domingo, 19 de junio de 2011

CAPÍTULO 23

CAPÍTULO XXIII








LA PODEROSA


Regina (Michelle Vargas) aspira con fuerza, tratando de apaciguar su nerviosismo, antes de abrir la puerta del despacho  donde la esperaba su querido hermano. Lo ve sentado sobre el escritorio, inmerso en la lectura de unos documentos, hasta que alza la vista cuando escucha el sonido de la puerta. Sus ojos se iluminan al ver a su hermana delante de la puerta.
-¡Mi princesa! – exclama incorporándose para acercarse a ella y estrecharla entre sus brazos. Regina se deja abrazar por su hermano, recostando la cabeza sobre su hombro, aferrándose a él con fuerza. -¿Ocurre algo princesa? – pregunta Saúl (Eduardo Santamarina) preocupado, conocía lo suficiente a su hermana como para saber que algo le sucedía. Se separa de ella unos centímetros y le toma el rostro entre sus manos. -¿Ha pasado algo en mi ausencia? – pregunta.
-Saúl… yo lo siento… yo… yo… yo tuve que aceptar la propuesta de Mauricio – responde compungida, al borde del llanto. Saúl la observa sin decir nada durante unos instantes que a Regina le parecen eternos, en los que su corazón late desbocado, temiendo su reacción. Sin embargo su temor que transforma en turbación cuando en el rostro de Saúl se forma una sonrisa.
-¿Es por eso? – Pregunta Saúl divertido - ¿Es eso lo que te tiene así? –añade. Ella lo mira aturdida.
-¿Acaso no te vas a enojar? Tú me pediste que no cediera a su chantaje… que esperara a que tu me dijeras que hacer… y no lo hice… - comienza a decir Regina, nerviosa.
-Sí eso es cierto… pero sucedieron muchas cosas desde entonces, comprendo que te vieras obligada a aceptarlo… es más yo mismo te iba a pedir que lo hicieras – añade dándole un pequeño pellizco en la nariz. Se encamina hacia el escritorio.-Ven, voy a enseñarte una cosa – le dice. Regina se acerca a él sin salir de su aturdimiento.
-¿Qué son esos documentos? – pregunta intrigada.
-Es la demanda de nulidad que presentarás después de que te hayas casado con Mauricio y encontrado los documentos que me incriminen en el caso Blanco Solís – responde Saúl complacido. Regina lo mira dudosa.
-¿Cómo dices? – pregunta aturdida.
-Tú te casas con Mauricio, una vez tengas acceso a su hacienda, buscarás esos documentos… conociéndolo seguro que los tiene guardados en San Lorenzo, para tenerlos a mano. En cuanto los consigas y comprobemos por donde podamos atacar su acusación; presentarás una demanda de nulidad en el juzgado, alegando que te casaste contra tu voluntad porque él te chantajeó… de ese modo anularás el contrato matrimonial, éste carecerá de validez y tú no tendrás que entregarle La Poderosa – responde Saúl.
-¿Y no tendré que demostrar de algún modo que él me chantajeó? – pregunta Regina reticente.
-No te preocupes de eso princesa, yo me encargaré de que encontrar las pruebas que demuestren que Mauricio Galván te chantajeó y amenazó – responde Saúl con convicción.
-Saúl… Mauricio no me amenazo en ningún momento… - replica Regina no muy convencida.
-¿Quieres o no quieres anular tu futuro contrato matrimonial? – pregunta Saúl con cierto tono de amenaza. Ella lo mira turbada.
-Sí, quiero anularlo… no quiero permanecer casada con Mauricio… pero no quiero anularlo a base de mentiras – responde Regina.
-No es ninguna mentira, el te dio a entender que si no accedías a sus peticiones te iba a ir muy mal… ¿no es así? – pregunta con impaciencia.
-Sí… algo así, pero… - comienza a responder Regina.
-No hay peros que valgan, si Mauricio está empleando todas sus tácticas para tratar de destruirnos, nosotros no nos vamos a quedar atrás – anuncia Saúl. - ¿Estás conmigo? – pregunta alzándole el mentón con la mano, obligándola a mirarlo.  Ella lo mira durante unos segundos, la indecisión se reflejaba en su rostro hasta que finalmente asiente, no muy convencida. En aquellos momentos no tenía ganas ni fuerzas para discutir con su hermano; pero en una cosa tenía razón, Mauricio estaba usando todo lo que tenía en su mano para destruirlos, sin embargo, ¿por qué sentía que no podía hacer lo mismo con él?


Nereida (Bárbara Mori) permanece arrimada  a la puerta, prestando atención a todo lo que se decía en el interior del despacho.
Así que era eso lo que pretendían con el matrimonio, tenderle una trampa a Mauricio. Conocía a su esposo lo suficiente para saber que había algo más que no quería contarle a su hermana. Parecía demasiado sereno y seguro de sí mismo como para no guardar un as en la manga.
-Buenos días señora, ¿se le ofrece algo? – su cuerpo se tensa involuntariamente al escuchar la voz de Modesta (Ana Martín) a sus espaldas. Carraspea incómoda y se voltea como si nada hubiera pasado.
-Nada Modesta, gracias. Estoy esperando que su niña Regina termine de hablar con mi marido para saludarlo en condiciones – responde Nereida con aire distraído. Observa con curiosidad al hombre que acompañaba a Modesta en aquellos momentos. - ¿Quién es usted si se puede saber? – pregunta con pedantería. Tratando de mostrar su condición de señora de la casa.
-Es el doctor Mijares, señora. Lo hemos llamado por causa de Rufina – responde Modesta.
-Bien, ya que está aquí, quiero que cuando termine, le eche un vistazo a mi nana; no se ha levantado muy bien esta mañana – ordena Nereida.
-Como usted mande señora – accede Modesta, vuelve su atención hacia el doctor – Vayamos no más – añade el hombre asiente y los dos se alejan hacia los cuartos del servicio.



MÉXICO D.F.


Su corazón late a mil por hora, como un motor de coche; rugiendo a toda velocidad en medio de una trepidante competición. No podía dar crédito a aquel encuentro; después de tantos años, volvía a tenerlo frente a ella, como si de una alucinación se tratara.
-¿Macarena? – pregunta nuevamente Julio (Otto Sirgo) sin poder ocultar su asombro. – No puedo creer que seas tú… ¡han pasado tantos años…! – exclama sonriendo, todavía anonadado.
-Sí… en efecto así me llamo… y sí, han pasado muchos años – responde ella con la mayor serenidad posible; a pesar de que por dentro estaba hecha un flan. Le tiende la billetera de nuevo, tratando de desviar la atención – la billetera – añade cortante.
-Oh, cierto. Te lo agradezco – dice Julio al tiempo que agarra la billetera. – Pero mejor cuéntame, ¿qué ha sido de tu vida? Hace mucho dejé de tener noticias tuyas y… ¿Qué te parece si en vez de quedarnos aquí parados, te invitó a almorzar y me cuentas que ha sido de tu vida en todo este tiempo? - pregunta.
- Julio – pronuncia su nombre, vacilante. – Lo cierto es que hay cosas de las que no merece la pena hablar, ¿no te parece? – pregunta ella secamente. – Además, tengo mucho trabajo por delante; y no me puedo permitir el lujo de ponerme nostálgica – añade antes de proseguir su camino, sin darle a un atónito Julio; la posibilidad de replicar.
La observa alejarse, totalmente turbado por su reacción. Por más que lo intenta, no encuentra el motivo a aquella respuesta tan fría y cortante por parte de Macarena; cuando contrariamente debería ser él el que se mostrara dolido.
Se acaricia el rostro, tratando de apartar aquella sensación de desasosiego de su cuerpo, se dirige con premura hacia el despacho de su amigo; tenía que saber qué es lo que hacía Macarena en la agencia.

LA PODEROSA


-Pobre muchacha – murmura Modesta (Ana Martín); una gran pena se había instalado en su pecho al ver como a Rufina (Carolina Gaitán) en aquel estado. ¿Qué sería lo que le había ocurrido a aquella pobre muchacha para llevarla a aquel estado de locura? La observa allí tumbada en la cama, sumida en un profundo sueño producto de los calmantes que el doctor le había suministrado. Se vuelve hacia su hijo, que se encuentra a su lado, con el desasosiego grabado en su rostro; para dirigirle una mirada cargada de reproche. - ¿Se puede saber qué le dijiste para ponerla así?  -pregunta.
-Nada mamá… solo le hice unas preguntas… quería que me dijese de que hacienda venía de una buena vez – responde Juan (Fabián Robles), visiblemente tenso. – Esta muchacha oculta algo… - añade.
-¿Y qué hiciste para intentar sonsacarla? ¿La amenazaste? – pregunta Modesta enojada.
-¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas? – pregunta Juan incómodo, se vuelve hacia su madre para mirarla frente a frente.  – Pero quiero que sepas que el verdadero motivo de que me apuñalaran no fue porque descubrí al pirómano… no… si me apuñalaron fue para evitar que aquel hombre se llevara a Rufina con él – añade. Modesta se lleva la mano a la boca, sin poder salir de su asombro.
-¿Cómo así mijo? ¿Por qué no dijiste nada? ¿Por qué…? – comienza a preguntar Modesta.
-Pues porque quería saber el motivo de aquel hombre para llevarse a Rufina primero, madre. Por eso la enfrenté esta mañana y terminó… así – responde Juan con cierto pesar. Sabía que de algo huía aquella muchacha, lo sabía desde la misma noche que la recogió en la carretera, pero no había imaginado el infierno que debía haber vivido aquella muchacha donde quiera que estuviera.
-De seguro te pusiste como un ogro… - le reprocha Modesta poniendo los brazos en jarras – Hombres, de veras qué poca sensibilidad – murmura entre dientes, disgustada.
Regina (Michelle Vargas) entra en la recamara en ese momento.
-Me contaron que el doctor estuvo aquí para revisar a Rufina, ¿qué fue lo que pasó? – pregunta preocupada.
-Ay niña, al parecer sufrió una crisis nerviosa… el doctor cree que la pobre debió de estar sometida a mucha presión durante los últimos meses… y que finalmente su cuerpo dijo basta. Le recetó algunos calmantes y dijo que necesitaría reposo durante algunos días… - responde Modesta.
-¿Y alguno ustedes tiene idea de qué fue lo que pudo provocarle la crisis? – pregunta Regina preocupada, cruzándose de brazos. Modesta y Juan se miran, sin saber que responderle. – Hablen, no se queden callados – les urge.
-Sospechamos que tiene algo que ver con la hacienda donde trabajaba antes… se puso así cuando le pedí que me dijera de donde venía – responde Juan.
-Entiendo…- murmura Regina. – Muy bien, conociendo como son los hombres de por aquí, puedo imaginar lo mal que lo debe haber pasado… así que nosotros vamos a apoyarla y ayudarla para que se reponga, ¿de acuerdo? – pregunta.
-Claro niña… no esperaba menos de usted – responde Modesta complacida.
-Así que descanse durante un tiempo… y no te preocupes por nada Modesta, porque voy a ordenarle a la vieja bruja esa que se ocupe de las labores  de Rufina… ya va siendo hora de que sirva de algo en esta casa – dice Regina convencida.
-Ay niña, no sé si eso podrá ser. La señora Nereida ordenó que el doctor también revisara a esa mujer, disque no se había sentido bien esta mañana – repone Modesta apenada.
-Puras babosadas, Modesta… esa mujer siempre dice estar enferma… pero bien fresca que se pasea por donde se le pega la gana. Me tiene harta …  así que si quiere quedarse aquí, que colabore… sino, que se vaya a descansar a un balneario – afirma. La verdad es que comenzaba a hartarse del comportamiento de las dos mujeres, que en vez de agradecerle que les diera cobijo en su casa, se paseaban por ella, como dueñas y señoras de la misma.
-Así se habla, niña. Enséñele a esa señora cual es su lugar en esta casa – la apoya Modesta.
-Como que ya va siendo hora… - murmura Regina con seguridad - En fin, voy a dar una vuelta por ahí, para revisar como va la recuperación de la hacienda – anuncia Regina dispuesta a irse.
-Voy con usted señorita- interviene Juan, dispuesto a irse con ella.
-Nada de eso Juan, tú te vas para tu recamara y descansas, como mandó el doctor. – Le reprende Regina – que no creas que no sé que él no estaba de acuerdo con darte el alta – añade.
-Ya has oído a la señorita Juan, mejor regrésate para tu cuarto, ¿sí? – le dice Modesta haciéndole señas con la cabeza para que saliera de allí ahora.
-Está bien, ¡no hay quien pueda con ustedes, caray! – exclama irritado antes de abandonar la habitación , dejando a las dos mujeres solas con una inconsciente Rufina.
-En fin, yo ya me voy. Estate al pendiente de Rufina, ¿de acuerdo? – dice Regina dispuesta  a irse.
-Señorita, espere un momento. Hay algo que me gustaría preguntarle – dice Modesta.       
-¿De qué se trata? – pregunta Regina.
-De su matrimonio con Mauricio, niña – responde Modesta.
-¿Cómo te has enterado?
-La señorita Camila me lo dijo niña… ¿va a casarse con él por causa de la hacienda? – pregunta preocupada.
-Es algo más complicado que eso Modesta… pero en parte sí… pero no se preocupen. Todo va a salir bien – responde Regina con poco entusiasmo, acariciándole el hombro con cariño. Antes de abandonar la estancia, dejando a Modesta sumamente preocupada.
-¡Ay Diosito, protégeme a mi niña! No deje que pague ella por los pecados de otros –susurra acongojada juntando las manos y mirando hacia arriba antes des santiguarse.




Rosario (Angelina Peláez) está terminando de acomodar la cama del dormitorio de Nereida (Bárbara Mori) mientras que ésta última se hallaba cepillando su cabello, sentada frente al tocador.
-Así que su esposo ya encontró la forma de chafarle el plan a su enamorado niña – comenta Rosario colocando la almohada.
-No lo llames así nana, Mauricio no es mi enamorado… él me desprecia – replica Nereida molesta. – Y ya deja de hacer eso, ya sabes que el médico te recomendó reposo – añade cepillando sus cabellos con brío.
-Porque eso es lo que recomiendan todos los doctores a los viejos como yo niña, no sé ni por qué le mandó que me revisara, si yo me encuentro perfectamente – replica la anciana mujer.
-Pues porque si la muchacha que ayuda a Modesta está enferma, de seguro te mandan a ti ayudar con las cosas de la casa, y pues no está de más prevenir. Si la muchacha no se encuentra en condiciones de trabajar, pues tú tampoco nana; no quiero que te carguen el trabajo de otras – le explica Nereida dejando el cepillo sobre el tocador. Rosario sonríe emocionada y se acerca a su niña, para acariciarle el hombro con cariño.
-Ay niña, me emociona que sea tan buena conmigo – dice Rosario con emoción. Nereida posa su mano sobre la de su nana, para acariciarla.
-¿Cómo no serlo? Si tú siempre has sido como una madre para mí. Además tú estás aquí solo para atender a tu niña, y a nadie más – asegura incorporándose para darle un beso en la mejilla a su nana.
-Y usted siempre ha sido como la mejor hija que una mujer pudiera soñar tener – añade la mujer. – Pero dígame niña, ¿qué va a hacer con lo que escuchó en el despacho? –pregunta.
-Pues no lo sé nana, en parte me alegra saber que tienen intención de anular el matrimonio en cuanto Regina consiga dar con los documentos… pero por otra parte, sé que Saúl le tiene otra preparada a Mauricio… no creo que esté tan contento solo porque encontró un recurso legal para anular el contrato matrimonial y no perder La Poderosa – responde Nereida preocupada, sentándose en el borde de la cama.
-Niña, ¿Por qué no aprovecha para tratar de recuperar la confianza del señor Galván? – pregunta Rosario sentándose a su lado, Nereida mira a su nana con suma curiosidad.
-¿Cómo? – pregunta. Rosario posa sus manos sobre las de su niña, y acerca su rostro al de ella.
-Cuéntele lo que escuchó niña. Avíselo de que Saúl y Regina están tramando algo contra él, que se ande con ojo con Regina; porque ella está compinchada con su hermano – le cuenta en un susurro. Nereida se muerde el labio, indecisa.
-¿Tú crees que me creerá? – pregunta preocupada.
-¿Por qué no va a hacerlo? ¿Qué ganaría usted con mentirle? – pregunta Rosario animada.
En ese momento la puerta se abre, tomando por sorpresa a las dos mujeres, que se incorporan al momento.
-Buenos días – las saluda Saúl, mirándolas con cierta desconfianza. No sabía porque le había dado mala espina el verlas a las dos hablando casi en susurros, como si estuvieran confabulando.
-Bienvenido señor, espero que le haya ido muy bien en la capital – se apura a responder Rosario. – Con su permiso, me retiro entonces – añade antes de salir apurada de la recamara, no sin antes de apretarle la mano con cariño a Nereida, para infundirle ánimos.
Una vez solos, Saúl atraviesa la estancia a grandes zancadas para tomar el rostro de su esposa ente sus manos y besarla apasionadamente, tratando de mostrarle en aquel beso lo mucho que la había echado de menos y la necesitaba. Sin embargo Nereida responde a duras penas a aquel beso, algo había cambiado en ella después de confesarle a Mauricio sus sentimientos. Ya no podía responderle a su marido con la misma intensidad, fingiendo que no pasaba nada.
Al notar los fríos besos de su esposa, Saúl aparta el rostro sin dejar de agarrar el de ella entre sus manos.
-¿Qué ocurre? – pregunta Saúl desconcertado. Nereida cierra los ojos, sin decir nada. - ¿Has vuelto a ver a ese hombre durante mi ausencia? – pregunta tratando de apaciguar la ira que comenzaba a invadirlo.
-No – miente Nereida mirándolo a los ojos, tratando de parecer lo más sincera posible.
-¿Entonces? – pregunta Saúl más confuso que enojado. Nereida se aparta de él para darle la espalda.
-Es solo que todo esto que está pasando, me está haciendo revivir todo lo que sufrimos  - responde Nereida, abrazándose a sí misma. – Y tengo mucho miedo por ti, de que Mauricio te envíe a la cárcel… o que tú llegues a hacer algo de lo que puedas arrepentirte – añade. Saúl se acerca a ella, posando sus manos sobre los hombros de ella.
-Te prometo que voy a hacer las cosas bien, mi amor. No voy a dejar que la ira me ciegue… ya no soy aquel muchacho voluble e inexperto – añade él masajeándole los hombros. – Y no te preocupes por la cárcel, Mauricio no me va a mandar a ningún lado – añade rodeando la cintura de su esposa con sus brazos y pegándose a ella. – Yo también sé jugar mis cartas – añade apartándole el cabello hacia un lado, para depositar dulces besos sobre su cuello. –Ésta vez lo tengo todo controlado – añade agarrando a su esposa por los hombros para voltearla hacia él.
-Saúl… ya me enteré del futuro matrimonio de tu hermana con Mauricio – dice ella al fin, sacando fuerzas para enfrentar aquel tema con su esposo.
Saúl se aparta bruscamente de su esposa, apretando los dientes con fuerza.
-Ya estabas tardando en sacar el tema,  en realidad era eso lo que te tiene tan preocupada ¿no es cierto? – pregunta acariciándose la cara, exasperado.
-Esa era la condición que te había puesto para no denunciarte, ¿por qué me lo ocultaste? – Pregunta Nereida tratando de ocultar su desasosiego.
-¿Para qué necesitabas saberlo?  Ese es un asunto entre mi hermana, ese maldito y yo – responde Saúl alzando la voz, enojado.
-Por favor Saúl, te suplico que no comiences con tus celos… lo único que me preocupa es que tu hermana salga herida por culpa de Mauricio Galván… él odia a los Montesinos… está clamando venganza – replica Nereida a la defensiva.
-No sabía que te preocupara tanto Regina – dice Saúl cínicamente.
-Claro que me preocupa, es tu hermana… la conozco desde que era una chamaca; el que nunca hayamos llegado a entendernos no quiere decir que no me preocupe por ella – se defiende ella.
-Pues no tendrás por qué preocuparte, porque ese tema ya está casi solucionado – replica Saúl, más calmado.
-¿Cómo así? ¿Acaso no vas a ceder al chantaje? – pregunta Nereida esperanzada.
-No, lo cierto es que Regina sí se casará con Mauricio… para luego yo tomar todo el control de la situación – responde Saúl con una leve sonrisa de triunfo en sus labios.
-¿Vas a dejar que tu hermana se case con tu peor enemigo? – pregunta Nereida sin poder ocultar su asombro.
-Lo que haga o deje de hacer es algo que no quiero discutir contigo – responde Saúl recuperando la calma; se acerca a ella, rodeando su cintura con sus brazos. – Ahora lo único que quiero es estar con mi adorada esposa; y olvidarme de los problemas aunque  sea solamente durante un par de horitas, ¿es eso posible? – pregunta meloso.
Nereida se deja abrazar tratando de disimular en lo posible, su incomodidad; mientras Saúl comienza a depositar pequeños besos sobre la delicada piel de su cuello.
-Nada malo va a pasar, te lo juro. – le dice con ternura antes de posar sus labios sobre los de ella comenzando a quitarle la camisa. Nereida cierra los ojos dejándose hacer, como si fuera una muñeca de trapo, mientras su esposo la conduce hasta la cama dispuesto a hacerle el amor.




Regina (Michelle Vargas) observa con nostalgia aquel bello paraje. Aquella hermosa laguna que tanto amaba siendo niña, donde se refugiaba cuando necesitaba estar sola, donde Mauricio la había enseñado a nadar. Mauricio… los recuerdos de la noche anterior todavía la hacían estremecerse. Era la primera vez que compartía ese tipo de intimidad con un hombre; con Fabián no había pasado de los besos y las simples caricias; y a pesar que había deseado que Fabián fuera más allá; nunca había sentido aquella necesidad tan apremiante que la había invadido la noche anterior con Mauricio.
Camina inmersa en sus recuerdos, en sus sentimientos encontrados, hasta llegar a las rocas que se hallaban en una zona más alta; desde donde siempre se lanzaban Mauricio y su hermano cuando eran jóvenes; cosa que a ella nunca le habían permitido pese a sus pataletas. No puede evitar que una sonrisa se dibuje en sus labios al recordar aquellos momentos de su infancia, en aquel tiempo donde ella era la princesa más feliz del mundo con sus dos príncipes siempre dispuestos a cuidarla.
Era sorprendente como en aquel lugar sus recuerdos de la infancia, aquellos que parecía haber olvidado; se volvían cada vez más vívidos. Se asoma al borde de las rocas; se veía tan hermoso el paisaje desde allí, que parecía una ensoñación.
El repentino relincho de un caballo acercándose fue lo último en escuchar antes de sentir como su cuerpo chocaba bruscamente con el agua, precipitándose inevitablemente hacia el fondo de la laguna. Trata de librarse del aturdimiento que la brusquedad de la caída le había creado, y lucha con todas sus fuerzas para nadar hacia la superficie hasta que al fin la alcanza.
Se deja caer de rodillas sobre la hierba, tratando de recuperar el aliento después del sobre esfuerzo; cuando repara en el caballo que se hallaba tranquilamente en la orilla.
-Así que fuiste tú el desconsiderado que me asusto – le reclama divertida al caballo todavía con dificultad para respirar. Cuando vuelve su mirada hacia la laguna, comprueba que el caballo y ella no estaban solos; el jinete parecía estar buscando algo en la laguna, sumergiéndose y volviendo a la superficie todo el tiempo. Entonces se da cuenta de que seguramente la estaba buscando a ella.
La habría visto caer y al lanzarse a la laguna no se había dado cuenta de que había logrado llegar a la orilla; seguro que no se esperaba que pudiera hacerlo con tanta rapidez, pero lo que el buen hombre no sabía era que Regina practicaba natación desde los  8 años.
-Oigameeeeeeeeeee – chilla desde la orilla, colocando las manos a ambos lados de la boca. – Que ya estoy en la orillaaaaaaaaaaa – vuelve a gritar divertida. El hombre al fin parece a escucharla y se vuelve a mirar hacia la orilla. Regina le hace gestos con la mano, para que volviera.
Su cuerpo se tensa involuntariamente cuando lo reconoce. Traga saliva con dificultad mientras lo observaba salir de la laguna.
-Debería haber imaginado que eras tú – le reclama Mauricio (Fernando Colunga) con aspereza al tiempo que sale de la laguna - ¿quién si no sería tan imprudente como caminar tan al borde de las rocas? – añade burlonamente. Regina lo mira con los ojos achinados, con enojo y aversión. 


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