CAPÍTULO VII
SAN LORENZO
Mauricio (Fernando Colunga) está sentado ante su escritorio, con los pies cruzados apoyados sobre la mesa, y unas carpetas sobre su regazo. Tiene la mirada perdida, en todo el día no había podido concentrarse en sus labores como es debido, y eso no dejaba de disgustarlo. Definitivamente no había conseguido dominar sus emociones tal como se había prometido a sí mismo. Su reencuentro con su pasado estaba siendo demasiado perturbador, y eso no entraba en sus planes.
En ese momento llaman a la puerta.
-Adelante – dice al tiempo que finge mostrar interés por los documentos que tiene entre las manos.
-Disculpe patrón, pero tiene visita – dice Fercho (Jorge Poza) entrando en el escritorio. Mauricio alza la mirada intrigado.
-¿Quién es? – pregunta.
-Regina Montesinos, dueña y señora de La Poderosa – responde la propia Regina (Michelle Vargas) entrando en la estancia. Se coloca una mano en la cadera, con pose altiva y lo mira desafiante. Mauricio la mira con cierta sorpresa, pero se mantiene en su postura relajada, y muestra su cínica sonrisa.
-Déjanos solos, Fercho – dice Mauricio. Éste asiente y se retira sigilosamente, cerrando la puerta tras de sí. - ¿Ha reconsiderado mi propuesta señorita Montesinos? – pregunta con desdén volviendo su atención al papeleo. Regina lo mira con los ojos achinados, desde luego aquel “nuevo Mauricio” era el colmo de la petulancia y el descaro.
-No – responde ella tratando de ocultar su rabia.
-Entonces, ¿qué la trae por aquí? – pregunta él con evidente desinterés, sin siquiera alzar la mirada. Regina lo mira indignada y se acerca unos pasos para inclinarse sobre la mesa, pero Mauricio sigue sin siquiera mirarla, enojada, golpea con fuerza la mesa con una mano haciendo que él al fin, se digne a mirarla, alzando las cejas con curiosidad. Regina agita la mano tratando de contener un grito de dolor, otra vez se había hecho daño, si seguía así terminaría por romperse algún hueso.
-Solo venía a decirle que es el ser más rastrero, perverso, tramposo e intrigante que jamás he conocido – le dice furiosa. Él la mira intrigado.
-¿Eso es lo que su querido hermano le ha pedido que me dijera? – pregunta él con burla.
-Mi hermano no tiene nada que ver con esto, es más, ni siquiera sabe que tú estás aquí – responde molesta.
-No debería ocultarle información a su hermano, no soporta que lo dejen a un lado – dice Mauricio volviendo su atención de nuevo hacia los documentos. Regina toma aire tratando de tranquilizarse antes de proseguir. Se inclina más sobre la mesa para arrebatarle la carpeta que él tenía entre las manos y lanzarla al otro lado de la estancia. – Pero, ¿qué hace? ¿Está loca? – pregunta él molesto.
-No, solo que me sienta terriblemente mal que me ignoren de una forma tan descarada – responde ella colocando las manos sobre sus caderas, Mauricio se cruza de brazos y la mira irritado.
-Si ha venido a insultarme, ya la he escuchado… así que puede irse. Y si quiere algo más, hable de una buena vez y déjeme tranquilo.
-Si piensa que espantando a mis peones va a conseguir intimidarme, está muy equivocado. Pero si quiere jugar sucio, pues juguemos sucio, no pienso quedarme atrás – dice desafiante. Mauricio se incorpora y rodea la mesa para acercarse a ella. Regina da un paso atrás, en cuanto él se sitúa frente a ella, demasiado cerca.
-La verdad es que no tengo idea de lo que está cacareando, señorita. Así que haga el favor de no volver a molestarme con estupideces – dice con el semblante serio.
-¿Sabes? Es una pena que el dinero te haya vuelto tan… - lo mira de arriba abajo con visible decepción – frívolo y arrogante – añade.
-No es el dinero lo que me ha cambiado, princesa, sino los golpes de la vida… aunque, ¿qué va a saber de eso una pobre niña rica que nunca ha sabido lo que es la vida? – pregunta con desdén.
-Yo no tengo la culpa de lo que quiera que te haya pasado – dice Regina entre dientes.
-Pero tienes algo que quiero, y no me voy a detener hasta conseguirlo – dice él acercándose a ella, ella camina hacia atrás.
-¿Y qué vas a hacer? Yo no pienso venderte nada, y mucho menos hacer tratos contigo… - dice ella mirando hacia atrás mientras sigue con su repentino retroceso, mientras que él sigue acercándose lentamente.
-Existen numerosos métodos de persuasión – dice Mauricio acercándose más a ella. La espalda de Regina topa con una de las estanterías, impidiendo así su retroceso. Mauricio apoya ambas manos sobre la madera, aprisionando a Regina en medio. Ella traga saliva con dificultad.
-¿Cómo cuales? – pregunta ella alzando la barbilla amenazante. Él toma un mechón del pelo de ella entre sus manos y comienza a delinearlo.
-Puedo ser muy convincente cuando quiero – responde él con aire distraído, enroscando el mechón entre sus dedos. Regina libera el mechón de entre las manos de él.
-Pues no me interesa lo que puedas decirme. La Poderosa nunca será tuya… nunca – pronuncia esas palabras con fuerza. Él sonríe con cinismo.
-Mucho me temo que no tardarás mucho en cambiar de opinión, princesa – dice Mauricio. Con una mano le acaricia la barbilla y la alza, para obligarla a mirarlo a la cara. – No te conviene tenerme como enemigo princesa… dado la relación que nos unió en el pasado decidí hacer una concesión contigo y ofrecerte un trato de lo más rentable, pero mucho me temo que si sigues rechazándola no tendré más remedio que acudir a métodos, digamos que menos… amables – le susurra mirándola fijamente. Ella parece hechizada por su mirada, se sentía embriagada por su olor masculino, percibía su aroma a jabón entremezclado con unas gotas de lo que debía ser un perfume de los caros. Sentía que un repentino calor había comenzado a invadir todo su cuerpo.
-¿Es una amenaza? – logra preguntar al fin.
-Puedes tomarlo como quieras – responde Mauricio comenzando a acariciarle lentamente el labio inferior con el pulgar. – Te has convertido en una mujer muy bella – le dice.
-Sin embargo tú te has convertido en un patán – dice ella mirándolo enojada, apartándole la mano con un manotazo. Él sonríe levemente.
-Sí, pero un patán muy poderoso, princesa – dice con cinismo. Mauricio no puede apartar la mirada de los labios carnosos de la muchacha, mientras que ella lo mira entre atemorizada y expectante.
Visiblemente nerviosa, se muerde el labio inferior mientras comienza a mirar hacia ambos lados.
-La verdad no sé que pretende, ni me interesa… - comienza a decir. Pero sus palabras son interrumpidas por el inesperado beso de Mauricio. Regina siente, con sumo desconcierto, la presión de los labios del hombre sobre los suyos, mientras que él comienza a mordisquearle sensualmente los labios creándole un sinfín de placenteras sensaciones; posa su mano tras la nuca de ella, apretándola más contra él, aumentando así la presión del beso.
Regina responde con torpeza al beso mientras siente como la lengua de Mauricio trata de abrirse paso entre sus labios. Su cabeza le dice que se resista, pero su cuerpo parece haber cobrado vida propia y no atiende a razones, abre los labios y responde al beso con ardiente pasión mientras enrosca sus brazos alrededor del cuello de él, entrelazando sus manos entre los rebeldes cabellos del hombre.
Mauricio gime de placer al sentir el tímido contacto de la lengua de ella y profundiza el beso, rompiendo la poca distancia que había entre sus cuerpos, pegándose contra la estantería. Regina se siente extasiada, como si ya no fuera dueña de sí misma, nunca antes había sentido ese fuego abrasador que la quemaba y la obligaba a responder a los furiosos y apasionados besos del hombre que ahora se había declarado enemigo suyo.
De pronto, se paraliza al sentir la mano de Mauricio deslizándose hacia el interior de sus pantalones, desabrochando los botones a su paso. Aquello se estaba volviendo demasiado peligroso, sabía que si llegaba a rozarla en aquel punto que en ese momento palpitaba con fuerza, anhelando su contacto; estaría perdida. Sacando fuerzas de flaqueza aparta sus labios de los de él y lo empuja con fuerza.
Él se detiene al momento y la mira con desconcierto. Sus miradas se cruzan, los dos respiran entrecortadamente. Regina trata de recuperar la frialdad y la calma, y su semblante se endurece al tiempo que le da una fuerte cachetada.
-¡Eres un cretino! – exclama furiosa. Estaba indignada, furiosa con él por tratar de seducirla, pero todavía estaba más enojada consigo misma por dejarse llevar por sus caricias. Él se acaricia la mejilla con frialdad y la mira.
-Y tú necesitas un hombre con urgencia – dice él con desfachatez, mostrándole una sonrisa desvergonzada. Regina levanta la mano, dispuesta a cachetearlo, pero él le agarra la muñeca para impedirlo. – No, princesa. Con una me basta – añade. Ella libera su brazo de la mano de él y lo mira con furia.
-Estás muy equivocado si piensas que voy a acceder a tu proposición, seduciéndome con unos insignificantes besos… - lo mira con desprecio – que por cierto no le llegan ni a la suela de los zapatos a los que me da mi novio – añade alzando la barbilla con desfachatez. Vuelve a empujarlo para alejarlo de ella y camina hacia la puerta tratando de mostrar la mayor seguridad en sí misma.
-Pronto volveremos a vernos, y espero que por su bien, haya reconsiderado mi propuesta – dice Mauricio a sus espaldas. Ella se detiene unos segundos para escucharlo, pero decide salir sin decirle nada. Ya había tenido suficiente por esa noche. Sale del despacho dando un sonoro portazo.
Mauricio apoya las dos manos contra la estantería y hunde la cabeza, tratando de recobrar los resquicios de la poca cordura que le quedaba. No había sido su intención seducirla, ni mucho menos. Lo último que necesitaba en ese momento era otra aventura, y menos con una Montesinos. Pero una fuerza irresistible lo había obligado a besarla, y después no podía parar, era como si dejara de ser dueño de sí mismo, lo único que le importaba en esos momentos era hacerla suya, y eso lo desconcertaba. Él era un hombre con un gran autocontrol, siempre había sabido mantener bajo ralla sus instintos sexuales, y la única vez que se había dejado llevar se había arruinado la vida. Se incorpora y comienza a mesarse el pelo mientras camina de un lado a otro de la estancia. Tenía que serenarse, y pensar las cosas fríamente, nunca más se dejaría llevar por los encantos de Regina Montesinos, nunca más.
Regina se apoya en la pared para mantenerse en pie, hasta que sus piernas dejaran de temblar. Todavía no sabía como había logrado salir de aquel despacho sin caerse de bruces, pero gracias al cielo había logrado mantener la compostura delante de aquel patán. Mira sus pantalones desabrochados, y un intenso rubor comienza a cubrir sus mejillas, mientras se apura a colocarlos. En sus tres años de relación con Fabián, jamás se había sentido de esa forma, tan excitada y desinhibida… si no fuera por aquel momento de cordura terminaría haciendo el amor con él en su despacho, solo de pensarlo su cuerpo se tensó de placer. No podía ser, no era posible. Trata de tranquilizarse pensando que todo se debía a su involuntario estado de abstinencia, eso era todo.
Toma aire con fuerza y se dirige a la salida, tenia que irse cuanto antes de aquel lugar, sino sería capaz de volver a aquel despacho y suplicarle a Mauricio que le hiciera el amor, y eso era algo que jamás sucedería. Mauricio Galván era un hombre prohibido para ella.
ACAPULCO
Amaranta (Martha Julia) sale del baño únicamente vestida con un sugerente salto de cama, que poco dejaba a la imaginación. Esa noche quería recuperar la pasión perdida con Fabián, quería volver a sentir su fogosidad, sus besos ardientes y salvajes. Desde que estaban en Acapulco sus encuentros habían sido escasos y para eso, Fabián (Carlos Ponce) parecía desconcentrado y desganado. Y ella ya no podía soportar más aquella situación. Se apoya sensualmente en el marco de la puerta mientras observa con lascivia el cuerpo semidesnudo de Fabián, que se hallaba tumbado en la cama, con el torso desnudo, mientras leía un libro. Ella se acerca seductoramente y se sube a la cama, comienza a acercarse a él a gatas.
-Hoy tu gatita tiene ganas de fiesta… - le susurra seductoramente mientras le arrebata el libro de las manos para lanzarlo al suelo. Él la mira molesto.
-Estaba leyendo Amaranta – protesta.
-Ya leerás otro día – dice ella colocándose sobre él – ahora quiero que me hagas el amor como antes… quiero sentir tu pasión- comienza a acariciarle el torso. Fabián mira hacia otro lado con fastidio – quiero ser tuya otra vez… - trata de besarlo en los labios, pero él aparta la cara. Ella lo mira enojada y se incorpora, sentándose sobre su abdomen.
-¿Me vas a decir de una vez qué es lo que te pasa? – pregunta enojada cruzándose de brazos.
-Me han humillado públicamente Amaranta, me siento como un idiota… no estoy en lo que se llama mi mejor momento. Solo necesito que respetes mi espacio, ¿sí? – pregunta molesto.
-¿Estás seguro que solo es tu ego el que está herido? – pregunta ella incorporándose. Agarra un albornoz que se hallaba sobre una de las sillas para ponérselo. – Me considero una mujer paciente y comprensiva, pero desde que llegamos a Acapulco me he sentido como un jarrón más que como una mujer – añade.
-Eso mismo me decía Regina, ¿acaso quieres parecerte a ella? – pregunta él enojado.
-Pues quizás si me pareciera ella me hicieras más caso en estos momentos – responde Amaranta indignada. Se acerca a él – A ti lo que te pasa es que de veras te dolió que ella te rechazara, la creías demasiado segura y por eso nunca te planteaste qué es lo que sentías por ella, y ahora que la perdiste… - comienza a decir. Pero Fabián se levanta y la agarra por el brazo con fuerza atrayéndola a él.
-¡Yo no estoy enamorado de Regina! – le grita. Amaranta lo mira furiosa, se libera de su mano.
-No he sido yo quien lo ha dicho… - dice enojada antes de entrar en el baño como una furia y cerrarse con cerrojo. Fabián se lleva la mano a sus cabellos, exasperado. No podía ser, él no estaba enamorado de Regina, él solo le tenía aprecio, se había acostumbrado a ella, eso era todo. Él no la amaba, no la amaba…
CARRETERA GENERAL. LA PODEROSA
Regina (Michelle Vargas) sale del carro hecha una furia para comprobar por qué motivo el carro se había parado y salía todo aquel humo del motor. Nada más eso le faltaba, que el carro la dejara tirada en aquella carretera perdida de la mano de Dios, por la que no pasaba nadie. Sin duda debía haberle hecho caso a Juan e ir a “San Lorenzo” a caballo, recorriendo los parajes, y no utilizando la vieja carretera, pero es que hacía mucho tiempo que no montaba a caballo y temía no poder controlar al animal. Con gran esfuerzo consigue abrir el capó y la espesa humareda nubla su visión, provocándole un ataque de tos. Decidida, después de aspaventar el humo con las manos vuelve a inclinarse sobre el capó.
Ícaro (Roberto Ballesteros) observa con curiosidad la extraña visión que se alzaba ante sus ojos. Estaciona el carro en una orilla de la carretera y desciende para acercarse a la hermosa dama en apuros. La joven estaba inclinada sobre el capó abierto, rebuscando algo dentro del motor. Ícaro observa su erótica postura, relamiéndose los labios con lascivia.
-¿Puedo ayudarla señorita? – pregunta acercándose a ella.
Regina se incorpora bruscamente, y se golpea la cabeza contra el capó.
-Disculpe, ¡Cuánto lo siento! ¿La he asustado? – pregunta Ícaro preocupado acercándose a ella. Regina lo observa atentamente mientras se frota con la mano, la zona golpeada.
-No lo había escuchado llegar… - responde – estaba tratando de averiguar por qué este viejo trasto me ha dejado tirada… - añade.
-Déjeme ver – dice Ícaro acercándose al capó para echarle un vistazo al motor. Regina aprovecha para examinar a consciencia al desconocido. Vestía como un auténtico terrateniente a la antigua usanza. – Mmmm esto tiene muy mala pinta – se incorpora y la mira – me temo que esta camioneta está para el arrastre – añade.
-¡Lo que me faltaba! – exclama Regina fastidiada.
-No se preocupe señorita, si me dice donde vive, yo puedo acercarla – dice Ícaro sonriendo. Regina lo mira con cierta desconfianza - ¡Qué torpe soy, todavía no me he presentado! Ícaro Sanromán para servirla – añade tendiéndole la mano.
-Regina Montesinos – dice ella estrechándosela. Ícaro la mira con una mezcla de sorpresa y satisfacción. Todavía no había tenido oportunidad de ver a la famosa dueña y señora de “La Poderosa ”, pero le habían dicho que era joven y hermosa. Pero se habían olvidado mencionar la sensualidad que emanaba por todos sus poros.
-Encantado de conocerla señorita Montesinos – dice Ícaro – yo soy dueño de “Las Gaviotas” – añade.
-Me temo que nunca he oído hablar de esa hacienda… - dice Regina.
-Eso es porque lleva mucho tiempo fuera señorita, cuando la adquirí hace más de diez años apenas era un trozo de terreno mal labrado, pero hoy en día es una de las más grandes de la zona… claro que no tanto como “La Poderosa ”. – Regina sonríe sin humor.
-Sabe acepto su ofrecimiento, si todavía sigue en pie – dice Regina.
-Por su puesto – le indica el carro – después de usted – añade. Regina se dirige hacia el carro. –Justamente pensaba hacerle una visita un día de estos, para ofrecerle mi apoyo – añade.
-Es usted muy amable – dice Regina entrando en al auto. Ícaro sonríe complacido, sería muy fácil engañar a aquella blanca paloma. A leguas se veía que carecía de carácter y mano dura para sacar adelante una hacienda. No tardaría en venirse abajo, y ahí estaría él, para aprovechar la ocasión. Lo primero que necesitaba era ganarse su confianza, hacer que lo viera como un aliado; y por ahora todo estaba saliendo a pedir de boca. Aunque tendría que dejar para otro día su visita a la hacienda “San Lorenzo”, corrían rumores de que el misterioso dueño había regresado y tenía la intención de conocerlo de una vez por todas.
Juan (Fabián Robles) y Tomasito (Alejandro Felipe) se hallan en la cocina, terminando de cenar; mientras que Modesta (Ana Martín) cocina.
-¿Todavía no llegó la patrona? – pregunta Juan.
-No – responde Modesta. Voltea para mirarlo - ¿Tú no sabrás para donde se fue? – pregunta mirándolo con curiosidad.
-Pues se fue a la hacienda “San Lorenzo” dis que para hablar con el patrón… aunque no creo que se le haga. Nadie sabe quien es – responde Juan antes de tomar un bocado. Modesta lo mira asombrada y se acerca a él.
-Yo sí sé – dice Tomasito emocionado. – Solo que no me recuerdo del nombre… - añade rascándose la cabeza.
-¿Dices que se fue pa “San Lorenzo”? – pregunta Modesta preocupada.
-Sí, eso dijo – responde Juan. Mira a su hijo - ¿Se puede saber de dónde conoces al patrón de “San Lorenzo”? – pregunta con curiosidad.
-Porque lo vi el otro día – responde Tomasito.
-¡Ay Diosito, pero esta muchacha de veras sí se volvió loca! – exclama Modesta. Juan la mira extrañado.
-¿Qué tienes mamá? ¿Quién demonios es ese hombre para que te preocupe tanto? – pregunta Juan intrigado. Modesta apoya las manos en el respaldo de una silla mientras trata de serenarse.
-Ay mijo, es que ese hombre no es otro que el mismísimo Mauricio Galván – responde Modesta.
-¡Sí, así se llama! – exclama Tomasito. Juan se incorpora mirando a su madre atónito.
-Mauricio, ¿mi compadre? ¿El hijo del capataz? – pregunta sin poder dar crédito. Modesta asiente, sin decir nada. - ¿Para qué regresó? – pregunta.
-Mucho me temo que para cumplir su palabra… - responde Modesta. El pequeño Tomasito los mira extrañando, tratando de entender algo de lo que dicen. El sonido de un carro interrumpe el repentino silencio que se había generado en la estancia.
-¡Ahí está Regina bonita! – exclama Tomasito incorporándose de un salto para salir corriendo hacia la entrada. Modesta y Juan se miran sin decir nada y deciden seguir los pasos del pequeño.
Regina (Michelle Vargas) desciende del carro, contenta de estar al fin en casa. Tomasito (Alejandro Felipe) sale de la casona en ese momento y se acerca a ella corriendo.
-¡Al fin llegaste! – exclama. Pero se detiene bruscamente al ver salir del carro a Ícaro (Roberto Ballesteros).
-¡No sabía que tenía un galán esperándome! – exclama Regina sonriéndole al pequeño, se acerca a él para despeinarlo con cariño. Juan y Modesta salen de la casona en esos momentos.
-Niña, ¿cómo le fue? – pregunta Modesta (Ana Martín).
-Mmmm no sabría qué contestarte – responde Regina. Juan (Fabián Robles) mira a Ícaro con cierto recelo.
-Buenas noches señor Sanromán – lo saluda fríamente.
-He tenido un percance en el camino, pero el señor Sanromán, se ha ofrecido, muy amablemente, a ayudarme – dice Regina apoyando las manos sobre los hombros de Tomasito con cariño, mientras que el niño mira al hombre con el ceño fruncido. Ella nota la tensión que se ha creado ante la presencia de Ícaro. Carraspea – Esto, señor Sanromán le agradezco su ayuda… si quiere puede quedarse a cenar con nosotros – añade no muy convencida, pero sabía que era lo menos que podía hacer después de que ese hombre la ayudara.
-Es muy amable señorita. Acepto de mil amores – dice Ícaro.
-Bien… pasemos a dentro entonces – dice Regina con una leve sonrisa, indicándole la puerta.
-Muchas gracias – dice Ícaro.
-Pásele por aquí – dice Modesta cortésmente mostrándole la puerta; Ícaro entra en la casa seguido por Juan y Modesta.
-¿Sabes? Ese hombre no me gusta nada… es malo, muy malo – dice Tomasito.
-Si te soy sincera, a mi tampoco me ha dado buena espina… pero no me conviene enemistarme con los demás terratenientes, para uno que es amable… – dice Regina poniendo cara de pena.
-Por cierto, ¿qué tal te fue con el patrón de “San Lorenzo”? – pregunta el niño. Regina lo mira con curiosidad.
-¿Tú como sabes eso? – pregunta.
-Se lo escuché decir a mi papá – responde Tomasito. – Ese sí me dio buena espina – añade. Los dos comienzan a caminar hacia la casa.
-¿De veras? – Pregunta irónicamente – ojalá pudiera decir yo lo mismo…
Al día siguiente…
Nereida (Bárbara Mori) recorre la distancia que separa la casona de las caballerizas, sumida en sus pensamientos, recordaba los momentos felices, cuando recorría aquella hacienda - entonces hermosa y llena de vida - a caballo en compañía de Saúl. Aunque se había prometido hace años no regresar nunca a aquel lugar, ahí estaba ahora, recorriendo esas tierras y rememorando el pasado; decidida a quedarse allí por una temporada.
Se acerca a uno de los peones que en ese momento estaba limpiando una de las cuadras.
-Disculpe, ¿sería tan amable de ensillarme un caballo? – pregunta Nereida.
-Lo lamento señorita, pero tendrá que esperar a que termine de acondicionar las cuadras… quedamos muy pocos peones, y hay mucho trabajo que hacer – responde el joven.
-Entiendo… - dice Nereida sin poder disimular su decepción.
-Señora, señora… - Modesta (Ana Martín) se acerca a ella apurada. Nereida se voltea.
-¿Qué quieres Modesta? – pregunta.
-La buscan en la sala – responde Modesta tomando aire – es su nana – añade.
-¿Mi nana? ¿Ya llegó? – pregunta emocionada y comienza a correr hacia la casona. El joven peón se acerca a Modesta.
-Doña, ¿sabe si la patrona ya buscó nuevos peones? – pregunta.
-Todavía no, Antonio – responde Modesta.
-Pues entonces dígale de mi parte a la dis que patrona, que las palabras se las lleva el viento… y que si no vemos progresos, los pocos peones que quedamos terminaremos por abandonarla también – dice el joven molesto.
Modesta suspira preocupada. Sabía que el peón tenía razón; su hijo ya le había comentado que los pocos peones que quedaran tendrían que trabajar casi el doble por el mismo sueldo, hasta encontrar nuevos trabajadores, tarea que presumía, no resultaría nada sencilla.
Nereida estrecha entre sus brazos a Rosario (Angelina Peláez).
-¡Ay nana, que bueno que estés aquí! ¿Por qué no me avisaste que llegabas hoy? – pregunta.
-Pues porque quería darle una sorpresa niña – responde Rosario sonriendo. – Pero dígame, ¿supo algo más del tarado de su esposo? – pregunta.
-No, pero ya sabes como es Saúl… en cuanto se le pase el coraje regresará; no puede estar enojado toda su vida – responde Nereida.
-Mmmm deje que lo dude, niña. Su esposo es el hombre más rencoroso que he conocido en mi vida – dice Rosario sentándose en uno de los sofás.
-Saúl dista mucho de ser un santo nana, pero tampoco es un diablo – dice Nereida tomando asiento a su lado – todo el mundo comete errores…
-Solo que quizás los de Saúl no son de los errores más corrientes – dice Rosario.
-¿Por qué siempre tratas de mostrarme lo peor de mi esposo? – pregunta Nereida resignada.
-Pues porque él no es el hombre que pueda hacerla feliz… cierto que tiene posición y dinero, pero… - responde Rosario.
-Ya nana, - la interrumpe Nereida – no sigas por ahí, que nos conocemos – añade. Baja la mirada – además, hay algo que quiero contarte – añade. Rosario la mira intrigada.
-¿Sucedió algo con la bruja de su suegra? ¿O no me diga que la caprichosa de Regina la corrió de aquí? – pregunta preocupada.
-No, nada de eso… se trata de Mauricio Galván – responde Nereida mirándola a los ojos – él ha regresado, la otra noche vino para platicar con Regina… - añade. Rosario la mira impactada.
-¿Y qué quería platicar con ella? – pregunta intrigada.
-No lo sé, no fui capaz de preguntarle… - responde Nereida – pero se veía muy diferente nana… y no sabes con qué frialdad me habló… me heló la sangre – añade apenada. Rosario le toma una mano entre las suyas.
-Mi niña, ese hombre ha sufrido mucho. Recuerde todo por lo que tuvo que pasar… - dice Rosario.
-Lo sé nana, lo sé… pero eso no quita que duela – dice Nereida conteniendo las lágrimas.
-Niña, ¿asté… asté todavía lo ama? – pregunta Rosario. Nereida la mira durante unos segundos dudosa.
-Ah, Rosario, veo que ya llegó – dice Regina entrando en la sala. – Bienvenida – añade. Rosario asiente complacida. Mira a Nereida - ¿ya te encuentras mejor de tu indisposición Nereida? – pregunta.
-Sí, gracias por preguntar – responde Nereida.
-¿Está enferma niña? – pregunta Rosario preocupada, mirando para Nereida.
-En realidad me temo que no fue más que una excusa para no acompañarme a cenar a mí y a mi invitado anoche – responde Regina con cierto resentimiento. De no ser por el pequeño Tomasito, que aceptó encantado tomar una segunda cena con ellos en el comedor, habría tenido que cenar a solas con aquel hombre que tanta desconfianza le causaba y que no había dejado de parlotear – tratando de parecer cortés y divertido – en toda la cena hasta levantarle dolor de cabeza. Nereida se incorpora.
-Nana, ven, te enseñaré tu recamara. Le pedí a Modesta que te acomodara la que está junto a la mía – dice ofreciéndole el brazo. Rosario se incorpora y lo acepta encantada. Las dos mujeres se van, agarradas del brazo, escaleras arriba, conversando animadamente. Mientras Regina las observa irse escaleras arriba con el ceño fruncido, se cruza de brazos.
-¡Oh, desde luego! Parezco el último mono en mi propia casa – refunfuña indignada.
MÉXICO D.F.
Fabián (Carlos Ponce) tira su maleta sobre su cama dispuesto a abrirla. Al fin había regresado a su casa, antes de lo previsto. Las cosas en aquel viaje no habían salido según lo previsto. Se había ido con la intención de relajarse y olvidarse de todo lo ocurrido, sin embargo aquella imagen de la fiesta ocupaba su mente una y otra vez, y lo peor de todo es que comenzaba a comprender por qué Regina lo había hecho; y empezaba a culparse a sí mismo por ello.
En ese momento se abre la puerta de su recamara.
-Dolores me dijo que habías regresado – dice Higinio (Humberto Zurita) acercándose a él.
-Ya ves, he decidido acortar mis vacaciones – dice Fabián sin siquiera mirarlo mientras comienza a sacar su ropa de la maleta.
-¿Tan mal lo estabas pasando con tu amante? – pregunta Higinio con un deje de ironía en su voz. Fabián voltea para mirarlo de frente, intrigado.
-¿Ahora también te dedicas a espiarme? – pregunta Fabián.
-No olvides que soy yo quien paga tus facturas... – responde Higinio. Fabián lo mira enojado antes de retomar su tarea con saña. - Supongo que regresarás a la agencia el lunes a más tardar – añade.
-Lo cierto es que quería tomarme un tiempo antes de volver – dice Fabián deteniéndose para mirarlo. Higinio lo mira sorprendido.
-¡No puedes hacerlo, tienes obligaciones que cumplir! – exclama molesto.
-No hace falta que me lo repitas – replica Fabián con sorna. – Lo cierto es que necesito tiempo para replantearme mi vida… la verdad ya no sé si la vida que llevo es la que realmente quiero o solo la que a ti te gusta – añade.
-No seas desagradecido, yo te he dado todo – dice Higinio. Fabián vuelve a encararlo.
-Todo… menos tu apoyo, tu comprensión, tu cariño – dice dolido. Higinio lo mira sin decir nada, baja la mirada y mete las manos en los bolsillos.
-¿Qué piensas hacer con Regina? – pregunta Higinio cambiando de tema. Fabián exhala aire, decepcionado. No era la primera vez que su padre evadía tener con él aquel tipo de conversación, estaba acostumbrado; pero eso no significaba que no le doliera.
-Lo que haga o deje de hacer con respecto a Regina a partir de ahora, es asunto mío – responde Fabián manteniendo el semblante serio. – Por cierto, me enteré de que finalmente heredó ella la famosa hacienda de su abuelo – añade tratando de parecer indiferente.
-Así es, y decidió sacarla adelante a pesar de que su madre le advirtió que no contaría con el apoyo de la familia – dice Higinio molesto. Fabián lo mira, sin poder ocultar su asombro.
-¿Cómo? ¿No van a ayudarla? – pregunta.
-No, la hacienda está casi arruinada… es una tierra de hombres, donde jamás aceptarán a una mujer terrateniente… y si no fuera poco, Saúl se ha disgustado mucho al enterarse de que no era él el heredero – responde Higinio – y Cecilia considera que lo mejor que puede hacer es renunciar a su herencia… no tiene ninguna necesidad de jugar a los terratenientes – añade.
-Y yo considero que lo que realmente Cecilia quiere es hacerle entender que lo mejor para ella es estar pegada a sus faldas, siguiendo sus designios – dice Fabián irónicamente.
-Su madre solo quiere lo mejor para ella – replica Higinio con solemnidad.
-Eso decís los padres siempre que pretendéis controlarnos la vida – dice Fabián con amargura.
-Será mejor que te deje solo, has vuelto tremendamente insoportable de ese maldito viaje – dice Higinio disgustado, saliendo de la estancia, cerrando la puerta tras de sí. Fabián cerró la maleta bruscamente. No podía creer que la madre de Regina le hubiera retirado su apoyo cuando más la necesitaba, con tal de hacerla desistir de su idea, para así seguir manteniendo el control sobre ella. Tanto él como Regina habían sido dos marionetas en las manos de sus manipuladores padres, que tenían trazado para ellos los planes que a ellos mismos le convenían. ¿Y qué habían logrado con ello? Tan solo herir a Regina, y humillarlo a él…
SAN LORENZO
Mauricio (Fernando Colunga) cepilla una y otra vez las hermosas crines de su pura sangre. Sabía que esa era una tarea destinada a los peones, pero a él le gustaba hacerse cargo de su caballo, era una tarea que lo relajaba y lo mantenía ocupado. Gertrudis (Mariana Ríos) se acerca a él.
-Patrón, tiene una llamada – le dice ella, sin perder la oportunidad de mostrarse coqueta. Observa a su patrón con interés, vestía unos gastados vaqueros y tenía el torso desnudo, cubierto por algunas gotas de sudor, que le daban un aspecto más sensual. Tal parecía un peón más, eso sí, un peón demasiado sexy.
-¿Quién es? – pregunta Mauricio sin dejar de cepillar el caballo.
-Una mujer, dice que es… - carraspea incómoda – su novia – añade finalmente. Mauricio alza la vista para mirarla.
-Dígale que no estoy – dice él y vuelve a su tarea.
-¿Está seguro, patrón? – pregunta la joven.
-Creo que me he expresado con claridad – responde él hoscamente.
-Ta bueno, como mande – dice la joven y encamina sus pasos hacia la casa. Mauricio se mesa los cabellos, exasperado, debería tener una seria conversación con Aura de una vez por todas; tenía que dejarle claro que entre ellos no había nada, se habían acostado varias veces y eso ya había terminado. Además no tenía intención de regresar a Miami, al menos por el momento.
Ícaro (Roberto Ballesteros) aparca el carro frente a la gran casa y desciende del mismo. Tenía intención de conocer al misterioso patrón de una vez por todas. Recordaba las otras veces que lo había intentado, y no había logrado nada; ese hombre era más escurridizo de lo que creía. Mira a su alrededor con interés, y a lo lejos, cerca de las caballerizas observa como uno de los peones acondiciona uno de los caballos; sin dudarlo dos veces se acerca a él con paso firme y seguro.
-Buenos días – lo saluda con prepotencia. Mauricio alza la vista para mirarlo por unos segundos con curiosidad y seguidamente continúa con su labor.
-¿Qué se le ofrece? – pregunta secamente. Ícaro enrosca sus pulgares entre los tirantes y mira hacia su alrededor con arrogancia.
-Vaya a buscar a su patrón y dígale que Ícaro Sanromán quiere hablar con él, y esta vez no pienso tolerar ninguna excusa. Sé muy bien que él está aquí - responde Ícaro con tono autoritario.
-¿Y para qué quiere platicar con él? – pregunta Mauricio con desdén. Ícaro lo mira con desprecio, no le gustaban los igualados ni los irrespetuosos que no sabían cual era su lugar; y aquel peón era un ejemplo andante de lo que él más detestaba en un trabajador. Si trabajara para él, no duraría ni dos segundos en enseñarlo a respetar a golpe de fusta.
-Eso no es asunto tuyo, mugroso – responde Ícaro. Mauricio se detiene, tira el cepillo al suelo y rodea el caballo para situarse frente aquel hombre.
-Si no me dice para qué lo busca, me temo que no podré ayudarlo. Señor – dice fríamente, con cierto cinismo. Ícaro se ríe socarronamente.
-Veo que tu patrón es un cobarde y un blandengue que ni siquiera sabe mantener a los peones en su lugar – dice Ícaro. – Si fueras un peón de mi hacienda, te enseñaría a respetar a los que están por encima de ti – añade.
-¿Y qué le hace pensar que está por encima de mí? – pregunta Mauricio alcanzando un paño, que había dejado con anterioridad en el suelo, para limpiarse las manos y los pectorales. Ícaro lo mira con reticencia. En ese momento Fercho (Jorge Poza) se acerca a ellos.
-Patrón, ¿ya terminó? – pregunta cortésmente. Ícaro mira con enorme sorpresa al hombre que tenía frente a él.
-Sí, llévate a Sansón a su cuadra y asegúrate de que le dan su dosis de proteínas – responde Mauricio. Fercho mira a Ícaro, con cierta incomodidad y agarra las riendas del caballo para conducirlo hacia las caballerizas.
-¿Por qué no me ha dicho que es usted el patrón? – pregunta Ícaro sin poder ocultar su incomodidad.
-No preguntó – responde Mauricio con sequedad mientras dirige sus pasos hacia la casa. Ícaro lo sigue. – Dígame qué es lo que quiere y márchese, no me agradan las visitas de cortesía – añade. Ícaro se ríe sin humor.
-Oiga muchacho, no le conviene enemistarse conmigo… tengo mucho poder en esta región – dice Ícaro.
-¿Me está amenazando? – pregunta Mauricio con burla, sin detenerse.
-Tómeselo como un consejo – responde Ícaro. Se detiene para sacar una carta de su bolsillo – tengo algo para usted – añade. Mauricio se detiene y voltea para mirarlo de frente. Ícaro le tiene el sobre.
-¿Qué es esto? – pregunta Mauricio.
-Es una invitación para la reunión trimestral de la confederación de terratenientes de San Cayetano, de la que usted es miembro – responde Ícaro.
-Nunca me han interesado esas absurdas reuniones de viejos decrépitos – dice Mauricio con burla.
-Esta vez discutiremos cosas… interesantes. Quizás sea un buen momento para presentarse en sociedad – dice con desdén - ¿o acaso piensa esconderse toda la vida? – pregunta. Mauricio lo mira fríamente.
-Yo no me escondo de nada – responde. Ícaro se acaricia la barbilla.
-Entonces no tendrá inconveniente en decirme su nombre, me muero de ganas por saberlo – dice con ironía. Mauricio sonríe socarronamente.
-Lo sabrá a su debido tiempo. Que tenga un buen día – dice y continúa su camino hacia la casa. Ícaro permanece de pie observando como se aleja. No le gustaba aquel hombre, ni su forma de dirigirse a él. Nadie se burlaba de Ícaro Sanromán sin recibir su merecido, y ese hombre se había ganado con creces su enemistad.
Mauricio llena un vaso de agua fresca y la bebe de un trago. Mira pensativo el sobre que había dejado sobre la mesa, quizás ese hombre tuviera razón y la reunión fuera el momento indicado para presentarse ante todos los terratenientes de la región; sabía que algún día tendría que hacerlo, y ¿por qué no aprovechar ese momento? Sonríe al imaginar las caras de aquellos carcamales cuando lo vieran, sin duda sería una gran sorpresa.
Fercho entra en la cocina en ese momento. Se quita el sombrero y lo mira dubitativo.
-Patrón, perdone mi indiscreción… pero, ¿a qué ha venido ese hombre? – pregunta Fercho.
-A entregarme la invitación para la reunión trimestral de la confederación – responde Mauricio.
-Ese hombre no es de fiar – dice Fercho.
-Lo sé – dice Mauricio.
-¿Y va a ir a la reunión? – pregunta con curiosidad. Mauricio agarra el sobre.
-Creo que ya es hora de que todo el mundo sepa quien es el patrón de “San Lorenzo”, ¿no crees? – responde Mauricio con seguridad. Fercho asiente.
-Sí, pero ándese con ojo… esos hombres son poderosos y traicioneros – dice Fercho. Mauricio se acerca y le posa una mano en el hombro.
-No te preocupes Fercho, sé de sobra como funcionan las cosas aquí – dice Mauricio. – Y si alguien tiene que andarse con ojo, son ellos… no yo – añade antes de alejarse, camino a la sala. Fercho lo mira alejarse intrigado, conocía muy poco de su patrón, y según tenía entendido él vivía en Miami cuando adquirió la hacienda… pero hablaba como si hubiera vivido allí con anterioridad.
Regina (Michelle Vargas) observa intrigada el sobre cerrado que tiene entre las manos ante la atenta mirada de Juan.
-¿Una invitación para la reunión trimestral de la confederación de terratenientes de San Cayetano? – pregunta Regina. Alza la mirada - ¿por qué me la mandan a mí?
-El patrón formaba parte de la confederación, y ahora que usted es la dueña… pues también heredó su participación en la misma – responde Juan (Fabián Robles).
-¡Ah, caray! – exclama desconcertada - ¿y qué es lo que se supone que debo hacer? – pregunta.
-Para empezar, acudir a la reunión mañana en la noche – responde Juan. – Don Bernardo hacía años que no acudía a las reuniones… pero creo que dado que ahora usted tendrá que hacerse cargo de todo, debería acudir. Es conveniente que cuente con el apoyo de los demás terratenientes de la región – añade.
-Tienes razón… - dice ella. Lo mira dudosa - ¿Puedo pedirte un favor? – pregunta.
-Claro – responde Juan.
-¿Te importaría acompañarme? – pregunta Regina.
-Por su puesto que no, patrona – responde Juan sonriendo.
-No sabes cuanto te lo agradezco – dice ella respirando aliviada. Juan sonríe y se dispone a retirarse. – Esto, Juan – lo llama Regina. Él voltea.
-¿se le ofrece algo patrona? – pregunta Juan.
-¿Tú no sabrás que fue lo que pasó con Mauricio Galván para que se marchara de la hacienda, verdad? – pregunta Regina. Juan se encoge de hombros.
-Lamento no poder ayudarla – responde Juan – con su permiso, he de volver a mis tareas – añade y sale del despacho. Regina se cruza de brazos, molesta.
-No sé por qué no me sorprende – se dice a sí misma. - ¿Qué fue lo que pasó para que todo el mundo se niegue a hablar de ello? – se pregunta intrigada. El sonido del teléfono la saca de sus pensamientos. - ¿Bueno? – responde. -… Papá, ¡qué gusto escucharte! – exclama aliviada al tiempo que toma asiento frente al escritorio.
MÉXICO D.F.
-Mi niña, ¿cómo estás? ¿Qué tal la vida de terrateniente? – pregunta Julio (Otto Sirgo). Se halla sentado en su despacho de la casa.
-Umm, son demasiadas responsabilidades y muy poco tiempo para asumirlas – responde Regina. - ¿Cómo está mamá? ¿Sigue enojada? – pregunta temerosa.
MÉXICO D.F.
-Me temo que sí, me pidió que no te ayudara – responde Julio.
-Entiendo… pero no te preocupes, tengo algunos ahorros en mi cuenta, y había algo de dinero en la caja fuerte… creo que con eso podré salir adelante por el momento – dice Regina.
MÉXICO D.F.
-Mi cielo, no quiero que le digas a nadie… pero esta mañana hice una transferencia a tu cuenta… sé que no es mucha plata, pero es que últimamente hemos tenido algunos problemas con la constructora y no dispongo de toda la liquidez que me gustaría – dice Julio.
-¡Gracias papito lindo! Eres el mejor papá del mundo… te prometo que no diré nada – dice Regina emocionada - ¿Pero qué son esos problemas con la constructora? – pregunta preocupada.
MÉXICO D.F.
-Nada que no se pueda arreglar, mi cielo. No te preocupes… bueno, tengo que dejarte. Te prometo que en cuanto pueda me haré una escapadita para verte sin que tu mamá se entere, ¿te parece? – pregunta.
-Te estaré esperando papá, y ya verás, cuando vengas, te trataré como rey – responde Regina ilusionada. – Bye, yo también te quiero – cuelga el teléfono y se acomoda en el sillón. Había sido muy afortunada con el marido de su madre, al que quería como un padre; ya que apenas guardaba recuerdos de su padre biológico, Braulio, un hombre demasiado macho como para pasar perder el tiempo con una niña. Pero ese espacio que había dejado su padre lo habían llenado por aquel entonces su abuelo, Saúl y… Mauricio.
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