miércoles, 22 de junio de 2011

CAPÍTULO 36

CAPÍTULO XXXVI







LA PODEROSA, 14  años atrás…



Mauricio (Fernando Colunga) entra en la pequeña cabaña como alma que lleva el diablo ante la atenta mirada de su padre Romualdo (Eduardo Yañez) quien en ese momento se cambiaba la camisa negra que había usado en el entierro por otra de trabajo.


-Y ahora tú, ¿qué traes? – pregunta mirando ceñudo su aspecto, tenía la cara magullada y una ceja partida.


-La regué papá… ahora sí que la regué… tengo que largarme de aquí… antes de que cometa una locura – responde Mauricio con la respiración entrecortada, necesitaba huir de allí pero por otro lado temía dejar a Nereida a merced de Saúl.


-¿Qué es lo que hiciste muchacho?¿Con quién te peleaste?  – pregunta Romualdo al tiempo que le alza el rostro con la mano, para observar mejor sus heridas.


-Con Saúl… - responde Mauricio tragando saliva con dificulta, bajando la mirada; en aquellos momentos la vergüenza le impedía mirar a la cara a su padre.


-Ha sido por la muchachita esa… la noviecita de Saúl ¿no es así? – pregunta Romualdo apartando la mano del rostro de su hijo, con desidia. Mauricio apuña la mano, con impotencia. – Lo supe desde el momento que llegó a la hacienda por la forma en la que se miraban – añade con tristeza – sabía que tarde o temprano esto sucedería…


-¿Por qué no me dijiste? – pregunta Mauricio desesperado.


-Pues porque sabía que no serviría de nada… si de verdad estabas enamorado de la muchacha, nada de lo que te dijera podría disuadirte… los Galván somos demasiado tercos para hacer caso de consejos – responde sonriendo con tristeza.



-Don Romualdo – uno de los peones irrumpe de pronto en la cabaña, totalmente fuera de sí.


-¿Qué es lo que sucede Aurelio? – pregunta Romualdo.


-Se trata del joven Saúl… se viene hacia aquí como loco… y trae un arma… - responde el peón casi sin aliento.


-Será mejor que vaya a enfrentarlo… - asegura Mauricio dispuesto a salir por la puerta.


-Tú no vas a ningún lado – lo detiene Romualdo colocándole la mano sobre el pecho para echarlo hacia atrás.


-¡Pero padre! – replica Mauricio alterado.


-¿Qué es lo que quieres? ¿Qué te mate? – pregunta Romualdo enojado. – Saúl es demasiado impulsivo y alocado… si te ve, no dudará en apretar el gatillo por mucho que luego se lamente… así que lo mejor será que yo lo enfrente… sé como manejarlo, lo conozco muy bien – asegura.


-No dejaré que te enfrentes a él… fui yo el que cometí el error, no tú…  – replica Mauricio.


-No puedes hacer nada por evitarlo – afirma Romualdo, dirige su atención hacia Aurelio – asegúrate de que no salga de aquí hasta que regrese – le ordena antes de salir de la cabaña ante la impotencia de Mauricio.


-No te preocupes, Mauricio… tu padre es de los pocos que sabe como controlar al patroncito, mejor haz caso de lo que te dijo – le aconseja Aurelio.


Mauricio se cruza de brazos al tiempo que se sienta en una vieja silla, con la mirada perdida. Odiaba quedarse allí sin hacer nada, mientras que su padre daba la cara por él frente a un enloquecido Saúl.


-Dile al malnacido de tu hijo que salga Romualdo – de pronto los gritos de Saúl inundan la estancia. Mauricio se incorpora como impulsado por un resorte pero Aurelio logra interceptarlo antes de que llegue a la puerta.


-Déjame Aurelio… ¡yo no soy ningún cobarde! – exclama Mauricio fuera de sí.


-No… un loco es lo que eres si sales en este momento –lo reprende Aurelio.


Las voces no tardaron en dejar de escucharse y la calma parecía haberse instalado en el lugar. Mauricio observa el reloj mientras camina de un lado a otro preocupado, la espera lo estaba matando. De pronto el sonido de un disparo a lo lejos enciende todas sus alertas y esta vez, Aurelio no puede hacer nada por detenerlo.



ACAPULCO, en la actualidad…



Regina (Michelle Vargas) respira hondo, tratando de tragarse las lágrimas que comenzaban a brotar de sus ojos; sentía como su corazón se encogía de dolor ante su revelación.
Mauricio (Fernando Colunga), por su parte; permanece de pie, de espaldas a ella apretando los puños, incapaz de enfrentarla. No quería que viera sus ojos llorosos ni su rostro compungido; revivir los sucesos de aquella noche seguían afectándole como el primer día. El inmenso dolor que sentía se entremezclaba con la más profunda rabia e impotencia.


-¿Qué fue lo que pasó después? – se decide a preguntar Regina casi sin aliento.


-Llegué demasiado tarde… no logré encontrar ni a Saúl ni a mi padre – responde Mauricio tratando permanecer impasible – Creí volverme loco, así que me presenté en la casona y allí estaba tu abuelo… me trató peor que un perro y me amenazó con llevarme a mí  y a mi padre ante las autoridades por ladrones si no abandonábamos la hacienda esa misma noche… Saúl no quería volver a vernos por allí - sonríe con cinismo – me dijo que ese era el precio por posar mis sucios ojos en lo que era de su nieto… le pedí que me castigara a mí, pero que dejara fuera a mi padre, me humillé ante él, pero solo conseguí que se burlara de mí y me tratara peor que un perro… hizo que me sacaran de la casona a patadas… fue en ese momento, tirado sobre la tierra húmeda de la hacienda, cuando me prometí a mí mismo que algún día le arrebataría esas tierras a los Montesinos para humillarlos, igual que ellos me habían humillado a mí y a mi padre, que no tenía culpa de nada…  - relató Mauricio tratando de tragarse la rabia que todavía sentía cada vez que recordaba aquella humillante escena.


-¿Y tu papá? – pregunta Regina, bastante abrumada por todo lo que estaba escuchando. En su mente comenzaba a tomar forma la imagen de Mauricio frente a las puertas de la casona, completamente humillado y vilipendiado.



-Cuando volví a la cabaña, estaba allí recogiendo las cosas… parecía débil y demacrado, yo me preocupé pero él le quitó importancia y me aseguró que todo estaba bien… que debíamos darnos prisa, ya que en la puerta nos esperaban dos mercenarios de los que solía echar mano don Bernardo para sacarnos de allí a rastras si hacía falta… así que recogimos todo lo que pudimos y abandonamos la hacienda en medio de una gran tormenta… mi papá cada vez se veía peor; tratamos de buscar cobijo en varias haciendas vecinas… pero los Montesinos ya habían difundido la noticia de que nos habían botado por ladrones y nadie quiso acogernos por miedo a las represalias… así que caminamos bajo la lluvia durante horas, hasta que mi padre… - se detiene para tomar aire, tratando de no romper a llorar – hasta que mi padre se desplomó sin sentido… entonces descubrí la herida de bala, mal vendada, en el costado… nos echaron como perros a pesar de que sabían que mi padre había sido herido en su enfrentamiento con tu hermano… y no les importó lo más mínimo; aún así se aseguraron de que no encontráramos cobijo en las haciendas vecinas – añade casi sin voz. Se vuelve para fijar su mirada cargada de furia en Regina – Mi padre jamás logró recobrar la consciencia… murió en mis brazos la mañana siguiente, tirado como un perro, sin que nadie se apiadara de él, porque su hijo había cometido el error de fijarse en la prometida de Saúl Montesinos…  y es por eso que no me detendré hasta que Saúl pague por todo el daño que me causó a mí y a mi padre… quien lo quería como a un hijo, y murió por culpa de su maldito orgullo – afirma entre dientes.



Regina se acaricia el rostro, tratando de asimilar lo que Mauricio le había dicho acerca de aquella fatídica noche. De pronto ya no se le antojaba tan desmedida su obsesión por hacerse con La Poderosa y arruinarle la vida a su hermano. Todavía le costaba creer que el resentimiento de su hermano lo llevara a cometer tal injusticia con Mauricio y su padre. El solo imaginarse a Mauricio abrazando con impotencia a su padre moribundo, bajo la lluvia, le rompía el corazón.


-No sabes… cuanto… lamento lo que sucedió… - comienza a decir conmocionada, con los ojos bañados en lágrimas. Se incorpora lentamente para acercarse a él, temerosa; sin embargo sentía una imperiosa necesidad de confortarlo.  


Mauricio permanece de pie, impasible; tan perdido en sus recuerdos que apenas se da cuenta cuando Regina se sitúa frente a él lo rodea entre sus brazos y apoya la cabeza contra su hombro. Se dejan envolver por un acogedor silencio durante unos momentos, cada uno luchando con sus propias emociones y demonios.


-Ahora entiendo tantas cosas…  me duele tanto saber que mi hermano y mi abuelo te causaran tanto sufrimiento…– murmura Regina apenada, rompiendo al fin el silencio – pero no puedes seguir así… tienes que tratar de mirar hacia delante… a tu padre no le gustaría ver en lo que te has convertido… a lo mejor todo esto podría llegar a su fin si te confrontas con mi hermano, quizás él puede aclararte ciertas cosas… si tan solo…  - le dice con cuidado, le costaba horrores creer que su hermano fuera tan cruel; quizás todavía quedaba esperanza de que su hermano no fuera el causante de la muerte de Romualdo. En ese momento las manos de Mauricio apresan sus hombros como garras para separarla bruscamente de él.


-No necesito tu compasión… no trates de buscar excusas ni explicaciones banales… tú quisiste saber qué fue lo que ocurrió, yo te lo dije… ahora lo que hagas con esa información, me trae sin cuidado – replica Mauricio con frialdad, había logrado recobrar la compostura junto con su máscara de indiferencia y arrogancia.


-¿Acaso no te cansas de tanto aparentar que nada te importa? – pregunta Regina enojada. – Hace unos minutos eras un hombre derrotado… un hombre capaz de sufrir… ¡y ahora hablas como si no pasara absolutamente nada! – exclama haciendo aspavientos con las manos. Se acerca a él unos pasos – Pues entérate de que ya no me creo el cuento… tú no eres el único que sufre, ¿acaso te has parado a pensar lo que supone para mí saber lo que mi abuelo y mi hermano hicieron? ¿Sabes todo lo que he pasado desde que he decidido poner un pie en La Poderosa? No solo he tenido que aguantar la ira de mi hermano, la incomprensión de mi madre, el acoso y las envidias de los demás terratenientes… sino que también he tenido que soportar tus juegos, tus mentiras y desprecios… te has empeñado en hacerme pagar por algo de lo que no tenía ni idea… ¿tienes idea de cómo me siento en estos momentos? – comienza a hablar con rapidez, visiblemente hastiada con toda la situación. Un tenso silencio se instala entre ellos durante unos segundos que parecen eternos.


-Regina… creo que lo mejor será que te vayas, necesito estar solo – dice finalmente Mauricio evitando mirarla a la cara. Era evidente que no estaba preparado para otro enfrentamiento.


-Pues da la casualidad de que yo en estos momentos necesito estar contigo… así que vete llamando a los de seguridad si quieres, porque yo no tengo intención de moverme de aquí – asegura Regina acercándose a él, mirándolo con la cabeza alta.  Mauricio acorta la distancia entre los dos y la agarra por la nuca, obligándola a mirarlo.


-Entonces que Dios se apiade de mi alma… porque estoy a punto de cometer un error imperdonable  – afirma Mauricio mirándola con una intensidad abrumadora antes de posar sus labios sobre los suyos con rudeza.



SAN CAYETANO


Observa ceñuda el pequeño caserón en el que se encontraba; no cabía duda de que le hacía falta una buena mano de pintura y alguna que otra reforma para poder ser digno de admiración.


-¿Entonces qué? ¿Qué te parece? – pregunta Fabián (Carlos Ponce).


-Que te vieron la cara de menso – responde Camila (Ana Serradilla) cruzándose de brazos. - ¿Cuánto dices que pagaste por este disque rancho? – insiste.


-Ninguna cantidad considerable… era el único rancho que estaba a la venta por la zona, así que no tuve opción – responde Fabián – pero tengo grandes planes para reformarlo… conozco un buen arquitecto que está dispuesto a echarme una mano… y por otro lado, un pajarito me ha dicho que tú tienes muy buena mano para la decoración y que tienes pensado montar un negocio en un futuro, así que me preguntaba si no te importaría echarme una mano… por supuesto que te pagaría por tus honorarios - añade mirándolo expectante.


-¿Estás tratando de contratarme para que decore este cuchitril? ¿A mí?– pregunta Camila arqueando la ceja, entre divertida y sorprendida.


-No exageres Camila – la reprende Fabián divertido mientras rellena otra vez su vaso de tequila y se acerca a ella para dárselo –  Sé que te sorprende que confíe en ti para este encargo… no es que  quiera convertirlo en ningún palacio, solo necesito una bonita casita de campo donde criar caballos…– añade.


-¿Criar caballos? – pregunta Camila agarrando el vaso y volteando para mirarlo con incredulidad. – Está bien, ¿Quién eres en realidad y qué has hecho con Fabián Sotomayor? – pregunta ceñuda.


-Lo sé… suena raro, ¿verdad? Pero para ser sinceros es lo que me apetece hacer en estos momentos… sin querer he descubierto el apasionante mundo de la cría y doma de caballos y me encanta… hasta ahora me he dedicado a vivir la vida que mi padre quería para mí, sin pensar siquiera en otras opciones… sin embargo desde que Regina me dejó no he cesado de darme cuenta de que vivía una vida gris, sin pasión, sin aventuras... simplemente me dejaba llevar sin oponer resistencia… y bien, ¿Qué me dices? ¿Aceptar aportar tu granito de arena para la construcción de mi nueva vida? – pregunta Fabián.


-¡Brindemos por nuestro trato entonces! – exclama Camila acercando su vaso al de Fabián para brindar.


-¡Salud! – exclaman los dos a la vez, divertidos; antes de beber otro trago.




ACAPULCO



Entran en la recamara inmersos en un remolino de besos y caricias, dejando atrás todo atisbo de duda o discusión. Regina (Michelle Vargas) se aferra con fuerza a Mauricio (Fernando Colunga), aupándose para rodear su cintura con sus piernas mientras que él la aprieta contra sí por las nalgas; tratando de satisfacer aquel endemoniado deseo que se había instalado en su cuerpo desde la primera vez que la viera.


Se dejan caer sobre la cama con sus cuerpos enredados sin dejar de besarse con pasión y desesperación, como si les fuera la vida en ello. Regina comienza a desabrochar la camisa de él con torpeza, necesitaba con urgencia experimentar  la caricia de su piel desnuda contra la suya,  sentir su calor de su cuerpo sobre el suyo.
Mauricio es tan consciente de su necesidad como de la suya propia y termina de deshacerse de su ropa, sin que sus labios abandonen los de ella en ningún momento, para el gozo de Regina; quien no puede evitar sonreír entre sus besos mientras recorre con sus manos la piel desnuda de su espalda. Un gemido gutural se escapa de la garganta de él, al sentir sus manos sobre la piel; haciendo que detenga el torrente de besos para incorporarse levemente sobre sus brazos y observarla por un momento, bajo su cuerpo; su mirada se pierde en la de ella, iluminada por el deseo que la corroía por dentro.

Se sentía poderosa ante sus ojos, la forma en que la miraba hacía que se olvidara de todos sus miedos y cautelas, él la deseaba tanto como ella a él. Sin apartar la mirada de él comienza a quitarse el top por la cabeza despacio, sensualmente, quedándose solamente con el sostén; encendiendo más si cabía su pasión. Toma el rostro de él entre sus manos y alza su cabeza para besarlo con exquisita calma, recorriendo dulcemente con su lengua cada recoveco de sus labios y su boca.  Mauricio responde al beso con la misma tensa calma, haciendo un gran esfuerzo por mantenerse sereno y no precipitarse sobre ella como un lobo hambriento.

De pronto ella siente como los labios de él abandonan los suyos para comenzar a recorrer su cuerpo colmándolo de besos y caricias; descendiendo por su cuello hasta sus senos, los que no tarda en liberar del sostén para exponerlos  ante sus ojos. Gime de placer al notar como su boca se detiene sobre uno de sus pezones para besarlo  y lamerlo con devoción.
Su cuerpo se retuerce de gozo cuando su boca continua con su exquisita exploración, descendiendo por su torso, para detenerse en su ombligo. Regina se aferra a las sábanas con fuerzas y se muerde los labios con deleite mientras Mauricio se deshace del resto de sus ropas sin dejar de besar su cuerpo. Yacen desnudos mientras él recorre con su lengua cada centímetro de su piel, colmándola de lánguidos besos y expertas caricias.

Incapaz de aguantar por más tiempo aquella deliciosa tortura, agarra con sus manos la cabeza de él atrayéndolo hacia ella para besarlo con fervor, mostrándole su urgencia. Siente toda su hombría en todo su esplendor contra su vientre, era evidente de que él sentía la misma necesidad que ella.
Él se detiene y se incorpora para mirarla, buscando en su mirada la confirmación que necesitaba para seguir adelante. Ella lo mira sonriendo, con la respiración entrecortada; separa sus piernas en una clara invitación, él sonríe levemente antes de volver a besarla lentamente, saboreando su boca con devoción mientras con una de sus manos se ayuda para guiarse hacia su entrada, con sumo cuidado.


No puede evitar gemir de dolor al sentir como se abre paso dentro de ella, cierra los ojos y se aferra con fuerza a los hombros de él, tratando de soportar la intrusión.


-Shhh, sólo será un momento – le susurra él con la voz cargada de deseo antes de darle un tierno beso en los labios, juntando su frente con la suya sin dejar de mirarla mientras entra dentro de ella lentamente, a pesar de su necesidad; unas perlas de sudor recorren su frente debido al esfuerzo.


Regina abre los ojos para mirarlo con ternura, comienza a acariciar su rostro al tiempo que rodea sus caderas con sus piernas, facilitándole el avance hasta que por fin entra completamente en ella, quien gime con una mezcla de placer y sorpresa.
Mauricio comienza a besarla y entrelaza sus manos con las de ella para colocarlas por encima su cabeza sobre la cama al tiempo que comienza a introducirse en ella con movimientos lentos y acompasados. Pronto el dolor va dando paso a una sensación sumamente placentera que le hace sentirse como en una nube, como si su cuerpo dejara de pertenecerle para fundirse con el de Mauricio.


Sus gemidos se pierden en el silencio de la noche mientras sus cuerpos se funden en uno solo arrollados por la pasión y la lujuria. Regina clava sus uñas en la espalda de Mauricio y besa su hombro cuando él comienza a moverse con mayor rapidez dentro de ella, hasta llevarlos a los dos hacia la cima del placer, que sacude sus cuerpos febriles, hasta dejarlos totalmente exhaustos.


Mauricio se deja caer al lado de Regina, tratando de recobrar el control sobre su cuerpo y sus emociones. Se sentía un tanto abrumado por lo sucedido, había pasado demasiado tiempo desde la última vez que se había entregado a una mujer en cuerpo y alma como esa misma noche; esa sensación lo trastornaba y lo hacía sentir demasiado vulnerable.


Regina respira hondo mientras se acaricia el rostro; acababa de vivir el momento más emocionante e intenso de toda su vida, con el que había soñado siendo niña. Se sentía como una de las heroínas de sus novelas de amor.
Observa de reojo el cuerpo inmóvil de Mauricio, que parecía igual de dudoso que ella sobre qué hacer. Quizás temía tanto como ella decir o hacer cualquier cosa que rompiera la magia del momento. Se muerde el  labio,  indecisa, mientras se acerca a él con cuidado para apoyar su cabeza sobre su hombro y pasar su brazo sobre su torso. Siente como su cuerpo se tensa bajo su contacto, pero aún así, decide no apartarse de él y cierra sus ojos dispuesta a dormir abrazada a él.


Mauricio alza su cabeza para observarla sin que ella se de cuenta para descubrir que ya se encuentra profundamente dormida. Permanece inmóvil unos instantes, bastante incómodo con la situación; debería salir de allí cuanto antes, alejar de su mente todos aquellos sentimientos que amenazaban con instalarse en lo profundo de su alma. Sin embargo, después de una breve lucha interna, termina por rodearla con sus brazos, arrimándola más contra él y apoya su barbilla contra su cabeza antes de abandonarse también al sueño.



Al día siguiente…



SAN CAYETANO



Un punzante dolor en el cuello termina por arrancarla de los brazos de Morfeo. Comienza a abrir los ojos con dificultad, un olor a rancio invadía sus  fosas nasales y una especie de martilleo insistente torturaba su cabeza, que parecía a punto de estallar. Mira a su alrededor con angustia, sin reconocer donde se encontraba; los borrosos recuerdos de la noche anterior se confundían en su mente, torturándola.
Pronto repara en el peso que sentía sobre su cadera para descubrir el brazo que la tenía aprisionada contra un cuerpo macizo. Con el corazón en un puño voltea como puede para encontrarse a Fabián (Carlos Ponce) quien se encontraba profundamente dormid, abrazado a ella en el viejo sofá.


-¡Ahhhhhhhhhhhhhhh! – un grito de pavor se escapa de los labios de Camila (Ana Serradilla), sobresaltando a Fabián, quien se incorpora bruscamente.


-¿Qué demonios? – pregunta llevándose las manos a la cabeza, totalmente aturdido.


-¡Despiértate, depravado! – exclama Camila fuera de sí, levantándose del sofá de un salto.


-Ay, ya… ¿qué tienes? ¿por qué me insultas ya de mañana? – protesta Fabián todavía medio adormilado.


-¡Te aprovechaste de mí, idiota! – exclama Camila comenzando a golpearlo.


-¿Qué dices loca? – pregunta Fabián tratando de esquivar sus golpes – Si no pasó nada, estamos vestidos, no seas paranoica… - le reclama molesto.


-Arggggggggg, ¡eres un idiota Fabián! – Le reprende ella enojada - ¿Por qué demonios te haría caso? ¿Y ahora que le voy a decir a Regina?  - se pregunta totalmente afectada, dejándose caer hasta sentarse sobre el suelo.


-Pues que nos pasamos brindando y nos quedamos dormidos en el sofá… qué fue exactamente lo que pasó – responde Fabián con calma.


-Ocasión que aprovechaste para arrimarte… - le reprende Camila.


-¡Por Dios Camila, estaba dormido… y borracho! ¡No sabía lo que hacía! ¿Acaso me crees tan tarado como para arrimarme a ti estando consciente? – pregunta Fabián.


-¿Y por qué no? ¿Apoco tú tampoco crees que sea una mujer atractiva? – le reclama Camila haciendo un puchero.


-¿En qué quedamos Camila? Me estás volviendo loco… -  replica Fabián al borde de su paciencia.


-Olvídalo… jamás lo entenderías, después de todo sospecho que con tanto alcohol acabas de quemar la última neurona buena que te quedaba – le recrimina Camila al tiempo que se incorpora y trata de adecentar sus ropas arrugadas.


-Definitivamente tienes un despertar horroroso… pobre del hombre que tenga que aguantarte – le recrimina Fabián comenzando a desperezarse.


-¡Serás cretino! – exclama Camila enojada, agarra un viejo cojín para pegarle con él, sin embargo éste comienza a soltar grandes cantidades de polvo en cuanto comienza a agitarlo, provocándoles un ataque de tos a ambos.


-¡Por favor Camila, deja ya de menear el dichoso cojín antes de que nos asfixiemos! – le ordena Fabián tratando de dejar de toser.


-Ya sé cual será mi primera tarea como redecoradota de éste “cuchitril”… me desharé de todos estos malditos cojines… y del sofá también – asegura Camila, lanzando el cojín hacia una esquina del salón, con evidente disgusto.




LA ASCENSIÓN


Permanece inmóvil, mirando hacia la nada durante un largo rato. En su mente se repetían una y otra vez las crueles palabras de la vieja bruja, torturándolo sin piedad. Lo peor del caso es que tenía razón: con su obsesión, orgullo y desconfianza no había hecho más que herir a la mujer que amaba. Quizás él no fuera un hombre capaz de amar desinteresadamente, el suyo era un amor posesivo, enfermizo e intransigente, que solo había causado sufrimiento a su alrededor.
Ahora estaba en su mano la oportunidad de tratar de enmendar sus errores, de asumir sus culpas y reparar el daño causado, en la medida de lo posible; aunque con ello se le partiera el corazón.


-¡Ya estás despierto! – exclama Julio (Otto Sirgo) entrando en la habitación, con una resplandeciente sonrisa que iluminaba su rostro. – Así al fin puedo darte la buena noticia – añade sentándose junto a su cama.


-¿Cuál noticia? ¿Ya nos concedieron la licencia para urbanizar en Acapulco? – pregunta Saúl con indiferencia, sin mostrar el mínimo signo de interés.


-¿A quién le importa ahora la urbanización de Acapulco? – pregunta Julio moviendo la mano como si estuviera haciendo esa idea a un lado. – Yo hablo de Nereida, que al fin despertó – le anuncia complacido.


-¿Nereida? – pregunta Saúl sin poder evitar emocionarse. – Y… ¿cómo está? – pregunta temeroso.


-Pues bastante débil, pero los médicos creen que se repondrá totalmente… ha perdido mucha sangre, pero han logrado repararle las lesiones internas a tiempo, así que no hay por qué preocuparse – responde Julio. – He convencido al doctor para que te deje ir a verla antes del traslado – añade.


-¿Traslado? – pregunta Saúl intrigado.


-Sí, ¿no te acuerdas que te lo comenté? Hemos arreglado todo para que sean trasladados a nuestra clínica privada en el distrito federal… allí estarán mejor atendidos… claro que los médicos han aconsejado que esperemos un par de días más para mover a Nereida… así que si quieres esperar por ella, podríamos retrasar… - comienza a decir Julio.


-No… no quiero esperar – lo interrumpe Saúl fríamente. Julio lo mira sorprendido por su acritud – Y tampoco quiero verla en estos momentos… - añade con indiferencia.


-Saúl… ¿va todo bien? – pregunta Julio, sumamente desconcertado.


-Por supuesto… tanto Nereida como yo nos pondremos bien… eso es lo importante – responde Saúl volviendo su mirada hacia el techo. – Ahora, si haces el favor, avisa a los doctores para que esté preparado el traslado cuanto antes… ya no quiero estar aquí más tiempo – añade con frialdad.  



ACAPULCO



Siente como los rayos de sol acarician su rostro a través de las cortinas. Abre los ojos lentamente, tomando consciencia de la realidad; temía que todo fuera una especie de sueño. Sin embargo, sonríe con ternura al descubrir a Mauricio a su lado, cubriéndola con su cuerpo. Se vuelve con cuidado para no despertarlo y se detiene unos instantes para contemplarlo mientras duerme; acaricia su bello rostro dormido. Se veía tan relajado, que incluso parecía más joven y atractivo con sus cabellos revueltos.


El sonido del teléfono de la habitación la aparta de sus ensoñaciones. Se apresura a incorporarse para responderlo antes de que él se despierte.


-¿Bueno? – contesta con la voz pastosa.


-Señora Galván, la llamo de recepción para avisarla de que ha llamado su padre hace un par de horas para dejarle un recado, no ha querido que le pasáramos la llamada para no despertarla  – le anuncia la recepcionista.


-¿Mi papá? – pregunta Regina (Michelle Vargas) llevándose la mano a la frente angustiada,  con todo lo sucedido con Mauricio se había olvidado por completo del estado de Saúl - ¿qué es lo que quería?


-Que lo llame cuanto antes – responde la recepcionista.


-Muchas gracias, ha sido usted muy amable – le agradece Regina antes de colgar el teléfono.


Se levanta y se cubre a prisa con la camisa de Mauricio para dirigirse hacia el salón y buscar en su bolso el celular. Tal y como sospechaba, se había olvidado de encenderlo desde el día anterior; lo enciende con nerviosismo y marca el número de su padre mientras se reprende a sí misma por su estupidez.


-Regina, ¡gracias a Dios que al fin llamas! – exclama Julio aliviado.


-Papá… de veras lo lamento… yo… ¡oh Dios, soy una persona horrible! – exclama Regina apenada.


-No te preocupes cielo… entiendo que las cosas deben de estar un poco tensas por ahí con tu… esposo… - afirma Julio, todavía le costaba horrores dirigirse a aquel hombre como el esposo de su hija.


-Sí… lo cierto es que no ha sido fácil… - replica Regina mordiéndose el labio con nerviosismo.


-Mi pobre hija…. no sabes como lamento no haberte prestado más atención para evitar que cometieras ese sacrificio por nuestra causa – se recrimina Julio apenado.


-No papá… tú no tienes la culpa… por favor, no sigas – lo detiene Regina compungida – pero mejor cuéntame, ¿cómo siguen Saúl y Nereida? – pregunta cambiando de tema.


-Precisamente por eso te llamaba… Nereida ya recobró la consciencia  y todo apunta a que se va a recuperar, y en cuanto a tu hermano, justamente ahora lo están preparando para trasladarlo a la clínica del distrito federal – responde Julio.


-¿Se lo van a llevar a la capital? ¿Por qué? – pregunta Regina preocupada.


-Tu mamá así lo quiso, prefiere tenerlo allí… cree que estará mejor atendido y así podemos regresar a casa – responde Julio. – Y con respecto a tu mamá, hay algo que tienes que saber… - le anuncia.


-¿Qué le pasó a mi mamá? ¿Volvió a ponerse mal? – pregunta temerosa de que  el accidente de Saúl le hubiera provocado otra de sus crisis nerviosas.


-No, se ha enojado conmigo por no avisarle antes del accidente… pero lo ha asumido con entereza… lo que quería decirte es que tu mamá está en La Poderosa… y al parecer se ha enterado de tu boda, Regina… he tratado de convencerla para que volviera, pero está dispuesta a quedarse allí hasta que le des la cara – responde Julio preocupado.


-¡Dios mío! – exclama Regina angustiada. Era consciente de que tarde o temprano tendría que enfrentarse a su mamá, pero la perspectiva de tener que contárselo en aquellos momentos la aterraba. - ¿Sabe con quién me casé? – pregunta.



-No, he creído que lo mejor sería que tú le explicaras todo… - responde Julio.


-Sí… tienes razón… será mejor que me vaya cuanto antes para la hacienda… y convenceré a mi mamá para irnos al distrito federal para estar con Saúl… - afirma Regina, consciente de que después de aquella noche de ensueño debería enfrentarse de nuevo a la realidad. Había llegado la hora de aclarar las cosas con su mamá… y con Saúl.



Cierra el celular y suspira hondo, dudosa. Era consciente de que tenía que irse cuanto antes, pero no sabía qué pensaría de aquello Mauricio después de lo sucedido. Se vuelve para dirigirse a la recámara y se detiene sobresaltada al verlo allí de pie, apoyado con elegancia sobre el marco de la puerta y los brazos cruzados, vestido solamente con los calzones.


-Hora de volver a casa – anuncia con desdén.


-¿Has estado ahí escuchando mi conversación? – pregunta Regina un tanto molesta.


-No es como si estuvieras hablando de algo interesante… - responde Mauricio encogiéndose de hombros. – Avisaré para que te preparen la avioneta privada, podrás irte en una hora a lo sumo – anuncia entrando de nuevo en la recámara. Regina se apresura para seguirlo.


-¿Vas a quedarte aquí? – pregunta intrigada.


-Creo que en eso habíamos quedado ayer – responde Mauricio mientras agarra su celular.


-Sí, esa era la idea antes de que pasara… lo que pasó… - replica Regina un tanto avergonzada, tan solo la mera alusión a lo sucedido la noche anterior la hacía enrojecer.



-Y sigue siendo el plan en estos momentos… no puedo irme de aquí sin más, tengo asuntos que atender… además no creo que sea aconsejable para la precaria salud nerviosa de tu madre que aparezca contigo en estos momentos  – afirma Mauricio con frialdad mientras rebusca el número en la agenda del celular.


-No sabía que te preocupara tanto la salud de mi madre – replica Regina irónicamente.


-Y no me preocupa… solo que no estoy de humor para soportar sus berrinches – afirma Mauricio.


Regina lo mira con reproche mientras él habla por el celular, definitivamente aquel hombre era imposible. Entra en el baño enojada dando un portazo tras de sí; dispuesta a adecentarse para partir cuanto antes; si él pensaba seguir actuando como si nada le importara, ella no iba a ser menos.



LA PODEROSA


Le habían avisado de que la flamante pareja todavía seguía de luna de miel, pero no le importaba. Estaba cansado de esperar como un idiota, escuchando los lamentos de su hija; quien cada día parecía más fuera de sí.


-¿En qué puedo servirle? – una pequeña mujer de rostro agradable se acerca a él, cordialmente.


-Estoy buscando a Regina Montesinos y Mauricio Galván – responde Arturo con frialdad.


-Me temo que ellos no se encuentran, caballero… ellos… - comienza a informarle Modesta (Ana Martín).


-Ya sé… siguen de luna de miel, entonces – replica Arturo con disgusto.


-Sí así es… pero si quiere puede dejarle un recado y en cuanto regresen yo les digo – se ofrece Modesta.


-Dígale que ha venido a verlos el padre de la pobre desdichada a la que le han destruido la vida con su insensatez para poner las cosas en su sitio  – anuncia Arturo con solemnidad.


-¿Disculpe? – pregunta Modesta, aturdida.


-Mi hija no se encuentra, caballero… pero quizás usted y yo podamos llegar a un entendimiento – los interrumpe Cecilia (Maria Sorté) acercándose a ellos, llevaba un rato escuchando la conversación y no pensaba desaprovechar la oportunidad para indagar en la misteriosa boda de su hija.


-Señora, no creo conveniente que usted… - comienza a excusarse Modesta, tratando de evitar que ambos hablen a solas. Sin embargo, observa espantada como Don Arturo se vuelve hacia Cecilia, mirándola con visible interés.


-Así que usted es la madre de la mujer que le robo el hombre a mi hija – asegura Arturo.


-Eso parece – responde Cecilia con resignación. – Modesta, déjenos solos – le ordena sin siquiera mirarla.


-Pero señora… - trata de replicar Modesta.


-Ni peros ni nada… haga lo que se le mandó, no sea igualada – la reprende Cecilia molesta.


-Está bien… como mande la señora – accede finalmente Modesta, con ciento reproche. Se retira sigilosamente, con el semblante teñido por la preocupación.


-Discúlpela… mi hija le permite demasiadas confianzas, por eso anda tan alzada – se disculpa Cecilia acercándose unos pasos  a su invitado. – Pero sentémonos en los sofás, allí estaremos más cómodos – lo invita.


-Gracias – dice Arturo. Ambos toman asiento en el respectivo sillón.


-Y bien, ¿para qué busca a mi hija y a su esposo? – pregunta Cecilia con interés.


-Necesito tenerlos de frente para ponerlos en su lugar… que sientan vergüenza por lo que hicieron – responde Arturo apuñando la mano, con rabia – Por su culpa mi pobre hija trató de quitarse la vida y ahora se marchita en una vieja cama de clínica de mala muerte, la cual no quiere abandonar hasta que ese hombre le dé la cara – añade con un halo de tristeza en su voz.


-¿No me diga que el esposo de mi hija tenía otra mujer cuando se casaron? – pregunta Cecilia totalmente desconcertada.


-Lamento que tenga que enterarse por mí, señora… pero así es… y también he de decir que su hija estaba al tanto – responde Arturo.


-¡No puedo creer que mi hija haya podido cometer tal vileza! – exclama Cecilia llevándose la mano al pecho, disgustada. - ¿Cómo ha podido arrebatarle su hombre a otra mujer teniendo a su Fabiancito que tanto la quiere? – se pregunta enojada.



-Yo sé que mi hija es un poco insoportable y caprichosa, pero de verdad ella amaba a Mau… - comienza a decir Arturo, pero pronto se interrumpe al escuchar el sonido de la puerta principal al abrirse.


-¡Será posible, maldito imbécil! ¿Y ahora qué? ¿Qué va a pensar mi Regis? – Camila (Ana Serradilla) avanza por la sala a grandes zancadas, perdida en sus pensamientos; se detiene de pronto al reparar en la presencia de ellos en la sala. -¡Oh, vaya… así que tenemos visita! – exclama carraspeando incómoda.


Cecilia observa con desagrado el aspecto desarreglado de Camila, quien se acariciaba la nuca, visiblemente nerviosa.


-Así que todavía estás aquí… ayudando a mi hija en esta locura… - le reprende Cecilia al tiempo que se incorpora. Camila observa con resquemor a la mujer y más cuando descubre la identidad de su acompañante. Una súbita angustia recorre su cuerpo ante la posibilidad de que aquel hombre le contara acerca de Regina y Mauricio.


-¡Otra vez usted! – exclama enojada finalmente, acercándose al hombre; quien se incorpora perturbado. - ¿Ya está otra vez creando problemas? – le pregunta al tiempo que lo agarra con rudeza por el brazo.


-Camina, ¿qué demonios haces? – pregunta Cecilia enojada.


-Ya, no le haga caso doña Cecilia… yo me encargo – replica Camila, comenzando a tirar por el hombre.


-Oigame jovencita…  no le permito – comienza a protestar Arturo.


-Ya mejor cállese y vaya a atender a la loca de su hija… que buena falta le hace un poquito de atención por su parte, a ver si así deja de hacer estupideces – le reclama Camila arrastrándolo hacia la puerta. – Y más le vale que no trate de importunar a mi Regis con sus reclamos, porque le juro que lo corro de aquí a patadas – le advierte antes de cerrarle la puerta en las narices.


Cecilia observa sin poder dar crédito a la escena que acaba de presenciar.


-¿Se puede saber qué acabas de hacer niña insolente? – pregunta Cecilia alterada.


-Ay doña Cecilia… no más le hecho un gran favor – responde Camila con ingenuidad. – Ese hombre no es más que un tarado… - añade.


-Muy bien… supongamos que me has hecho un favor… entonces, ¿vas a explicarme tú toda esa locura de que mi hija se ha casado? – pregunta Cecilia, colocando las manos sobre las caderas.


-¡Ay, joven Camila, al fin llega! – exclama Modesta entrando en la sala, apurada. –Venga conmigo, ayer llegó su amiga Malena y a la pobrecita se le ve muy triste… - añade agarrándola del brazo.


-¿Malenita está aquí? Ay pobrecita, algo muy grave debe de haberle pasado… – murmura  Camila preocupada.


-Pues no lo sé, pero me tiene bien preocupada; mejor será que la vea por usted misma – responde Modesta llevándola hacia las escaleras.


-¡Óyeme Camila, no te atrevas a dejarme…! - trata de protestar Cecilia inútilmente, puesto que observa impotente como las dos mujeres suben las escaleras con rapidez, sin reparar más en su presencia. - ¿Qué demonios le pasa a la gente en esta hacienda? ¿Por qué todos me evaden?  – se pregunta Cecilia gritando enojada. Se hallaba al límite de su paciencia, o alguien se dignaba a decirle lo que pasaba, o allí mismo iba a arder Troya.



LA ASCENSIÓN



Camina por los pasillos del hospital llena de energía; se sentía dichosa de que la niña de sus ojos se encontrara de nuevo despierta y más recuperada. Desde que abriera sus ojitos, no se había despegado de su lado ni un momento hasta ahora, que su niña le había pedido que le comprara unas revistas para entretenerse; lo que significaba que se encontraba lo bastante bien como para leer, cosa que la complacía en gran medida.
La sonría que traía por el camino, se congela en su rostro nada más entrar en la habitación y ver el rostro preocupado de su niña. Presentía que algo no iba bien.


-Ay niña, ¿por qué esa cara? – pregunta preocupada acercándose a la cámara.


-Julio acaba de estar aquí nana… - responde Nereida (Bárbara Mori) sin mirarla – me dijo que ya mismo se llevaban a Saúl para el distrito federal… - añade, fija su mirada en la de su nana. – Se ha ido sin venir a verme nana – añade angustiada.


-Ay, tampoco es para tanto niña… usted se irá para allá en un par de días… - asegura Rosario (Angelina Peláez) quitándole importancia al asunto.


-Sí que lo es nana… Saúl jamás se iría así, sin despedirse de mí… sin venir a verme… a menos que haya algo que me están ocultando, nana… - afirma Nereida mirándola con sospecha.


-Ay, ¿y qué le podría ocultar esta vieja, niña? – pregunta Rosario con inocencia. – El mismo doctor le dijo que su esposo se encontraba bien, pero que era conveniente no exponerlo a emociones fuertes… seguro que el pobre está muy emocionado con su recuperación, pero puede que le dé vergüenza enfrentarla… después de todo, fue él el que manejaba cuando chocaron – añade tomándole una de sus manos para acariciarla.


-Nana, fue un accidente… nadie tiene la culpa… Saúl estaba demasiado preocupado con todo el asunto de la hacienda y la constructora… y toda esa tensión terminó por pasarle factura – lo disculpa Nereida.


-Ay niña… es usted demasiado generosa y comprensiva con su esposo… después de todo lo mal que ha pasado por su causa… - asegura Rosario con resignación.


-Ya, nana… Saúl no es ningún demonio… él es como es, pero siempre me ha mostrado que me ama… a su manera… por eso no entiendo que ahora se vaya así, sin despedirse – dice Nereida, cada vez más preocupada.



-Será que el accidente al fin le hizo darse cuenta de muchas cosas… - asegura Rosario, con la mirada perdida; pensativa.


-¿A qué te refieres nana? – pregunta Nereida intrigada.


-Son cosas de vieja, mi niña… y ya mejor no se preocupe y descanse – responde Rosario sonriendo – aquí le traje las revistas, para que se entretenga y deje de darle vueltas a la cabecita… - añade entregándole las revistas. Nereida agarra las revistas mientras mira a su nana con cierta sospecha.



MÉXICO D. F.


Camina por la atestada acera sin poder dejar de mirar a su alrededor, todavía abrumada por la altitud de los edificios modernos que se alzaban majestuosos y la cantidad de carros que circulaban por la vía principal. Para ella, que solo había alcanzado a ver lo que era una ciudad a través de la televisión; aquello era como un sueño, se sentía una especie de Alicia en el País de las Maravillas.


-Sería conveniente que miraras hacia delante también, sino terminarás por chocarte con alguien – le sugiere Juan (Fabián Robles) mirándola divertido. Desde que habían llegado a la capital días atrás, Rufina (Carolina Gaitán)  no se cansaba de observar todo lo que ocurría a su alrededor con una curiosidad infantil, que causaba gran ternura.


-Ay, perdón… pero es que son tan grandes estos edificios… ¿no se caerán con tanta altura? – pregunta con curiosidad.


-Claro que no Rufina… están hecho por arquitectos muy profesionales, que se encargan de que estén lo suficientemente asegurados para que aguanten una eternidad si hace falta – responde Juan divertido.


-¡Órale! A mí me encantaría poder hacer edificios así… - exclama Rufina, suspirando con la mirada soñadora.


-Bueno, todavía estás muy joven… si así quisieras, podrías ponerte a estudiar – la anima Juan.


-Ay, ¿cómo crees? Si yo soy bien bruta… - replica Rufina avergonzada.


-Yo no creo eso… demostraste que al menos tienes buena mano para las matemáticas… así que, ¿por qué no aprovechas el tiempo que estés aquí en la capital para retomar los estudios, donde los hayas dejado? Aquí hay muchas oportunidades, podrías ir a una escuela para adultos – pregunta Juan.


-¿Tú crees que yo podría estudiar aquí? – pregunta Rufina emocionada.


-Claro… puedes usar el dinero que ganes con la chamba que te consiguió Adelaida para pagarlos – responde Juan.


-Sí…. volver a estudiar… - repite Rufina emocionada. Juan se detiene en ese momento y le agarra de la mano, para que se detenga también.


-Rufina… espero que aquí estés bien, de seguro que con Adelaida vas a estar muy bien cuidada – afirma Juan, Regina asiente tímidamente, mientras lo mira avergonzada al sentir el contacto de su mano entre la suya.  –Yo ya tengo que regresarme para la hacienda mañana… por eso quiero irme seguro de que estarás bien… - añade.


-¿Ya te tienes que ir? – pregunta Rufina tímidamente.


-Sí… hay mucho trabajo por hacer, además está Tomasito… no me gusta estar mucho tiempo lejos de él – responde Juan.


-Sí, entiendo… no te preocupes por mí… yo voy a estar bien – asegura Rufina sonriendo tímidamente.


-Eso espero… ojalá y algún día te sientas lo suficientemente fuerte para decirnos qué fue lo que te pasó – dice Juan. Rufina aparta su mano de la de él bruscamente, visiblemente contrariada. – No, no te enojes… en esta vida debemos hacer frente a nuestros miedos para evitar que dirijan nuestra vida… y yo estoy seguro de que más tarde o más temprano, tú misma querrás compartir con alguien todo esos traumas que te están carcomiendo – asegura, toma el rostro de ella entre las manos – tienes que hacer algo para que ese al que tú llamas “diablo” pague por lo que quiera que te haya hecho – añade.


Rufina se muerde el labio inferior, intranquila. La sola mención a aquel diablo le provocaba auténtico pavor.


-Sí, Juan… quizás algún día reúna el coraje suficiente para hablar sobre ello – dice Rufina con voz trémula.


Juan sonríe con ternura y acerca su rostro para darle un casto beso en la frente antes de estrecharla entre sus brazos. Rufina cierra los ojos y se deja envolver por aquella sensación de seguridad que hacía tanto tiempo no sentía.



LA PODEROSA



Camila (Ana Serradilla) baja las escaleras apresuradamente para fundirse con Regina (Michelle Vargas) en un caluroso abrazo de bienvenida.


-¡Ay mi Regis, no sabes lo mucho que te extrañé! – exclama Camila emocionada.

-¡Yo también, ya iba necesitando regresar con mi gente!- afirma Regina riendo.


-¿Por qué no me avisaste que venías? Te hubiera ido a buscar al aeródromo – pregunta Camila mirando de reojo a Miguel Ángel (Luis Roberto Guzmán) quien permanecía ciertamente cohibido unos pasos más atrás.


-Lo cierto es que todo sucedió tan aprisa, que ni me acorde de avisar… suerte que Mauricio avisó a Miguel Ángel, sino seguramente terminaría por venir hasta aquí en un carro de mulas como la primera vez – responde Regina divertida.


-Ahora que ya he cumplido mi misión, yo las dejo para que platiquen de sus cosas – anuncia Miguel Ángel. Las dos mujeres se vuelven hacia él.


-Muchas gracias Miguel Ángel, eres un sol – afirma Regina sonriendo.


-Adiós – se despide  Camila sin mucho entusiasmo. Él asiente con la cabeza, con cierta tristeza antes de salir por la puerta.


-Será mejor que vaya sacando el cuchillo para cortar la tensión, antes de que alguien se tropiece con ella – comenta Regina cruzándose de brazos, mirando a Camila con el ceño fruncido.


-No es para tanto… hemos llegado al acuerdo de tratar de no vernos hasta… - carraspea Camila incómoda – hasta que a mí se me pase el enamoramiento – añade molesta.


-¡Ay Cami… de veras que lo lamento muchísimo! – exclama estrechándole la mano con cariño. – Pero ya verás como algún día se te pasará… eres una mujer fuerte, valiente… conseguirás verlo solo como amigo – añade tratando de animarla.


-Sí…  eso espero – afirma Camila, aspirando aire profundamente para tratar de apartar todos los pensamientos tristes que se le venían a la cabeza. – Pero ya, mejor no hablar más de lo que no puede ser… y vámonos para tu recámara, antes de que se entere la bruja que ya llegaste – añade hablando en un suave murmullo para que nadie más que Regina la escuche.


-¡Camila, Estás hablando de mi mamá! – la reprende Regina.


-Ya lo sé, pero espera nada más cuando la veas… cada vez se parece más a la bruja del cuento de Blancanieves – afirma Camila.


-Así que ya llegó la desaparecida – anuncia Cecilia (María Sorté) con cinismo, desde lo alto de las escaleras.


Regina traga saliva con dificultad e intercambia una mirada de temor con Camila antes de voltear para observar el rostro pétreo de su madre, quien las observaba sin poder ocultar su enojo.






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