domingo, 19 de junio de 2011

CAPÍTULO 24

CAPÍTULO XXIV









La habría visto caer y al lanzarse a la laguna no se había dado cuenta de que había logrado llegar a la orilla; seguro que no se esperaba que pudiera hacerlo con tanta rapidez, pero lo que el buen hombre no sabía era que Regina practicaba natación desde los  8 años.
-Oigameeeeeeeeeee – chilla desde la orilla, colocando las manos a ambos lados de la boca. – Que ya estoy en la orillaaaaaaaaaaa – vuelve a gritar divertida. El hombre al fin parece a escucharla y se vuelve a mirar hacia la orilla. Regina le hace gestos con la mano, para que volviera.
Su cuerpo se tensa involuntariamente cuando lo reconoce. Traga saliva con dificultad mientras lo observaba salir de la laguna.
-Debería haber imaginado que eras tú – le reclama Mauricio (Fernando Colunga) con aspereza al tiempo que sale de la laguna - ¿quién si no sería tan imprudente como caminar tan al borde de las rocas? – añade burlonamente. Regina lo mira con los ojos achinados, con enojo y aversión.
-Pues te aseguro que no me hubiera caído si tu caballo no me hubiese asustado, fíjate  – replica Regina alzando el mentón con orgullo y colocándose las manos sobre las caderas.
-Por su puesto, la próxima vez le pediré que sea más sigiloso, por si hay alguna loca al borde de las rocas – replica Mauricio con cinismo.
-Imbécil, no entiendo como todavía pierdo mi tiempo platicando contigo – murmura ella entre dientes.
-Pues porque soy tu futuro esposo, y de alguna manera tenemos que entendernos – replica Mauricio con calma tratando de escurrir sus ropas.
-Já, por si no lo recuerdas nuestro matrimonio no es más que un mero trámite. Así que yo estampo mi firma ante el juez y ahí ya, se muere el tema, tú y yo no tendremos necesidad de entendernos para nada más ¿me explico? – pregunta Regina chasqueando los dedos, Mauricio se cruza de brazos, mientras la observa, divertido.
-¿Tan segura estás de eso? – pregunta arqueando la ceja, con curiosidad.
-Por supuesto que lo estoy, faltaría más – responde ella con rotundidad.
-Pues para estar tan segura de ello, ayer no parecías tan reticente a entenderte conmigo – replica él con calma. Los ojos de Regina se abren como platos ante tal descaro.
-Oh, eso… eso es un golpe bajo – le reclama dándole un golpe en el hombro. – Ya te dije que las mujeres también tenemos nuestros momentos de debilidad… pero eso no quiere decir nada –afirma con rotundidad.
-Pues yo creo que quiere decir mucho – replica Mauricio divertido mientras comienza a quitarse la camisa antes una alarmada Regina.
-¿Qué… qué es lo que estás haciendo? – pregunta casi tartamudeando.
-No te alarmes, no voy a seducirte; por lo menos aquí no. – Responde él con calma, acerca su rostro al de ella – Me aseguraré de que nuestra primera vez sea en una cama, como Dios manda – añade al tiempo que comienza a escurrir la camisa.
-Estoy comenzando a sospechar que tienes un pequeño problema con el sexo, solo piensas en eso – replica Regina azorada.
-Lo cierto es que soy un hombre muy pasional, lo reconozco. Por eso me doy cuenta cuando una mujer lo va pidiendo a gritos – dice alzando las cejas, divertido.
Regina se cruza de brazos mientras lo observa con el ceño fruncido. Aquel hombre parecía disfrutar humillándola, y hablándole de relaciones carnales. Pero ella no estaba dispuesta a seguirle el juego nunca más; por lo menos lo intentaría con todas sus fuerzas.
-¿Sabes una cosa? Vete al cuerno. No pienso perder más tiempo con un salido como tú  – dice apretando los dientes antes de dar media vuelta.
-No tan rápido – dice él agarrándola por el brazo. Regina torna los ojos hacia arriba con impaciencia. – No te olvides de que tenemos una boda que organizar, y no tengo intención de hacerlo solo – añade.
-¿Ah no? Pues entonces pídele a tu Barbie Malibú que te ayude, porque lo único que pienso invertir en esta boda de pantomima es mi firma – replica Regina convencida. Mauricio sonríe divertido antes de empujarla hacia él, rodeándola con los brazos, inmovilizándola contra su pecho. – Ya estamos otra vez con la fuerza bruta – protesta ella enojada tratando de librarse de su abrazo.
-Eres una cabezota, es la única forma de que tú y yo hablemos como personas, sin que salgas corriendo cada vez que te pongas nerviosa – razona él con un brillo de diversión en sus ojos.
Regina lo observa unos instantes sin decir nada, hasta que una tierna sonrisa se forma en sus labios.
-¿Tanto se me nota que me pones nerviosa? – pregunta divertida acercando su rostro al de él peligrosamente.
-¿Qué estás tramando, Regina? – pregunta él mirándola fijamente, extrañado por su repentino cambio de actitud.
-¿Qué pasa? ¿Sólo tú puedes jugar? – pregunta melosa rozando sus labios con los de él en una suave caricia, rodeando sus hombros con sus brazos. Mauricio permanece inmóvil disfrutando del repentino juego de seducción que Regina había comenzado. Al parecer la joven comenzaba a ser consciente del poder de atracción que poseía, el cual podría volver loco a cualquier hombre.
Ella observa complacida la respuesta de Mauricio ante su acercamiento, en aquel momento lo tenía a su merced… tal como esperaba. Así que sin perder más tiempo, alza su rodilla para propinarle un golpe en sus genitales, haciendo que se encoja de dolor, liberándola de su abrazo.
-¡Maldita tramposa! – exclama entre dientes, humillado por su estupidez.
-Ya que no entiendes por las buenas, no me ha quedado más remedio que darte de tu propia medicina – le reprende ella divertida, se da media vuelta para alejarse del lugar.
Mauricio se sienta sobre la hierba, completamente dolorido por el golpe. Respira lentamente, tratando de contener el dolor. Aquella niña se la había jugado, a él; que era un experto en seducción y manipulación, y no la había visto venir… de pronto, una carcajada brota de su garganta; al parecer Regina volvía a ser aquel torbellino de inquietud  y carácter que era siendo niña. Pobres de los que la creían una damisela débil y desvalida; porque pronto descubrirían quien era realmente Regina Montesinos.

-------------------------- Escena retocada. En construcción---------------------------------------


La habría visto caer y al lanzarse a la laguna no se había dado cuenta de que había logrado llegar a la orilla; seguro que no se esperaba que pudiera hacerlo con tanta rapidez, pero lo que el buen hombre no sabía era que Regina practicaba natación desde los  8 años.
-Oigameeeeeeeeeee – chilla desde la orilla, colocando las manos a ambos lados de la boca. – Que ya estoy en la orillaaaaaaaaaaa – vuelve a gritar divertida. El hombre al fin parece a escucharla y se vuelve a mirar hacia la orilla. Regina le hace gestos con la mano, para que volviera.
Su cuerpo se tensa involuntariamente cuando lo reconoce. Traga saliva con dificultad mientras lo observaba salir de la laguna.
-Debería haber imaginado que eras tú – le reclama Mauricio (Fernando Colunga) con aspereza al tiempo que sale de la laguna - ¿quién si no sería tan imprudente como caminar tan al borde de las rocas? – añade burlonamente. Regina lo mira con los ojos achinados, con enojo y aversión.
-Pues te aseguro que no me hubiera caído si tu caballo no me hubiese asustado, fíjate  – replica Regina alzando el mentón con orgullo y colocándose las manos sobre las caderas.
-Por su puesto, la próxima vez le pediré que sea más sigiloso, por si hay alguna loca al borde de las rocas – replica Mauricio con cinismo.
-Imbécil, no entiendo como todavía pierdo mi tiempo platicando contigo – murmura ella entre dientes.
-Pues porque soy tu futuro esposo, y de alguna manera tenemos que entendernos – replica Mauricio con calma tratando de escurrir sus ropas.
-Já, por si no lo recuerdas nuestro matrimonio no es más que un mero trámite. Así que yo estampo mi firma ante el juez y ahí ya, se muere el tema, tú y yo no tendremos necesidad de entendernos para nada más ¿me explico? – pregunta Regina chasqueando los dedos, Mauricio se cruza de brazos, mientras la observa, divertido.
-¿Tan segura estás de eso? – pregunta arqueando la ceja, con curiosidad.
-Por supuesto que lo estoy, faltaría más – responde ella con rotundidad.
-Pues para estar tan segura de ello, ayer no parecías tan reticente a entenderte conmigo – replica él con calma. Los ojos de Regina se abren como platos ante tal descaro.
-Oh, eso… eso es un golpe bajo – le reclama dándole un golpe en el hombro. – Ya te dije que las mujeres también tenemos nuestros momentos de debilidad… pero eso no quiere decir nada –afirma con rotundidad.
-Pues yo creo que quiere decir mucho – replica Mauricio divertido mientras comienza a quitarse la camisa antes una alarmada Regina.
-¿Qué… qué es lo que estás haciendo? – pregunta casi tartamudeando.
-No te alarmes, no voy a seducirte; por lo menos aquí no. – Responde él con calma, acerca su rostro al de ella – Me aseguraré de que nuestra primera vez sea en una cama, como Dios manda – añade al tiempo que comienza a escurrir la camisa.
-Estoy comenzando a sospechar que tienes un pequeño problema con el sexo, solo piensas en eso – replica Regina azorada.
-Lo cierto es que soy un hombre muy pasional, lo reconozco. Por eso me doy cuenta cuando una mujer lo va pidiendo a gritos – dice alzando las cejas, divertido.
Regina se cruza de brazos mientras lo observa con el ceño fruncido. Aquel hombre parecía disfrutar humillándola, y hablándole de relaciones carnales. Pero ella no estaba dispuesta a seguirle el juego nunca más; por lo menos lo intentaría con todas sus fuerzas.
-¿Sabes una cosa? Vete al cuerno. No pienso perder más tiempo con un salido como tú  – dice apretando los dientes antes de dar media vuelta.
-No tan rápido – dice él agarrándola por el brazo. Regina torna los ojos hacia arriba con impaciencia. – No te olvides de que tenemos una boda que organizar, y no tengo intención de hacerlo solo – añade.
-¿Ah no? Pues entonces pídele a tu Barbie Malibú que te ayude, porque lo único que pienso invertir en esta boda de pantomima es mi firma – replica Regina convencida. Mauricio sonríe divertido antes de empujarla hacia él, rodeándola con los brazos, inmovilizándola contra su pecho. – Ya estamos otra vez con la fuerza bruta – protesta ella enojada tratando de librarse de su abrazo.
-Eres una cabezota, es la única forma de que tú y yo hablemos como personas, sin que salgas corriendo cada vez que te pongas nerviosa – razona él con un brillo de diversión en sus ojos.
Regina lo observa unos instantes sin decir nada, sumamente irritada por su actitud. Aquel hombre era imposible; siempre parecía dispuesto a tomar el control de las situaciones, a veces llegaba a sentirse verdaderamente imbécil por cederle terreno en sus cara a cara; pero es que siempre lograba desconcertarla. Tendría que comenzar a plantearse una estrategia con la que responder a sus agudezas. De pronto una idea se viene a su mente y una hermosa sonrisa se forma en sus labios.
-¿De veras tanto se me nota que me pones nerviosa? – pregunta con cara de niña buena, inclinando la cabeza hacia un lado, pícaramente.
-¿Qué estás tramando, Regina? – pregunta él mirándola fijamente; extrañado por su repentino cambio de actitud.
-¿Qué pasa? ¿Acaso sólo tú puedes jugar? – pregunta melosa acercando peligrosamente su rostro al de él; rozando sus labios con los de él en una suave caricia, alzando en un perezoso movimiento sus brazos para rodear sus anchos hombros. Mauricio permanece inmóvil , turbado durante unos instantes por su descaro; aunque le costara reconocerlo, estaba disfrutando del repentino juego de seducción que Regina había comenzado. Al parecer la joven comenzaba a ser consciente del poder de atracción que poseía,con el cual estaba seguro de que podría volver loco a cualquier hombre si se lo propusiera; y él parecía ser su primer experimento.
Ella observa complacida la respuesta de Mauricio ante su acercamiento, mientras lo mira con una intensidad abrumadora, rozando su pequeña nariz con la suya, con sus labios apenas separados por milímetros; mientras enredaba sus dedos entre los rebeldes rizos del cabello dé él. En aquel momento lo tenía a su merced; aquel hombre tan orgulloso, pedante y seguro de sí mismo estaba embriagado por su acercamiento… tal como esperaba. Sonríe melosa antes de darle un atrevido lenguetazo sobre sus labios, mirándolo con descaro para seguidamente alzar su rodilla abruptamente,  propinándole un golpe en sus genitales- Mauricio se encoge de dolor y se aparta de ella con rapidez, liberándola de su abrazo.
-¡Maldita tramposa! – exclama entre dientes, humillado por su estupidez.
-Ya que no entiendes por las buenas, no me ha quedado más remedio que darte de tu propia medicina – le reprende ella divertida, se da media vuelta para alejarse del lugar.
Mauricio se sienta sobre la hierba, completamente dolorido por el golpe. Respira lentamente, tratando de contener el dolor. Aquella niña se la había jugado bien jugada, a él; que era un experto en seducción y manipulación, y no la había visto venir… o quizás sí, y lo que quería era ver lo que pretendía con ese arranque de mujer coqueta y apasionada. De pronto, una carcajada brota de su garganta; al parecer Regina volvía a ser aquel torbellino de inquietud  y carácter que era siendo niña. Pobres de los que la creían una damisela débil y desvalida; porque pronto descubrirían quien era realmente Regina Montesinos.


LA PODEROSA




El dolor de cabeza no le había dado tregua desde el momento en que se despertara casi una hora atrás; completamente perdido y atontado. Los recuerdos de lo sucedido la noche anterior comenzaban a repetirse en su cabeza de manera confusa. De lo único que estaba seguro era de que su corazón parecía herido de muerte; jamás había pensado que el amor pudiera doler de aquella manera tan desgarradora. Saber perdida a Regina en brazos de aquel hombre era más de lo que creía poder soportar. ¿Cómo no se había dado cuenta antes de todos aquellos sentimientos que su pecho albergaba por aquella loquita? ¿Cómo había dejado que se le escapara de las manos así?
Pero todavía quedaba una salida, ella no se casaba con aquel hombre por amor; sino porque se encontraba en una situación crítica, necesitaba dinero desesperadamente y nadie a su alrededor parecía estar en situación de dárselo; o eso es lo que ella creía.
Decidido comienza a buscar su celular entre el desecho de ropa que había dejado el día anterior esparcida por el suelo hasta que lo localiza. No tenía intención de darle más vueltas al asunto, Regina necesitaba dinero y él sabía donde conseguirlo.
Espera impaciente una respuesta al otro lado del hilo telefónico hasta que ésta se produce.
-Hola, páseme por favor con don Fulgencio Pereira, gracias – espera unos segundos que parecen horas. Sabía que no debía tocar aquel dinero hasta que venciera el plazo o de lo contrario no podría disfrutar de la totalidad del mismo; pero ya no le importaba perder parte del dinero invertido si con eso podía ayudar a Regina. - ¿Don Fulgencio? Soy Fabián Sotomayor… sí… estoy bien, gracias… ¿Y usted? … me alegro… lo cierto es que lo llamaba porque he decidido retirar los fondos de inversión que dejó mi madre a mi nombre… sí, sé que faltan un par de años para que venzan y que de este modo perderé la mayor parte de los beneficios, pero no me importa. Lo cierto es que necesito ese dinero, y lo necesito ahora – afirma con rotundidad. Escucha con impaciencia la respuesta del otro lado del teléfono, su rostro se contrae en una mueca de estupefacción cuando escucha lo que el director del banco le dice. - ¡No puede ser! ¡Eso es imposible!… ¿Cómo es eso de que esas cuentas ya han sido vencidas?... Yo fui nombrado titular de las mismas por mi madre antes de morir – alza la voz con indignación, poco a poco una idea se va formando en su cabeza – Ha sido mi padre, ¿no es cierto? ¿Él ha retirado los fondos? – pregunta colérico ante las excusas que pretenden darle desde el otro lado – Pues ya que mi padre y usted son tan amigos, hágame el favor de transmitirle este mensaje: a partir de ahora no tendrá ningún hijo del que hacerse cargo así que por mí puede tragarse su estúpido dinero – añade con furia antes de colgar el celular para terminar arrojándolo violentamente al suelo.
Se acaricia el cabello con desesperación mientras comienza a caminar de un lado a otro incapaz de asumir su nueva situación. No tenía nada, absolutamente nada. Su padre le había retirado su apoyo; pero no contento con eso también había decidido privarlo de aquello que le correspondía por derecho: la herencia de su madre.
-Esto es lo que pasa cuando osas contradecir al gran Higinio Sotomayor – se dice en alto con burla, apoyando la espalda contra la pared para dejarse caer lentamente. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo se iba a enfrentar a su padre si no contaba con los medios? Lo peor de todo es que ya no tenía nada con lo que evitar que Regina se casara con aquel hombre.
El aguzante dolor de cabeza, el cual empeoraba por momentos, agravaba aquel estado de impotencia y rabia que lo abrumaba. Tenía mucho en lo que pensar, demasiadas decisiones que tomar; de lo único que estaba seguro es de que no sería un títere en las dictadoras manos de su padre nunca más.



LAS GAVIOTAS



Observa a través de la ventana como la oscuridad de la noche se cernía sobre los bellos parajes de San Cayetano mientras espera que su anfitrión termina de llenar los vasos de tequila.
-¿Entonces me aseguras que mi esposa no ha vuelto a pisar la hacienda de ese desgraciado? -   pregunta Saúl (Eduardo Santamarina) sin poder ocultar su satisfacción y alivio por la información obtenida.
-Así es, mi buen amigo. El hombre al que le encargué que vigilara a tu esposa me afirmó que apenas había salido de la hacienda un par de veces para ir al pueblo – responde Ícaro (Roberto Ballesteros) tendiéndole uno de los vasos. – Pero lamentablemente no puedo asegurarte que no se haya visto con ese tipo – añade. Saúl aprieta con rabia el vaso que acaba de agarrar, casi hasta el punto de estallarlo en cuanto escucha las últimas palabras de Ícaro.
-¿A qué te refieres? – pregunta apretando los dientes.
-A que ese hombre estuvo en La Poderosa tanto el día del incendio como el día posterior, y ahí sí que no te puedo asegurar que no se vieran – responde Ícaro tomando asiento.
-¿Cómo que no me puedes asegurar? ¿Acaso no me dijiste que tu hombre estaría vigilando de cerca tanto si ese hombre se acercaba a La Poderosa como si mi esposa fuera a la hacienda de ese maldito? – pregunta Saúl con rabia.
-Vamos, amigo; cálmate un poco… ¿a poco esperabas que metiera las narices dentro de la casona para que lo descubrieran? – pregunta Ícaro divertido. Saúl lo mira sin decir nada; visiblemente  contrariado.- Sé como te sientes, pero nada ganas perdiendo los estribos de esa forma – añade con calma.
-Es que no sabes como odio a ese tipejo… y de solo pensar que pueda acercarse a mi esposa, siento ganas de matarlo – escupe sus palabras con rabia.
-¿Y por obligar a tu hermana a casarse con él? ¿No sientes ganas de matarlo por eso? – pregunta Ícaro antes de darle un sorbo a su tequila, mirándolo atentamente. La rabia de Saúl se transforma en sorpresa.
-¿Cómo sabes tú eso? – pregunta.
-Lo sé yo y a esta hora debe de saberlo todo San Cayetano – responde Ícaro con aparente tranquilidad – el descarado de Mauricio Galván lo anunció ayer en la inauguración del hipódromo a bombo y platillo – añade. Su interior todavía bullía de rabia e indignación, pero era consciente de que ante Saúl debía mantener la calma y no mostrar abiertamente la ira que la idea de que su hermana se casara con ese tipejo le provocaba.
-¡Maldito desgraciado! – murmura Saúl dejándose caer sobre el sillón situado frente a Ícaro.
-¿Por qué no me dijiste que ese mal nacido os estaba coaccionando? – pregunta Ícaro. Saúl alza la vista para mirarlo sorprendido – No me mires así, soy consciente de que si tu hermana se casa con ese tipo es porque tiene algo en su poder con lo que destruiros; de otro modo apostaría mi vida a que tu hermana ni siquiera se dignaría a mirarlo – añade con calma.
-Lo siento Ícaro, pero ese era un  tema que debía solucionar por mí mismo, sin implicar a nadie más  – responde Saúl acomodándose en el sillón. En realidad no le convenía que más gente estuviera al tanto del caso Blanco Solís; aunque Ícaro había resultado un verdadero aliado para destruir a Mauricio; algo le decía que no era digno de su total confianza.
-¿Y sabes cómo vas a solucionarlo? – pregunta Ícaro sin poder ocultar un atisbo de impaciencia en sus palabras.
-Estoy en ello…  – responde Saúl  dejando el vaso vacío sobre la mesa – por cierto, ¿cómo van las pesquisas de nuestro querido Salas? – pregunta con evidente interés.  Ícaro emite una sonora carcajada cargada de socarronería mientras enciende el puro que acababa de colocar entre sus labios.
-Creo que estoy comenzando a entender en qué consiste tu plan, mi querido amigo – asegura saboreando con deleite el humo de su habano.

                                                                                                                                                                                          

SAN LORENZO



No podía parar de reír a carcajada limpia; todavía le costaba creer que su amigo hubiera caído en la trampa de la muchacha.
-Podrías hacer un esfuerzo por parar de reírte, está resultando realmente incómodo – lo reprende Mauricio (Fernando Colunga) visiblemente contrariado por la desmesurada reacción de Miguel Ángel (Luis Roberto Guzmán) , definitivamente había sido un error contarle lo sucedido en la laguna aquella tarde.
-Lo siento… de veras… pero es que no me negarás que es muy chistoso – se excusa Miguel Ángel tratando de mantener bajo control su ataque de risa.
-Se nota que no son tus genitales los que todavía se resienten en este momento – replica Mauricio comenzando a trocear el bistec que tenía en el plato.
-Desde luego estoy comenzando a admirar a Regina; esa mujer sí que tiene agallas – comenta Miguel Ángel divertido. Se inclina hacia delante - ¿A qué no sabes como mandó a volar a su noviecito antes de venirse para San Cayetano? – pregunta. Mauricio vuelve a dejar el tenedor sobre el plato para dedicarle una mirada de incertidumbre. - ¿A poco no sabías que el principito y Regina ya no son novios desde hace casi un mes? – pregunta.
-Tenía entendido… más bien ella me dio a entender que seguían siéndolo cuando la obligué a  casarse conmigo – responde Mauricio pensativo. -¡Pequeña embustera! – murmura divertido.
-Pues ya ves, te mintió. Al parecer el principito estaba con ella por conveniencia, porque los papás de ambos así lo querían, por consejo de su padre decidió pedirle en matrimonio en la fiesta de unos conocidos políticos… pero resulta que antes de la petición, Regina se enteró de los verdaderos motivos que movían a su “querido” príncipe así que delante de todos los presentes le lanzó el anillo a la cara y le gritó que jamás se casaría con un cobarde como él – relata Miguel Ángel ante un atento Mauricio.
-Y si de veras solo la quería por conveniencia y luego ella lo humilló, ¿qué es lo que hace ese principito en la hacienda? – pregunta Mauricio intrigado.
-Ay amigo mío, ¿nunca has escuchado el dicho de que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde? Al parecer el noviecito se dio cuenta de lo que había perdido y se plantó aquí para tratar de recuperarla – responde Miguel Ángel.
Mauricio juguetea con el tenedor, mientras que su cerebro procesa la información obtenida. Así que Regina era una mujer libre desde el día en el que llegó a la hacienda… recuerda el primer día que la vio, cuando estuvo a punto de arrollarla. Ahora entendía el por qué se había precipitado tan bruscamente en la calzada, sin pararse a mirar. Por un instante sintió pena por ella, la imaginó como la princesita del cuento, atrapada en una gran torre esperando a que alguien la rescatara de aquella monótona vida que le habían impuesto. Alcanza la copa de vino para beber un gran sorbo.
-¿Y se puede saber cómo sabes tanto sobre este asunto? – pregunta Mauricio tratando de apartar aquellos pensamientos de su cabeza.
-Su amiga Camila me lo contó en la fiesta de ayer, mientras buscábamos al principito para llevarlo a casa – responde Miguel Ángel dando buena cuenta de su cena. Mauricio apoya los codos sobre la mesa y junta sus manos mientras lo observa detenidamente.
-¿Su amiga Camila? ¿La misma loca que te estampó el palo de la fregona en la cabeza? – pregunta con curiosidad. Miguel Ángel no puede evitar reírse al recordar la escena.
-La misma – responde divertido.
-Parece que últimamente te has acercado mucho a esa muchacha… ¿no estarás pensando en jugarle chueco a Morelia? – pregunta con sequedad. Miguel Ángel alza la ceja en señal de desconcierto.
-Por favor Mauricio, ¿acaso no me conoces? Yo sería incapaz de pintarle el cuerno a Morelia… - responde al borde de la indignación - ¿Cuánto tiempo llevo con ella? ¿Más de 10 años? Y en todo ese tiempo jamás me fijé siquiera en otra mujer. Éramos casi unos chamacos cuando empezamos, y ya entonces supe que ella era la mujer de mi vida; y sigo pensando exactamente igual.  – asegura.
-No me lo tomes a mal Miguel Ángel; sabes que apreció mucho a Morelia, como a una hermana…es solo eso. – Se excusa Mauricio.
-No te preocupes, sé que lo dices por mi bien; pero descuida; Camila es una muchacha linda, pero no me gusta de esa manera. Yo soy hombre de una sola  mujer – afirma.
-¿Sabes una cosa?... eres algo así como una especie en extinción – bromea Mauricio sonriendo.
-Ya, en vez de burlarte deberías dejar de andar jugando a las venganzas legendarias y sentar la cabeza de una vez por todas – le reprende.
-Bah, no empieces… - protesta Mauricio.
-Sí que empiezo, no te creas que ya me resigné a dejar que arruinaras tu vida y la de esa muchacha cuando en realidad sigues sintiendo algo por la otra – lo sermonea por enésima vez. Era consciente de que Mauricio era la persona más cabezota que había conocido; pero esta vez no pensaba quedarse de brazos cruzados.
Mauricio lanza la servilleta contra la mesa, al tiempo que se incorpora sulfurado.
-La decisión está tomada Miguel Ángel, te guste o no – sentencia con frialdad antes de abandonar el comedor antes de que explote su mal genio.



-Señorita ya le he dicho que al patrón no le gusta recibir visitas a estas horas – le repite Gertrudis a la impaciente mujer que se hallaba frente a ella.
Nereida (Bárbara Mori) se frota las manos con nerviosismo, es consciente de que se había arriesgado demasiado al ir a la hacienda, pero era su última oportunidad para impedir que Mauricio cayera en la trampa de su esposo. Había aprovechado la ausencia de éste  para escabullirse, y no estaba dispuesta a irse sin ver a Mauricio.
-Y yo le he dicho que esto es una urgencia; así que deja de darme excusas y busca a tu patrón – le exige Nereida.
En ese momento un azorado Mauricio sale del comedor en dirección a las escaleras. Se detiene súbitamente cuando se percata de la presencia de las dos mujeres en el hall.
-¡Mauricio! – exclama Nereida su nombre esperanzada, avanzando un paso hacia él.  Mauricio resopla con impaciencia al verla allí. Llevaba días evitando encontrarse con ella, y ahora la tenía allí frente a él, en su hacienda.
-Gertrudis, déjanos solos – le ordena Mauricio.
-Como mande, patrón – acata la muchacha antes de irse hacia la cocina.
-¿Qué pasó Nereida? ¿Acaso no te quedó claro la última vez que nos vimos que tú y yo no tenemos nada de que hablar? – pregunta él tratando de mantener la calma.
-Sí, me quedó claro. Pero que tú pienses eso no quiere decir que yo opine lo mismo – responde ella acercándose más a él. – Además no estoy aquí para suplicarte, no te preocupes. He venido a prevenirte – añade.
-¿A prevenirme? – pregunta Mauricio con cinismo.
-Sí, a prevenirte de mi esposo y su hermana… a lo que están planeando para hundirte una vez te hayas casado con ella – asegura Nereida, mirándolo fijamente.


LA PODEROSA


-Al parecer volvemos a cenar tú y yo solas, mi Regis – observa Camila (Ana Serradilla), tratando de obtener la atención de Regina (Michelle Vargas) quien parecía absorta en la nada, mientras removía una y otra vez su sopa. - Es una lástima que el príncipe Guillermo no aceptara nuestra invitación, ¿no crees? – pregunta con ironía, consciente de que su amiga no la escuchaba. - ¡Regina Montesinos! – alza la voz al fin, haciendo que Regina de un pequeño respingo sobre la silla, sobresaltada.
-¡Ay, ya! ¿Por qué me gritas? – le reclama molesta.
-Pues porque estaba hartita de estar cenando con la Gioconda, te aseguro que si llego a poner el cuadro en esa silla en la que estás sentada, la dichosa Mona Lisa me hubiera prestado más atención que tú – la sermonea indignada por su falta de atención.
-Ay Cami, lo siento… - se disculpa – tengo demasiadas cosas en la cabeza – añade apenada.
-Entre ellas, los preparativos de tu boda con tu adorado tormento – comenta Camila divertida.
-Por favor no me lo recuerdes, ¿sí? – dice Regina, incómoda. – Me siento pésimo con todo lo de la boda – añade hundiendo el rostro entre las manos.
-Ay sí, conociendo a tu hermano debió tomarse muy mal que aceptaras casarte con su enemigo – dice Camila.
-Pues aunque no lo creas, se lo tomó francamente bien… incluso lo tiene todo preparado para que me casara y luego anular el contrato matrimonial – le explica Regina.
-Hombres… luego dicen que las víboras y manipuladoras somos las mujeres – se queja Camila. – Desde luego,  mi Regis; esto se está poniendo color de hormiga… esos dos hombres están como toros bravos a punto esperando para matarse a cornadas… y tú eres como el torero que está en medio del ruedo tratando de lidiarlos con tu ridículo capote – añade con tono lastimero.
-Muy chistosa – replica Regina mirándola con los ojos achinados.
-Por cierto hablando de hombres… ¿has hablado con Fabián? – pregunta Camila preocupada. Regina la mira entristecida, negando con la cabeza.
-He estado a punto de entrar en su cuarto varias veces… pero me he echado atrás… ayer se me partió el corazón cuando vi su expresión al enterarse de la boda, ¡me siento tan mal por hacerle daño! -  exclama enojada consigo misma.
-Pues no deberías sentirte así… tú no le prometiste nada. Además la culpa es suya por no saber cuidarte y valorarte cuando eras su novia…así que ahora no ande llorando de los rincones; porque la culpa de que ahora estéis como estáis es de él – asegura Camila.
-Tienes razón… pero  aún así, Fabián se ha portado como un auténtico amigo estas últimas semanas… de veras que está arrepentido… - dice Regina.
En ese momento Modesta (Anna Martín) entra en el comedor portando la fuente con el segundo plato.
-Aquí les preparé unos filetitos niñas – dice dejando la fuente sobre la mesa.
-Gracias Modesta – dice Regina. – Por cierto, ¿sabes si han bajado Nereida o su nana de su recámara en todo el día? – pregunta.
-Pues lo cierto es que a Rosario no la he visto en todo el día… pero a la señora Nereida, me pareció verla salir hace rato; aunque no me haga mucho caso, ¿para qué querría salir la señora a estas horas? – se pregunta Modesta intrigada.
Regina aprieta los dientes, al tiempo que respira hondo. Solo había un sitio al que su cuñada podía ir a esas horas… a ver a Mauricio.
-Sí que nos salió descarada la mujercita… - murmura Camila antes de darle un sorbo a su vaso de agua.


SAN LORENZO




Mauricio (Fernando Colunga) se cruza de brazos mientras observa a su inesperada visitante, en su rostro se refleja la irritación y la desconfianza que sus palabras le producen.  
-¿Qué te hace pensar que tus palabras tienen credibilidad para mí? – pregunta con cinismo.
-Soy consciente de que no cuento con tu confianza… pero ¿acaso crees que me arriesgué a venir a verte solo para mentirte? – pregunta Nereida (Bárbara Mori) con calma, tratando de sonar lo más convincente posible.
-No es la primera vez que te arriesgas viniendo aquí… creo que la vez anterior fue algo así como para insinuarte, ¿puede ser? – pregunta él con burla. Nereida toma aire lentamente, procurando relajarse para no estallar; sabía que había cometido un error, pero cada encuentro con Mauricio era un ataque constante cargado de ensañamiento y rencor; y ella sentía que con cada golpe de sus palabras se volvía más y más vulnerable; como aquella ingenua muchacha que en un ataque de pánico traicionó la confianza del hombre que amaba.
-Por favor Mauricio… estoy tratando de advertirte – dice Nereida tratando de mantener la calma. – Sé que cometí un error, y sé que tu orgullo no te permite perdonarme, ni ponerte en mi lugar… lo que pasó, pasó hace más de 13 años… yo era una niña inmadura y demasiado cobarde – le recrimina acercándose a él – soy consciente de que te rompí el corazón, y sientes que te traicioné; que por algo que hicimos los dos piensas que solo tú fuiste el castigado, que solo tú sufriste; pero no sabes lo equivocado que estás… no tienes ni idea – añade con gran sentimiento – pero no viene al caso hablar de esto ahora, porque sé que no me creerías, o que despreciarías el infierno que viví…  - se exalta. Mauricio se pellizca el puente de la nariz, bufando con impaciencia, ante aquella inesperada escena pasional por parte de Nereida.
-Ya no me interesa seguir escuchándote – la corta con frialdad – por favor, ve al grano antes de que me canse y te eche a patadas de aquí – añade procurando no perder la poca paciencia que le quedaba. Ella carraspea incómoda por aquel arranque de reproches; en los últimos días había perdido la calma demasiadas veces. Aquel escudo de indiferencia y autocontrol que había tratado de construir a su alrededor en los últimos años se estaba resquebrajando poco a poco por causa de aquel hombre.
-Lamento el espectáculo – se disculpa con voz trémula – pero si estoy aquí, es porque no quiero que esta guerra se os vaya de las manos a Saúl y a ti… sé que siempre fuiste el más cauto de los dos, el más responsable… por eso espero que detengas toda esta locura de la boda antes de que sea demasiado tarde; y vuelvas a convertirte en otra víctima de los Montesinos – añade.
-¿Qué te hace pensar que voy a convertirme en víctima de nuevo? – Pregunta molesto – Esta vez soy yo quien tiene el poder y los contactos necesarios para destruir su nombre y arrastrarlo por el fango – asegura.
-Eso es lo que crees – responde ella con una apenada sonrisa – porque Saúl tiene planeado anular el contrato matrimonial que firmes con su hermana en cuanto obtenga lo que quiere, lo tienen todo planeado – asegura. Mauricio lo mira intrigado por sus palabras. – No me digas que no te sorprende que Regina finalmente haya decidido casarse contigo, y que mi esposo no haya venido a reclamarte todavía que la hayas puesto entre la espada y la pared cuando se enteró esta mañana – añade acercándose a él, quien le da la espalda mientras se acaricia los cabellos contrariado por la información que le está dando Nereida. – Pero eso no es todo, sé que Saúl guarda un as en la manga… ellos quieren anular el contrato alegando que éste se firmará bajo coacciones y amenazas; y están dispuestos a demostrar esa situación a como dé lugar; todavía no sé cómo; pero lo único que te puedo asegurar es que ya todo está preparado para que una vez te creas al mando de la situación, darte la puñalada final – asegura remarcando sus palabras, conscientes de que éstas comenzaban a hacer mella en Mauricio.





Al día siguiente




MÉXICO D. F.



Sonríe con cierta nostalgia al encontrarla allí, en la mesa más apartada de la cafetería; inmersa, como siempre, en la lectura de algún informe. Avanza hacia ella, consciente de que está tan concentrada en sus papeleos que no se percatará de su presencia hasta que se siente frente a ella.
-Trabajas demasiado, ¿nunca te lo han dicho? – pregunta divertido.
Macarena (Lucía Méndez) alza la cabeza para encontrarse con la intensa mirada de Higinio (Sebastián Zurita). Sin decir una palabra, comienza a recoger con desidia los papeles que había esparcido por la mesa, lo último que necesitaba ahora era otro enfrentamiento con aquel cabeza hueca; apenas había pegado ojo en toda la noche y sus nervios estaban a flor de piel desde el día anterior, por lo que se encontraba verdaderamente agotada.
-Macarena, solo vengo a tratar de solucionar las cosas. No hace falta que me trates como un apestado – replica Higinio visiblemente incómodo.
-¿En serio vienes a solucionar las cosas? ¿O a tratar de imponer tu santa opinión? – pregunta ella irónicamente.
-Por favor, deja de comportarte como una chiquilla enfurruñada – le increpa él con paciencia. Ella lo mira durante unos segundos sin decir nada; tenía razón, se estaba comportando de forma inmadura, ella siempre había defendido la idea de que las cosas se arreglaban hablando, no escapando de ellas
-Muy bien, ¿qué quieres decirme? – pregunta ella acomodándose en la silla y cruzándose de brazos; dispuesta a escucharlo.
-Seguramente no tienes ni idea del esfuerzo que le supone a mi orgullo iniciar este acercamiento – comienza a decir Higinio lentamente, sin mirarla a los ojos – pero un buen amigo me hizo ver que esta vez mi orgullo me estaba alejando de lo único bueno que me ha dado la vida en estos últimos años – añade alzando el rostro para mirarla. Ella lo observa sin decir nada, conmovida por sus palabras. – Así que por si todavía no te has dado cuenta, lo que quiero es pedirte perdón por mi estúpido comportamiento del otro día – añade tendiéndole la mano - ¿lo aceptas? – pregunta esperanzado.
Una tímida sonrisa se dibuja en los labios de Macarena, quien acerca su mano tímidamente hacia él para entrelazarla con la suya.
-La verdad es que yo también me excedí en cierto modo… pero es que la intolerancia es algo superior a mí… no puedo soportar que nadie trate de imponerme sus ideas sin pararse a escuchar las mías – dice ella con un deje de nostalgia en su voz.
-¿Tiene eso algo que ver con lo que viviste cuando te quedaste sola y embarazada? – pregunta Higinio preocupado. Ella baja la mirada, conmocionada; tratando de contener el torrente de emociones  que luchaban por desbordarse en su interior. Todo aquel dolor, rabia y desesperación que había vivido cuando siendo una joven soñadora, feliz y enamorada le habían partido el corazón en mil pedazos; al ser abandonada por el hombre que amaba, con un hijo en su vientre.
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Siente como su piel se eriza y un desolador vacío se instala en su alma ante la fiera y escrutadora mirada de la mujer que tenía frente a ella. Aquella señora no hacía el mínimo esfuerzo por ocultar el asco y el desprecio que la presencia de aquella muchacha humilde le causaba.
-Por favor señora, necesito hablar con su hijo… - murmura en un susurro apenas audible, con los ojos bañados en lágrimas. Nadie podía imaginar la desesperación que la había llevado a presentarse en aquella gran casa, con el alma destrozada; para suplicarle a aquella mujer de hielo noticias de su amado.
-Mi hijo no tiene nada que hablar con una pordiosera como tú – le espeta con fiereza, sin perder en ningún momento su pose digna y altiva.
-Por favor… se lo suplico – añade posando sus rodillas en el frío suelo, postrando su dignidad ante la frialdad de aquella señora de sociedad.
-Deja de humillarte muchacha… si no sabes nada de mi hijo es porque él ya se cansó de ti… ¿o qué te creías? ¿Que un muchacho decente y de buena familia como mi hijo iba a rebajarse para casarse con una pordiosera? Mi hijo se encuentra en estos momentos en un viaje acompañado por una mujer que sí lo merece – la burla y la diversión que albergaban aquellas palabras se clava en su alma como puñales. ¿Quién se creía aquella mujer que era para disfrutar de aquella manera tan cruel de su sufrimiento? ¿Es que no había ni una pizca de humanidad en su cuerpo?
-Yo… yo estoy embarazada de su hijo – alza la voz con desesperación, tratando de quebrar aquel fiero escudo de indiferencia y desprecio. Los ojos de la mujer se abren desmesuradamente al escuchar aquella confesión. Carraspea incómoda, tratando de mantener la compostura.
-Ese es un problema tuyo, no de mi hijo. Pero no te preocupes, somos gente humanitaria; yo le comentaré el problema a mi hijo y él se pondrá en contacto contigo para solventar este problema – sentencia antes de entrar en la gran mansión, cerrando la puerta ante una desolada Macarena, quien permanece arrodillada, con el alma rota en mil pedazos.
Desesperada se abraza a sí misma, antes de romper a llorar desconsoladamente; ¿qué iba a ser de ella ahora? ¿Qué iba a ser de su hijo?
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Había vuelto a revivir con esos recuerdos aquel dolor desgarrador que le produjo la respuesta del hombre al que tanto amaba al enterarse de su futura paternidad; se había limitado a enviarle una carta en la que daba finalizada su relación acompañada por un cheque con el dinero suficiente para deshacerse del problema.
-¿Te encuentras bien Macarena? – pregunta Higinio preocupado. Ella lo mira sin decir nada, tratando de recuperar la calma.
-Ayer he conocido a tu amigo Julio – dice  con cierta brusquedad tratando de mostrar una serenidad que todavía no sentía.
-¿De veras? Él no me comentó nada… - pregunta Higinio ciertamente descolocado por su repentino cambio de conversación. – Me hubiera gustado presentaros yo… Julio es como mi hermano, el pobre ha aguantado mi mal humor y mis idas y venidas desde hace muchos años… es la mejor persona que he conocido en mi vida – dice con orgullo - Él es el esposo de Cecilia y el padrastro de la ex prometida de mi hijo – añade.
-¿Padrastro? – pregunta Macarena con visible interés.
-Sí, aunque lo cierto, la quiere como una verdadera hija, ya que él nunca pudo tener hijos – responde Higinio con pesar. Estas últimas palabras impactan a Macarena.
-¿Es… estéril? – pregunta ella con un hilo de voz.
-Bueno, en realidad no siempre lo fue.  Se quedó estéril debido a una enfermedad infecciosa que contrajo en un país tropical al que había viajado para estudiar la construcción de un complejo hotelero… lo cierto es que estuvo realmente mal, al punto de casi perder la vida – responde Higinio con pesar. – Por aquel entonces él y yo todavía no nos conocíamos, pero según me contó estuvo varias semanas inconsciente ardiendo en fiebre, los médicos no sabían que hacer con él, incluso llegaron a informarle a sus padres de que no saldría de aquella con vida – añade.
-¿Cuánto hace de eso? – pregunta Macarena con la respiración entrecortada. Higinio la mira extrañado.
-Unos 28 años más o menos… ¿ocurre algo? – pregunta incómodo.
-No, nada… si me disculpas, necesito ir al baño un momento – responde ella mostrando una nerviosa sonrisa. Él la observa alejarse hacia los aseos con una expresión de inquietud en su rostro, preguntándose por qué se veía tan afectada por aquella revelación.


Observa ensimismada el agua del grifo corriendo por sus manos temblorosas, mientras que las palabras de Higinio se repiten en su mente una y otra vez, golpeándola con saña. Desesperada se lava el rostro con agua fría varias veces, tratando de calmar su ansiedad.
Contempla el reflejo que le ofrece el espejo, debería darle la imagen de una mujer madura, segura de sí misma, luchadora, triunfadora… sin embargo lo único que puede ver en ese momento es la imagen de una mujer atormentada, desesperada… la imagen de una mujer destrozada después de darse cuenta de que había basado su vida en una cruel mentira. 


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