lunes, 28 de febrero de 2011

CAPÍTULO 3



CAPITULO III



-Bonito anillo – dice complacida. Mira a Fabián – lástima que no me lo vaya a poner en la vida, porque nunca voy a casarme con un  imbécil y un cobarde como tú Fabián Sotomayor, ¿me has oído bien? NUNCA  – exclama alzando la voz antes de lanzarle el anillo provocando el desconcierto y la estupefacción general de los presentes. Fabián se queda paralizado, sin saber qué decir o qué hacer, mientras observa como ella baja del escenario y se va corriendo del lugar. Higinio mira a Cecilia y Julio que parecen tan desconcertados como él.
-¿Por qué demonios ha hecho eso? – se pregunta Cecilia (María Sorté)  angustiada.
-No lo sé – responde Julio (Otto Sirgo), aunque en el fondo no puede evitar sentir un profundo alivio.
Nereida (Bárbara Mori) se ríe burlonamente, mientras que Saúl (Eduardo Santamarina) sale a toda prisa para alcanzar a su hermana. La alcanza justo a la entrada de la mansión.
-Regina, espera – la llama. Ella se detiene y lo mira.
-Si vas a sermonearme mejor déjalo para mañana, porque por hoy ya he tenido suficientes emociones – dice Regina (Michelle Vargas) abatida. Pero Saúl se acerca a ella y la estrecha entre sus brazos sin decir nada mientras que ella rompe en llanto.
-Vamos, te llevo a casa – dice Saúl y los dos se encaminan abrazados hacia el aparcamiento para buscar el carro de Saúl.

Fabián siente como si en aquel momento estuviera cayendo en un pozo sin fondo… aquello no parecía real, debía de estar soñando. Un inmenso vacío se instaló en su interior, que no podía explicar. Cabizbajo y meditabundo, bajó del escenario rápidamente para refugiarse en el baño, lejos de las inquisitivas miradas de los asistentes.

Mauricio (Fernando Colunga)  se levanta de la cama, solo vestido como un cómodo pantalón del pijama de color blanco. Mientras sobre el lecho permanecía una exuberante rubia, solo cubierta por una fina sábana; profundamente dormida. Llega a la sala, agarra el inalámbrico,  marca un número y espera la contestación al otro lado de la línea.
-¿Fercho? Soy Mauricio, ¿averiguaste sobre lo que te pedí?... bien, - sonríe al escuchar las noticias que le dan desde el otro lado del hilo telefónico - quiero que tengan todo listo para mi llegada… mañana mismo parto para allá – dice y cuelga el teléfono. Se sienta en el sofá y apoya el brazo contra el respaldo. –Muy pronto conseguiré mi propósito… muy pronto – se dice complacido.

Al día siguiente

MANSIÓN MONCADA

Regina (Michelle Vargas) siente un repentino frío sobre su cuerpo, lentamente abre los ojos para encontrarse con el duro rostro de su madre, que la mira enojada y comprueba que la ha destapado completamente. Regina la mira sin decir nada y se cubre la cabeza con la almohada.
-No trates de esconderte jovencita. Ayer en la noche no vine a cantarte las cuarenta porque Julio me lo impidió pero hoy nadie te libra de una buena regañina – le dice arrebatándole la almohada.  Regina se incorpora y la mira enojada - ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Cómo pudiste someternos a semejante humillación? Tratar de esa manera tan horrible al pobre Fabián con lo que te quiere, ¡es inconcebible! – exclama indignada.
-¿Con lo que me quiere? ¿Cuánto según tú? – pregunta Regina con rabia. Se incorpora  y mira a su madre amenazante – quizás Higinio y tú sepan mejor cuanto me quiere, ¿no es cierto? – pregunta.
-¿De qué hablas? – pregunta Cecilia (María Sorté) aturdida.
-Hablo de que ya sé todo, así que nuestra boda era lo mejor para las familias y para la empresa – dice sonriendo con cinismo. - ¡Ya estoy harta de que todos decidan por mí! ¿Qué acaso lo que yo sienta no basta? – Pregunta al borde del llanto – yo solo quería amar y ser amada, ¡maldita sea! – exclama herida.
-Regina, mi cielo. Nosotros pensamos en lo que sería mejor para ti, Fabián es un buen muchacho y te quiere… además a ti siempre te gustó – dice Cecilia.
-No, mamá; él no me quiere, no me quiere como yo quiero. No pienso conformarme con una farsa cuando puedo encontrar un amor verdadero – dice Regina.
-Hija, eso que tú dices no existe. Te lo tengo dicho mil veces… deberías dejar de leer esas absurdas novelas que te llenan la cabeza de pájaros – dice Cecilia incómoda. Regina la mira.
-¿Entonces tú nunca amaste a mi papá? ¿Ni a Julio? – pregunta.
-Claro que los amé, pero es un amor sereno, un amor que se consolidó con el tiempo… eso es el verdadero amor, y eso es lo que tendrías al lado de Fabián, él te daría la seguridad y el apoyo que necesitas. Eso es lo más importante – dice Cecilia. Regina niega con la cabeza.
-No, mamá. Quizás eso sea suficiente para ti, pero no para mí – dice Regina – y ahora si me disculpas, tengo que prepararme. Saúl llegará dentro de poco para irnos a la hacienda – añade abriendo la puerta. Cecilia se acerca a la puerta, se detiene frente a ella.
-Espero que estos días en la hacienda te ayuden a reflexionar, y que te des cuenta de que todo lo que hicimos, fue por tu bien  - dice con tristeza antes de seguir su camino. Regina cierra la puerta con fuerza y hunde el rostro entre las manos.

MANSIÓN MONTESINOS

Saúl (Eduardo Santamarina) introduce su equipaje en el maletero del coche, ante la atenta mirada de Nereida (Bárbara Mori), que lo observa desde el porche impasible, apoyada en la barandilla. Saúl la mira.
-¿Seguro que no quieres venir? – pregunta Saúl. Nereida niega con la cabeza.
-Tengo que acompañar a mi nana al doctor mañana… además esa hacienda no me trae gratos recuerdos… – responde Nereida.
-Pues vete olvidando todas tus cautelas porque pronto me convertiré en su dueño y pienso pasar largas temporadas allá, y no estoy dispuesto a dejarte sola aquí – dice Saúl molesto. Se acerca a la barandilla. – El pasado, pasado está. Yo ya lo he aceptado, así que ya va siendo hora de que tú hagas lo mismo – añade con dureza. Se alza sobre los talones para darle un beso en los labios y se dirige al carro.
Nereida lo observa alejarse pensativa, regresar a “La Poderosa”, no… le resultaba demasiado doloroso, todavía le temblaba todo el cuerpo cada vez que recordaba los sucesos de aquella noche. Ella no era capaz de regresar y hacer como si no hubiera pasado nada, no podría.

MANSIÓN SOTOMAYOR

Fabián (Carlos Ponce)  e Higinio (Humberto Zurrita) se hallaban sentados a la mesa, esperando a que les sirvieran el desayuno. Higinio observa preocupado a su hijo, que permanece callado, mirando hacia la nada mientras que en la mano aprieta una pequeña pelotita antiestrés con ansiedad.
-¿Cómo has pasado la noche? ¿Has podido dormir algo? – pregunta Higinio al fin. Fabián deja de apretar la pelotita y mira a su padre con frialdad.
-No, he tenido toda la noche horribles pesadillas con la terrible humillación que sufrí ayer delante de todos nuestros amigos, y aún para colmo en casa de los Peñalver – responde con rabia contenida.
-Hijo, lamento lo ocurrido… - dice Higinio.
-No más que yo papá – replica Fabián – te dije que Regina todavía no estaba preparada… no es más que una chiquilla inmadura y… también desquiciada, eso, está completamente desquiciada – añade con desprecio.
-¿Tienes idea de por qué actuó de esa manera? Minutos antes os vi en el jardín, muy acaramelados – dice Higinio intrigado.
-¿Así que ahora te dedicas a espiarme? – pregunta molesto.
-Yo solo quería comprobar que todo estaba arreglado – responde Higinio.
-Claro, porque tu hijo no es capaz ni siquiera de reconciliarse con su novia – dice Fabián.
-Por favor hijo, no saques las cosas de quicio – dice Higinio. Fabián se incorpora y apoya sus manos sobre la mesa, inclinándose levemente sobre su padre.
-No, sí que las voy a sacar papa. Porque por tu culpa ayer Regina me rechazó y me humilló delante de todos, gracias a tu estúpida idea de proponerle matrimonio en público – dice Fabián.
-Lo lamento, cometí un error, me equivoqué con Regina, creía que de ese modo no podría rechazarte – dice Higinio.
-Pues sí papá, cometiste un error y ahora soy yo el que lo está pagando – dice Fabián – seré el hazmerreír de la empresa y de todas las reuniones sociales hasta que otro pardillo cometa el error de fijarse en una desquiciada – añade y se dispone a salir del comedor.
-Hijo, espera – dice Higinio, Fabián se detiene y lo mira impaciente.
-¿Qué más hay que decir papá? – pregunta Fabián.
-Mañana comienza la grabación del comercial de la marca de perfume en Acapulco, quizás te vendría bien irte con el equipo para controlar las grabaciones… te servirá para relajarte – dice Higinio. Fabián asiente complacido.
-Está bien, es una buena idea. Prepararé mi equipaje – dice con desdén y aleja apresuradamente, cruzándose en la puerta con la criada, que llegaba con la bandeja del desayuno.


Regina (Michelle Vargas) miraba los hermosos paisajes a través de la ventanilla de la avioneta privada que Saúl (Eduardo Santamarina)  había rentado para que los llevara al pueblo directamente, sin tener que hacer los transbordos desde el aeropuerto al pueblo que solo les harían perder el tiempo. Regina sentía a su hermano exultante y de muy buen humor, como si fueran a visitar a un querido familiar y no a un posible moribundo que los había ignorado tantos años; pero ella sospechaba que el motivo estribaba en que a la muerte de su abuelo, probablemente Saúl se convertiría en el nuevo dueño de La Poderosa, la rica y envidiada hacienda de su abuelo. Desde lo alto divisa como un grupo de caballos galopan libremente por las hermosas praderas en flor y no puede evitar sonreír emocionada; los pocos recuerdos que comenzaban a venirle a la mente de aquel lugar eran hermosos, ella había sido una niña muy feliz en aquel lugar, y la emoción de regresar a sus orígenes comenzaba a invadirla.
Saúl  observa a su hermana complacido, sabía cuanto amaba la hacienda cuando era niña, lo feliz que había sido en aquellas tierras; por lo mismo ahora que se convertiría en el nuevo dueño no iba a permitir que su hermana volviera a alejarse de la hacienda, tendría las puertas siempre abiertas y pronto volvería a ser aquella niña valiente y salvaje que correteaba por los campos y se bañaba en las lagunas sin ningún pudor.
-Ya estamos llegando – le dice sonriendo. Ella lo mira ilusionaba.
-No recordaba que fuera tan bello – dice Regina sonriendo. Mira a su hermano – Saúl, yo quería darte las gracias por tu apoyo anoche, por no exigirme explicaciones – añade. Saúl le toma la barbilla con su mano dulcemente.
-Mi princesita, tú no tienes por qué rendirme cuentas. Estoy seguro que si rechazaste a ese presumido, tus motivos tuviste – dice Saúl. Regina sonríe y lo abraza.
-Señor Montesinos, ¿dónde quiere que busque un claro donde aterrizar? – pregunta el piloto.
-¿Sabe donde queda La Poderosa? – pregunta Saúl.
-Por supuesto – responde el piloto.
-Pues busque un claro lo más cerca posible de ella – dice Saúl complacido. Mira a su hermana y los dos se miran con complicidad fraternal.

MÉXICO D.F.

Nereida (Bárbara Mori) se detiene para observar el hermoso chaquetón de piel que se hallaba expuesto en el cuidado escaparate de una lujosa boutique. Definitivamente ese chaquetón tenía que ser suyo. Sonríe complacida dispuesta a entrar en la boutique.
-Nereida Batista – dice una voz de mujer a sus espaldas, ella se detiene y voltea intrigada. - ¡Qué sorpresa encontrarte! – exclama Zoraida (Ingrid Martz) sonriendo hipócritamente. Nereida sonríe con la misma hipocresía.
-Zoraida Peñalver, ojalá pudiera decir lo mismo – dice con desdén. Zoraida se acerca a ella.
-Te crees muy segura de ti misma, ¿cierto? – Pregunta con burla – pero todo el mundo sabe que no eres más que una mujerzuela – añade enfatizando sus palabras. Nereida coloca las manos sobre sus caderas, en una pose sensual y la mira de arriba abajo con desdén.
-¿Y eso me lo dice una amargada y reprimida como tú? – Pregunta Nereida con burla – puedes insultarme todo lo que quieras imbécil, pero yo sigo siendo la esposa de Saúl Montesinos, mientras que tú te mueres de amor por él – añade entre risas. Zoraida la mira sin poder ocultar su furia.
-No te mereces a Saúl, no te lo mereces, ¡hasta tu propia suegra opina lo mismo! – exclama alzando la voz.
-Schhh, baja la voz, chaparra si no quieres montar un escándalo y todo el mundo se entere de que eres una histérica – dice Nereida.
-Aprovéchate de tu suerte ahora desgraciada, porque no siempre te va a durar – le dice Zoraida amenazante y se aleja sulfurada mientras que Nereida la mira con una sonrisa de superioridad, que en seguida se borra de su rostro que se envuelve de tristeza cuando Zoraida está lo suficientemente lejos para verla. Esa mujer la sacaba de quicio, desde hace unos años se dedicaba a martirizarla en cada oportunidad a través de indirectas y maliciosas bromas, recordándole la poca mujer que era para Saúl, aunque nunca hasta ese día se había mostrado tan encolerizada, ni se había enfrentado tan abiertamente a ella. Pero gracias a Dios, había conseguido mantener la compostura y no venirse abajo, eso era algo que se había prometido a sí misma hace tiempo, que nada ni nadie conseguiría nunca verla hundida, aunque por dentro estuviera hecha pedazos y hasta el día de hoy lo había logrado.
Se coloca bien el bolso y voltea cabizbaja en dirección a la salida del centro, ya se le habían pasado las ganas de comprar.

LA PODEROSA

Saúl (Eduardo Santamarina) observaba todo a su alrededor complacido y respira profundamente el aire puro del campo, ¡Cuánto había extrañado esas tierras que ahora se extendían ante sus ojos! Se acerca a la avioneta para ayudar a su hermana a bajar de la misma. Regina (Michelle Vargas) mira a su alrededor emocionada.
-¡Qué maravilla! – exclama Regina observando el hermoso paraje.
-Sí, una verdadera joya – dice Saúl sonriente. – voy a arreglar las cuentas con el piloto – añade. Regina asiente complacida y se aleja unos pasos de la avioneta para observar mejor a su alrededor. Mientras que Saúl se acerca al piloto, que se encontraba descargando las maletas.
-¿Vendrá alguien a buscarnos? – pregunta Regina.
-No – responde Saúl complacido – no he avisado de nuestra llegada; he pensado que lo mejor es llegar de improviso – añade. Regina voltea para mirarlo alarmada.
-¿Y cómo vamos a hacer con el equipaje?
-Lo llevaremos nosotros mismos, iremos caminando. Un poco de ejercicio no nos viene mal – responde Saúl sonriendo mientras termina de recoger el equipaje.
-Pero… ve mis zapatos, no son zapatos para caminar por el campo – le dice molesta, mostrándole los elegantes zapatos que tenían algo de tacón.
-Ya te avisé de que veníamos al campo – le reprende cariñosamente Saúl. Regina lo mira enojada y comienza a alejarse - ¿a dónde vas?
-Desde la avioneta vi que por aquí cerca había un camino, pienso plantarme en la orilla hasta que pase algún amable conductor que nos lleve hasta la casa. Estoy segura que pronto pasará algún carro – le dice convencida, sin detenerse.
-Regina, vuelve acá, puede haber animales peligrosos por ahí – le grita Saúl preocupado.
-Pues que ni se me acerquen, porque de lo contrario estos tacones me servirán para marcarlos como ganado – dice Regina con determinación, continuando con su camino. Saúl y el piloto la miran atentamente alejarse.
-Una señorita bien brava, si señor – dice el piloto. Saúl lo mira y le sonríe.
-No lo sabe usted bien – dice Saúl.

Tiempo después…

Saúl mira divertido a su hermana, que permanece con los labios apretados en un puchero de enojo, sin siquiera mirarlo. Los dos están sentados en la parte trasera de una carreta, tirada por una mula.
-Sí, tenías razón. Encontramos a un amable conductor… de mulas – dice Saúl divertido. Regina lo mira enojada.
-Todo esto es culpa tuya, por tu magnífica idea de no avisar de nuestra llegada – dice Regina enojada.
-Ya, no te enojes princesita, y mira la belleza que hay a tu alrededor – dice Saúl mirando a su alrededor embelesado. Pero de pronto su rostro se torna en preocupación cuando observa los campos baldíos, se vuelve hacia el campesino que guiaba el carro. -Oiga, ¿qué ocurre? ¿Por qué están estas tierras sin cultivar? – pregunta preocupado.
-Créame que no son las únicas, ahora solo se cultivan las zonas próximas a la casona – responde el campesino.
-¿Cómo así? Hace años todos estos terrenos estaban cultivados – dice preocupado.
-Asté lo dijo, hace años… lamentablemente hoy en día las cosas son muy distintas – dice el campesino con pesar.
-¡Qué extraño, el abuelo cuidaba sus tierras con esmero! ¿Por qué dejó que se abandonaran? – pregunta Regina intrigada.
-Desde que el señor Braulio falleció y su familia se fue, el patrón se volvió más huraño, descuidado… dejó de preocuparse de lo que sucedía en sus tierras – responde el campesino. Saúl respira hondo mientras mira a su alrededor.
-Eso pronto va a cambiar, se lo aseguro. Yo le devolveré a “La Poderosa” la vieja gloria de antaño – dice Saúl convencido. Regina le acaricia el brazo con cariño y apoya la cabeza en su hombro apenada. A ella también le dolía saber que apenas quedaba nada de la majestuosa hacienda en la que había pasado su infancia.

MÉXICO D.F.

-Así que Saúl está seguro de que heredará la famosa “La Poderosa” – dice Higinio (Humberto Zurrita) con interés, apoyando el codo en el brazo de la cómoda silla en la que estaba sentado.
-Sí, ¿quién si no? Es el único nieto varón de ese hombre, y según tengo entendido por aquella zona todavía consideran a las mujeres como seres inertes, incapaces de sacar adelante una hacienda – dice Julio (Otto Sirgo) removiendo el contenido de su taza de café. Los dos se hallaban sentados en una de las mesas de la elegante cafetería que se hallaba frente a la constructora Moncada. Higinio había ido esa tarde a ver a Julio a su despacho para platicar sobre lo sucedido la noche anterior, exigiendo una respuesta, y Julio le había propuesto que platicaran en la cafetería, donde estarían más cómodos. Julio le había asegurado que apenas había tenido tiempo de platicar con Regina puesto que esa mañana, muy temprano había partido junto a su hermano hacia “La Poderosa”.
-He escuchado hablar de esa hacienda, tengo entendido que es muy fructífera, y de una extensión envidiable – dice Higinio.
-Más que envidiable, diría yo – dice Julio bebe un sorbo de café y deja la taza sobre el platillo.
-O por lo menos la tenía hasta hace poco – dice Higinio – según las malas lenguas, esa hacienda ya no es ni la sombra de lo que era – añade. Julio lo mira intrigado.
-¿Y cómo sabes tú eso? – pregunta Julio. Higinio se encoge de hombros.
-Se lo escuché comentar a un cliente de la agencia que hacía poco tiempo había viajado por esas tierras – responde Higinio. Se inclina hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa – pero aún así, quienquiera que se convierta en dueño de esa hacienda, sin duda adquirirá una auténtica mina de oro – añade. 

LA PODEROSA

Modesta (Ana Martín) baja las escaleras del pórtico de la casona a toda prisa para recibir a los recién llegados. Saúl (Eduardo Santamarina)  es el primero en descender del carro.
-¡Dios mío, muchacho! ¿Por qué no avisaron de su llegada? – pregunta apurada al tiempo que lo abraza.
-¡Modesta, estás igual que siempre! – exclama Saúl sonriendo. Ella se aparta.
-Pero deje que lo vea joven, ¡mire no más en qué buen mozo se ha convertido con lo flaco y paliducho que era de muchacho! – exclama complacida provocando la risa de Saúl, que le pellizca con cariño la mejilla. Regina (Michelle Vargas) desciende del carro y se acerca a ellos tímidamente. Modesta se detiene a mirarla atentamente de arriba abajo.
-¡Válgame el cielo! ¿No me diga que esta belleza es la pequeña Regina? – pregunta Modesta emocionada. Regina se encoje de hombros con una sonrisa en los labios.
-Bueno, ahora ni tan pequeña – responde Regina. Modesta se apresura a abrazarla emocionada.
-Mi niña dorada, no sabe cuanto la he extrañado – exclama conteniendo las lágrimas. Se separa con una risa entrecortada por los brotes de llanto – era tan chiquita cuando se marchó, y lloraba tanto porque no quería irse… que se me rompió el alma al verla partir – añade emocionada.
-Ya Modesta, no llores… que si no, capaz y me pongo a llorar yo también – dice Regina emocionada.
-Ya, no se pongan a llorar como gallinas – dice Saúl situándose entre ellas y abrazándolas a ambas – que tenemos muchas cosas que hacer – añade comenzando a andar hacia la puerta, llevándolas consigo. - ¿Para qué nos mandó llamar el abuelo? – pregunta. Modesta se detiene y Regina y Saúl la miran intrigados.
-Su abuelo… se está muriendo… y quiere verlos – responde Modesta.

Regina (Michelle Vargas) observa conmocionada la gran habitación desde la puerta, apenas entraban unos pocos rayos de luz desde las ventanas cubiertas por los cortinones. El centro de la estancia estaba coronado por la gran cama sobre la cual yacía el anciano cuerpo de su abuelo; no puede evitar sentir que una honda tristeza invada su ser; lo recordaba como un hombre altivo, orgulloso, de fuerte carácter y lleno de vida. Pero también se le venían a la mente los momentos en los que la abrazaba y le contaba viejas historias, o cuando la enseñaba a montar a caballo. Mira a su hermano, que mantiene la mirada fija en la gran cama, con el semblante endurecido, él nunca le había perdonado a su abuelo su rechazo y abandono y ese rencor se reflejaba ahora en su dura mirada. Ella vuelve su mirada hacia su abuelo que parece comenzar a darse cuenta de la presencia de ellos en la habitación. Modesta (Ana Martín)  se adelanta unos pasos.
-Patrón, están aquí sus nietos – le informa. Bernardo (Carlos Bracho) abre los ojos y trata de incorporarse. Modesta lo ayuda, colocando varios almohadones tras su espalda.
-Dile que se acerquen – dice sofocado. Modesta asiente y alza la mirada para indicarle a los dos muchachos que se acerquen. Regina mira indecisa a su hermano, y éste le toma la mano y comienza a caminar hacia la cama, junto con ella.
-Abuelo – lo saluda Saúl (Eduardo Santamarina)  con una leve inclinación de cabeza, situándose frente a los pies de la cama. Él fija su mirada en él por unos segundos, antes de volver la mirada hacia Regina, que le muestra una tierna sonrisa.
-Hola abuelo – le dice con dulzura. Él le devuelve la sonrisa.
-Mi pequeña Regina ya es toda una mujer – dice él complacido. – Quiero hablar con los dos por separado, por favor ahora déjenme solo con mi nieta – añade. Modesta asiente, mientras que Saúl lo mira fríamente antes de salir sin pronunciar palabra. Modesta sale tras él, cerrando la puerta tras de sí.
-Pero acércate, no muerdo – dice Bernardo. Regina sonríe y se acerca para sentarse al borde de la cama, cerca de él.
-Ya sé que no muerdes, ni que fueras un perro – dice sonriendo mientras toma una mano de su abuelo entre las suyas, mientas que él no deja de mirarla con una tierna sonrisa.
-Lamento haberte dejado marchar hace trece años – dice don Bernardo – debí haber peleado más por tu custodia-  añade. Regina lo mira sorprendida. Según ella sabía, su abuelo le había exigido a su madre que se fuera con ellos y no volviera cuando se enteró de que mantenía un romance con un hombre de negocios que se hallaba de paso en el pueblo, solo tres meses después de la muerte de su padre. Hasta donde ella sabía su abuelo no quería saber nada de ninguno de ellos.
-¿Mi custodia? Pero… - comienza a decir extrañada.
-Sé lo que te dijeron, que ya no quise saber más de ti… que te boté de mi vida sin más… pero no hay nada de cierto en ello. Yo le peleé a tu mamá por tu custodia, quería que tú crecieras aquí, en estas tierras, junto a mí – dice Bernardo. Mientras ella escucha impactada – pero el esposo de tu mamá la ayudó a ganar el pleito… y entonces yo decidí olvidarme de que existías, porque no podía soportar el dolor de saberte lejos – añade.
-Pero… yo podría… quizás si hubieras platicado con mi mamá… - comienza a decir aguantando las ganas de llorar. Pero él niega con la cabeza.
-Hay muchas cosas que tú no sabes pequeña… yo sé que hice las cosas mal, pero mi orgullo me impide recoger las migajas cuando lo que quiero es la pieza de pan entera… es algo que nunca he podido corregir – dice Bernardo con pesar, comenzando a cansarse. Ese orgullo suyo lo había llevado a tomar decisiones demasiado drásticas que solo le habían traído dolor y amargura, y que ahora le pasaban factura. Pero no podía perdonar a su nuera por lo que había hecho, y en aquellos momentos el rencor y el dolor de la traición lo habían llevado a actuar así y ahora no había vuelta atrás, solo podía tratar de enmendar sus errores. -¿Podrás perdonarme por ello? – pregunta suplicante con dificultad. Regina le aprieta la mano con fuerza.
-Yo te perdono – dice ella emocionada y comienza a acariciarle la frente con cariño. – Pero ya no te canses abuelo, necesitas descansar – añade.
-Mi niña, quiero… quiero que me prometas algo – dice él con dificultad.
-Lo que quieras, abuelo – le dice, él toma una mano entre las suyas y la aprieta con las pocas fuerzas que le quedan.
-Prométeme que volverás a convertir esta hacienda en lo que era… júrame que le devolverás a “La Poderosa” su vieja gloria – le dice suplicante. Regina lo mira dudosa, sin entender por qué le pide eso a ella, si Saúl era quien iba a heredar la hacienda. Él vuelve a apretarle la mano – Júramelo – añade.
-Sí, yo te lo juro – dice ella al fin, le da un suave beso en la frente – yo te prometo que “La Poderosa” volverá hacer honor a su nombre; pero ahora descansa… - añade mientras observa como su abuelo comienza a cerrar los ojos para comenzar a descansar tranquilo, por primera vez en mucho tiempo.


Regina (Michelle Vargas) dejó que los recuerdos y la intuición la guiaran hacia la hermosa laguna cristalina, a donde solía  escaparse cuando era pequeña. Era su paraíso particular, donde siempre sentía que algo mágico la invadía. Y ahora necesitaba la paz y tranquilidad de aquel lugar más que nunca. Las palabras de su abuelo la habían afectado sobremanera, tanto que no había querido platicar con nadie, se había disculpado con Saúl y Modesta y les había dicho que necesitaba estar sola, que quería caminar por la hacienda. Saúl había tratado de hacerla desistir de sus intenciones alegando que hacía demasiado tiempo que no recorría la hacienda, que podría perderse, pero ella era mucho más terca y finalmente se había salido con la suya.
Su corazón dio un brinco de felicidad cuando a lo lejos divisó la hermosa laguna, que seguía tan bella y magnífica como siempre. Se acercó a la orilla emocionada y cerró los ojos para sentir la suave brisa sobre su rostro, mientras que los últimos rayos de sol iluminaban con intensidad el hermoso paraje. De pronto el ruido de unos cascos de caballos llamó su atención.
-¿Qué demonios hace en mis tierras? – preguntó una voz profunda a sus espaldas, ella volteó y alcanzó a ver un hombre a lomos de un caballo, apenas podía ver su rostro, ya que los últimos rayos de sol le daban en plena cara, limitándole la visión.
-Perdone caballero, pero está usted muy equivocado… aquí el único que está en tierra ajena es usted  – responde ella enojada ante su atrevimiento. Coloca una mano sobre los ojos, para tratar de verlo. El hombre se baja del caballo con un movimiento ágil y se detiene frente a ella, mirándola fríamente.
Regina siente que un nudo se forma en su garganta mientras que su cuerpo se paraliza al descubrir de quien se trata, ese rostro anguloso y endurecido, esa profunda mirada y esos cabellos negros que se movían al son del viento… era el hombre que había estado a punto de arrollarla aquella noche frente al restauran.

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