lunes, 20 de junio de 2011

CAPÍTULO 31

CAPÍTULO XXXI








ACAPULCO


Apenas habían cruzado palabra durante el vuelo ni siquiera para tratar de aclarar a qué se refería Mauricio con lo de comportarse como una verdadera esposa. Y ahora se hallaban en la recepción de un hotel cinco estrellas esperando a que le entregaran las llaves de su “suite nupcial”. Podía sentir varias miradas cargadas de envidia por parte de algunas mujeres que se hallaban en el lugar. No cabía duda de que Mauricio era un hombre muy atractivo, que causaba furor entre las féminas. Si tan solo supieran el verdadero motivo de su matrimonio, estaba segura de que festejarían por todo lo alto.
-Aquí tienen señores Galván, avisaré al botones para que suba su equipaje. Esperamos que disfruten de su estancia en el Imperator – les anuncia la recepcionista, ofreciéndoles una encantadora sonrisa.
-Muchas gracias – responde Mauricio educadamente. Vuelve su atención hacia Regina, quien está mirando hacia el techo distraída - ¿Vamos? – pregunta Mauricio ofreciéndole el brazo, galantemente. Ella lo mira dudosa durante unos segundos, antes de entrecruzar su brazo con el de él. Era consciente de que todo aquello formaba parte del plan de “comportarse como una verdadera esposa”; así que muestra la mejor de sus sonrisas mientras camina del brazo de su flamante esposo.

Minutos después cuando llegan a la habitación, Regina no puede evitar abrumarse por la  belleza y elegancia de la misma.
La suite consta de una amplia habitación y un salón propio. La estancia principal esta coronada por una gran cama enmarcada por cuatro grandes doseles tallados con hermosas figuras, cubiertos por una fina tela de seda, parecía una cama sacada de un cuento de hadas. Regina se acerca a la misma; completamente fascinada se sienta sobre ella y comienza a dar saltitos sobre la misma, riendo como una niña ante la escrutadora mirada de Mauricio; en aquel momento se sentía como una pequeña princesa en su cama real.
-¡Me pido la cama! Tú puedes dormir en el sofá si quieres – anuncia tumbándose sobre ella mientras acaricia con deleite la fina colcha que la cubre.
-Creí que habíamos hecho un trato antes de subir a la avioneta – dice Mauricio al tiempo que se quita la chaqueta para dejarla sobre un diván. –Accedí a que me acompañaras, a cambio de que te comportaras como una verdadera esposa – añade observándola divertido, mientras comienza a desabotonarse las mangas de la camisa.
-No pienso acostarme contigo si a eso te refieres – replica Regina incorporándose bruscamente. Aquel comentario había roto la magia, por completo.
-No te preocupes, no encuentro placer en acostarme con alguien que no lo desea – le aclara Mauricio. – Pero te comportarás como una verdadera esposa en todo lo demás… por lo tanto, compartirás la cama conmigo, me acompañarás a las cenas de negocios y te mostrarás cortés y educada conmigo en público. Quiero que te comportes como una auténtica dama frente a todos, cuando estés conmigo – añade descalzándose.
-Así que lo que en realidad quieres es que me comporte como una especie de “dama de compañía”, ¿no es cierto? – pregunta Regina, mirándolo con los ojos achinados.
-Puedes llamarlo como quieras… - responde Mauricio descamisándose antes de tumbarse sobre la cama, cruzando las manos bajo su cabeza. – Y ahora que hemos dejado las cosas claras; si no te importa, me gustaría dormir unas horas antes de la cena a la que nos han invitado los miembros de la junta – añade cerrando los ojos.
-¿Cena? – pregunta ella mirándolo sorprendida. -¡No he traído nada elegante que ponerme! – exclama preocupada.
-En el bolsillo de mi chaqueta está mi billetera, agarra la tarjeta y ve a comprarte algo bonito, de paso puedes aprovechar para ir al salón de belleza y que te hagan algún tratamiento, no quería decírtelo, pero lo cierto es que tienes un aspecto horrible, como si llevaras días sin dormir – dice sin abrir los ojos. Regina lo mira enojada al tiempo que se incorpora.
-Será porque en realidad llevo días sin dormir, y todo por culpa tuya – le reprocha entre dientes. Sin embargo no obtiene respuesta alguna de Mauricio, quien parece sumido en un profundo sueño.
Regina respira hondo, visiblemente sulfurada, con los brazos sobre las caderas. Convencida de que no logrará perturbar a su flamante esposo, se dirige hacia el diván donde Mauricio ha dejado su chaqueta para buscar la cartera.
-Muy bien, así que quieres una “dama de compañía”, pues la tendrás… y no te va a salir nada barata – murmura convencida, agarrando la tarjeta, lo observa con una sonrisa maliciosa, mordiendo el labio inferior. Echa un último vistazo a Mauricio, que parece profundamente dormido, antes de salir de la suite con un propósito en mente.

LA PODEROSA



Rufina (Carolina Gaitán) acoge entre sus brazos al pequeño Tomasito (Alejandro Felipe), quien se aferra a ella sin parar de sollozar. Le dolía en el alma dejar aquel lugar donde por primera vez en muchos años; se había sentido querida.
-¿Por qué no te puedes quedar? – pregunta el pequeño con la voz quebrada por el llanto.
-Porque este no es mi sitio… - responde ella tragándose sus lágrimas.
Modesta (Ana Martín) y Juan (Fabián Robles) observan la escena con tristeza, sin atreverse a interrumpirlos.
-¿De veras es necesario que se vaya? – pregunta Modesta apenada.
-Eso creo, necesita alejarse para curar sus heridas… y quizás con el tiempo pueda hacer frente a lo que quiera que le haya pasado – responde Juan quedamente.
-¿A dónde la vas a llevar? – pregunta Modesta.
-¿Te acuerdas de Adelaida? – pregunta Juan.
-Sí, estuvo varios años trabajando conmigo en la casona – responde Modesta. – Si mal no recuerdo está en la capital, trabajando como administradora en una fábrica de cerámica – añade.
-Exacto, logré ponerme en contacto con ella y le ha conseguido un puesto a Rufina… se hará cargo de ella durante un tiempo – le informa Juan.
-¡Qué bueno! Por lo menos sabremos que está en buenas manos… - dice Modesta, visiblemente aliviada. Mira a su hijo preocupada. - ¿Y qué haremos si vuelve ese comandante Olmedo a preguntar por ella? – pregunta.
-Lo mejor será que le digamos que no sabemos donde está… tengo miedo de que vuelva a sufrir una crisis nerviosa si la sometemos de nuevo a presión – responde Juan convencido. Él más que nadie quería saber cual era el misterio que se escondía detrás de aquella pobre muchacha, pero había comprendido que presionándola solo conseguiría dañarla todavía más, y no estaba dispuesto a cargar con eso en la conciencia nunca más. La escena que había vivido semanas antes, al verla perder el control sobre sus actos, lo había abrumado de tal manera, que había tomado la decisión de protegerla y ayudarla a lograr la estabilidad y confianza necesarias para que ella pudiera abrirse y contar todo aquello que la estaba consumiendo.


ACAPULCO

La noche cae lentamente sobre Acapulco. En la suite matrimonial Mauricio sale del baño cubierto solamente por una toalla anudada a la cadera. Había disfrutado de un baño relajante para tratar de aliviar el cansancio que lo consumía. A pesar de haber tratado de dormir la mayor parte de la tarde, sus intentos resultaron infructuosos ya que apenas había pegado ojo. El recuerdo del embarazo de Nereida lo atormentaba, haciendo revivir viejos fantasmas.
Mira la hora en el reloj de la mesilla, faltaba poco más de media hora para la cena de negocios y Regina no había regresado todavía. Chasquea la lengua disgustado ante la posibilidad de que pensara en llegar tarde a propósito para fastidiarlo.
Para su alivio, escucha el sonido de la puerta al abrirse, y segundos después Regina hace su aparición en la estancia. Avanza torpemente debido a la cantidad de bolsas que porta consigo. Mauricio la observa con una mezcla incredulidad y asombro como las deja todas sobre la cama.
Su mirada viaja de las bolsas hacia la misma Regina, quien al parecer había seguido su consejo y se había pasado buena parte de la tarde en el salón de belleza, donde le habían hecho un peinado sencillo a la vez que favorecedor: llevaba un medio recogido mientras que mechones de cabello ondulado caían sobre sus hombros. El rostro estaba perfectamente maquillado, aunque muy natural, sin excesivo maquillaje.
Carraspea incómodo, tratando de apartar de sí la turbación que la visión de su esposa le había causado y  fija de nuevo su atención en la cantidad de bolsas que traía.
-¡Te dije que te compraras un vestido bonito para esta noche no que te trajeras la tienda entera! – exclama contrariado.
-Vaya, ¿No me digas que además de cínico y manipulador, también eres un tacaño? – pregunta Regina mirándolo con la ceja alzada;  colocando las manos sobre las caderas. – Vas perdiendo puntos conforme pasa el tiempo – añade con burla.
-No he llegado donde estoy, despilfarrando el dinero si a eso te refieres – replica Mauricio. Regina le resta importancia a su comentario con la mano antes de sumergirse en las bolsas, buscando el hermoso vestido que había comprado esa noche.
-La próxima vez piénsatelo dos veces antes de dejarle tan alegremente tu tarjeta a una fashion victim  – le indica Regina sin alzar la cabeza para mirarlo, ya que no quería que viera como en ese momento se mordía el labio inferior para contener la risa. Sentía que había logrado una pequeña victoria. Se había dedicado gran parte de la tarde a comprar ropa y accesorios que seguramente  nunca llegaría a ponerse, pero que sin embargo habían dejado una profunda huella en cuenta corriente de Mauricio. Ya más adelante decidiría que hacer con aquella cantidad de ropa y accesorios, aunque probablemente terminaría por donarlo a alguna asociación benéfica para que lo subastara.
Mauricio resopla sulfurado, decide dejar el tema para otro momento, ya que les hacia falta el tiempo. Se dirige hacia el perchero donde había colocado su traje antes de meterse en el baño, por el camino se deshace de la toalla, quedando completamente desnudo. En ese momento Regina alza la mirada para comentarle algo, cuando la visión de las nalgas desnudas de Mauricio, hace que se le atraganten las palabras. Rápidamente se apresura a taparse los ojos con las manos.
-¿Qué haces? ¡¡Pervertido!! – exclama completamente abochornada, con las mejillas encendidas.
-Me dispongo a vestirme, ¿a poco quieres que me ponga el traje con la toalla puesta? – pregunta Mauricio burlonamente.
-¡Claro que no! Pero por lo menos podrías tener la consideración de esperar a que yo me fuera al baño – responde Regina alterada, irguiéndose torpemente.
-Las esposas normales no se asustan por ver a su marido en cueros – asegura Mauricio divertido, mientras se pone el pantalón.
-Las esposas normales no se casan bajo amenazas  – repone Regina, agarra una de las bolsas casi a tientas – ahí te dejo para que te vistas a gusto – añade enojada  y se dirige al baño con la bolsa, dando un sonoro portazo.

Media hora más tarde, vuelve a abrirse la puerta del baño; dando paso a una radiante Regina, vestida con un hermoso vestido rojo palabra de honor que se amoldaba perfectamente a su figura. Mauricio, quien en ese momento se encuentra cómodamente sentado en el diván leyendo la prensa mientras espera, enmudece nada más verla.
-¡Donde demonios he metido el bolso! – exclama ella demasiado ocupada rebuscando entre las bolsas de la compra como para darse cuenta del efecto que estaba causando en Mauricio.
-Estaba comenzando a pensar que te había abducido el inodoro – comenta cínicamente, tratando de parecer molesto.
-¡Aquí está! – exclamando agarrando un pequeño bolso de color negro. - A ver si te enteras, que convertirse en la “acompañante” perfecta, lleva su tiempo – replica Regina guiñándole el ojo, divertida.
Mauricio se incorpora con elegancia, tratando de no volver a posar su mirada en su bella esposa. Se dirige hacia la puerta sin esperarla, pero ella se apresura para enroscar su brazo en el suyo.
-¡Ahora sí que parecemos una auténtica pareja de sociedad! – exclama Regina burlonamente. Mauricio carraspea incómodo y se dispone a salir de la suite, del brazo de su “dama de compañía”.




Se sentía de lo más incómoda en aquel lugar. La cena se celebraba en la mansión de Domenico Somoza, un afamado contratista con el que la empresa de Mauricio había firmado un jugoso acuerdo para la construcción de su nuevo bloque de apartamentos. Según lo que había podido entender, Domenico era uno de los hombres más influyentes de Acapulco, ya que guardaba una estrecha relación con la clase política de la ciudad, buena muestra de ello era que uno de los invitados a la cena era Antonio Malaquides, gobernador civil de Acapulco y según lo que le había contado Saúl, había sido él uno de los que habían echado atrás el proyecto de la constructora de su padre.
Bebe un sorbo de su copa de vino mientras se fija con detenimiento en el hombre al que tenía pensado abordar en cuanto pudiera. Era un hombre orondo, con poco pelo y las mejillas sonrosadas; debía de rondar los 60 años y no conservaba ningún atractivo, por lo que llamaba poderosamente la atención su acompañante, una mujer que debía rondar la treintena, alta, de largos cabellos dorados y lo suficientemente hermosa como para poder seducir a cualquier hombre que se le antojase.
-Así que lleváis solamente dos días casados, ¡qué romántico! Todavía debéis estar en una nube – Regina vuelve su atención a la mujer que tenía frente a ella en la elegante mesa. Podría catalogarse como la típica “esposa de”. Rondaría los 40 años: llevaba un vestido demasiado pomposo para su gusto y se había excedido en el maquillaje. La recordaba porque se había presentado con un pequeño caniche en el brazo, alegando que no se había atrevido a dejarlo solo en casa, ya que lloraba cada vez que su “mami” lo dejaba solito. En aquellos momentos el susodicho caniche rondaba por debajo de la mesa, brindándole  toda su atención a sus zapatos nuevos; al parecer el animalito estaba empeñado en quitárselos a pesar de sus vanos intentos por espantarlo.
-¡Es una lástima que no se hayan podido ir de luna de miel como es debido! – exclama la señora que se sentaba al lado de la dueña del lindo perrito.
-Si, es una auténtica lástima, pero pretendemos hacer de nuestro viaje a Acapulco una especie de luna de miel – asegura Mauricio cortésmente. Regina lo mira por el rabillo del ojo con reproche, le fastidiaba enormemente su camaradería con aquella gente. No podía creer que después de todo, no fuera más que un pelota más del montón.
-¡Ay, pero no se preocupen por nosotros, que mi “pichurrín” ya me ha prometido que me llevaría a Europa después de que resuelva estos asuntos tan aburridos! – exclama Regina con fingido entusiasmo y agudizando la voz para dar la imagen de esposa tonta. Mauricio carraspea incómodo cuando Regina se agarra a su brazo. – Incluso hemos comentado la posibilidad de irnos a Disneyland en París… - añade dándole un suave pellizquito en la barbilla a su esposo, quien se tensa involuntariamente como respuesta a su pellizco.
-¡Vaya! ¡No sabía que le gustaran esos sitios, señor Galván! – exclama Domenico divertido.
-Claro que le gustan, señor Somoza… yo sé que mi pichurrín parece muy serio e inquebrantable;  pero en la intimidad le aseguro que es como un osito de peluche, tierno, mimoso, juguetón… además es capaz de hacer todo para consentir a su ratoncita, ¿no es cierto pichurrín? – pregunta Regina mirándolo mientras hace un puchero de niña pequeña. Mauricio le devuelve una tensa sonrisa, antes de echarse de un trago la copa de vino.
-¡Oh, pero que linda pareja hacen! – exclama la mujer del perro, juntando ambas manos, divertida.
-¿Y cuando se conocieron? Porque Mauricio no nos había comentado nada de que estaba comprometido la última vez que vino a Acapulco – pregunta la otra mujer con curiosidad. Mauricio se dispone a contestar, pero Regina le posa una mano en el hombro.
-Ay, eso es lo más cómico… el cómo nos conocimos… Fue en el último sitio donde una mujer decente pensaría en conocer a su futuro esposo… - asegura Regina divertida, consciente de que estaba acaparando la atención de todos los comensales en ese momento, aclara la garganta antes de proseguir - lo cierto es que fue en un club de striptease – responde Regina divertida. Mauricio resopla sulfurado, se acaricia la frente inquieto.
-¿En un club de striptease? – pregunta la señora del perro totalmente impactada.
-Sí, allí mismo. He de decir que yo me había colado con una amiga que quería pillar in fraganti a su novio… fue muy divertido, porque íbamos vestidas de hombres y todo… - la imaginación de Regina había comenzado a trabajar a marchas forzadas, estaba disfrutando de lo lindo incomodando a Mauricio. – entonces yo me colé en un reservado, y allí estaba él con una stripper muy desarrollada – añade gesticulando con las manos, dando a entender que la stripper tenía los pechos grandes – ustedes ya me entienden… lo cierto es que empezamos discutiendo, porque yo lo interrumpí… pero al final, cuando descubrió que yo era una mujer, le causó tanta gracia que me invitó a una copa y me pidió que le contará por qué se me había colado… así que al final, quien terminó haciéndole un striptease fue servidora – añade triunfante abrazándose a él.
-Una historia peculiar, sí señor…- afirma Antonio. Regina les brinda la mejor de sus sonrisas a los presentes que habían permanecido sumamente atentos a su historia. Sin embargo, siente la mirada de la acompañante de don Antonio fija en ella, parecía sumamente divertida con la historia, aunque por su gesto era evidente que se no terminaba de creerse sus palabras.

Tiempo más tarde…


Había decidido retirarse al baño para poder retocarse un poco. Lo cierto es que la cena estaba resultando más divertida de lo que pensaba, había encontrado la manera de incomodar a Mauricio sin necesidad de romper sus condiciones.
Ahora su siguiente objetivo era abordar a Antonio Malaquides a solas para tratar de hablar con él sobre el proyecto de su hermano.
Sale del baño decidida a buscarlo, cuando se cruza precisamente con la despampanante pareja de don Antonio.
-¡Hasta que al fin te conozco en persona, Regina Montesinos! – exclama Amaranta (Martha Julia) mirándola divertida.
-¿Acaso había oído hablar de mí? – pregunta Regina intrigada.
-Digamos que hace tiempo, teníamos  un amigo en común – responde Amaranta con coquetería. – Lo cierto es que lo último que supe de ti es que estabas comprometida, pero no con Mauricio, precisamente – añade.
-Las cosas cambian… - se limita a responder Regina.
-Claro que sí… la vida es demasiado corta como para desaprovecharla, ¿no es cierto? – pregunta cínicamente. Se acerca a ella, y comienza a acariciarle la cara. -Lo cierto es que viéndote de cerca… eres bastante linda – afirma, Regina la mira con cierto apuro. Amaranta baja la mano y da un paso hacia atrás – pero aún así, no eres más que una niña – añade con desdén.
-¿Cómo es eso de no soy más que una niña? – pregunta Regina molesta.
-Es obvio que no sabes como tratar un hombre, chiquita… y mucho menos un hombre como Mauricio. Todavía te queda mucho por aprender  – responde Amaranta.
-¿Qué sabrás tú la clase de hombre que es Mauricio? – pregunta Regina enojada. Amaranta sonríe enigmáticamente.
-Apuesto a que más que tú  – responde ella divertida, antes de volver sus pasos de nuevo hacia la sala principal donde seguía la reunión.





No hay comentarios:

Publicar un comentario