lunes, 20 de junio de 2011

CAPÍTULO 35

CAPÍTULO XXXV








LA PODEROSA



Cecilia (María Sorté) avanza con pose altiva hasta el centro del despacho, seguida de cerca por una incómoda Modesta (Ana Martín), quien cierra la puerta a sus espaldas.
La tensión entre las dos mujeres podría cortarse con un cuchillo.


-Ahora explícame, qué es eso de que Regina se ha casado… es que… ¿es que acaso ha perdonado a Fabiancito? – pregunta Cecilia con un halo de esperanza.


-Me temo que no señora… - responde Modesta entrelazando las manos sin dejar de mirar al suelo. – Pero creo que no soy yo la persona indicada para darle explicaciones… - añade Modesta alzando la mirada.


-¿Ah no? ¿A quién podría preguntarle ya que mi querida hija está desaparecida? ¿Al chamaquito quizás? – pregunta Cecilia enojada. – No me he pasado medio día de viaje para quedarme aquí esperando a que mi hija se digne a volver y explicarme tal desatino – añade haciendo aspavientos.


-Discúlpeme usted, señora… pero insisto, lo mejor es que hable con su hija, creo que ella será  la única capaz de explicarle todo como se merece – insiste Modesta, matizando sus palabras.


-¡Maldita la hora en la que mis hijos decidieron volver a pisar esta hacienda! Deberían haber dejado el pasado como está  – exclama Cecilia con una mezcla de rabia y pesar.


-Dicen por ahí señora… que una nunca puede escapar de su pasado… - afirma Modesta con mordacidad.


Cecilia voltea para mirarla con los ojos achinados por la rabia, se acerca a ella unos pasos, tanteándola con la mirada, la cual Modesta le mantenía con la cabeza alta; dispuesta a no dejarse pisotear una vez más por aquella mujer.


-Estoy segura de que estás disfrutando de lo lindo con toda esta situación, ¿no es así?  - pregunta Cecilia con recelo.


-Yo no disfruto con el sufrimiento ajeno, señora… solo digo que entre el cielo y la tierra no hay nada oculto… y que no podemos pretender que nuestras malas acciones queden impunes – responde Modesta con calma. – Tarde o temprano, todos debemos pagar por nuestros pecados – añade.


-Todavía me guardas rencor por lo que pasó, ¿no es cierto? – pregunta escrutándola con la mirada – crees que soy yo la culpable… - asegura con desdén.


-Da igual lo que crea o deje de creer… señora – dice estas palabras Modesta, con un deje de burla en su voz – lo cierto es que todo se paga en esta vida, y en esta ocasión son sus hijos los que están sufriendo por causa de lo que usted provocó… - asegura con firmeza – y ahora si me disculpa, señora… tengo asuntos de los que ocuparme – añade dirigiéndose hacia la puerta.


-Óyeme igualada… ¿a dónde crees que vas? ¿Quién te crees que eres para hablarle así a tu patrona? – pregunta Cecilia enojada.


-Yo solo respondo ante mi patrona, la señorita Regina… es ella  a quien le rindo cuentas; y creo que va siendo hora de que usted también se las rinda, a ella y a su hermano… es lo menos que podría hacer para tratar de poner las cosas en su sitio – afirma antes de salir del despacho, cerrando la puerta tras de sí.


-¡Maldita criaducha de quinta! – exclama Cecilia fuera de sí, lanzando una de las figuras que adornaba el escritorio contra la puerta, haciendo que se quiebre en mil pedazos. - ¡Maldita! – repite llevándose las manos a la cara, angustiada; definitivamente se arrepentía con todas sus fuerzas de no haberle ocultado el mensaje de su abuelo a sus hijos; ya que fue a partir de ese momento cuando su vida comenzó a resquebrajarse por completo.



LA ASCENSIÓN



Observa complacida como el doctor comprueba los reflejos oculares de Nereida (Bárbara Mori) para descartar cualquier tipo de secuela. El ver a su niña de nuevo consciente y llena de vida, la había colmado de dicha. La vida le había dado una nueva oportunidad a las dos para alcanzar la felicidad.


-Bueno, aparentemente todo está bien… mañana le haremos otro tac para comprobar que no haya ninguna lesión interna – anuncia el doctor sonriendo.


-¿Cuándo podré ver a mi esposo, doctor? – pregunta Nereida tragando saliva con dificultad, se sentía muy débil y adolorida, era consciente de que le tomaría su tiempo recuperarse.


-No se apure, no tardará en venir a verla… tal y como ha hecho los últimos días – la calma el doctor.


-¿Cómo está él? – insiste Nereida apenada.


-Ye le he dicho que él está bien, niña… ya no se preocupe tanto – responde Rosario (Angelina Peláez).


-Bueno, yo ya las dejo… avisen a la enfermera si necesitan algo – se despide el doctor antes de abandonar la estancia.


Rosario avanza unos pasos para sentarse sobre la cama, toma la mano de Nereida entre las suyas.


-Ay niña… no sabe lo feliz que me hace el verla de nuevo con sus preciosos ojitos abiertos, después de rezarle tanto  a Diosito para que me la devolviera  – afirma Rosario sonriendo, mientras le acaricia el rostro con ternura. Nereida sonríe levemente, todavía se encontraba demasiado aturdida y abrumada por lo sucedido. Las imágenes del accidente se repetían en su mente una y otra vez, como si de una pesadilla se tratara.


-Ay nana… me siento tan… rara… tan… cansada – dice Nereida suspirando.


-Eso es normal mi niña… ha estado muy malita, se ha pasado días inconsciente… pero ya verá que poco a poco ya vuelve a sentirse con fuerzas – la anima Rosario acariciando su cabello – Diosito te ha dado una segunda oportunidad, ha vuelto a nacer y yo creo que ya es tiempo de pensar las cosas, de tomar las riendas de su vida y buscar su felicidad – añade convencida.


-¿A qué te refieres nana?  - pregunta Nereida.


-Pues a Mauricio mi niña… ¿sabe? Él estuvo aquí para verla… todavía se preocupa por usted, y por muy estirado que ahora ande, yo sé que no la ha olvidado… créame, sé lo que me digo – afirma. Nereida la observa durante unos instantes sin decir nada, considerando sus palabras.


-No lo sé nana… estoy tan confundida… ahora lo único que quiero es descansar… recuperarme…- dice Nereida confundida.


-Claro mi niña, usted nada más duerma y descanse… que su nana ya se va a encargar de todo – le asegura Rosario mientras la acomoda sobre la cama, para que descanse. – Ahora solo tiene que preocuparse de ponerse bien cuanto antes – añade antes de darle un beso en la frente.



LA PODEROSA



Observa el montón de ropa que tenía sobre la cama con cierto disgusto, no le quedaba espacio en la maleta para meter toda la ropa y complementos que había comprado con la tarjeta de Mauricio.


-¿Qué voy a hacer ahora con todo esto? – se pregunta colocándose las manos sobre las caderas.


 En ese momento llaman a la puerta, Regina (Michelle Vargas) resopla molesta, en aquel momento no estaba de humor para ver a nadie. Se dirige hacia la puerta, dispuesta a deshacerse cuanto antes de su inesperada visita. Sin embargo no puede evitar sentir una especie de mezcla de sorpresa y curiosidad al ver a Amaranta (Martha Julia) frente a su puerta.


-Buenas tardes – la saluda Amaranta sonriendo.


-Si estás buscando a Mauricio, pierdes tu tiempo, no está aquí – se apresura a aclarar Regina, con tirantez.


-No es él a quien busco… sino a ti, ¿puedo pasar? – pregunta Amaranta, podía ver reflejada la duda en los ojos de Regina, por un momento parecía dispuesta a cerrarle la puerta en las narices; sin embargo finalmente la curiosidad parece ganar la partida y Regina se hace a un lado para permitirle el paso. – He considerado que tú yo no tenemos una conversación pendiente… estoy segura de que hay cosas que deseas preguntarme  - asegura Amaranta avanzando por el espacioso salón, hasta llegar al sofá para acomodarse.


-¿Qué es lo que podrías decirme que sea de mi interés? – pregunta Regina acomodándose en uno de los sofás individuales, con elegancia.


-Vamos, no te hagas la digna conmigo, no hay necesidad… no estoy aquí para pelearte nada – responde Amaranta sonriendo con autosuficiencia.


-¿Ah no? ¿A qué debo el placer de tu visita, entonces? – pregunta Regina con una irónica sonrisa dibujada en sus labios.


-Pues a que ya me cansé de esta absurda guerra entre tú y yo… Voy a habarte claro… siempre creí que eras una niña tonta, una princesita mimada acostumbrada a que le sacaran las castañas del fuego, incapaz de pensar por sí misma… pero luego me enteré de la forma tan tajante en la que rechazaste a Fabián, y ahí me dije, “caramba, la gatita ya sacó las garras” – se sincera Amaranta divertida.


-Un momento… ¿de qué conoces tú a Fabián? – pregunta Regina intrigada por la mención a su ex novio.


-¿Recuerdas que te conté que hubo un tiempo en que ambas teníamos un amigo en común? Pues bien, digamos que Fabián era ese amigo – responde Amaranta con calma, a la expectativa de su reacción.


Regina analiza su respuesta arrugando el entrecejo, totalmente desconcertada. Había algo en el tono de Amaranta que había disparado todas sus alarmas. Pero pronto la invade una profunda sensación de zozobra y desencanto cuando comprende al fin lo que Amaranta ha querido decir con aquella alusión.


-Tú… tú fuiste amante de Fabián… ¿no es cierto? – pregunta Regina con dificultad, tratando de tragarse el nudo que se había formado en su garganta; de pronto sentía unas ganas terribles de gritar y patalear de rabia.


-Me alegra ver que te has convertido en una mujer más perceptiva… lo cierto es que siempre me sorprendió que no sospecharas nada de los “deslices” de Fabián, sobretodo teniendo en cuenta la excusa que se inventó para no tener que cumplirte… – afirma Amaranta divertida.


Regina se limpia con premura la solitaria lágrima que había logrado brotar de sus ojos, a pesar de sus intentos por contenerlas y se incorpora, aspira hondo para tratar de tranquilizarse antes de hablar.


-Si has venido a tratar de mortificarme, será mejor que te vayas… creo que hoy ya he llenado el cupo de emociones fuertes – asegura Regina con la mayor dignidad posible, dirigiéndose hacia la puerta.


-Por favor, no quiero que tergiverses mis palabras… ni que confundas mis intenciones… aunque no lo parezca, no estoy aquí para tratar de lastimarte – se apresura a decir Amaranta. – Lo siento si te has sentido herida, pero siempre he sido una mujer muy directa… y creo que, después de todo, mereces saber la verdad - añade incorporándose. – Acepto que me confundí contigo… te subestimé, pensé que eras una esposa florero con la que Mauricio se había casado para mantener las apariencias, que solo eras una muñeca de trapo… pero puede que después de todo, seas una mujer con pantalones – afirma.


-Oh, ¡qué gran honor, he pasado de ser la idiota cornuda a una marimacho! – exclama Regina con desidia.


-¡Ay, por favor chiquita… no montes tanto drama! Deja de lloriquear y aprende a asumir el pasado para afrontar el presente... Has vivido muy arropada por los tuyos demasiado tiempo, con una venda en los ojos… y sí, yo seré una vividora, una caza fortunas, pero jamás he dejado que nadie me diga lo que tengo que hacer… yo me manejo sola – asegura Amaranta con orgullo. – Y tú deberías hacer lo mismo -.


-¿Por qué me dices todo esto? – pregunta Regina desconcertada.


-Porque esta mañana ya no he visto a la niña asustadiza en aquel despacho… sino a una mujer dispuesta a luchar – responde Amaranta acercándose a ella. – Y con respecto a Mauricio… soy consciente de sientes celos acerca de nuestra relación… así que voy a facilitarte las cosas: entre él y yo a día de hoy, sólo existe una sincera amistad… Mauricio y yo nos conocimos unos años atrás en EE.UU. y digamos que él me ayudó cuando más lo necesitaba, y es por eso que decidí ayudarlo con Antonio Malaquides… porque yo sé devolver mis favores – afirma Amaranta.


-Agradezco tu sinceridad, Amaranta… me temo que yo también me hice una idea equivocada de ti y no sabes como lo lamento… por lo general no suelo ser tan zangrona  – se disculpa Regina, todavía desconcertada con el rumbo que había tomado la conversación.


-No te preocupes, estoy acostumbrada a ello – dice Amaranta restándole importancia con la mano. Las dos mujeres se sonríen relajadas, aquel encuentro había servido para que pudieran ver más allá de las apariencias y acercar posturas.


Ambas mujeres se vuelven en ese momento al escuchar el sonido de la puerta al abrirse, para encontrarse con Mauricio (Fernando Colunga), quien las observa con el ceño fruncido, sin poder ocultar su sorpresa al encontrarlas juntas.


-En fin, seguramente querrán hablar del caso Malaquides y por otra parte todavía tengo que terminar de preparar la maleta… así que mejor los dejo solos – anuncia Regina con inquietud, apresurándose hacia la habitación para evitar la intensa mirada de Mauricio.


-¿Ya se van de Acapulco? – pregunta Amaranta intrigada por la brusca marcha de Regina.


-Solo ella… yo tengo que permanecer aquí hasta dejar todo en orden después de la detención – responde Mauricio, se desabrocha los primeros botones de la camisa antes de dejarse caer sobre el sofá.


-¿Ocurre algo? – pregunta Amaranta preocupada, toma asiento a su lado.


-Nada… todo está saliendo según lo planeado – responde con desgana.


-Mauricio… sabes que puedes confiar en mí… dime la verdad, ¿por qué te casaste con Regina? – pregunta Amaranta intrigada.


-Es una larga historia Amaranta, que quizás algún día te cuente… pero me temo que ahora no es el momento – responde Mauricio con calma.



Regina se apresura a encerrarse en el cuarto de baño y abrir el grifo de la bañera. En aquel momento necesitaba relajarse, estar a solas y reflexionar acerca de los últimos acontecimientos. Enterarse de la traición de Fabián por boca de Amaranta había sido un duro golpe, aunque siendo sincera, tampoco le sorprendía sobremanera; era consciente de que si por aquel entonces él solo estaba a su lado por conveniencia, no había motivo para pensar que le había sido fiel.


Poco a poco se va deshaciendo de su ropa y se introduce en la bañera. Siente como sus músculos se relajan al contacto con el agua caliente. Logra acomodarse y cierra los ojos, tratando de aliviar toda la tensión que se había acumulado en su cuerpo. A partir de ahora tenía que ser fuerte y constante; no podía dejarse llevar por banas esperanzas. Si bien era cierto que había sentido un profundo alivio al saber que entre Mauricio y Amaranta no había nada, tampoco debía dejar que eso afectara a su decisión de alejarse de Mauricio de una vez por todas. La decisión estaba tomada, al día siguiente partiría hacia La Poderosa, y se centraría en ayudar a su familia.




SAN CAYETANO



Trata de encontrar alguna emisora decente en la vieja radio de la camioneta, estaba harta de escuchar corrillos y canciones del año de la pera, que para colmo no dejaban de hablar de amores imposibles, lo cual suponía una tortura para ella en aquellos momentos.


-¡Maldito romanticismo! – exclama Camila (Ana Serradilla) enojada, centrando su atención en la dichosa radio, sin percatarse de que la camioneta se está pasando al otro carril.


El estridente pitido de otro carro llama su atención; observa aterrada como estaban a punto de chocar, comienza a  maniobrar apurada, logrando  desviar en el último momento la camioneta hacia el andén, evitando la colisión frontal y obligando a desviarse al otro vehículo de la calzada.
Se aferra al volante con fuerza mientras trata de recobrar la respiración, sentía el corazón golpeándole el pecho con violencia. Por un momento creyó que correría la misma suerte que Saúl y Nereida.
A pesar de su estado, alcanza a ver a través del espejo retrovisor como el ocupante del carro con el que había estado a punto de chocar desciende del mismo visiblemente sulfurado. De pronto, repara en su rostro, y se queda perpleja al reconocer su identidad.


-¡Esto no me puede estar pasando a mí! – exclama para sí, totalmente disgustada.


-¿Se puede saber en qué tipo de tómbola compraste el carnet? – pregunta Fabián (Carlos Ponce) dándole un golpecito a la ventanilla, visiblemente enojado.


Camila permanece con la cabeza gacha, mordiéndose el labio con nerviosismo. Lo último que le faltaba era aguantar un enfrentamiento con el presumido de Fabián.


-¿Qué pasó? ¿Te comió la lengua el gato?... – pregunta Fabián cada vez más molesto. - ¡Mujer tenías que ser! – exclama con desdén antes de darse media vuelta, dispuesto a alejarse.


-¡Óyeme maldito misógino! – exclama Camila enfurecida saliendo de la camioneta.  Fabián se detiene y voltea mostrando una burlona sonrisa.


-Un pequeño incendio para hacer salir a la comadreja de su guarida – dice Fabián divertido. – Ya sabía que eras tú, enseguida reconocí la camioneta de Regina – añade.


-¡Idiota! – le reclama Camila dándole una palmada en el hombro, visiblemente molesta.  - ¿Qué demonios haces aquí? Creía que estabas en el distrito federal – pregunta cruzándose de brazos.


-Me fui… para arreglar unos asuntos, pero como puedes comprobar, ya regresé – responde Fabián divertido.


-¿Y se puede saber para qué? – pregunta Camila mirándolo ceñuda – y por favor, no me digas que volviste para incordiar de nuevo a mi Regis… porque desde ya te digo… - comienza a advertirlo.


-Epa… párale el carro… yo no tengo intención de incordiar a nadie – replica Fabián alzando las manos en son de paz – solo que me he dado cuenta de que me gusta la vida de campo y creo que me vendría bien una temporada por la zona, haciendo algo distinto… y de paso, ayudar a Regina en lo que necesite; no pienso dejarla a merced del cretino de su esposo – asegura.


-¿Acabas de decir te gusta la vida de campo? ¿A ti? – pregunta Camila mirándolo extrañada. – De veras sí que te afectó bien fuerte la boda de mi Regis – añade.


-¿Qué tiene de extraño? ¿A poco tú no estás a gusto aquí, en medio de la nada? Hacía mucho tiempo que no me sentía tan en paz conmigo mismo – pregunta Fabián convencido.


-Pues sí… no te voy a negar que me encanta estar aquí… y que sería el lugar perfecto sino fuera por lo misóginos y anticuados que son por aquí… - responde Camila. - ¿Y dónde tienes pensado quedarte, si se puede saber? – pregunta mirándolo con curiosidad.


-En mi rancho – responde Fabián encogiéndose de hombros.


-¿Tu qué?... ¿Has dicho rancho?... ¿Tú… te has comprado un rancho? Pero… ¿cómo? ¿Con qué dinero? ¿No que tu papá te había bloqueado las cuentas?  – comienza a preguntar Camila totalmente desconcertada.


-Sígueme con la camioneta para que lo veas con tus propios ojos… y allí te explico con calma – responde  Fabián con calma mientras se dirige hacia su auto. Camila se encamina hacia su furgoneta como una autómata, dispuesta a seguirlo para enterarse de todos los detalles.





LA ASCENSIÓN



Zoraida (Ingrid Martz) acaricia con ternura el cabello de Saúl (Eduardo Santamarina)  mientras lo observa dormir con absoluta devoción. Se había enamorado de Saúl desde el primer día que lo conoció, cuando ella todavía estaba en la prepa y él todavía era soltero; y se había creado un mundo de ilusiones, imaginando que algún día pudieran estar juntos. Incluso la mamá de Saúl veía con buenos ojos el interés que ella tenía por su hijo, y hacía todo lo posible por prepararle encuentros “fortuitos”. Sin embargo, un año más tarde había vuelto a entrar en escena la antigua novia de él, al que no había podido olvidar y no pasó mucho tiempo hasta que se casó con ella. Y desde entonces ella esperaba con paciencia a que él se decidiera a dejar a su mujer, quien no lograba hacerlo feliz y se diera cuenta de estaban hechos el uno para el otro. Había tratado inútilmente de olvidarlo y salir con otros hombres, alentada por sus padres, quienes observaban preocupados como su benjamina parecía quedarse para vestir santos; pero ninguno de sus pretendientes lograba hacerle sombra a Saúl.


Y ahora allí se encontraba, velando su sueño;  después del momento tan angustioso que había vivido momentos atrás, los médicos se habían visto obligados a sedarlo, ya que aquel estado de histeria no hacía más que empeorar su estado.

-¿Cómo sigue? – pregunta Julio entrando en la habitación en ese momento.


-Duerme como un bendito… el doctor me dijo que el efecto del sedante duraría hasta mañana… - responde Zoraida sin apartar la vista del bello rostro de Saúl. – ¿Ya lograste hablar con esa vieja bruja para saber qué le dijo para ponerlo así? – pregunta con un deje de resentimiento en su voz.


-No pude… ahora está con Nereida… ella al fin se ha despertado, ¡gracias a Dios!  – exclama Julio aliviado. El saber que su nuera se encontraba despierta y fuera de peligro le producía una gran alegría.


-¿Se ha despertado? – pregunta Zoraida asombrada, incorporándose para mirar a Julio. – Y… ¿cómo se encuentra? – pregunta aturdida.


-Al parecer no ha sufrido ninguna secuela… claro que necesitará tiempo para recuperarse, pero por fortuna; Nereida se va a reponer – responde Julio sonriendo complacido.


-Me alegro por ella… - afirma Zoraida con tristeza. - Me imagino que Saúl se sentirá aliviado cuando se entere… y ya no se sentirá tan desdichado – añade volviéndose hacia Saúl, para acariciarle el rostro.


-Yo también espero que Saúl pueda recuperar la paz, cuando sepa que Nereida está bien… - añade Julio.


En ese momento el sonido de un celular retumba en la estancia; Julio saca el suyo del bolsillo de la chaqueta. Frunce el entrecejo con inquietud al descubrir la identidad de la llamada.


-Si no te importa… voy a recibir la llamada fuera – se excusa Julio antes de salir de la habitación apurado.


-¿Escuchaste Saúl?... Nereida ya se despertó y se va a recuperar… así que ya no tienes por qué sentirte culpable… - le susurra Zoraida con ternura – Todo va a estar bien – añade antes posar los labios sobre su frente, para darle un tierno beso.



-¿Se puede saber dónde andas metida? En el hotel me dijeron que habías abandonado la habitación muy temprano esta mañana – le reclama Julio, con evidente disgusto.


-Ay ya… por favor, ni te creas con derecho a reclamarme nada… - replica Cecilia (María Sorté) desde el otro lado del teléfono. Se encontraba acomodada en una de las habitaciones de huéspedes de la hacienda.


-Está bien… pero dime, ¿Dónde estás? – pregunta Julio tratando de serenarse.


-Pues para que veas que tu esposa no es tan rencorosa… he venido con toda mi buena voluntad a buscar a Regina a la dichosa hacienda, ¿y qué es con lo que me encuentro? Con que mi hija está disque de luna de miel en Acapulco… ¿podrías explicarme tú de que se trata todo esto? – pregunta Cecilia con impaciencia.


-¿Estás en La Poderosa? – pregunta Julio sin poder ocultar su incomodidad. - ¿Por qué no me dijiste nada?  - le reclama.


-Ya Julio, haz el favor de no cambiarme de tema y explícame… ¿Qué es eso de que nuestra hija se ha casado? – insiste, cada vez más exaltada.


-¿Has tratado de ponerte en contacto con Regina? – pregunta Julio pellizcándose el puente de la nariz, con impaciencia.


-Sí… pero da la casualidad de que tiene el celular apagado, ¿te lo puedes creer? ¡Es como si me estuviera rehuyendo! – exclama Cecilia fuera de sí.


-¡Cálmate Cecilia, por Dios, o terminarás por sufrir otra de tus crisis! – exclama Julio tratando de calmarla – Dudo mucho que Regina sepa que la estás buscando… de lo contrario ya se hubiera puesto en contacto contigo… lo mejor será que te regreses para aquí cuanto antes… Nereida ya se despertó y recuerda que mañana los trasladaremos a ella y Saúl a México D.F…. – dice Julio con calma.


-¿Nereida ya se despertó? ¡Alabado sea Dios! – exclama Cecilia con cierto alivio.


-Hazme caso Cecilia… vuélvete para aquí de inmediato… ya solucionaremos las cosas con Regina cuando sea el momento oportuno… ahora lo primero es Saúl, y debemos permanecer a su lado para ayudarlo en su recuperación… así que aquí te espero – afirma Julio con convicción antes de cerrar la llamada.


-¡Julio! Julio no te atrevas a… - comienza a reclamarle Cecilia, totalmente fuera de sí, lanza el celular sobre la cama con violencia al descubrir que Julio ya no está al otro lado del teléfono. - ¡Malditos sean todos! ¿Quién demonios se cree? Pues que espere sentado… porque yo de aquí no me muevo hasta que Regina me de la cara… - afirma Cecilia con rotundidad, tratando de tranquilizarse.



LA PODEROSA



Avanza cautelosamente, aferrando con sus manos el pequeño bolso de viaje que la había acompañado todo el largo trayecto hasta allí. Se sentía tan desolada y tan perdida que no sabía qué hacer ni a quién acudir; por eso había decidido dejar todo atrás para tratar de encontrar algo de paz y consuelo en aquel insólito lugar alejado de la civilización, donde nadie pudiera encontrarla hasta que lograra poner en orden sus ideas.


Un amable hombre de campo se había ofrecido a llevarla hasta la hacienda y allí estaba, dudosa de si llamar a la puerta o no. Era consciente de que sería bien recibida, pero aún así le apenaba tener que presentarse allí en tales circunstancias, sin avisar de su llegada.


-Buenas tardes, ¿puedo ayudarla en algo señorita? – Modesta (Ana Martín) se acerca a la desconocida que se hallaba frente a las puertas de la casona, con la duda grabada en su hermoso rostro.


Malena (Tania Vázquez) se vuelve al escuchar la voz de la mujer, para observarla dudosa.


-Eso… yo vine buscando a la señorita Regina Montesinos… soy amiga suya – responde Malena con voz temblorosa.


Modesta observa con detenimiento el rostro de la muchacha, podría jurar que había estando llorando largo rato ya que tenía los ojos enrojecidos que reflejaban un profundo dolor y tenía el rostro pálido y descompuesto.


-Me temo que la señorita no se encuentra en estos momentos… pero ándele, pásele y acomódese; enseguida le preparo una de las habitaciones de huéspedes para que pueda descansar… - la anima Modesta – permítame el bolso – añade agarrando el bolso con una mano, mientras que con la otra toma la mano de la muchacha entre la suya  – ya verá, le voy a preparar un tecito para que recupere fuerzas mientras se da usted un baño bien caliente con sales…


Malena se detiene un momento sin poder evitar romper a llorar conmocionada por las atenciones de la buena mujer.


-¿Qué le pasó muchachita? – pregunta Modesta con ternura.


-Ay señora… ¡qué pena con usted! Pero no sabe lo que necesitaba que alguien me tratara con un poco de cariño… - responde Malena entre lágrimas.


-Véngase para acá, muchacha – dice Modesta dejando el bolso sobre el suelo, para arropar a la joven en un cariñoso abrazo.


-Abuelaaaaa, ya vengo avisarte de que… - Tomasito (Alejandro Felipe) quien avanzaba corriendo hacia su abuela, se detiene bruscamente al ver la escena. – Órale… no me digas que ya tenemos otra que necesita auxilio – añade rascándose la cabeza.


-¡Ya, cállese chamaco, no sea desconsiderado! – le reclama Modesta sin apartarse de Malena.


-Es que es cierto abuela… esto ya se está pareciendo a un hostal… solo hacen llegar mujeres – replica Tomasito encogiéndose de hombros.


Malena se aparta de Modesta, comenzando a limpiarse las lágrimas de la mejilla para observar al pequeño caballero que las había interrumpido.


-No se preocupe señora… no regañe al niño… ya mejor me indica donde puedo darme ese baño que me dijo mientras espero que regrese Regina… - dice Malena.


-Claro que sí, señorita… pero me temo que la señorita Regina tardará varios días en llegar; pero la que no tardará en regresar será su amiga Camila – anuncia Modesta.


-¿Camila todavía está aquí? – pregunta Malena.


-Y no solo ella, esta mañana también ha llegado la mamá ruca – responde Tomasito.


-¿Cuántas veces te he dicho que no le llames así a la mamá de Regina, chamaco del demonio? – pregunta Modesta enojada con la impertinencia de su nieto.


-Ay, poz si es la mera verdad… esa señora es bien ruca y desagradable – responde Tomasito, se acerca a Malena y la toma por la mano – vamos señorita, yo la acompaño para mostrarle la casa… ya que mi papá todavía no regresó del distrito federal y que el marido de mi Regina bonita tampoco está, me veo en la obligación de actuar como el hombre de la casa – añade el niño convencido.


-¿El marido de Regina? – pregunta Malena totalmente desconcertada. Modesta se lleva las manos a la cara, desesperada por la falta de discreción de su nieto.


-Órale… ¿no me diga que a poco usted tampoco sabía de la boda? – pregunta Tomasito rascándose la cabeza – pues va a resultar que la boda era secreta – añade inocentemente. – Pero venga, que le cuento mientras le muestro la casa -  añade mientras comienza a tirar de una asombrada Malena hacia la casona.


Modesta observa a su nieto y a la señorita mientras se aleja, negando la cabeza, con resignación mientras recoge el bolso del suelo y se dispone a seguirlos para tratar de evitar que su nieto se vaya demasiado de la lengua.



                                                                                                                                                                                 


ACAPULCO



Arrastra como puede la pesada maleta hasta la sala, donde se encuentra con un relajado Mauricio (Fernando Colunga), que en ese momento se hallaba cómodamente sentado en el sillón mientras leía la prensa.


-Ah, sigues aquí… - murmura Regina (Michelle Vargas) con desgana.


-Esta es mi suite – replica Mauricio con calma.


-Por supuesto… he reservado una habitación en un hostal cerca del aeropuerto para pasar la noche… mi vuelo saldrá mañana a primera hora, acabo de pedirle a la recepcionista que avise un taxi  – le informa Regina tratando de parecer lo más indiferente posible ante su presencia.


-Me complace ver lo bien que te desenvuelves sola – afirma Mauricio.


-Por favor, no me trates como si fuera una niña tonta, ¿quieres? – replica Regina incómoda.


-Soy consciente de que ya no eres ninguna niña – afirma Mauricio al tiempo que se incorpora, mirándola con una intensidad que la hacía sentirse desnuda ante su escrutinio.


-Será mejor que baje… el taxi ya debe de estar esperando – se apresura a decir Regina, dirigiéndose hacia la puerta.


Alarga la mano para agarrar el mango de la puerta cuando de pronto siente la calidez de una mano que envuelve a la suya impidiéndole cualquier movimiento,  alza la mirada para encontrarse con la de Mauricio; quien se había situado a su lado con suma rapidez; para su desconcierto.


-Mauricio… de veras, no tengo ganas de seguir discutiendo… así que déjame ir – le pide Regina tratando de mantener la calma.


-No creo que sea lo más adecuado dada las circunstancias…- asegura Mauricio.


-Es lo más adecuado que se me ocurre… - replica Regina apartando su mano de la de ella, dispuesta a abrir la puerta.


Mauricio chasquea la lengua con disgusto antes de agarrarla por el brazo para colocarla contra la puerta, seguidamente se sitúa frente a ella, casi pegado colocando sus manos contra la puerta, aprisionándola contra la puerta.


-Eres la mujer más terca que he conocido en mi vida – le reprende Mauricio con cansancio – siempre estás preguntando tonterías… pero cada vez que quiero hablar contigo tengo que apresarte para que me escuches – añade.


-¿Y por qué tengo que escucharte cuando a ti te plazca? – pregunta Regina enojada.


-Hace un rato, en el elevador te escuché yo a ti y no me diste opción para responder – asegura Mauricio con indiferencia.


-Eso era porque no esperaba tener ninguna respuesta por parte de ti… - replica Regina, cada vez se sentía más incómoda en presencia de Mauricio. Allí estaba ella de nuevo, a su merced; sintiéndose como una niña tonta.


-Quiero aclararte algo Regina… he vuelto por una razón, no entraba en mis planes que tú estuvieras en medio de todo esto, no era mi intención meterte en mis planes… pero el caso es que las cosas surgieron de esta manera…  solo quiero que sepas que no tengo intención de lastimarte, así que por favor… limítate a mantenerte al margen – exige Mauricio con frialdad.


-No entraba en tus planes que yo estuviera en medio… - repite Regina con una mezcla de sorna e indignación - ¿Acaso no lo he estado siempre? ¿Qué pensabas? ¿Que si arruinabas a mi hermano, le sacabas las tierras y lo dejabas hundido y arruinado, no me iba  a afectar? – pregunta enojada. – Entérate bien Mauricio, yo adoro a Saúl… es mi hermano, el que ha estado siempre a mi lado, me ha apoyado, ha sido mi mejor apoyo cuando más lo necesitaba… soy consciente de que no es el hombre noble y bueno que creía, por desgracia me ha tocado conocer su lado oscuro… pero aún así, es y será siempre mi hermano, al que jamás pienso abandonar – asegura.


-No pensarías lo mismo si supieras… lo vil que puede llegar a ser – asegura Mauricio entre dientes. – Si tan solo supieras… - repite con una mezcla de rabia y dolor, en ese momento se aparta bruscamente de ella, para darle la espalda.


-Quizás pudiera entenderlo si tan solo me dijeras que demonios pasó aquella noche… - le exige Regina, se acerca a él con cierto temor para posar su mano sobre su brazo. – Si tan solo confiaras en mí… si me dijeras que es lo que tanto te atormenta – añade con cautela.


Mauricio se detiene, pareciendo sopesar sus palabras. Se vuelve bruscamente para encararla.


-¿De verdad quieres saber qué fue lo que pasó? ¿Estás preparada para enterarte de la verdad? – pregunta con rudeza.


Regina se aparta de él, dando un paso hacia atrás, impactada por el dolor y el resentimiento que se reflejaban en sus rostro y en sus palabras. Era la primera vez que veía a Mauricio fuera de sí, y eso la asustaba.


-¿Cuál es esa verdad? Por favor, dímelo…- pregunta Regina al fin.


-Que tu hermano es el responsable de la muerte de mi padre… - responde Mauricio remarcando cada una de sus palabras con saña.


Las palabras retumban en la cabeza de Regina una y otra vez, golpeándola con saña. Se lleva las manos a la boca totalmente espantada por tal revelación y comienza a negar con la cabeza; incapaz de dar crédito a sus palabras.





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