CAPÍTULO VI
Regina (Michelle Vargas) lo observa impactada, mientras que se lleva la mano a la boca.
-¡Mauricio! – exclama sin poder dar crédito mientras él la mira complacido, con una cínica sonrisa en los labios. – Tú… tú… eras… yo… - comienza a tartamudear nerviosa. De pronto los recuerdos de su infancia se hacían cada vez más nítidos. Las tardes en las que ella se escapaba de la casa y era Mauricio (Fernando Colunga) quien la encontraba, los días en que le dejaba montar a escondidas los pura sangre… recordaba el día en que se fue de la hacienda para no volver, el día que lloraba sin consuelo mientras que su hermano le repetía que ese hombre los había abandonado para siempre…
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La pequeña Regina camina de un lado a otro de la recamara impaciente. No entendía por qué la habían encerrado en su cuarto, algo grave había sucedido y se moría por saber lo qué. Corre hacia la puerta nada más escuchar el sonido de la cerradura. Saúl entra en la recamara, su aspecto deja mucho que desear, está descamisado, tiene los cabellos alborotados y los ojos enrojecidos, como si estuviera llorando. Tenía el labio partido y algunos moratones en le cara.
-¿Te caíste Saúl? – pregunta Regina preocupada, acercándose a él. Él la mira con tristeza, se agacha frente a ella.
-No, princesa – responde Saúl.
-Saúl, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué está todo el mundo tan raro hoy?- pregunta. - ¿dónde está Mauricio? Me prometió que esta tarde me iba a llevar a ver las barracas de la fiesta – añade. Saúl tensa la mandíbula, y aprieta los dientes con rabia.
-Princesa, Mauricio ya nunca va a volver – dice Saúl. Regina lo mira extrañada.
-¿Por qué? – pregunta alarmada.
-Porque es un desagradecido… y no nos quiere – responde Saúl.
-A mí sí me quiere, sí me quiere – comienza a repetir alterada. Saúl la agarra con fuerza por los hombros y la zarandea levemente para callarla.
-Mírame Regina y escucha atentamente lo que te voy a decir – dice él mirándola con el semblante serio, haciendo que ella lo mire atemorizada – olvídate de que Mauricio Galván existe, haz como si nunca existiera… se fue para no volver, él es un hombre malo, princesa, muy malo – Regina niega con la cabeza mientras las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos. Su mente infantil no alcanza a entender las palabras de su hermano, él comienza a acariciarle la cara con ternura.
-Sé que te duele… pero me tienes a mí. Y créeme que Mauricio Galván no se merece ninguna de tus lágrimas – le dice, la rodea con sus brazos para estrecharla contra él con fuerza. –Bórralo de tu memoria, princesa, bórralo para siempre – le repite.
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Los recuerdos de aquella noche y los días posteriores en que había esperado que Mauricio regresara, volvieron a su memoria. Finalmente la pequeña Regina había hecho caso de la petición de su hermano, y borró de su memoria a aquel muchacho al que adoraba con toda el alma como a otro hermano y que la había abandonado cuando más lo necesitaba. Pero ahora lo tenía frente a ella, mirándola cínicamente y pretendiendo hacerse con su hacienda.
-Cobarde – exclama airada al tiempo que lo golpea en el pecho con las dos manos. Él apenas se mueve. Ella vuelve a golpearlo en el pecho con más fuerza – cobarde, cobarde, cobarde – le grita una y otra vez golpeándole cada vez más fuerte.
-¡Cálmate! – exclama Mauricio al tiempo que la agarra por las muñecas con fuerza y la zarandea levemente para detenerla. Ella lo mira con la respiración entrecortada, todavía alterada, mientras que Mauricio la mira fríamente, con el semblante endurecido. Sus miradas se cruzan durante unos segundos, en los que no se dicen nada.
-Suéltame – dice ella entre dientes, tratando de contener su rabia.
-No hasta que te calmes – dice él con firmeza. Ella aspira profundamente.
-No voy a hacer ningún trato contigo… y mucho menos ahora que sé quien eres – dice Regina.
-Por tu bien, lo mejor es que reconsideres mi propuesta, es lo único que puedes hacer para salvar esta hacienda – dice Mauricio.
-¿Por qué tanto interés en la hacienda que abandonaste hace tanto tiempo sin explicación? – pregunta con rencor. Mauricio se ríe sin una pizca de humor.
-¿Sin explicación? ¿Eso fue lo que te dijeron? ¿Qué me fui porque sí? – pregunta con una mueca de cinismo en su cara.
-¿Es que acaso no fue así? – pregunta Regina alzando la barbilla desafiante. Él la suelta y se aleja unos pasos, sin dejar de mirarla.
-Eso ya no importa – responde Mauricio. -¿Pensarás mi propuesta? – pregunta.
-No – responde Regina con firmeza.
-Muy bien, ya cambiarás de opinión. Estoy decidido a convertirme en el dueño de La Poderosa , ya sea por las buenas… - la mira intensamente – o por las malas – añade. Regina siente que un escalofrío recorre su cuerpo al sentir su mirada fría e intensa.
-Y yo estoy decidida a sacarla adelante, cueste lo que cueste – dice ella manteniéndole la mirada, mostrando una tranquilidad y firmeza que no sentía en aquellos momentos. El sonríe con cinismo.
-Veremos quien gana entonces – dice él amenazante y se va cerrando la puerta tras de sí.
Regina se deja caer sobre el escritorio, apoyando ambas manos en él, respira hondo y trata de contener el torrente de lágrimas que luchaban por salir al exterior. No podía creer que aquel hombre frío y arrogante, un auténtico cretino, fuera el mismo Mauricio al que ella adoraba de niña. ¿Cómo podía haber cambiado tanto? Su hermano tenía razón, Mauricio era un hombre malo que no merecía ni sus lágrimas, pero ella no podía evitarlo. Quería llorar, llorar hasta quedar sin lágrimas, desahogar la angustia que se había instalado en su pecho… golpea la mesa con rabia, pero lo único que consigue es hacerse daño.
-¡Maldito! – exclama con rabia acariciándose la mano herida.
Nereida (Bárbara Mori) bajaba las escaleras dispuesta a platicar con su cuñada. Quería hacerle saber su intención de permanecer en la hacienda durante una temporada ya que todavía no había tenido tiempo de hablar con ella. Se detiene de pronto y se aferra a la barandilla con fuerza cuando ve al hombre salir del despacho. No podía ser él. Su corazón se desboca por momentos, y contiene la respiración en el momento que él eleva la mirada y la ve.
Se detiene en seco y la mira sorprendido, turbado. El tiempo no había hecho sino aumentar su belleza. Se maldijo a sí mismo por permitirse que su presencia lo alterara de esa forma. Sopesó por unos segundos la posibilidad de decir algo, pero prefirió marcharse, así que sin decir palabra, se dirige hacia la puerta.
-Mauricio – Nereida no sabe muy bien que fue lo que la impulsó a llamarlo. Pero casi sin darse cuenta, baja los últimos escalones y se acerca a él. Él voltea lentamente.
-¿Qué es lo que quieres? – pregunta él con frialdad.
-¿Qué… qué haces aquí? – pregunta ella conmocionada. Él se ríe sin humor.
-No he venido a buscarte, no te hagas ilusiones. No me interesan las mujeres casadas – responde él toscamente, con cierto desdén. Ella lo mira con tristeza, se esperaba que él no la tratara con amabilidad, ni siquiera con respeto; pero aún así no podía evitar que le doliese su frialdad y desprecio.
-Tampoco esperaba que lo hicieras… pero me sorprende verte aquí después de… después de tanto tiempo – dice Nereida tratando de aparentar serenidad.
-Ya ves, las vueltas que tiene la vida…– dice Mauricio (Fernando Colunga).
-¿Has hablado con Regina? – pregunta Nereida.
-Sí, precisamente he venido a verla a ella – responde Mauricio, voltea dispuesto a irse.
-¿Volverás a marcharte? – pregunta ella con el corazón en un puño.
-No, he regresado para quedarme – responde sin dejar de darle la espalda y se va ante la atenta mirada de Nereida.
Modesta (Ana Martín) se acerca a Nereida angustiada, desde lejos le parecía haber visto a un fantasma del pasado. No podía ser cierto lo que veían sus ojos.
-Señora, no me diga que ese hombre que acaba de salir era… - comienza a decir alterada.
-Sí Modesta, ese hombre era el mismísimo Mauricio Galván – dice Nereida fríamente antes de alejarse escaleras arriba. Estaba demasiado desconcertada y conmocionada para hablar con nadie en esos momentos.
ACAPULCO
Saúl (Eduardo Santamarina) entra en el restauran del hotel en el que estaba hospedado. La casa que le había dejado su abuelo estaba prácticamente en ruinas, aunque la localización era de las mejores, la mansión se hallaba a escasos kilómetros de la ciudad, donde se habían comenzado a construir urbanizaciones y el terreno se había recalificado. Probablemente pudiera hacer un gran negocio si la derrumbaba para construir un bloque de apartamentos. Tendría que consultarlo con Julio, pero ya lo tenía prácticamente decidido. Él mismo se haría cargo del proyecto.
Se acerca a la mesa que le indicaba el maître y toma asiento. De pronto un rostro conocido entra por la puerta acompañado de una despampanante rubia. Ambos se sientan en una mesa alejada de la suya. Sin duda, Regina había hecho bien al rechazar a ese presumido, a pesar del rencor que sentía en esos momentos hacia su hermana, no podía evitar que la rabia se apoderara de él, al darse cuenta de que ese idiota había estado engañando a su hermana, porque si no se equivocaba, había visto a esa mujer en la agencia de publicidad varias veces y no cabía duda de que había una relación entre ellos desde hace tiempo. Sin pensarlo dos veces, se levanta y se dirige hacia donde la pareja se encuentra.
Fabián (Carlos Ponce) escucha distraído la conversación de Amaranta (Martha Julia), mientras coloca la servilleta sobre el regazo. Su rostro se desencaja cuando al levantar la mirada ve como un Saúl con cara de pocos amigos se acerca a la mesa.
-Buenas noches – dice Saúl situándose frente a ellos.
-Saúl… ¿Qué… qué haces aquí? – pregunta Fabián con visible nerviosismo. Amaranta, por su parte le dedica una espléndida sonrisa a Saúl.
-He venido a resolver unos asuntos en relación con la herencia de mi abuelo – responde Saúl fríamente.
-Mi papá me contó que hace pocos días que falleció, lo lamento – dice Fabián.
-Yo no – replica Saúl con dureza. – Veo que estás muy bien acompañado… - mira a Amaranta – me pregunto si mi hermana está al corriente de tus… aventuras – añade.
-Su querida hermanita humilló y despreció a Fabián, así que él ahora puede hacer lo que le de la gana – dice Amaranta molesta. Saúl sonríe con cinismo.
-Apuesto que eso era ya lo hacía cuando estaban juntos, ¿no es así Fabiancito? – pregunta Saúl. Fabián se incorpora y lo mira con dureza.
-Yo siempre he respetado a tu hermana y la he tratado como una reina, ella no tiene nada de qué quejarse, hice lo que era mejor para la familia y la empresa – replica Fabián alterado.
-Sí, ya lo veo… ¿sabes? Al principio yo también estaba muy complacido por su relación, pensaba que eras el mejor partido para mi hermana, y que realmente la querías… pero al parecer no es así. Para ti, Regina solo era un negocio más, una condición para lograr convertirte algún día en el único dueño de la agencia… no sabes cuanto me tranquiliza que ella te pusiera en tu lugar – dice Saúl con frialdad, sin perder la calma. – Da gracias de que lo último que quiero ahora es mantener otro enfrentamiento, sino, no dudaría en darte los golpes que te mereces – añade.
-¡Fabián! ¿Cómo puedes permitir que te hable así? – pregunta Amaranta indignada.
-Porque sabe que estoy en lo cierto – responde Saúl.
-Quizás no actué como debía, pero si algo tenía que pagar, créeme que ya lo he hecho con creces. Gracias a Regina soy el hazmerreír de toda la agencia – dice Fabián.
-Es lo mínimo que te mereces por patán – replica Saúl. Se acaricia la barbilla – además estoy seguro de que tarde o temprano te arrepentirás de haberla dejado marchar… y más ahora que es la dueña y señora de “La Poderosa ” – añade con cinismo. – Que disfruten de la cena – añade con burla y se aleja presuroso.
-¿Qué es “La Poderosa ”? – pregunta Amaranta intrigada.
-Si no me equivoco, la hacienda de su abuelo – responde Fabián al tiempo que se sienta pensativo – pero juraría que era Saúl el que la heredaría…
-Pues ya ves, al final tu querida noviecita se ha convertido en toda una terrateniente – dice Amaranta con burla antes de beber un sorbo de la copa de vino. Fabián la mira con cierto reproche, no sabía por qué, pero lo cierto es que cada vez le molestaban más los comentarios maliciosos y burlones de Amaranta hacia Regina.
Nereida (Bárbara Mori) mira la oscuridad que se cierne sobre los bellos parajes, desde la ventana de su recamara; se abraza a sí misma, tratando de aplacar el frío que se había instalado en su cuerpo desde su encuentro con Mauricio. Se sentía desconsolada, intranquila, con el alma en un vilo. Eran tantas las preguntas que tenía, los sentimientos encontrados… el sonido de la puerta la saca de sus pensamientos, bruscamente. Voltea para encontrarse con la mirada fría de Regina.
-¿No te enseñaron a llamar a la puerta? – pregunta Nereida molesta.
-¿Por qué se fue Mauricio Galván de esta hacienda? – pregunta Regina (Michelle Vargas) acercándose a ella. Ignorando concienzudamente su comentario. Nereida la mira impactada por su pregunta.
-¿Por qué me lo preguntas? – pregunta desconcertada y temerosa.
-Si mal no recuerdo tú estabas aquí cuando él se fue, tienes que saber qué fue lo que pasó – responde Regina. Nereida se cruza de brazos y le da la espalda, para continuar mirando a través de la ventana.
-Yo no sé nada…
-Eres la esposa de Saúl, él tiene que haberte platicado… - dice Regina desesperada. Pero Nereida permanece impasible, sumida en sus pensamientos. Regina la mira con sospecha – No es cierto que Mauricio se fuera por propia voluntad, sin ningún motivo aparente, ¿verdad? – pregunta.
-Él y tu hermano tuvieron una fuerte discusión… eso es todo lo que sé, no me preguntes más porque de veras no lo sé… tu hermano siempre ha sido muy esquivo con relación a ese asunto – responde Nereida con calma, voltea para mirarla. – Lo que de veras sucedió aquel día es todo un misterio… pero no gastes energías en preguntarle a tu hermano, porque es un asunto del que se niega a hablar – añade.
-Me cuesta creer que no sepas nada más – dice Regina mirándola con desconfianza.
-Si me crees o no, es tu problema. – dice Nereida. Regina aspira hondo y se acaricia las sienes tratando de aplacar la ansiedad que la corroía desde que Mauricio se había ido. Mira a Nereida - ¿cuánto tiempo piensas quedarte? – pregunta. Nereida la mira, acercándose a ella.
-Precisamente de eso quería platicarte… mi nana no se ha encontrado bien de salud últimamente, y su doctor le recomendó que se fuera al campo… así que quería preguntarte si no te importa que mande buscar a Rosario y nos quedemos por un tiempo, mientras Saúl regresa – responde Nereida. Regina se encoge de hombros.
-Puedes quedarte todo lo que quieras, pero a cambio Rosario y tú tendréis que ayudar en la casona. Aquí hay mucho por hacer – dice Regina.
-Te lo agradezco, no hay problema… ayudaremos en lo que sea necesario – dice Nereida.
-Está bien… hasta mañana, entonces – dice Regina y se retira. Nereida mira hacia la puerta pensativa, nunca se había imaginado que su cuñada y ella llegaran a convivir bajo el mismo techo y ayudarse mutuamente.
Al día siguiente…
Regina (Michelle Vargas) revisa las cuentas mientras desayuna en la cocina, medio somnolienta, ante la mirada de Modesta (Ana Martín), que se encontraba pelando unas papas.
-Niña, ¿por qué no descansa? Ayer se pasó hasta altas horas de la noche con las dichosas cuentas, y hoy parece un alma en pena – dice Modesta preocupada.
-Es que quiero ponerme al día cuanto antes, Modesta – dice Regina – todavía quedan pagos pendientes, y además quiero saber quienes eran los compradores de mi abuelo, así como los distribuidores – añade abatida. Modesta deja el cuchillo y la papa que tenía en la mano sobre la mesa, y se limpia las manos al mandil, mientras miraba a Regina indecisa.
-Niña, ayer vi saliendo de la casona a un hombre que… - comienza a decir Modesta. No estaba segura si Regina conocía la identidad del hombre, y no quería ser ella quien se lo revelara.
-Puedes decir su nombre Modesta, ayer estuvo aquí Mauricio Galván – dice Regina sin alzar la mirada de las cuentas.
-¿A qué vino? – pregunta Modesta.
-A hacerme una tentadora oferta por la hacienda – responde Regina fingiendo indiferencia. Modesta la mira alarmada.
-¿Con qué dinero? Hasta donde yo sé, él solo era un pobre peón… - dice Modesta. Regina alza la mirada.
-Pues parece que ahora es mucho más que un simple peón, él es el misterioso dueño de la hacienda “San Lorenzo” – dice. Modesta se lleva la mano a la boca asombrada.
-¿Cómo es posible? – pregunta Modesta.
-¿Nunca has oído hablar de la superación personal? – pregunta Regina antes de beber un sorbo de jugo. – Pues parece que Mauricio se ha superado con creces – añade. La mira intrigada – supongo que tú tampoco vas a decirme qué es lo que sucedió para que se marchara de esa forma tan repentina – añade.
-Ese es un asunto de su hermano, niña. Yo no sé nada – dice Modesta tratando de disimular su nerviosismo.
-Ya – dice Regina mirándola no muy convencida – lo cierto es que este asunto comienza a mosquearme. Todo el mundo se hace el loco cada vez que pregunto sobre el tema, pero entre el cielo y la tierra no hay nada oculto, y por mi vida que no voy a parar hasta descubrir qué fue lo que sucedió – añade convencida. Modesta la mira sin saber qué decir, pero el repentino silencio se ve irrumpido por la brusca llegada de Juan (Fabián Robles).
-¡Patrona! – exclama alarmado.
-¿Qué ocurre Juan? – pregunta Regina incorporándose.
-Los peones se han rebelado – responde Juan – dicen que no piensan trabajar a las órdenes de una mujer de ciudad, algunos ya han preparado sus cosas y se han marchado… - añade.
-¿Cómo es posible? – pregunta Regina alterada.
-Pero ayer estaban todos convencidos y contentos – dice Modesta.
-Lo sé, pero al parecer se corrió el rumor de que la patrona no tenía con qué pagarlos, y no sabía nada del trabajo en el campo… y que tarde o temprano terminaría por cansarse y abandonarlo todo- dice Juan.
-¿Quién ha esparcido semejante mentira? – pregunta Regina enojada. Juan se encoge de hombros. De pronto Regina recuerda las últimas palabras de Mauricio la noche anterior.
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-Muy bien, ya cambiarás de opinión. Estoy decidido a convertirme en el dueño de La Poderosa , ya sea por las buenas… - la mira intensamente – o por las malas – añade. Regina siente que un escalofrío recorre su cuerpo al sentir su mirada fría e intensa.
-Y yo estoy decidida a sacarla adelante, cueste lo que cueste – dice ella manteniéndole la mirada, mostrando una tranquilidad y firmeza que no tiene en esos momentos. El sonríe con cinismo.
-Veremos quien gana entonces – dice él amenazante y se va cerrando la puerta tras de sí.
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-¡Oh! – Se da una pequeña palmada sobre la frente al caer en la cuenta - ¡Maldito patán! – exclama encolerizada. Mira a Juan – reúne a los peones, Juan. Voy a platicar con ellos, trataré de aclarar las cosas – añade.
-Como mande patrona – dice Juan y se va apurado. Modesta se acerca a Regina y apoya su mano sobre el hombro de la muchacha en señal de apoyo.
-Sé que va a ser muy difícil, pero no me voy a rendir Modesta, no lo voy a hacer. Pese a quien le pese – dice Regina con firmeza. Modesta asiente complacida, y le sonríe con ternura. Ella sabía muy bien que Regina tenía una gran fuerza interior de la que quizás todavía no se había percatado, pero que tarde o temprano terminaría por salir a la luz.
HACIENDA “LA GAVIOTA ”
Ícaro (Roberto Ballesteros) observa atentamente a los tres hombres que lo esperaban en el salón. No eran más que unos paletos con ínfulas de grandes señores, que parecían sacados de la época de las colonias. Pero eran de los terratenientes más poderosos de la región, y no le convenía tenerlos como enemigos, ya que también formaban parte de la confederación.
-Buenos días caballeros – los saluda Ícaro cordialmente. Los tres hombres le devuelven el saludo.
-¿Les hace unos tequilitas? – pregunta Ícaro tomando asiento.
-No hay tiempo para tequilitas, don Ícaro, tenemos que hacer algo ya – don Perico Laguna (René Casados), el dueño de “Las amapolas” es el primero en hablar.
-No podemos consentir que una muchacha inmadura y alocada forme parte de la confederación – añade don Arcadio Ferrando (Antonio Medellín), el dueño de “Los Pajes”.
-Es inaudito que don Bernardo haya podido hacer una cosa así, dejarle la hacienda a una mujer, ¡A una mujer! – exclama don Teo Suárez (Luís Bayardo), dueño de “El lirio blanco” alzando la voz, visiblemente alterado. Ícaro los mira con cierta incomodidad. No había nadie más interesado que él en que la hacienda fuera puesta en venta pública, pero la verdad, el nuevo rumbo que habían tomado las cosas no lo había desagradado en absoluto. Sería demasiado fácil embaucar a la muchacha y alcanzar finalmente sus objetivos. Pero aún así, no podía ni debía manifestar su contento con la situación ante los demás terratenientes, que veían a la joven heredera como un sacrilegio a las buenas costumbres.
-Cabeza fría, señores – dice Ícaro – no ganamos nada con alterarnos. Esa muchacha es la legítima heredera, y ya todos sabemos las condiciones que el viejo le impuso en su testamento – añade.
-Pero esta es tierra de machos, aquí no hay lugar para una mujer terrateniente – dice don Arcadio.
-Tenemos que hacerla entrar en razón para que repudie esa herencia, es lo mejor para todos – dice Perico – Mi Clotilde está con los nervios a flor de piel desde que sabe que ella es la heredera, cree que se va a aprovechar de su situación para embaucarnos a todos con sus encantos – añade.
-Mi esposa también piensa lo mismo. Se ha empeñado en que a partir de ahora me acompañará a todas las reuniones de la confederación – dice Teo alarmado.
-Por favor señores, mantengamos la calma. Por ahora no podemos hacer otra cosa que transigir con la situación hasta que encontremos una solución – dice Ícaro.
-La solución es darle la espalda hasta que se canse y decida renunciar – dice don Teo.
-Por lo pronto le exigiremos que abone las cuotas que debía su abuelo sino quiere que la enviemos a juicio – argumenta don Perico.
-Solo queríamos saber si estaba usted de nuestra parte, don Ícaro – dice don Arcadio.
-Por supuesto señores, no les quepa la menos duda – dice Ícaro con una falsa sonrisa en sus labios. Por lo pronto le convenía que esos paletos pensaran que estaba de su lado, para que cuando se dieran cuenta de sus verdaderas intenciones de hacerse con la hacienda en su total, ya fuera demasiado tarde, él sería el terrateniente más poderoso de la región y ellos no podrían ni siquiera protestar.
MÉXICO D.F.
Cecilia (María Sorté) remueve el contenido de su taza de café mientras se acomoda en el cómodo sillón del salón ante la atenta mirada de Higinio (Humberto Zurrita).
-No puedo creer lo que me cuentas – dice Higinio sorprendido.
-Pues así es, Saúl montó en cólera cuando se enteró – dice Cecilia – aunque, si te soy sincera, a mi no me sorprende la última voluntad de mi suegro – añade con cierto pesar.
-¿Cómo así? – pregunta Higinio intrigado, se hallaba sentado en el sillón situado en frente del que ocupaba Cecilia, disfrutando de una humeante taza de café.
-Cosas mías… - responde Cecilia quitándole importancia al asunto. –Lo cierto es que la terca de mi hija ha decidido hacerse cargo de la maldita hacienda a pesar de que yo le pedí que no lo hiciera – añade.
-La Poderosa es una hacienda muy rica, no veo el por qué rechazarla – dice Higinio.
-Esa hacienda ya no es la sombra de lo que era, pero aún así. Esa maldita herencia no ha traído más que problemas… es la primera vez que veo a mis dos hijos enfrentados, y ahora Saúl está en Acapulco sin que nadie sepa nada más de él… - dice Cecilia molesta antes de beber un sorbo de café. – Yo siempre odié ese lugar, para mi era una especie de cárcel… si por mi fuera, la quemaría entera – añade con rabia. Recordar todo lo que había vivido en aquel lugar la turbaba y la enfurecía de sobremanera. Aunque guardaba los recuerdos más hermosos de su vida, también los más amargos.
-Supongo que apoyareis a la caprichosa de tu hija con la hacienda – dice Higinio con cierto cinismo.
-Veo que todavía estás molesto por lo sucedido – dice Cecilia.
-¿Cómo no estarlo? El incidente salió en todos los diarios, mi hijo está desanimado y avergonzado… y yo tengo que soportar las miradas de compasión y los comentarios jocosos a mis espaldas – dice Higinio enojado.
-Yo de veras lamento lo sucedido, no sé en que estaba pensando esta hija mía cuando ridiculizó a Fabián en público – dice Cecilia. – Pero no te preocupes, tarde o temprano entrará en razón – añade.
-Sinceramente, lo dudo… y más ahora que es toda una terrateniente – dice Higinio.
-No por mucho tiempo, Julio y yo hemos decidido no apoyarla en esta descabellada idea – dice Cecilia convencida. Higinio la mira asombrado.
-¿Vais a hacer que renuncie a la hacienda? – pregunta.
-Créeme si te digo, que es lo mejor para todos – responde Cecilia. – solo así volverá la calma a esta familia, solo así. – Lo mira fijamente – solo te pido que si llegado el momento, Regina acudiera a ti, apoyes nuestra decisión – añade.
-No te quepa duda, Regina no tendrá ayuda alguna ni por mi parte, ni por la de Fabián, de eso me encargo yo – dice Higinio. Cecilia asiente complacida. Sabía que podía confiar en Higinio, ambos siempre habían compartido una gran complicidad, ya que tenían formas de pensar muy similares.
Regina (Michelle Vargas) mira con firmeza a la decena de peones que se habían congregado frente a las caballerizas para escuchar lo que ella tenía que decir. Sus caras reflejaban los más variadas emociones: curiosidad, esperanza, temor, desconfianza… algunos incluso la miraban con un desprecio atemorizante. Juan (Fabián Robles) permanecía a su lado, mostrándole su apoyo incondicional, mirando a los peones con cierto aire de reproche. Regina traga saliva con dificultad, era la primera vez que tenía que dirigirse hacia una multitud y estaba aterrorizada, pero sabía que si dejaba que ellos notaran su temor iba a ser peor, y terminarían por perder la poca confianza que tenían en ella, si es que le quedaba alguna. Carraspea.
-Bien, sé que para ustedes ha sido una… sorpresa, enterarse de que yo sería su nueva patrona – comienza a decir – aunque debo confesar que no han sido los únicos… sé que quizás no soy la patrona que esperaban, soy demasiado joven e inexperta… - se decide por la sinceridad. – A decir verdad, tengo problemas hasta para decidir de qué color pintarme las uñas para que combinen con mi ropa, así que imagínense lo que me está costando tener que tomar decisiones que nos afectan a todos… pero de una cosa estén seguros, yo nací en esta tierra, aquí están mis orígenes y no pienso permitir que esta hacienda quede en el olvido ni que sea dividida y repartida entre los demás terratenientes. Estoy dispuesta a luchar hasta el final, con uñas y dientes si hace falta, y para eso necesito su colaboración. Sé que no será fácil, no los voy a engañar… pero nunca las cosas que valen la pena lo son. Soy mujer, y sé que aquí es un punto a mi contra, pero también soy una Montesinos, y como tal voy a luchar hasta el final… Así que ustedes deciden, quedarse y luchar conmigo por estas tierras, o irse y lamentarse más tarde cuando esta hacienda vuelva a hacer honor a su nombre y ya no puedan hacer nada por volver – dice finalmente, con la cabeza alta y seguridad en sí misma. Contiene la respiración mientras observa la reacción de los hombres, que se miran unos a los otros intrigados. Uno de ellos se marcha de allí sin mirar atrás, seguido por otros dos. Regina cierra los ojos apenada, está segura de que los demás no tardarán en hacer lo mismo. Pero para su sorpresa, los demás, unos 8, permanecen en su puesto, expectantes. Mira a Juan, que le sonríe complacido. – Entenderé que se quedan… así que no hay más que hablar… ¡a trabajar! – exclama Regina sonriendo. Los peones inclinan la cabeza en señal de respeto y comienzan a alejarse para hacer sus labores. No sabía como, pero los había convencido. Al parecer necesitarían contratar nuevos peones para substituir a los que sí se habían ido, pero de eso ya se encargaría más tarde, en ese momento se sentía satisfecha y contenta consigo misma.
-Lo ha hecho muy bien patrona, ha puesto a los peones de su lado – dice Juan. Regina sonríe.
-He decidido hablarles con la verdad, y ha funcionado… ¡ha funcionado! – exclama emocionado comenzando a dar pequeños saltitos. - ¡Me respetan, sí! ¡Me respetan! – exclama entre saltos de alegría, se acerca a Juan y le da un sonoro beso en la mejilla. Se aleja apurada hacia la casa, tenía que hacer algunas llamadas, necesitaba platicar con sus amigas para contarle todo lo sucedido. Pero antes de entrar se detiene.
-Mejor, antes voy a solucionar un asunto – se dice pensativa. Mira a Juan - ¿dónde están las llaves de la furgoneta roja? – pregunta.
-Yo las tengo, patrona. ¿Para qué las quiere? – pregunta.
-Necesito ir a un lugar… ¿podrías indicarme cómo se llega a la hacienda San Lorenzo? – pregunta.
SAN LORENZO
Mauricio (Fernando Colunga) está sentado ante su escritorio, con los pies cruzados apoyados sobre la mesa, y unas carpetas sobre su regazo. Tiene la mirada perdida, en todo el día no había podido concentrarse en sus labores como es debido, y eso no dejaba de disgustarlo. Definitivamente no había conseguido dominar sus emociones tal como se había prometido a sí mismo. Su reencuentro con su pasado estaba siendo demasiado perturbador, y eso no entraba en sus planes.
En ese momento llaman a la puerta.
-Adelante – dice al tiempo que finge mostrar interés por los documentos que tiene entre las manos.
-Disculpe patrón, pero tiene visita – dice Fercho (Jorge Poza) entrando en el escritorio. Mauricio alza la mirada intrigado.
-¿Quién es? – pregunta.
-Regina Montesinos, dueña y señora de La Poderosa – responde la propia Regina (Michelle Vargas) entrando en la estancia. Se coloca una mano en la cadera, con pose altiva y lo mira desafiante. Mauricio la mira con cierta sorpresa, pero se mantiene en su postura relajada, y muestra su cínica sonrisa.
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