sábado, 18 de junio de 2011

Capítulo 10

CAPÍTULO X









-Me di cuenta de lo mucho que me importabas cuando comprendí que esa vez podía perderte de verdad – responde Fabián (Carlos Ponce)  mirándola seriamente. Regina (Michelle Vargas) lo mira tímidamente, sin saber qué decirle. Él acerca sus labios a los suyos – si me das otra oportunidad, voy a hacer que te sientas la mujer más amada del mundo – añade rozando sus labios con los suyos. La respiración de Regina se vuelve acelerada, Fabián le toma el rostro entre las manos y comienza a besarla dulcemente, mordisqueándole los labios mientras se va inclinando sobre ella. Regina comienza a dejarse a caer sobre la cama sin dejar de besar a Fabián, quien desliza sus manos hacia sus pechos, comenzando a desabrocharle la camisa. Regina cierra los ojos y se deja llevar por aquella sensación tan deliciosa, al fin se sentía deseada por Fabián, al fin había llegado el momento que llevaba tanto tiempo esperando.
Abre los ojos, pero de pronto no es a  Fabián a quien ve, sino a Mauricio, quien la besa y recorre su cuerpo con sus poderosas manos...  Aturdida, vuelve a cerrar los ojos con fuerza y se incorpora bruscamente, apartándose, con la respiración entrecortada, de un desconcertado Fabián.
-¿Qué ocurre Regina? – pregunta con una mezcla de preocupación y frustración.
-Lo… lo siento – responde Regina aturdida. Lo mira apenada – de veras lo lamento… pero … todavía no puedo confiar en ti, en que lo nuestro pueda funcionar… primero tenemos que estar seguro de lo que sentimos – dice.
-Yo estoy seguro de lo que quiero – dice Fabián. Regina suspira resignada y se incorpora comenzando a abrocharse los botones de la camisa.
-Pero yo no, Fabián. No sé si de veras te quiero… o es que me había acostumbrado a ti – dice Regina apenada. Fabián se levanta y se sitúa frente a ella.
-¿Qué es lo que quieres que haga? – pregunta Fabián.
-Solo te pido paciencia… volvamos a empezar de cero… como amigos, que las cosas sigan su curso, sin la presión de nuestros papás – responde Regina. Fabián suspira resignado.
-Está bien, si es lo que quieres… - dice Fabián. – Mi oferta de ayuda sigue en pie, si tú lo deseas me quedaré aquí para ayudarte con la hacienda…
-¿Y la agencia? – pregunta Regina intrigada.
-Necesito un año sabático para saber si de veras me gusta mi trabajo o solo lo hice porque era lo que mi papá quería – responde Fabián. 
-Las puertas de esta hacienda están abiertas para ti, Fabián… - dice Regina. Él sonríe y le da un dulce beso en la frente.
-No te fallaré, te lo prometo. Volveré a conquistarte… esta vez por voluntad propia – dice Fabián, Regina sonríe agradecida. – Buenas noches – añade acercándose a la puerta.
-Fabián – lo llama Regina. El se detiene con la esperanza de que hubiera cambiado de opinión. - ¿Has visto a Saúl? – pregunta.
-Sí – responde él, tratando de ocultar su decepción.
-Y, ¿cómo lo viste? ¿Sigue enojado conmigo? – pregunta temerosa.
-No lo creo – responde Fabián agarrando el pomo de la puerta – te adora demasiado como para estar enojado contigo mucho tiempo…que descanses – añade antes de salir de la recamara.
Regina suspira resignada y se abraza a sí misma. ¿Por qué tenía que recordar a Mauricio en ese preciso momento? ¿Por qué no podía arrancárselo de la mente?


Las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer sobre las tierras de San Cayetano. La tormenta estaba demasiado cerca, pero a ella no le importaba; lo único que quería era huir de una vez por todas, escapar de aquella esclavitud, de aquella vida de humillación y vejaciones. Rufina (Carolina Gaitán) corre hacia la vieja carretera general, aquella noche el patrón no la había solicitado en su alcoba y ella había decidido sacar fuerzas de valor y huir para no regresar, llevando consigo la pequeña bolsa en la que guardaba sus únicas pertenencias. Camina bajo la lluvia, junto a la carretera, sin rumbo fijo. Lo único que quería era alejarse, no le importaba el destino.
Escucha el sonido de un carro acercarse, le da un vuelco el corazón ante la posibilidad de que fuera Ícaro, que había reparado en su ausencia. El carro se detiene junto a ella, quien sigue caminando a toda prisa.
-¡Muchacha! – la llama Juan (Fabián Robles) saliendo del carro preocupado. Había visto a la muchacha caminando bajo la lluvia, y había decidido ayudarla. Rufina voltea para mirarlo, asustada - ¿Quiere que la acerque a algún lado? Está una noche muy dura para que ande sola por la carretera solita – añade preocupado.
-Es que… no tengo a donde ir… - dice Rufina apenada. Juan mira a la muchacha con lástima, no debía contar con más de 20 años, y parecía aterrorizada, parecía huir de algo o de alguien.
-Súbase al carro, la llevare a La Poderosa – dice Juan.
-¿A la Poderosa? – pregunta ella intrigada.
-Sí, allá trabajo… podrás pasar allí la noche, y ya mañana Dios dirá… - responde Juan. Rufina lo mira temerosa – ándale, no voy hacerte mal. – añade. Ella mira al joven, tratando de encontrar algún atisbo de maldad o perfidia en el hombre, pero parecía inofensivo. Tímidamente se acerca al carro.
-Gracias – dice la joven. Juan bordea el carro para abrirle la puerta. Ella sonríe tímidamente, agradecida.

LA PODEROSA

Nereida (Bárbara Mori) camina de un lado a otro de la sala, intranquila. Mira el teléfono dudosa, había bajado decidida a hacer esa llamada, pero no sabía si todavía era prudente. Su nana le había aconsejado que dejara correr el tiempo, que no hiciera nada.
Finalmente toma el teléfono y marca un número.
-¿Bueno?... ¿Saúl? – pregunta temerosa.

MÉXICO D.F.

-¿Qué quieres? – pregunta Saúl (Eduardo Santamarina) simulando una frialdad que no sentía. Escuchar la voz de Nereida había sido lo mejor que le había pasado en los últimos días. Está tumbado en su cama, hablando por el inalámbrico.

LA PODEROSA

-Solo quería platicar contigo… saber que estás bien – responde Nereida.

MÉXICO D.F.

-Pues estoy bien, ya lo sabes… ¿algo más? – pregunta.

LA PODEROSA

-Saúl, no puedes seguir así… ni tu hermana ni yo tenemos la culpa de lo sucedido… - dice Nereida – Además creo que deberías venir lo antes posible – añade preocupada.

MÉXICO D.F.

-¿Por qué? ¿Le sucedió algo a Regina? – pregunta Saúl alarmado.

LA PODEROSA

-No, no… ella está bien – responde Nereida tratando de contener su desilusión. A veces pensaba que la única mujer que verdaderamente le importaba a Saúl era la bendita Regina. – Pero es mejor que vengas y compruebes por ti mismo lo que sucede – añade con solemnidad.

MÉXICO D.F.

-Lo pensaré – dice Saúl al fin. – Buenas noches – añade antes de colgar el teléfono. Se acomoda en la cama pensativo. Todavía no sabía si debía regresar a La Poderosa, solo le serviría para recordarle lo insignificante que se había sentido por la traición de su abuelo. Además todavía había muchos problemas que debía resolver con la constructora. Pero el tono con el que su esposa le había hablado lo había preocupado, algo sucedía, y la duda comenzaba a corroerlo.


Al día siguiente…


LA PODEROSA


Rufina (Carolina Gaitán) observa el plato que tiene delante con visible apetito.
-Ándale, come muchacha, que  solo mirar no alimenta – dice Modesta (Ana Martín) sonriendo.
-No sé como agradecerle que me dieran cobijo, doña – dice Rufina agarrando un tenedor para tomar un bocado.
-No tienes nada que agradecer, la noche estaba muy fría pa que anduvieras por ahí solita, sin saber a donde ir – dice Modesta. – Mi Juanito hizo muy bien en traerte – añade.
-Pero ya no quiero ser molestia, en cuanto termine de almorzar, ya me voy – dice Rufina.
-¿Y para donde te vas a ir muchacha? – pregunta Modesta preocupada.
-Ay, poz no sé… pero ya se me ocurrirá algo, no se preocupe – responde Rufina sonriendo.
-Nada de eso, mira vamos a hacer una cosa, voy a platicarle a la patrona, ella es una niña muy buena y de seguro te da empleo – dice Modesta.
-¿Asté cree? – pregunta Rufina ilusionada.
-Ay poz por probar nada se pierde, muchacha – responde Modesta – espérame tantito, voy a buscarla – añade. Rufina asiente y Modesta se va apresurada. Rufina deja el tenedor sobre la mesa y apoya la mejilla sobre su mano y suspira esperanzada, quizás pudiera empezar de nuevo, convertirse en una muchacha decente, aunque, ¿Quién iba a quererla ahora después de haber sido la amante de su patrón?
Juan (Fabián Robles) entra en la cocina, Regina se endereza y vuelve a agarrar el tenedor. Juan la mira de reojo mientras abre la despensa.
-¿Has pasado buena noche? – pregunta sin mostrar apenas interés.
-Sí, muchas gracias – responde Rufina. Juan agarra un pedazo de pan y se apoya contra la cocina mientras lo degusta. - ¿Y ya sabes a dónde vas a ir? – pregunta.
-Su mamá dice que va a preguntarle a la patrona si hay trabajo para mí aquí – responde Rufina. Juan la mira durante unos segundos fijamente, sin decir nada, causándole incomodidad a la muchacha.
-Lo cierto es que tu cara me suena… pero no sé de que – dice Juan.
-Trabajé por un tiempo en una hacienda de la región… - dice Rufina tímidamente. No quería que él supiera de donde venía, por todo el mundo era sabido que las muchachas bonitas que trabajaban para don Ícaro, terminaban siempre en la cama del patrón.
-¿En cual? – pregunta Juan intrigado. Rufina lo mira temerosa, sin saber si responderle o no. En ese momento Regina (Michelle Vargas) irrumpe en la cocina, acompañada de Modesta.
-Mire, esta es la muchacha – dice Modesta señalando a Rufina. Ésta se incorpora apresurada al tiempo que mira a la muchacha que acompañaba a Modesta con suma sorpresa, era demasiado joven para ser la patrona. Regina a su vez observa atentamente a Rufina y se acerca a ella.
-Modesta me dijo que buscas trabajo – dice Regina sonriendo. Rufina asiente tímidamente mientras entrelaza sus manos. – Bien, contratada… - añade. Rufina alza la mirada sorprendida.
-¿De veras? – pregunta ilusionada.
-Lo cierto es que desde que me puse al mando, nos hemos quedado faltos de empleados, así que lo cierto es que me llegas como caída del cielo – responde Regina.
-¿Ves muchacha? Ya te dije que la patrona era re buena – dice Modesta sonriendo. Regina mira a Modesta sonriendo.
-Tampoco es para tanto – le dice con cariño. Vuelve a mirar a Rufina – Modesta te enseñará tu cuarto y te dirá cuales son tus obligaciones, en cuanto  a tu sueldo… no puedo ofrecerte mucho pero…
-Lo que pueda, me vale, patrona. Yo no necesito mucho – dice Rufina. Juan se acerca a Regina.
-Patrona, los peones quieren saber cuando llegarán los peones que hacen falta – dice Juan. Regina se muerde el labio mortificada.
-Me temo que por el momento no va a ser posible – dice Regina. – He dejado aviso en la tienda del pueblo, y en el periódico local, pero no sale hasta dentro de quince días – añade.
-¿Y qué le vamos a decir a los peones? – pregunta Juan preocupado.
-Lo cierto es que he tenido una idea, quizás no sea muy buena, pero he pensado que quizás podríamos agrupar las tareas y  hacer una rotación de turnos entre los peones – responde Regina. Juan la mira pensativo.
-¿Cómo sería eso? – pregunta.
-Vamos al despacho, allí te lo puedo explicar con más calma – responde Regina. Mira a Modesta – Acomoda a… ¿Cuál es tu nombre? – pregunta.
-Rufina.
-Bien, acomoda a Rufina y muéstrale sus tareas – dice Regina.
-Como mande, niña – dice Modesta. Regina mira a Juan.
-¿Vamos? – pregunta.
-Claro patrona – responde Juan. Los dos salen de la cocina. Rufina se acerca a Modesta y la abraza con cariño.
-Gracias, es usted un ángel – dice Rufina emocionada. Modesta se ríe agradecida.
-Ay, muchacha, yo nada más quería ayudar – dice Modesta. – Ándale, termínate la fruta que luego, luego te pongo a trabajar – añade.
-A sus órdenes – dice Rufina sonriendo.

MÉXICO D.F.

Julio (Otto Sirgo)  y Cecilia (María Sorté) se hallan sentados a la mesa del comedor, esperando que le sirvan el almuerzo. Cecilia mira hacia la nada, distraída. Julio la observa intrigado mientras se coloca la servilleta sobre el regazo.
-Higinio me llamó esta mañana, me dijo que ayer fuiste a la agencia para platicar con él, pero que al final no lo esperaste – dice Julio.
-Lo vi muy ocupado, supuse que tardaría en atenderme así que me fui – dice Cecilia con tranquilidad.
-¿Platicaste con Regina? – pregunta Julio.
-Todavía no, y no pienso hacerlo hasta que desista de esa absurda idea y regrese a casa, con nosotros – responde Cecilia molesta.
-¿Por qué odias tanto ese lugar? – pregunta Julio.
-Por culpa de esa dichosa hacienda, mis hijos se pelearon por primera vez en su vida, y ahora Regina ha decidido jugar a los terratenientes en una tierra de hombres, exponiéndose a que la humillen y la lastimen, ¿te parece poco? – pregunta Cecilia.
-¿De veras no hay nada más? Desde que te marchaste de allí, cuando tu suegro los botó, nunca más quisiste platicar sobre tu vida allá, y yo siempre respeté tu decisión… pero ahora no entiendo el porqué de tu actitud con tu hija por haber decidido quedarse allá – responde Julio preocupado.
-Ese lugar está maldito, allí ninguna mujer puede alcanzar la felicidad – dice Cecilia convencida.
-Tú no lo fuiste, ¿cierto? – pregunta Julio. Cecilia lo mira enojada – pero que tú no tengas buenos recuerdos de aquel lugar, no significa  que Regina vaya a correr con la misma suerte – añade.
-Nunca debí darles el recado de su abuelo, debí ocultárselo – se dice Cecilia molesta consigo misma.  Julio le toma una mano entre las suyas.
-Cariño, tienes que aprender a respetar las decisiones de nuestra hija, aunque no las compartas – dice él con cariño.
-Regina no sabe tomar decisiones por sí misma, es demasiado inocente y despreocupada… ella no está preparada para enfrentarse a una vida tan dura – dice Cecilia convencida.
-Sin embargo, sí pensabas que sí era suficientemente madura para casarse, ¿no es así? – pregunta Julio. Cecilia aparta la mano bruscamente.
-Es distinto, si se casara con Fabián, estaría protegida, con los suyos – responde Cecilia molesta – pero la muy necia, lo echó todo a perder… todavía no puedo creer que rechazara a Fabián de aquella manera – añade cada vez más enojada. Se incorpora violentamente – ya no tengo hambre – añade toscamente antes de salir del comedor echa una furia. Julio la observa alejarse preocupado. Aquella Cecilia de esos últimos días, distaba mucho de la mujer con la que se había casado y compartido los últimos doce años. No sabía por qué el regreso a aquellas tierras la había trastornado tanto.

LAS GAVIOTAS

Ícaro (Roberto Ballesteros) golpea la mesa con furia ante la asustada mirada de Amadora.
-¿Cómo que Rufina no está en la hacienda? – pregunta furioso.
-No está patrón, la busqué por todos lados, la muy inepta tenía que encargarse hoy del almuerzo… pero no hay ni rastro de ella, su cuarto está vacío, se ha llevado sus cosas – responde la mujer temerosa. Ícaro se acaricia la barbilla, exasperado. No podía aceptar que aquella mugrienta, a la que él había dado trabajo y a la que había aceptado en su cama, escapara de él de esa manera. Él no aceptaba la traición, y aquella muchacha, por mucho que le gustara, lo iba a pagar muy caro, en cuanto lo encontrara.

LA PODEROSA

Fabián (Carlos Ponce) observa atentamente desde la ventana de su cuarto la escena que se desarrollaba en el patio central. Regina (Michelle Vargas)  y uno de los peones se dirigían a los demás, que escuchaban con cierta desconfianza. Regina parecía segura de sí misma, con una fuerza que él desconocía. Siempre había pensado que era una niña de papá, inmadura, caprichosa e incapaz de tomar decisiones por sí misma. Y no había hecho nada por corregir su opinión, durante los años que duró su noviazgo se había limitado a sacarla a pasear, cumplir a la perfección el papel de novio casto y prudente, ignorando por completo las peticiones de ella, de avanzar en la relación. Y ahora no podría sentirse más arrepentido y desolado. Tenía que haberse visto humillado y rechazado para darse cuenta de la gran mujer que tenía a su lado.
Ambos habían sido utilizados como peones en los planes de sus papás y ahora estaban juntos en esa locura de levantar esa hacienda. Sabía perfectamente que cuando su papá se enterase, montaría en cólera y le retiraría todo su apoyo como había hecho Cecilia con Regina. Pero ya no le importaba, estaba decidido a hacer su propia vida, alejado de la férrea disciplina de su papá.
Llaman a la puerta en ese momento.
-Adelante – dice Fabián si apartar su vista de la ventana. Nereida (Bárbara Mori) entra en la recamara y cierra la puerta tras de sí.
-Mi nana me avisó de tu llegada – dice Nereida. Fabián volteó para mirarla.
-Lo cierto es que llegué ayer – dice él.
-Lo sé, pero ayer apenas salí de mi recámara… - dice Nereida. Lo mira con curiosidad. - Te envió Cecilia, ¿no es cierto? – pregunta cruzándose de brazos.
-Te equivocas, vine por propia voluntad – responde Fabián y vuelve a mirar a través de la ventana – nadie sabe que estoy aquí – añade.
-¿Y a qué viniste entonces? – pregunta Nereida acercándose a él.
-Vine para ayudar a Regina – responde él sin mirarla.
-¡Vaya, qué bondadoso eres! Después de cómo te trató en la fiesta de los Peñalver – exclama con ironía.
-No me importa si no me crees – dice Fabián. – Yo también podría preguntar qué es lo que haces tú aquí, y no me digas que es para ayudar a Regina porque esa sí no me la creo – añade con escepticismo.
-Yo estoy esperando el regreso de mi esposo – dice Nereida con seguridad. Fabián voltea para mirarla de frente.
-¡Vaya,  te has vuelto una esposa muy abnegada! – exclama él irónicamente.
-Yo solo venía a saludarte, y ya lo hice – dice Nereida incómoda, se dirige hacia la puerta. Fabián la observa atentamente mientras sale de la recamara. Nereida nunca había visto con buenos ojos, su relación con la familia de Saúl siempre había sido tensa, su papá le había dicho que Cecilia pensaba que se había casado con Saúl por su posición social, que de veras no lo amaba. Regina apenas hablaba de su cuñada, ella siempre le había dicho que si Saúl la amaba, y seguía con ella después de tantos años, por algo sería.


Regina (Michelle Vargas) se dirige complacida a las caballerizas, los peones se habían mostrado reticentes con su propuesta, pero habían aceptado al fin, ya que de esa manera su trabajo se reducía considerablemente, y si  todo salía como tenía previsto, la productividad apenas descendería.
A lo lejos vislumbra al pequeño Tomasito (Alejandro Felipe), que está sentado contra un árbol, acompañado por una pequeña de su edad, de cabellos claros. Se acerca a ellos sonriendo.
-¿Qué hacen aquí tan solitos? – pregunta Regina. Tomasito alza la mirada y sonríe al verla, se incorpora. La niña hace lo propio.
-¡Regina bonita! – Exclama emocionado – mira esta es Dulce, mi novia – añade el pequeño. Regina mira a la niña, quien a su vez la mira con cierta reticencia.
-¡Así que tú eres la famosa Dulce! Tomasito me ha platicado mucho de ti – dice sonriendo.
-¿De veras? – pregunta la niña dudosa.
-Poz claro, que le platico de ti, boba – le responde Tomasito, mira a Regina – la muy tarada está celosa de ti, porque le digo que eres muy bonita – añade el niño. Regina se ríe y mira a la niña, se agacha frente a ella.
-Dulce, no tienes por qué estar celosa, Tomasito te quiere a ti – le dice con ternura.- Además, tú estás mucho más bonita que yo – añade. La niña sonríe tímidamente.
-Pero mi tío siempre me dice que los hombres no son de fiar – dice la niña cruzándose de brazos.
-Pero eso se soluciona con mucha mano dura –  le susurra sin que Tomasito pueda escucharlos. La niña se ríe.
-¿Qué es lo que se traen ustedes? – pregunta Tomasito intrigado.
-Cosas de mujeres – responde Dulce. El niño las mira no muy convencido.
-¿Para donde ibas? – le pregunta Tomasito a Regina.
-Pues tenía pensado dar una paseadita a caballo – responde Regina.
-Nosotros estábamos hablando de ir hasta la laguna, ¿por qué no vienes con nosotros? – pregunta el niño. Regina lo mira pensativa, recordando su encuentro con Mauricio en la laguna.
-Sí, ándale, vente con nosotros – dice Dulce.
-Pero yo no puedo ir a la laguna, si me ve el patrón… - comienza a decir Regina.
-El patrón es re bueno, él no te va a decir nada – dice la niña. Regina se incorpora pensativa. ¿Por qué no? Después de todo ella había pasado su infancia en esa laguna.
-Está bien, iré con ustedes – dice Regina.
-¡Sale! – exclaman los dos niños al unísono.

SAN CAYETANO

Una avioneta aterriza en el aeródromo del pueblo. Del mismo desciende una joven vestida con un impecable vestido de color beige, extremadamente corto y escotado, a juego con unos finísimos zapatos de tacón. Desciende ayudada por uno de los trabajadores del aeródromo, que la mira embobado. Jamás había visto una mujer tan despampanante como aquella. La mujer lo mira con cierto desagrado, observa su alrededor asqueada. Aquel pueblo era el lugar más horripilante que había visto jamás, viejo y descuidado. No entendía qué veía su pichurrín en aquel lugar, pero por él valía la pena el sacrificio, solo esperaba que él la recompensara.
-Baje mi equipaje – le dice al trabajador.
-Ahora mismo señorita – dice el hombre. Se dirige a la avioneta y mira con horror en su interior la docena de maletas, perfectamente conjuntadas, que allí se encontraban. – Disculpe, ¿viene asté sola en la avioneta? – pregunta.
-Por supuesto – responde Aura (Mariana Seoane) con altivez. – Aborrezco viajar acompañada de pueblerinos – añade. – Y bien, ¿Dónde puedo conseguir un taxi? – pregunta.
-¿Un taxi? – Pregunta el hombre desconcertado.- Aquí no hay de esas cosas, señorita – añade.
-Entonces, ¿cómo viaja la gente de un lado a otro? – pregunta indignada.
-Pues con sus propios carros, señorita, y sino, en camión – responde el hombre encogiéndose de hombros.
-¿Cómo? ¿En camión? – pregunta Aura asustada. El hombre asiente. Ella lo mira de arriba abajo asqueada - ¿Y usted tiene carro? – pregunta.
-Sí, señorita – responde él orgulloso.
-Pues meta mi equipaje en su carro y luego lléveme a la hacienda “San Lorenzo” – dice ella con altivez.
-Pero… - dice el hombre.
-Ni peros ni nada, lo compensaré con creces, y ahora haga su trabajo y deje de hacerme perder el tiempo – dice Aura incómoda al tiempo que saca un abanico de su bolso para darse aire.


Regina (Michelle Vargas) trata de colocarse el cabello, que se movía salvaje al compás del viento mientras observa como los pequeños chapotean felices en la orilla de la laguna.
-Niños, no se alejen – les advierte con cariño.
-No, Regina, quédate tranquila – dice Tomasito (Alejandro Felipe). Regina se sienta cerca de la orilla y cierra los ojos para sentir la suave brisa sobre su piel.
-¡Hola patrón! – la voz de la pequeña Dulce la despierta bruscamente de su ensimismamiento, observa como los niños saludan con la mano a alguien que está a sus espaldas y escucha el relinchar de un caballo. Es incapaz de moverse o voltearse para encararse con Mauricio.
Mauricio (Fernando Colunga) desciende del caballo y lentamente se acerca a Regina para sentarse junto a ella mientras observa como los niños comienzan a chapotear de nuevo, haciendo que la muchacha se tense al instante.
-No me digas que ya has venido para saldar la deuda, sino, no veo el motivo de que estés en mis tierras – dice Mauricio irónicamente.
-He venido a la laguna, no estoy dispuesta a renunciar a ella, así que si quieres levanta un muro para que no entre, y aún así, pienso saltarlo – dice Regina molesta.
-No deberías hablarme así, princesita, sabes que te tengo en mis manos – dice Mauricio. Regina lo mira enojada.
-Tú no me tienes en ningún lado, patán – dice con furia contenida. Vuelve a mirar hacia la laguna – voy a pagarte la deuda, eso no lo dudes – añade. En ese momento los dos niños se acercan corriendo a ellos.
-¡El agua está súper! – exclama Tomasito.
-¡Qué bueno!  - exclama Regina sonriendo.
-Acaba de nacer un potrillo, Dulce,  tu tío quiere que vayas a ayudarlo a elegir el nombre – dice Mauricio. La niña lo mira ilusionada.
-¿De veras? ¿Puedo elegirlo yo? – pregunta la niña emocionada. Mauricio asiente, con una sonrisa en los labios. Mira a Tomasito.
- Tú puedes ir con ella si quieres – añade.
-¡Sale! – exclama el niño agarrando su ropa. Dulce hace lo mismo y los dos comienzan a correr hacia San Lorenzo. Regina se incorpora alarmada.
-¡Espérense, no pueden irse así de empapados! – Exclama preocupada, pero los niños siguen su camino, despreocupados.- ¡Son un par de locos, van a resfriarse! – exclama. Mauricio se incorpora.  
-No te preocupes, el sol los secará… además te recuerdo que tú hacías lo mismo cuando estabas chiquita – dice Mauricio. Ella voltea para mirarlo con desconfianza.
-Será mejor que me vaya – dice Regina incómoda. Por nada en el mundo quería quedarse con él a solas en aquel lugar. Comienza a avanzar, pero Mauricio la agarra por el brazo y la atrae hacia él. - ¿Qué haces patán? ¡Suéltame! – le exige al tiempo que lo empuja, para apartarlo de ella. Pero él apenas se inmuta.
-¿Acaso me tienes miedo, princesita? – pregunta Mauricio con burla.
-No, lo que te tengo es asco, ¡que me sueltes he dicho! – exclama empujándolo más fuerza. Él acerca su rostro al suyo.
-Eso no es lo que parecía la otra noche en mi despacho – dice él con una desvergonzada sonrisa en los labios. Regina lo mira furiosa.
-¡Eres un desgraciado! – exclama con los dientes apretados. – Ni te creas el muy machito por lo que sucedió aquel día, ya ni siquiera me acordaba – añade alzando la barbilla orgullosa.
-Entonces, será mejor que te refresque la memoria – dice Mauricio sonriendo, ella trata de empujarlo de nuevo, pero él la atrae hacia él con más fuerza y se apodera de sus labios con fuerza. Regina cierra sus labios con fuerza y trata de separarse de él sin ningún resultado. Él aumenta la presión del beso, tratando de abrirse paso entre los labios de la joven, que se cierra en banda completamente. Finalmente separa sus labios escasos centímetros y la mira fijamente.
-¡Patán, desgraciado! ¿Qué pretendes conseguir con esto? ¿Qué…? - comienza a gritarle ella alterada golpeándolo en el pecho. Pero él vuelve a capturar sus labios con los suyos, rompiendo al fin las barreras de ella, introduciendo su lengua en la cálida boca de la joven. Ella al fin se da por vencida y se deja llevar por las deliciosas sensaciones que Mauricio estaba provocando en ella, respondiendo al beso con la misma intensidad.
Poseída por una imperiosa necesidad de sentir el tacto de la piel de Mauricio, y con movimientos torpes y desesperados comienza a desabrocharle la camisa. Él lleva sus manos hacia los hombros de ella, deslizando las sisas de su camisa, dejando sus hombros desnudos. Regina siente como los labios de él se deslizan sobre su cuello, dejando un rastro de fuego a su paso.
Los dos se dejan caer sobre la hierba fresca, sumidos en un torbellino de pasiones incontrolables. Regina al fin logra deshacerse de la camisa de Mauricio, lanzándola lejos de ellos, y comienza a acariciar su musculosa espalda, mientras los labios de él siguen acariciando su cuerpo, con lánguidos besos que se deslizan sobre su cuello, bajando hacia su escote. Ella se siente incapaz de detener lo que estaba a punto de suceder, la razón y la prudencia habían sido vencidas por la pasión y el desenfreno.
Mauricio se apoya sobre sus poderosos brazos y se incorpora levemente para observar el rostro de Regina, quien lo mira fijamente, con la respiración acelerada. Habían cruzado la peligrosa línea entre la cordura y el frenesí, y ya no podía volverse atrás, sino saciaba en ese momento su necesidad de ella,  terminaría por volverse loco, a pesar de los problemas que aquello le acarrearía. Lentamente vuelve a besarla, con un beso largo y pausado, recreándose en cada recoveco de su boca, deleitándose con su dulce sabor. Uniendo sus lenguas en una danza harmoniosa mientras Regina comienza a acariciar su musculoso torso, maravillándose en sus perfectas formas, en su piel tersa y suave. Lo deseaba tanto que dolía. Necesitaba sentirlo completamente, era una necesidad imperiosa que terminaría por volverla loca. Él parece entender su necesidad y con suma delicadeza comienza a deslizar su camisa hasta dejar su hermoso torso al descubierto antes de volver a besarla apasionadamente.
El sonido de unos cascos de caballo aproximándose rompe el hechizo. Regina mira a Mauricio alarmada, mientras que él la cubre con su cuerpo en el momento que Fercho (Jorge Poza) se acerca a ellos.
-¡Patrón! – lo llama. Pero se detiene avergonzado al ver la escena. – Disculpe, no sabía… - comienza a disculparse. Mauricio cubre el cuerpo de Regina y ella oculta su rostro en el hueco de su cuello, Mauricio alza la cabeza para mirar a su empleado, visiblemente disgustado.
-¿Qué se te ofrece Fercho? – pregunta hoscamente.
-Venía a avisarlo de que lo buscan – responde Fercho.
-¿Quién? – pregunta enojado.
-Patrón, quizás… - comienza a responder Fercho incómodo.
-¿Quién? – vuelve a preguntar Mauricio levantando la voz.
-Dice que es… su novia, patrón – responde Fercho dudoso.
-¡Maldita sea! – murmura Mauricio enojado. Mira a Fercho – ahora voy – añade. Éste asiente y comienza a alejarse, aliviado.
Regina golpea el pecho de Mauricio quien se alza levemente para permitir que ella salga de su inusitado escondite, ella se cubre los senos mientras busca su camisa con desesperación, sin siquiera atreverse a mirarlo. Cuando ya encuentra la prenda, le da la espalda para colocársela mientras él se incorpora.
Era una situación incómoda para él, no estaba acostumbrado a perder los papeles de aquella manera, pero Regina lo llevaba a actuar como un maldito irresponsable, como un puñado de hormonas, y no como un hombre hecho y derecho.
Ella voltea para mirarlo con una mezcla de furia e indignación.
-¡Eres un cerdo y un patán! – le dice con furia contenida. – No quiero que te vuelvas a acercar a mí en tu vida – añade. Él se acerca unos pasos, los mismos que ella retrocede a su vez.
-Tranquila, esto no volverá a pasar, puedo jurarlo… pero me temo que no te librarás tan fácil de mí, princesa – le dice con cierta burla antes de dirigirse hacia su caballo para regresar a “San Lorenzo”. Regina apuña su mano con rabia mientras lo mira alejarse. En realidad estaba más furiosa consigo misma que otra cosa, había vuelto a ceder como una idiota. No podía dejarse alterar tanto por los besos y caricias de ese hombre.  Pero lo cierto, es que él había despertado en ella un fuego que desconocía, su cuerpo ardía en llamas, por el deseo insatisfecho. Con un suspiro se dirige hacia la laguna mientras se deshace de su ropa, en aquel momento solo el contacto de las frías aguas podían calmar su sed.

SAN LORENZO

Los dos pequeños observan con curiosidad como la fina mujer le da órdenes al pobre hombre que se esmeraba por sacar todo el equipaje del humilde carro.
-¡Cuidado con esa maleta, mugriento! – exclama Aura (Mariana Seoane) indignada. – Eso me pasa por pedirle el favor a un baboso – añade indignada. Luego fija su mirada en los dos niños - ¿Y ustedes que miran? – pregunta molesta.
-No sabía que se pudiera andar con esos ganchos en los zapatos – dice la niña mirando ensimismada los zapatos de tacón.
-Para que te enteres niña, estos ganchos son unos Manolo Blanic, pertenecientes a la última colección, por la que muchas serían capaces de matar – dice Aura molesta.
-¿Por unos zapatos? – Pregunta Tomasito (Alejandro Felipe) asombrado – fíjate Dulce, y luego dicen que aquí en San Cayetano somos incivilizados – añade. En ese momento Fercho (Jorge Poza) se acerca a ellos a lomos de su caballo.
-¡Al fin regresa! – Exclama Aura al verlo, se acerca a él con cierta dificultad, sobre el suelo desnivelado  - ¿Ya encontró a su patrón? – pregunta  con desdén.
-Sí – responde Fercho bajando del caballo.
-¿Ah sí? ¿Y dónde está? Porque yo no lo veo por ningún lado – dice Aura con burla.
-Mire señorita, el patrón ya viene, no se preocupe, estaba atendiendo otro asunto – la mira de arriba abajo – mucho más agradable que aguantar sus graznidos – añade.
-¡Oh! – Exclama Aura indignada - ¿Mis qué? ¿Graznidos? ¿Qué es eso? Por su bien espero que no sea un insulto porque de lo contrario… - comienza a decir indignada. En ese momento alza la vista para ver como Mauricio (Fernando Colunga) se acerca a ellos. - ¡Oh pichurrín! ¡Qué alivio ver a alguien civilizado! – exclama teatreramente, mientras trata de acercarse a él, pero a punto está de caer en dos ocasiones antes de llegar a su destino, provocando la risa de los niños. Mauricio desciende del caballo mientras la mira con severidad.
-¿Qué haces aquí Aura? – pregunta con frialdad.
-¡Pichurrín! ¿Tú que crees que hago aquí? – Pregunta teatreramente – he venido a por ti, convencí a Miguel Ángel para que me dijera donde estabas y aquí me tienes, para que veas que no puedo vivir sin ti – añade alzando los brazos hacia él, con la intención de abrazarlo. Pero Mauricio se aparta y ella termina abrazando al suelo, cayéndose de bruces. Tanto Fercho como los niños, no pueden evitar reír a carcajadas. Mientras que Mauricio se cruza de brazos y voltea los ojos en señal de resignación al ver como Aura se sienta sobre el suelo y comienza a sollozar.
-Vamos niños, será mejor que vayamos a ver el potrillo – dice Fercho.
-Pero tío, yo quiero ver… - comienza a protestar Dulce.
-Ándale, el patrón tiene que hablar con la señorita – dice Fercho y se lleva a los dos niños, que miran hacia atrás varias veces para observar de nuevo la escena.
-¡Eres muy cruel conmigo! – exclama Aura sollozando. – Conmigo, que te di lo mejor de mí, que te aguanté todo tu mal genio, que siempre estuve dispuesta a confortarte – añade. Mauricio resopla molesto y se acerca a ella para ayudarla a levantarse.
-Creí haberte dejado claro que entre nosotros no había nada serio, y tú lo aceptaste así – dice Mauricio.
-Pero yo te amo – dice ella con cara de pena.
-Pero yo a ti no – dice él con frialdad. Mira hacia el hombre que acaba de sacar todas las maletas del carro y en ese momento suspiraba aliviado por haber finalizado con el arduo trabajo. – Vuelva a meter el equipaje en el carro y llévesela al aeródromo – le ordena.
-¿Cómo dice? – pregunta el hombre, mirándolo horrorizado.
-Lo que ha oído – responde Mauricio.
-Ni se le ocurra hacerle caso – dice Aura. – Deje las maletas donde están – añade. Mauricio la mira enojado.
-No, Aura, vas a agarrar tus cosas y largarte de aquí ahora mismo, no tengo tiempo de hacer de niñera – dice Mauricio. Mira al hombre – haga lo que le he dicho – añade, el hombre se dispone a comenzar con la tarea.
- Quédese quieto – le grita Aura.
-¿Saben qué? Váyanse los dos al diablo – dice el hombre contrariado, entra en su carro y se aleja a toda velocidad del lugar.
-Pichurrín, te prometo que no te causaré ninguna molestia, pero déjame quedarme contigo – dice Aura suplicante al tiempo que se abraza a él – por favor, te necesito, no puedes mandarme de regreso después del infierno que he tenido que soportar para llegar hasta aquí… - alza la mirada - ¿te puedes creer que he viajado en un carro que tiene más de diez años y sin apenas ventilación? – pregunta alarmada. Mauricio suspira resignado.
-Está bien, quédate- dice separándose de ella – después de todo, no creo que aguantes aquí más de dos días… conociéndote, te marcharás en cuanto conozcas la vida en el campo – añade. – Avisaré para que vengan a recoger el equipaje y te preparen una recámara – añade.
-¿No voy a dormir contigo, pichurrín? – pregunta Aura alarmada. Mauricio se detiene para mirarla, siempre le había agradado la presencia de Aura en su cama, después de todo era una amante complaciente y experimentada. Pero en ese momento solo deseaba a una mujer en su cama, una mujer prohibida, pero que aún así había despertado su deseo más que ninguna otra en los últimos años.
-No – responde con sequedad antes de seguir con su camino. 

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