CAPÍTULO XXXXII
MÉXICO D. F.
Se hallaba en una nueva habitación, más amplia, cómoda y acondicionada; sin embargo la misma sensación de asfixia seguía oprimiéndole el pecho. Jamás se había sentido tan sola y vacía; desde su llegada a la clínica tan solo había recibido la visita de los doctores y enfermeras que la atendían, ni siquiera había tenido noticias de Saúl, quién, según las enfermeras, se hallaba pocas habitaciones más allá en la misma planta.
No tenía a nadie con quien compartir su angustia, ningún hombro en el que llorar; nadie que le brindara el consuelo que necesitaba en aquellos momentos en que los que la vida se le antojaba demasiado injusta y cruel. Ya ni siquiera contaba con el apoyo incondicional de su nana, su ausencia le dolía casi tanto como su traición.
Un resquicio de esperanza ilumina su alma cuando escucha el sonido de la puerta al abrirse, vuelve su mirada con anhelo hacia la misma.
Pronto su rayito de esperanza se desvanece al ver el pétreo rostro de Zoraida (Ingrid Martz), observándola con autosuficiencia, con un portafolio en la mano.
-¿Qué haces aquí? – pregunta Nereida (Bárbara Mori) sin molestarse en ocultar el desagrado que su presencia le provocaba.
-Aunque no lo creas, me alegra verte tan recuperada – responde Zoraida entrando en la estancia. –Así no me dará tanto reparo entregarte estos documentos – añade tendiéndole el portafolio.
-¿Qué es esto? – pregunta Nereida, con el ceño fruncido al tiempo que agarra los papeles.
-Será mejor que lo leas por ti misma… - responde Zoraida con calma.
Nereida la observa durante unos instantes con extrañeza antes de fijar su atención a los papeles que tenía entre las manos. Comienza a leerlos con avidez, con el corazón en un puño. Su pulso se acelera con cada palabra, sin poder dar crédito a lo que estaba leyendo. Cierra los ojos con fuerza, tratando de contener las lágrimas. Lo último que necesitaba era brindarle un espectáculo lamentable a aquella mujer que tan abiertamente había mostrado su antipatía hacia ella.
-Al final Saúl ha terminado por darse cuenta de que vuestro matrimonio no funcionaba como debería… él necesita una mujer que esté pendiente de él, que lo quiera y lo trate como lo que es, un auténtico príncipe – asegura Zoraida, consciente de que cada palabra suya suponía un amargo dardo envenenado para Nereida en aquel momento.
-Y esa mujer me imagino que eres tú, ¿no es así? – alcanza a preguntar entre dientes.
-Por su puesto, llevo toda mi vida esperando por Saúl… desde antes de que volvieras a aparecer en su vida. ¿Acaso tienes idea de lo doloroso que es amar a un hombre que ha decidido unir su vida a la de una mujer que no sabe valorarlo? – pregunta Zoraida con amargura. – He tratado de buscar otros hombres, de tratar de rehacer mi vida… pero la sombra de Saúl siempre ha estado presente… y cada vez que veía su rostro empañado por la tristeza que tú le provocabas, me convencía de que tú no eras mujer para él, que solo era cuestión de esperar a que algún día abriera los ojos… y bien, ese día ha llegado, y tengo intención de aprovecharlo – añade, defendiendo su postura apasionadamente.
-No me queda más que felicitarte entonces… - replica Nereida con cinismo y amargura. – Pero si no te importa, me gustaría hablar con mi todavía esposo antes de firmar nada… - añade alzando el mentón con orgullo.
-Por supuesto, tienes todo el derecho… le diré que quieres verlo, aunque no parece que tenga muchas ganas de verte… ni se ha inmutado cuando lo avisaron de tu llegada – le aclara Zoraida, con cierta petulancia.
-En ese caso, transmítele este mensaje: no pienso firmar nada antes de hablar cara a cara con mi esposo – replica Nereida mostrando la misma insolencia.
-Muy bien, le daré tu recado… pero mientras, échale un ojo a los documentos, por si tienes algo que objetar – añade Zoraida con desdén antes de abandonar la habitación.
Una vez a solas, por fin puede dar rienda suelta a la sensación de ahogo y desolación que la invadía. En un arrebato, lanza los papeles al suelo y se lleva las manos a la cabeza, antes de romper a llorar con desesperación al ver que ahora verdaderamente estaba sola en esta vida.
LA PODEROSA
Recorre suavemente con las yemas de sus dedos la curtida piel de su pecho desnudo, disfrutando de aquel momento de intimidad, con sus cuerpos desnudos entrelazados sobre las sábanas revueltas. Un placentero silencio se había instalado entre ellos mientras recobraban el ritmo normal de su respiración y el control sobre sus cuerpos extenuados y sudorosos.
Sus caricias ascienden lentamente hasta llegar a la herida de bala.
-Parece que está comenzando a cicatrizar… - murmura Regina (Michelle Vargas) incorporándose levemente para apoyar la cabeza sobre su mano. -¿Te duele? – pregunta comenzando a acariciar con delicadeza la piel de alrededor de la herida. El rostro de Mauricio (Fernando Colunga) se contrae en una mueca de dolor. - ¡Oh, lo siento! Creo que este pueblo me está embruteciendo… será mejor que llame al doctor… – exclama Regina incorporándose para agarrar el celular que tenía sobre la mesilla, alarmada.
De pronto, una sonora carcajada brota de los labios de Mauricio.
-Eres demasiado crédula, ¿nunca te lo han dicho? – pregunta Mauricio entre risas.
-Y tú eres un idiota… ¿cómo te atreves a asustarme así? – le reclama, molesta mientras se cubre con la sábana, decidida a salir de la cama.
-¿A dónde crees que vas? – pregunta Mauricio agarrándola por el brazo para arrastrarla hasta su lado, aprisionándola entre sus fuertes brazos.
-Ya es más de medio día, no podemos seguir aquí eternamente - replica Regina tratando de aportar algo de cordura a aquella situación.
-Siempre hay tiempo para volver a la cruda realidad – asegura Mauricio mientras sus manos comienzan a juguetear con su cuerpo, acariciando la suave piel de su espalda y caderas.
-No sería tan cruda si no te empeñaras en ello… - repone Regina, tratando de contener los escalofríos de placer que sus caricias le provocaban.
-Schhhh… no quiero hablar de eso en estos momentos… - la interrumpe Mauricio rozando sus labios contra los de ella y dándole pequeños mordisquitos en los mismos.
-No podrás postergar la realidad eternamente; pero mientras tanto… – murmura Regina contra sus labios, antes de colocarse sobre él – no tiene nada malo disfrutar de este paréntesis – añade antes de besarlo apasionadamente mientras su mano desciende hacia su virilidad, decidida a despertar nuevamente su excitación.
-Veo que aprendes rápido – susurra Mauricio agarrando sus caderas para dirigirlas hacia su virilidad.
-Tengo un buen maestro – ronronea ella deleitándose en la placentera sensación que la invade mientras él entra dentro de ella lentamente. Une labios con los de él en un intenso beso, al tiempo que deja que una corriente eléctrica recorre su cuerpo mientras mueve sus caderas rítmicamente, fundiéndose con Mauricio en un solo ser.
MÉXICO D.F.
En la caja cargaba algunas pertenencias que había decidido llevarse para iniciar su nueva vida como hombre divorciado. Había comprado aquel apartamento años atrás para Saúl, cuando este decidiera independizarse y se hallaba deshabitado desde que éste último se había comprado la flamante casa en uno de los barrios más elitistas del distrito federal, en la época en la que la constructora gozaba de gran prestigio.
Jamás se había imaginado que algún día se convertiría en su hogar. Después del pleito que había tenido con Cecilia después de contarle lo de su hijo y que ella le pidiera el divorcio, había tomado la decisión de abandonar la casa familiar e instalarse en el apartamento, y evitar la desagradable disputa de decidir quien debía quedarse en la casa.
-No está mal… es bastante acogedor – comenta Fernando (Jose María Torre) entrando por la puerta, observando el amplio salón- cocina- comedor con aprobación. Portaba una caja de cartón con parte de las pertenencias de Julio (Otto Sirgo).
-Sí, es un buen apartamento; además está cerca de la constructora, así que me evito el trayecto en carro – asegura Julio dejando la caja sobre la mesa. – Y hablando de la constructora, ¿ya presentaste la renuncia en la constructora Molina? – pregunta.
-Esta misma mañana… - responde Fernando dejando la caja al lado de la otra. – Y no me he ido con las manos vacías… - añade rebuscando entre sus bolsillos hasta sacar un papel arrugado para tendérselo.
-¿Qué es eso? – pregunta Julio intrigado.
-Es una copia de la agenda de don Ramiro del mes pasado, donde hay constancia de sus reuniones con los inversores de tu constructora en la época donde se echaron para atrás en vuestros proyectos – responde Fernando con orgullo. – También he hecho unas cuantas fotografías y puedo conseguir el testimonio de la secretaria de Don Ramiro… con todas esas pruebas, podremos demandar a la constructora Molina por competencia desleal… - asegura.
Julio observa el documento con atención y luego fija su mirada en aquel joven intrépido e inteligente, que no solo le había brindado la felicidad de saber que era padre, sino que le había otorgado la posibilidad de poner en su lugar a aquellos que se habían empeñado en destruir su empresa, para así devolverle su vieja gloria.
La emoción lo embargaba, con los ojos empañados en lágrimas se adelanta unos pasos para estrechar a su hijo entre sus brazos.
-No sabes lo feliz que me siento de que estés aquí – afirma, emocionado.
-Y no pienso irme a ningún lugar, papá… ni voy a dejar que nadie eche por tierra el trabajo de tantos años… vamos a demostrarle a ese licenciado Molina y a su socio, que con los Moncada, nadie puede – asegura Fernando. Julio se separa de él para observarlo enternecido, tomando su rostro entre las manos.
-No cabe duda que eres un auténtico Moncada… - asegura con orgullo.
Al volver de la cafetería, se lo encuentra allí mismo, tal y como lo había dejado: sentado en la silla de ruedas frente a la ventana, con la misma expresión vacía y apenada en su rostro.
Suspira con resignación y avanza hacia él para tomar asiento en el sofá que estaba junto a él.
-¿Hasta cuando piensas seguir así? – pregunta Cecilia (María Sorté) con exasperación.
-¿Cómo pretendes que esté? – replica Saúl (Eduardo Santamarina) con aspereza. – Siento como si mi vida no fuera más que una función de teatro, donde todo lo que creía que tenía no era más que simple atrezo – añade.
-No hables así, mi cielo… sabes que eso no es cierto – insiste Cecilia, acariciándole el brazo con ternura.
-Claro que lo es, es como si estuviera ocupando un lugar que no me pertenece… primero como futuro heredero de La Poderosa, luego en el corazón de mi esposa y ahora… resulta que he ocupado el puesto como único hijo varón de Julio, cuando en realidad tiene un hijo biológico, al que seguramente le corresponden todos los derechos y beneficios de los que yo he disfrutado hasta ahora… - afirma, con desazón.
-Eso no es cierto, Julio te sigue considerando y queriendo como un hijo… además, vete tú a saber si ese muchacho es verdaderamente hijo suyo… - alega Cecilia con tirantez.
-Sé que el cariño de Julio no va a cambiar… pero ahora, le corresponde a ese muchacho la vicepresidencia de la constructora… y no a mí – asegura Saúl.
-¿Eso es lo que te ha dicho Julio? – pregunta Cecilia alterada. – No puedo creer que ya esté pensando en darle alas a ese muchachito, que no es más que un arquitecto en ciernes, que ni siquiera ha llevado a cabo un proyecto propio – añade disgustada.
-No, él no me ha dicho nada, mamá… pero es lo que corresponde… - le aclara Saúl, con calma. – Aunque ya no me importa si le cede la vicepresidencia o no… francamente estoy harto de la vida que he llevado hasta ahora… - añade con nostalgia.
-¿Qué quieres decir con eso? ¿No estarás pensando en dejar la constructora? – pregunta Cecilia alarmada.
-No sé lo que haré con mi vida a partir de ahora… pero creo que es hora de plantearme mis prioridades – responde Saúl – Con mi actitud y mis arrebatos no he traído más que desgracias para la gente que más quiero… he tratado de mantener a mi lado a una mujer sabiendo que no me amaba y con eso solo he logrado amargarnos la vida a ambos, he arrastrado a mi hermana a un matrimonio forzado para tratar de buscar la mejor manera de destruir la vida de mi peor enemigo y ahora me encuentro aquí, encerrado en este maldito hospital dependiendo de una silla de ruedas para moverme… - se lamenta.
-No voy a permitir que te vengas abajo ahora, ¿me oíste? – Le reclama Cecilia – Puede que haya sido un error haberle dado una segunda oportunidad a esa mujer, pero estabas demasiado obnubilado con ella… el amor te impedía ver con claridad, y eso no es algo de lo que debas culparte…el amor, nos vuelve idiotas – asegura. – Pero en lo demás, tú no tienes la culpa de que ese maldito bastardo haya volcado en nuestra familia todas sus frustraciones… pero no quiero que te preocupes más por ese tema, ya me he puesto manos a la obra para deshacernos de ese problema – añade colocándose distraídamente la falda.
-¿A qué te refieres? – pregunta Saúl intrigado.
-Buenas tardes, ¿se puede? – Saúl se vuelve sorprendido al escuchar aquella voz conocida, para encontrarse con el sonriente rostro de Ícaro (Roberto Ballesteros), quien se halla en la puerta, con una gran caja de bombones en la mano.
-Por supuesto, pásele – lo invita Cecilia con cordialidad, incorporándose para salir a su encuentro. – He conocido a este amable caballero en la cafetería y me ha dicho que es un buen amigo de la familia – añade Cecilia entrelazando su brazo con el de él. – El pobre estaba muy preocupado por tu estado, mi cielo – añade.
-Lo cierto es que, como le he dicho a tu madre; no me ha sido posible venir a verte, hasta ahora – se excusa Ícaro. – Te he traído unos bombones, para endulzarte un poco el encierro – añade.
-No te preocupes, gracias por el detalle – responde Saúl sin mucho entusiasmo.
Cecilia le decida una amplia sonrisa al recién llegado, después de una reveladora conversación en la cafetería, había llegado a la conclusión que al fin había dado con otro aliado en su guerra particular contra Mauricio Galván. Con la información que Higinio estaba tratando de conseguir y el evidente odio que el señor Sanromán sentía hacia el antiguo peón, estaba segura de que encontraría la manera de deshacerse de su peor pesadilla, de una vez por todas.
LA PODEROSA
Hojea la revista sin prestarle mucha atención al contenido. La estancia en la hacienda se le estaba haciendo cuesta arriba, hasta el punto de sentirse hastiada de todo. Allí todo transcurría demasiado despacio. Si bien era cierto que tenía la ventaja de estar lejos del férreo control parental, no podía ignorar el hándicap de que no había muchos lugares en los que pasar un buen rato y aprovechar su libertad.
-Hola, ¿estás libre verdad? – pregunta Camila entrando en la recámara dando por sentada la respuesta.
-Pásale… como si estuvieras en tu recámara… - replica Malena (Tania Vázquez) irónicamente, sin poder ocultar su fastidio. En aquellos momentos lo último que necesitaba era otra lección de moral por parte de su amiga.
-Siento interrumpir tu encierro, pero necesito hablar con alguien del sexo femenino antes de volverme loca… - se excusa Camila sentándose al lado de Camila, en la amplia cama. Ayer había tratado de explicarle lo sucedido a Fabián, pero había terminado por desechar la idea; no tenía intención de darle información de primera mano que después pudiera utilizar para chincharla.
-¿Por qué no pruebas con Regina? – pregunta Malena volviendo su atención a la revista.
-Pues porque lleva todo el santo día encerrada en su recámara con su esposo, y a juzgar por los sonidos que se escuchan a través de la puerta, ni por todo el oro del mundo abriría esa puerta en estos momentos… - responde Camila encogiéndose de hombros.
-Va a resultar que nuestra Regis hizo un buen negocio con su matrimonio, después de todo… - murmura Malena.
-Espero que sea para bien… aunque mucho me temo que en cuanto salgan del cuarto, volverán a darse de bruces con la cruda realidad… - asegura Camila apenada – pero no hablemos de ellos, dejemos que disfruten de su día apartados del mundo… lo cierto es que yo quería hablar contigo de lo ocurrido el otro día, me quedé bien fregada con el chantaje tan rastreo que me hiciste – añade, con calma.
-Lamento haberme puesto así contigo… el tema del embarazo me tiene muy alterada, vivo temiendo el día en que mi madre venga a buscarme y a exigirme explicaciones… - se disculpa Malena, emitiendo un hondo suspiro. – Fabián me pareció la mejor opción…
-Entiendo que estés preocupada y que te de miedo enfrentar la situación… pero cargarle el bebé a Fabián a traición no es la mejor opción – asegura Camila. - ¿Qué hay del papá de la criatura? ¿Sabes quién es? – pregunta dudosa.
-¡Óyeme, por supuesto que sé quien es! ¿Qué clase de mujer crees que soy? – pregunta Malena indignada.
-Ay, perdóname… pero es que tú bien sabes lo que te gusta coquetearles a los hombres cada vez que tus papás te sueltan un poco las riendas – responde Camila alzando las manos en son de paz.
-Pero eso no quiere decir que me vaya con todos – replica Malena cruzándose de brazos, molesta.
-Entonces, ¿por qué no hablas con el papá? – pregunta Camila.
-No es tan fácil… - responde Malena, incómoda con la pregunta.
-¿Por qué no? Él se merece saber que va a ser papá, ¿no crees? – insiste Camila.
-La cuestión es que… no tengo como localizarlo… solo fue una noche loca… ni siquiera nos dimos el número de celular… - responde al fin Malena incorporándose de la cama.
-¡Órale! ¿Y no sabes su nombre o donde trabaja? – pregunta Camila, sorprendida.
-Claro que sé su nombre… se llama Fernando y hasta donde sé acababa de llegar a México desde España y es arquitecto… - responde Malena, acariciándose el cuello, exasperada.
-¿Por qué no tratas de buscarlo? No sé… quizás… - insiste Camila.
-No es tan sencillo, sería como buscar una aguja en un pajar – repone Malena, agobiada. – Y ya por favor, no insistas… el tema del papá biológico, queda descartado… pero no te preocupes, buscaré otra forma de arreglar el problema – añade más calmada.
-¿De veras puedo confiar en qué no le vas a endosar ese bebé a cualquier pobre desgraciado? – pregunta Camila. Malena se incorpora levemente de la cama para mirarla.
-Palabrita del niño Jesús – responde haciendo hincapié en sus palabras. Camila sonríe complacida, sin percatarse de que Malena tenía los dedos cruzados en la mano que había ocultado estratégicamente detrás de la espalda. – Pero ya no hablemos de mí, mejor cuéntame qué es lo que te trae tan alterada… - añade volviendo a acomodarse contra los almohadones, cambiando radicalmente de tema. – Apuesto a que se trata de algún hombre… ¿me equivoco?
Camila resopla con resignación, acomodándose sobre la cama, indecisa. Necesitaba hablar con alguien, que le dijera que no era una arpía por besar al hombre de otra mujer que resultaba ser una santa.
-Pues resulta que… - comienza a hablar, decidida a compartir su angustia, cuando de pronto el sonido de su celular interrumpe su relato. Lo saca del bolsillo del pantalón y se levanta de la cama para responder la llamada. – ¿Bueno?... Sí, soy su sobrina, Camila… - su rostro se desfigura en una mueca de angustia en cuanto recibe las noticias que le dan al otro lado del hilo telefónico. –Sí… de acuerdo… no se preocupe, partiré en cuanto me sea posible… - asegura antes de colgar el celular.
-¿Qué es lo que ocurre? – pregunta Malena preocupada.
-He de regresar al distrito federal… - responde Camila con solemnidad, sin poder ocultar su angustia.
Al día siguiente
LA PODEROSA
Había decidido abandonar su guarida para apaciguar su apetito; su estómago llevaba horas rugiendo como un león hambriento por lo que, por mucho que quisiera; no podía prolongar su encierro por más tiempo.
Escucha unos pasos avanzando por la cocina mientras rebusca los cereales en uno de los estantes.
-¡Buenos días niña! Veo que se ha levantado con apetito – exclama Modesta (Ana Martín) mirándola complacida.
-Sí… creo que necesito reponer calorías antes de que me de un soponcio – asegura Regina (Michelle Vargas) sonriendo. Por alguna razón, no sentía ni el más mínimo remordimiento por haberse pasado las últimas 24 horas encerrada en su recámara con Mauricio, explorando las ventajas del matrimonio.
-No sabe cuanto me alegro de que las cosas entre Mauricio y usted se estén arreglando… - le dice Modesta apretándole el brazo con cariño.
-Pero mucho me temo que no será por mucho tiempo – repone Regina, sonriendo con tristeza. –Entre Mauricio y yo nunca podrá existir una relación normal de marido y mujer hasta que él logre superar el pasado y arreglar las cosas con mi hermano… - añade.
-¿Y no ha pensado qué ocurriría si es verdad que su hermano fue el que le disparó al papá de Mauricio? – pregunta Modesta, preocupada.
-El solo pensarlo, me da tanto miedo Modesta… no sé como podría mirar a los ojos de mi hermano sabiéndolo capaz de algo tan rastrero… - responde Regina con pesar. – Sé que ha cometido muchos errores, algunos difíciles de pasar por alto… pero dispararle a un hombre y luego echarlo como un perro, asegurándose de que nadie le de cobijo… es algo realmente cruel – añade.
-Tiene que hacer que su esposo platique con su hermano, niña… hay muchas cosas que ambos deben saber para poder seguir adelante con sus vidas… - le aconseja Modesta.
-Ay Modesta, ¿por qué será que sospecho que sabes algo que no me quieres decir? – pregunta Regina con resignación.
-No soy yo la que debe hablar ahora, niña… ya le dije a quien debía preguntarle – responde Modesta. – Por cierto, la señorita Camila, me dejó el recado de que la avisara de que se iba hoy bien temprano para el distrito federal… dijo que no quería molestarla, por eso no se despidió – le informa.
-¿Camila? ¿Qué es lo que ha pasado? – pregunta Modesta alarmada.
-No lo sé… pero lo cierto es que se fue bien angustiada… dijo que la llamaría hoy en cuanto llegara allí para informarle – responde Modesta.
-Buenos días – las dos mujeres se vuelven para ver como Mauricio (Fernando Colunga) entra en la cocina y se dirige hacia el frigorífico.
-Buenos días, señor Galván. ¿Cómo sigue su herida? – pregunta Modesta cordialmente.
-Modesta, me has cambiado los pañales de niño… haz el favor de llamarme por mi nombre – responde Mauricio divertido sacando la jarra de zumo de la nevera.
-Antes no era más que un peón, como yo… pero ahora es el patrón, las cosas han cambiado – replica Modesta con calma.
-No han cambiado tanto como para olvidarme de los viejos amigos – asegura Mauricio guiñándole un ojo a Modesta.
-Ay, has salido tan zalamero como tu padre – replica Modesta divertida. – Si no se les ofrece nada, me retiro… tengo hartas tareas que hacer… - añade antes de salir de la cocina.
Mauricio centra entonces su atención en Regina, que estaba apoyada en la mesa, con el cuento de cereales en la mano con la mirada perdida, sumida en sus pensamientos.
-¿Y ahora tú que traes? – pregunta Mauricio situándose frente a ella y tomando su barbilla para obligarla a mirarlo.
-Mauricio… creo que es hora de que me vaya al distrito federal… - responde Regina emitiendo un hondo suspiro. Mauricio aparta las manos de su rostro para voltearse, dándole la espalda, contrariado. -¿No esperarías que iba a quedarme aquí eternamente, ignorando lo que le está pasando a mi familia, verdad? – insiste.
-No soy tan ingenuo como tú – responde Mauricio con frialdad, avanzando hacia la alacena para llenar un vaso con el zumo.
-Oh, ya veo… el Mauricio cínico y arrogante ha vuelto a hacer acto de presencia – replica Regina irónicamente.
-¿No esperarías que me quedara aquí eternamente, olvidando todo el dolor que me ha causado tu familia, verdad? – pregunta él con burla, con los dientes apretados.
-¿Es que acaso vas a seguir así toda tu vida? Dejando que ese rencor que te carcoma el alma, sin darte la oportunidad de conocer lo que realmente sucedió… - insiste ella, acercándose a él. Mauricio voltea para encararla, con la furia refulgiendo en su mirada.
-Lo que sucedió fue que mi padre salió para defenderme ante tu hermano, quien venía con la escopeta dispuesto a volarme los sesos… y volvió con un disparo que le costó la vida… eso es lo que sucedió – responde él, alterado.
-¿Y si no fue él quien disparó? – insiste Regina, tratando de no amedrentarse por su mirada iracunda.
-¡Por Dios! ¿Quién más querría matar a mi padre? Él era el hombre más bueno y honorable que he conocido… todos los hombres los respetaban y le daban su lugar, él no tenía enemigos – asegura Mauricio, tratando de no advertir la nostalgia y la tristeza que lo embargaban en cuanto pensaba en la figura de su padre.
-Mauricio… si de verdad sientes algo por mí, acompáñame al distrito federal… y entre los dos podemos tratar de averiguar qué fue lo que realmente pasó… sea lo que sea – Regina le agarra la mano y con la otra le acaricia la mejilla, obligándolo a mirarla. – Por favor… - murmura suplicante.
Mauricio la mira durante unos segundos, era evidente que en su interior se libraba una lucha de sentimientos encontrados. Ella espera su respuesta con el corazón palpitante, consciente de que aquella respuesta sería crucial para un posible futuro juntos.
Sostiene la respiración en cuanto siente como su mano se libera de la suya.
-Buen viaje – murmura desganado antes de darle la espalda y abandonar la estancia, dejando atrás todas sus ilusiones rotas. Haciéndole comprender que aquel día junto a él había sido una mera ilusión, un dulce recuerdo de lo que habría podido ser y nunca sería mientras que para Mauricio el odio hacia su familia fuera más fuerte que el amor que podría sentir hacia ella.
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PRÓXIMAMENTE
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