella para acariciarle la mejilla- que significabas para mí mucho más que el mero negocio que creía – añade.
-¿Y si no soy ese negocio? ¿Qué soy ahora? – pregunta ella con curiosidad.
-Una mujer… una mujer hermosa, divertida… medio loquita… pero sobretodo, la mujer que de veras quiero – responde él mirándola a los ojos. Ella lo mira sin poder ocultar la consternación que provocaban sus palabras en ella.
-¿Me estás hablando en serio? – pregunta al fin.
-Creo que jamás había hablado tan en serio en toda mi vida – responde Fabián tomando su rostro entre las manos.
-¿Y cómo sé que no son nuestros papás quien te mandan para hacerme desistir de mi decisión? – pregunta ella con temor.
-Soy consciente de que te cuesta creer mis palabras. Sobretodo después de cómo me comporté contigo… pero te prometo que si aceptas mi ayuda, haré que te convenzas de que lo único que me trajo aquí eres tú, porque me importas y porque quiero ayudarte… aunque – sonríe irónicamente - me temo que es mucho lo que no puedo ofrecerte; ya que mi papá tampoco quiere que te ayude… así que tengo parte de mis cuentas bloqueadas – añade él.
-¿Tampoco? ¿A poco también se alío con mi mamá en esto? – pregunta intrigada. Fabián asiente resignado. -¿Te das cuenta? Nos están tratando como si estuviésemos haciendo algo malo, solo por tomar nuestras decisiones… debemos parecer unos hijos horribles ante sus ojos – replica Regina con ironía, entre risas.
-Ya iba siendo hora – responde Fabián sonriendo, antes de posar sus labios sobre los de ella, para besarla dulcemente. Regina abre los ojos sorprendida ante lo inesperado de aquel beso. Últimamente se había puesto de moda besar a Regina sorpresivamente; comenzaba a pensar que quizás llevara un cartel en la frente, anunciando que se hallaba necesitada. Cierra los ojos, decidida a dejarse llevar, pero sin embargo no puede evitar comparar el beso con los de Mauricio.
Alguien entra por la puerta en ese momento, y carraspea, haciendo que los dos se separen bruscamente y volteen para conocer la identidad del recién llegado.
-Espero no interrumpir – dice Mauricio (Fernando Colunga) con ironía.
-Es evidente que sí – dice Regina molesta. - ¿Qué es lo que quieres? – pregunta toscamente.
-Recuerdo haberte advertido ayer de mi visita – responde él acercándose lentamente.
-¿Y qué con eso? ¿Apoco creías que iba a estar todo el día al pendiente? – pregunta ella con cinismo. Fabián mira pensativo a aquel intruso, él había visto antes a ese hombre, pero ¿dónde?
-Un momento – interrumpe extrañado, mira a Regina – Regina, ¿no es este el hombre que casi te atropella días atrás? – pregunta Fabián. Mauricio se ríe socarronamente.
-Esa es una versión muy alejada de la realidad, lo que pasó fue que ella se me echó encima, que es muy distinto – responde Mauricio burlonamente. Regina lo fulmina con la mirada.
-Como puedes comprobar él fue ese hombre tan agradable que casi me arrolla el otro día y después me llamó loca. Y, fíjate las vueltas que da la vida, resulta que también es mi vecino el huraño – dice Regina con ironía.
-Y fututo dueño de esta hacienda, no te olvides de mencionarlo – dice Mauricio sonriendo cínicamente. Regina resopla resignada.
-¡Modesta! – llama.
-¿Le vas a vender la hacienda a este tipo? – pregunta Fabián mirándolo con desprecio.
-Por supuesto que no, ni caso le hagas a lo que dice, el pobre sufre serios trastornos mentales – responde Regina. Modesta entra en la sala.
-¿Me llamaba niña? – pregunta al tiempo que mira a los dos hombres intrigada.
-Modesta, lleva a Fabián a uno de los cuartos para que se acomode y prepárale algo de comer – responde Regina.
-Muy bien – dice Modesta. Mira el equipaje que yacía en el suelo – sígame y le diré donde dejar el equipaje – añade. Fabián mira a Regina intranquilo.
-Ve con ella, mientras yo me encargo del caballero – dice con ironía, mirando a Mauricio fijamente.
-¿Estás segura? – pregunta preocupado. Ella suspira.
-Sí, no necesito guardaespaldas, en serio – responde ella. Fabián agarra su equipaje y le da un beso en la mejilla.
-Entonces, luego seguimos platicando, todavía tenemos que aclarar muchas cosas – le susurra Fabián, Regina asiente y él se va tras Modesta escaleras arriba.
-¿Y bien? – pregunta Regina cruzándose de brazos. Mauricio acaricia con aire distraído el respaldo de uno de los sofás de la sala.
-He venido a platicar de las cuotas de la confederación – dice Mauricio.
-Tú y yo no tenemos nada de que hablar sobre esas cuotas, es un problema mío y de esos buitres – dice Regina molesta.
-Ya no… ahora es un problema tuyo y mío – dice Mauricio. Regina lo mira intrigada – yo me hice cardo de las cuotas así que ahora… la deuda la tienes conmigo –añade distraídamente.
-No es posible, yo no he sido informada… no puedes hacerlo – dice ella alterada.
-Ya lo hice, y créeme que es todo completamente válido – dice Mauricio acercándose a ella – pero no te preocupes, no te la voy a exigir inmediatamente… te daré más tiempo – añade.
-¡Eres un patán! – Exclama indignada – lo hiciste solo para que me sienta en deuda contigo, pero no lo vas a lograr… te devolveré tu estúpido dinero cuanto antes – añade.
-Puedes pedirle el dinero a tu querido hermano si quieres, aunque me parece que su situación económica en estos momentos deja mucho que desear – dice con burla. Regina lo mira con una mezcla de indignación y desesperanza.
-No vas a parar hasta destruirnos, ¿cierto? – pregunta con tristeza. Mauricio la mira con templanza, sin decir nada.
-No, solo voy a hacer justicia – responde Mauricio.
-¿Conmigo también? ¿Yo también merezco ser ajusticiada? – pregunta mirándolo fijamente. El se acerca a ella, pegando el rostro al suyo.
-Tú solo te estás interponiendo en mis planes, si no eres capaz de hacerte a un lado, es tu problema – responde duramente. –Espero tener pronto noticias tuyas – añade encaminándose hacia la puerta.
-¡Nunca! ¿Me oyes? Nunca te saldrás con la tuya, te lo prometo – le grita ella al borde del llanto. Él ni siquiera se vuelve para mirarla y sigue su camino. Regina se sienta en uno de los sillones y se acaricia el cabello hacia atrás desesperada. Mauricio era capaz de llevar todas sus emociones hasta límites que ella desconocía.


Mauricio (Fernando Colunga) se dirige hacia su carro con paso acelerado, necesitaba alejarse de allí cuanto antes. Rosario (Angelina Peláez) sale de la cocina en ese momento y se apresura para alcanzarlo.
-¡Señor Galván! – lo llama acercándose a él, que se detiene y voltea para mirarla con curiosidad.
-¿Qué se le ofrece? – pregunta hoscamente.
-Señor, quizás asté no me recuerde… - comienza a decir ella.
-Tengo muy buena memoria, doña Rosario – dice Mauricio con impaciencia. - ¿Qué es lo que quiere?
-Yo quiero hablarle de mi niña… - dice Rosario.
-No me interesa nada que venga de esa mujer – dice Mauricio dispuesto a voltearse para abrir la puerta del carro. Pero Rosario lo agarra por un brazo para detenerlo.
-Por favor señor, debe escucharme – dice Rosario suplicante. Mauricio la mira con desdén sin decir nada – su marido ha vuelto su vida un infierno, ella no es feliz y asté es el único que puede… - comienza a decir.
-Ella tomó su decisión hace años… ahora que asuma las consecuencias. En lo que a mí concierne, me trae sin cuidado lo que pueda pasarle – dice con frialdad al tiempo que se suelta y abre la puerta del carro.
-Asté quiere vengarse de Saúl, ¿no es cierto? – pregunta ella. Mauricio se detiene y la mira con curiosidad – pues entonces quítele lo que él más ama… - añade. Mauricio la mira, pensativo, por unos segundos al tiempo que entra en el carro.
-¿Sabe? Puede que decida seguir su consejo… - dice al tiempo que cierra la puerta. Rosario se aparta complacida, con una sonrisa en los labios. Quizás a su niña no le gustara lo que estaba haciendo, pero ella sabía que era lo que tenía que hacer para devolverle la felicidad a su niña, ya que ella no tenía la valentía suficiente para arreglar su situación.

MÉXICO D.F.

Saúl (Eduardo Santamarina) se halla en la barra de un bar, tomando unas copas. Se siente humillado e impotente, si tuviera a Mauricio enfrente sería capaz de estrangularlo con sus propias manos. Ese odio tan visceral que sentía hacia él, no había hecho sino aumentar con los años. Y más ahora, que ese desgraciado regresara solamente para destruirlo. Y si fuera poco, el muy canalla se hallaba fuera del distrito federal, y nadie sabía darle razón de su paradero ni de su regreso. Necesitaba enfrentarlo, desahogarse, y ni siquiera podía hacerlo. Si contenía esa rabia creciente por mucho tiempo, terminaría por volverse loco.
-¡Qué sorpresa encontrarte aquí! – exclama una mujer tomando asiento a su lado. Saúl alza la mirada para contemplar a Zoraida (Ingrid Martz), que a su vez lo miraba con una radiante sonrisa en los labios. – Te vi a través del cristal, y decidí entrar a saludarte, espero que no te moleste si te acompaño – pregunta con fingida inocencia.
-Por supuesto que no… - responde él sonriendo galantemente. - ¿Qué quieres tomar? – pregunta. Ella se acerca a él sensualmente y le saca el vaso de las manos para echar un trago.
-Lo mismo que tú – responde dejando el vaso sobre la mesa sin dejar de mirarlo fijamente.
-Camarero… otros dos tequilas – pide. Vuelve su atención a Zoraida, quien se ha apoyado sobre su hombro.
-Me han contado que has regresado de tu viaje sin tu esposa… ¿será que tenéis problemas? – pregunta ella coqueta.
-Con todo mi respeto, Zoraida, eso no es de tu incumbencia – responde él ciertamente molesto.
-Claro que lo es querido, porque yo sí te amo y te deseo… sería capaz de cualquier cosa por ti, no como esa dis que esposa tuya, que no sabe valorar a un hombre como tú – dice ella sensualmente. Acerca sus labios a los suyos. –Ella no te merece, y tú lo sabes… - añade rozando sus labios con los suyos. Saúl la mira embelesado, tentado a dejarse llevar por esos labios sensuales, y ese cuerpo que invitaba a la locura. Se aparta en el último momento, evitando que ella lo besara.
-Lo siento, Zoraida, pero soy un hombre casado y fiel – dice incorporándose. Deja un billete sobre la barra – cóbrate de ahí – le dice al camarero. Mira a Zoraida – de veras lo lamento, pero deberías fijarte en otro hombre que sí pudiera corresponderte… porque yo no puedo – añade apenado antes de abandonar el local. Zoraida empuña su mano con rabia.
-No voy a buscar a otro, porque te quiero a ti… solo a ti Saúl Montesinos, y por mi vida que no pararé hasta que seas mío – se dice con rabia contenida.

Higinio (Humberto Zurita) sale de su despacho ojeando unos documentos cuando choca de frente con alguien. Los documentos se desperdigan por el suelo e Higinio alza la mirada molesto.
-¡Podría mirar por donde camina! – exclama enojado. Pero su repentino enojo se evapora cuando contempla a la mujer con la que había chocado.
-Discúlpeme, venía distraída – dice la mujer (Lucía Méndez) agachándose para recoger los papeles. Higinio hace lo mismo sin poder apartar su mirada de la hermosa mujer. – Lo cierto es que venía pensando en la entrevista que he venido a hacer y me he perdido… aunque podría jurar que no era la única que caminaba distraída – añade mirándolo con una sonrisa.
-Me temo que lleva razón – dice Higinio incorporándose, ella lo imita y le entrega los documentos que había recogido.
-Bien, ahora si me disculpa, debo buscar el despacho del señor Sotomayor, creo que me está esperando – dice la mujer.
-Creo que ya lo has encontrado – dice Higinio. Le tiende la mano – Higinio Sotomayor a su servicio – añade.
-Oh, vaya… lo creía más… - comienza a decir ella estrechándole la mano.
-¿Viejo? – pregunta él arqueando la ceja divertido, sin soltarle la mano.
-¿Para qué voy a mentirle? Sí, creía que era usted más viejo – responde ella sonriendo. – Oh, que torpe soy, no le he dicho mi nombre…
-Macarena Esquivel, ¿me equivoco? – pregunta él.
-No, no se equivoca – responde ella sonriendo. Los dos se miran intensamente sin soltar sus manos, mientras un remolino de sensaciones invade sus cuerpos.
-Higinio, ¡qué bueno que te encuentro! – exclama Cecilia (María Sorté) acercándose a ellos, pero se detiene bruscamente al ver la escena, impactada. Higinio suelta la mano para saludar a Cecilia con dos besos. Macarena carraspea incómoda, ese hombre la había hecho sentir como una adolescente inexperta, y eso no le gustaba. Ella era una mujer racional, que no podía dejarse llevar por absurdas pasiones juveniles, como lo había hecho en el pasado.
-¿Qué se te ofrece, Cecilia? – pregunta Higinio cortésmente.
-Yo, solo quería platicar contigo sobre un asunto… pero si estás ocupado yo, puedo regresar más tarde – responde Cecilia mirando a Macarena de reojo, con cierta desaprobación.
-En realidad tengo concertada una entrevista con la señora Esquivel – dice Higinio.
-Señorita, es señorita… no soy casada – lo interrumpe Macarena. Higinio lo mira con un extraño brillo de ilusión en sus ojos.
-Oh, claro… Cecilia, espérame en la cafetería, en cuanto termine con la señorita Esquivel – dice mirando a Macarena, vuelve su mirada hacia Cecilia – te busco, ¿te parece? – pregunta.
-Claro – dice Cecilia tratando de aparentar su desencanto. – Con permiso – añade y se aleja.
-Es la esposa de mi mejor amigo – dice Higinio.
-Oh, vale – dice Macarena tratando de disimular su alivio. Por un momento, por la forma que había tenido la mujer en mirarla – como si estuviera celosa-, había pensado que podía ser su esposa.
-¿Vamos a mi despacho? – pregunta colocándole la mano tras la espalda galantemente, para guiarla. Ella asiente complacida y los dos se dirigen hacia el despacho.
Cecilia observa a lo lejos, como se alejan por los pasillos, conversando amigablemente, intercambiando sinceras sonrisas. No puede evitar sentir una punzada de celos que se le clava en el pecho, no puede explicar el por qué de su rabia y desazón, es un sentimiento que la aturde de sobremanera. Se coloca el bolso aturdida y se dirige hacia los ascensores.


LA PODEROSA

Regina (Michelle Vargas) permanece tumbada sobre su cama, abrazada a un cojín con fuerza. Se sentía perdida, sin recursos y sin apoyo. Su familia le había dado la espalda, dejándola sola y desamparada. Y no solo eso, se sentía como si hubiese cometido la peor de las traiciones. Por lo menos le quedaba el consuelo de su padre, Julio, el que a pesar de no ser su padre biológico, se había portado mucho mejor que el suyo propio; y al que adoraba con todo el alma.
En ese momento, llaman a la puerta.
-Pásele – dice Regina. Fabián (Carlos Ponce) abre la puerta.
-Modesta me dijo que estabas aquí, ¿puedo pasar? – pregunta.
-Claro – responde Regina sentándose en la cama. Fabián cierra la puerta y se acerca a ella para sentarse a su lado.
-Regina, yo te debo una disculpa… todo este tiempo me he comportado como un egoísta… es cierto que estaba contigo porque mi papá me dijo que era lo mejor para las familias y para la empresa… y yo lo acepté así, ni siquiera me paré a pensar qué era lo que verdaderamente sentía, solamente te veía como un negocio más… - dice apenado. – Solo me importaba el éxito, y mi bienestar… y me olvidé de ti – añade.
-¿Y te diste cuenta de eso cuando te grité tan horrible delante de todo el mundo? – Pregunta Regina arqueando la ceja divertida – pues si lo sé, lo hubiera hecho antes- añade riendo. Fabián sonríe con ella.
-Me di cuenta de lo mucho que me importabas cuando comprendí que esa vez podía perderte de verdad – responde Fabián mirándola seriamente. Regina lo mira tímidamente, sin saber qué decirle. Él acerca sus labios a los suyos – si me das otra oportunidad, voy a hacer que te sientas la mujer más amada del mundo – añade rozando sus labios con los suyos. La respiración de Regina se vuelve acelerada, Fabián le toma el rostro entre las manos y comienza a besarla dulcemente, mordisqueándole los labios mientras se inclina sobre ella. Regina comienza a dejarse a caer sobre la cama sin dejar de besar a Fabián, quien desliza sus manos hacia sus pechos, comenzando a desabrocharle la camisa. Regina cierra los ojos y se deja llevar por aquella sensación tan deliciosa, al fin se sentía deseada por Fabián, al fin había llegado el momento que llevaba tanto tiempo esperando.



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