CAPÍTULO XXXIII
SAN LORENZO
Tamborilea los dedos sobre la mesa con impaciencia, mientras espera que regrese Morelia (Ana Claudia Talancón) con los cafés que se había empeñado en hacer ella misma. La condenada no solo era un encanto, divertida e inteligente; sino que también tenía un gran talento culinario, tal como les había demostrando preparándoles para comer una deliciosa ternera asada y una exquisita tarta de chocolate que sabía a gloria.
Hacía rato que Miguel Ángel (Luis Roberto Guzmán) se había retirado al despacho para tratar algunos asuntos de trabajo, y a pesar de que había tratado de excusarse para volverse a la hacienda, Morelia había insistido hasta convencerla para que se quedara a tomar café; prolongando aquella agonía durante un rato más. Aunque, por lo menos, estando a solas con ella; no tendría que soportar las constantes miradas, cargadas de adoración; que se dedicaban ni las caricias furtivas que le partían el alma.
-¡Aquí están los cafecitos! – exclama Morelia entrando en la estancia con una bandeja en las manos.
Camila (Ana Serradilla) sonríe con falso entusiasmo mientras observa la delicadeza con la que Morelia llena las dos tazas de humeante café recién hecho.
-Gracias – dice Camila quedamente.
-No hay de qué – responde Morelia tomando asiento. Durante unos segundos se crea un incómodo silencio entre las dos mujeres, hasta que finalmente es Morelia quien se decide a hablar. – Lo cierto es que me alegra mucho que podamos contar con gente moderna y con dos dedos de frente en este lugar – afirma convencida.
-Oh, eso me lo tomaré como un cumplido…- dice Camila sonriendo levemente.
Comienza a revolver el café con la cucharilla mientras piensa cómo abordar aquella mujer; ya que se había resignado a quedarse un rato con ella; lo mejor que podía hacer era aprovechar para tratar de averiguar un poco más acerca de la vida de Mauricio y Miguel Ángel antes de su llegada a San Cayetano.
-Se os ve muy felices a los dos… - comienza a decir dudosa - ¿hace mucho que os conocéis? – pregunta.
-Bufff, desde que yo era una chamaca… - comienza a rememorar – hará unos 14 años, cuando llegaron él y Mauricio a trabajar a la hacienda donde yo vivía – responde Morelia sonriendo con nostalgia – Creo que me enamoré de él nada más verlo… solo que entonces yo era una niña de 13 años demasiado flaca y desgarbada… como para que se fijara en mí como mujer… - añade apoyando la cara sobre la palma de la mano.
-Vaya, así que él fue tu primer amor… - comenta Camila quedamente. –“maldita sea, hasta su historia es preciosa” – maldice para sus adentros. – Dices que lo conociste cuando él y Mauricio llegaron a la hacienda donde tú vivías para trabajar, ¿como peones? – pregunta intrigada.
-Claro, lo cierto es que mi mamá era el ama de llaves y al parecer era una vieja amiga de la mamá de Miguel Ángel, así que le consiguió trabajo en la hacienda para que pudiera irse para los Estados Unidos y prosperar… solo que no contábamos con que llegara acompañado; pero al parecer tuvo problemas en la frontera con la mafia que lo traía, y Mauricio lo ayudó a escapar… y ya que Mauricio no parecía tener a donde ir, se lo trajo con él – relata Morelia con calma, sin percatarse de la importancia que tenía para Camila la información que le estaba dando.
-¡Vaya, menuda historia! – exclama Camila impresionada – Así que podría decirse que Miguel Ángel le debe la vida a Mauricio… con razón soporta su mal genio – añade convencida.
-Hablas como si se tratara de un sacrificio… pero te equivocas; Miguel Ángel quiere a Mauricio como un hermano, porque él es un gran hombre, generoso y leal con los suyos… es cierto que a veces resulta demasiado frívolo y mal geniado… pero tiene sus razones para ser así – lo defiende Morelia con cariño.
-Estoy segura que así es… pero aún así, no tiene derecho a cobrarse la revancha con gente que no tiene la culpa de lo que quiera que ocurriera – replica Camila molesta, preparada para iniciar lo que parecía una disputa con Morelia.
-En eso estoy totalmente de acuerdo contigo – afirma Morelia alegremente, para sorpresa de Camila; que ve como se desvanece la oportunidad de que aquella mujer comenzara a caerle, aunque fuera; un poquito mal.
-Hay algo que me intriga… tú dijiste que Mauricio llegó a esa hacienda para trabajar como peón… entonces, ¿cómo hizo para volverse tan sumamente rico? – pregunta Camila completamente intrigada.
-Verás… esa es una larga historia… - responde Morelia acomodándose, dispuesta a explicarla.
En ese momento un desconocido irrumpe en la sala como un vendaval que lo destroza todo a su paso, alarmando a las dos mujeres; que se incorporan como un resorte al ver el furibundo rostro de aquel hombre que las miraba con los ojos inyectados en sangre.
-¿Dónde está el desgraciado de Mauricio Galván? – pregunta el hombre bruscamente.
-No está aquí… - responde Morelia recuperando la calma - ¿para qué es bueno? – pregunta.
-Soy Arturo Hidalgo, y exijo inmediatamente una explicación al rastrero comportamiento que ha tenido con mi hija – responde Arturo completamente fuera de sí.
Se había pasado las últimas dos horas escuchando los lloros y lamentos de su hija por aquel desgraciado, cuyo vil comportamiento la había arrastrado hasta la locura.
Aquello era más de lo que un padre podía soportar, el ver a su hija decidida a terminar con su vida por culpa de un canalla que no supo valorarla.
-Señor Hidalgo, como ya le he dicho, Mauricio no se encuentra en la casa… ha tenido que salir urgentemente a un viaje de negocios. – Le informa la mar de tranquila Morelia, para sorpresa de Camila – Veo que está demasiado tenso, ¿por qué no se sienta y se relaja mientras yo le preparo un tecito? – pregunta cortésmente, apartando una silla e indicándole que se siente.
El hombre mira a la mujer, totalmente desconcertado por su amabilidad. Ya casi ni se acordaba del motivo de su visita, de pronto se sentía ciertamente avergonzado por su comportamiento ante aquella mujer tan dulce. Con cierta inseguridad avanza torpemente hasta tomar asiento donde ella le había indicado.
-Así me gusta, ahora mismo le traigo su tecito, no se preocupe – le dice mientra le da unos pequeños toquecitos cariñosos en el hombro antes de encaminarse hacia la cocina tan campante.
Camila observa la escena sin poder salir de su asombro; estaba segura de que si abría más la boca, terminaría por desencajarse la mandíbula. Muy a su pesar, entendía perfectamente por qué Miguel Ángel estaba tan enamorado de aquella mujer. Es más, si no le gustaran tanto los hombres, sopesaría la idea de volverse lesbiana y hacerle la luchita a Miguel Ángel.
ACAPULCO
Observa desde la cama, en la que para su disgusto llevaba postrada casi toda la tarde; como Mauricio (Fernando Colunga) se coloca la americana mientras se mira al espejo comprobando su aspecto. Se disponía a acudir a otra de las ya famosas cenas de negocios, con sus amigos y las esposas de éstos; y precisamente el librarse de aquella cena era lo único bueno que había sacado de su aparatoso accidente. Pero aún así, no le agradaba la idea de que Mauricio acudiera sin ella a la cena.
Afortunadamente no había sufrido ninguna lesión grave, sólo habían tenido que darle un par de puntos en la ceja y eso sí, tenía la cabeza como un bombo debido al golpe por lo que debería de guardar reposo al menos durante un par de días.
-¿Estás segura de que te encuentras bien? – pregunta Mauricio mientras se coloca los gemelos sin dejar de mirar al espejo, por el que podía ver la expresión de disgusto de su esposa mientras cambiaba con el mando los canales de la televisión, fingiendo prestar atención a la misma.
-Me encuentro perfectamente – responde ella sin siquiera mirarlo.
-De todos modos, he avisado a una de las relaciones públicas del hotel para que estén al pendiente de ti; por si te encontraras mal – anuncia Mauricio.
-¡No necesito ninguna niñera! – replica Regina alterada. –Vete a tu estúpida cena y no te preocupes por mí, soy perfectamente capaz de valerme por mí misma – añade enojada.
-No me preocupo por ti, lo que no quiero es tener más contratiempos… no me gustaría tener que terminar el viaje en el hospital – asegura Mauricio con desdén.
Regina lo observa con los ojos achinados por la indignación. ¡Aquello era el colmo del cinismo! Sin mediar palabra, se levanta para dirigirse al baño, cerrando la puerta tras de sí con un sonoro portazo.
Mauricio sonríe divertido mientras termina de adecentarse frente al espejo, comprobando que no había nada fuera de lugar. Era evidente que su esposa se encontraba perfectamente.
MÉXICO D.F.
Comprueba su celular otra vez y al igual que las últimas veinte veces, no hay ninguna novedad; Higinio (Humberto Zurita) no ha intentado comunicarse con ella. Desde su confesión sentía que Higinio la evitaba a toda costa; ya que aquella mañana ni siquiera había acudido a trabajar; al parecer le habían surgido algunos asuntos personales de los que tenía que hacerse cargo; pero en el fondo ella sabía que no quería enfrentarla todavía.
Quizás le estaba dejando su espacio para que pudiera aclarar las cosas con el padre de su hijo; o tal vez era que él necesitaba tiempo para pensar; o que se sentía demasiado herido por haber tardado en confesarle la verdad… pero lo cierto es que aquella incertidumbre la estaba matando.
-¿Va todo bien, ma? – pregunta Fernando (Jose María Torre) desde la puerta del dormitorio.
De nuevo la encontraba allí, observando aquel celular como si le fuera la vida en ello. Hacía días que su madre había dejado de ser aquella mujer alegre, llena de vida y segura de sí misma para convertirse en un ser gris, melancólico que se pasaba el día con la cabeza en otra parte.
-Lo cierto es que no… - reconoce Macarena (Lucía Méndez) finalmente en un suspiro, se sienta sobre la cama – Creo que va siendo hora de que te cuente lo que pasa – añade palpando a su lado de la cama, en una clara invitación para que tome asiento. Él se apresura a sentarse junto a ella.
-Soy todo oídos – dice intrigado.
-Hijo… no sé cómo decirte esto… - comienza a decir ella, con voz temblorosa.
-Ma… - Fernando toma la mano de ella entre las suyas y le aparta un mechón rebelde que le caía sobre el rostro, con ternura – Ya sabes que te adoro, y que puedes contar conmigo para lo que necesites… sea lo que sea que quieras decirme, solo hazlo… como siempre lo has hecho – añade con dulzura.
-No sabes lo orgullosa que estoy de tener un hijo como tú… - afirma ella entre sollozos.
-Soy así porque tuve la mejor mamá del mundo – asegura él con orgullo.
-Ay hijo… - Macarena sonríe entre lágrimas – solo espero que sigas pensando lo mismo después de que te cuente… - añade apenada.
-Ma, me estás asustando… - dice Fernando con el rostro teñido por la preocupación.
-Hijo… - comienza a decir Macarena, acariciando el rostro de su hijo. Respira profundamente antes de proseguir – he vuelto a ver a tu padre – le anuncia a un impactado Fernando – y no solo eso… creo que jamás se enteró de que tú existías – añade conteniendo el llanto.
-¿Quién es él? – alcanza a preguntar Fernando, con el semblante endurecido.
-Cariño, todavía no he podido hablar con él… para tratar de aclarar… - comienza a excusarse.
-¿Quién es? ¿Cuál es su nombre?– insiste Fernando quedamente.
-Se llama Julio Moncada… - responde Macarena finalmente, con tristeza.
Fernando se siente desconcertado al escuchar el nombre de ese hombre, al que había conocido días atrás y en ese momento entiende el por qué de la necesidad de entender el por qué de su enemistad con la constructora Molina, que había sentido al verlo. Una extraña emoción lo invade al darse cuenta de que ya conocía a su padre.
-Cariño… como te dije, creo que Julio no sabe de tu existencia… - comienza a decir Macarena.
-¿Por qué? – alcanza a preguntar Fernando intrigado. - ¿Tan mal se portó contigo? – insiste.
-Ay, cariño… es algo difícil de explicar… -responde ella apenada.
-Tengo toda la noche, ma… por favor… creo que me merezco al fin saber la verdad sobre lo que ocurrió… jamás te he exigido nada, he respetado tu decisión de no hablar de mi padre… pero ahora no puedes dejarme así – dice él, suplicante.
-Está bien… - accede ella, sonriendo con tristeza. Toma la mano de su hijo entre las suyas – voy a contarte todo – asegura cerrando los ojos para dejar que su mente viaje a aquella época en la que era una pobre muchacha enamorada de un hombre rico.
ACAPULCO
Mira la hora en su reloj de pulsera disgustado consigo mismo; se había ausentado de la cena demasiado temprano, sin haber concertado parte de los asuntos que tenía pendientes; y todo por causa de ella; que no había respondido a su llamada.
Abre la puerta de la suite con cuidado, lo más seguro era que ella estuviera dormida, por eso no había respondido al teléfono.
De pronto se detiene completamente desconcertado cuando escucha lo que parecían ser gemidos de placer que provenían de la habitación. Inmediatamente siente como una mezcla de rabia y profunda indignación invaden su cuerpo al comprender lo que aquello significaba: Regina (Michelle Vargas) no estaba sola en la habitación. Aprieta los puños con fuerza hasta hacerse daño y avanza con paso acelerado; dispuesto a enfrentarse a aquella situación que lo estaba martirizando.
Abre la puerta violentamente, sus ojos cargados de furia se clavan en la gran cama y… la rabia da paso a la consternación cuando ve a Regina sentada sobre sus piernas en medio de la gran cama, observando con curiosidad lo que parecía ser una película porno en la gran tele.
Mauricio (Fernando Colunga) carraspea incómodo, tratando de anunciar su presencia en la estancia; pero ella parece no darse cuenta ya que sigue con la mirada clavada en la escena altamente erótica que se desarrollaba frente a ella.
Él avanza unos pasos más hasta situarse junto a la cama, cada vez se sentía más incómodo con aquella situación, que no sabía muy bien como abordar.
-Regina… - la llama, evitando mirar hacia la televisión.
Lo último que necesitaba era tener que ver una escena erótica, para que terminara por perder de todo el control.
Ella voltea la cabeza lentamente, para mirarlo ceñuda con los ojos vidriosos; sin mostrar el menos signo de vergüenza o sorpresa.
-Ho… hola pichurrín…¡llegas temprano! – exclama Regina, arrastrando las palabras - estaba viendo Candy Candy mientras te esperaba… pero han cambiado muchas cosas desde la última vez que la vi… - añade mirando hacia la televisión extrañada. – Hasta donde yo sé Candy nunca se acostó con su Terry… pero esta versión es de lo máaaaaaaaaaas extraña, debe de ser una segunda parte – asegura.
-Regina, eso no son dibujos animados… es una película pornográfica… - Mauricio carraspea visiblemente incómodo por la situación. – Te habrías dado cuenta si no estuvieras tan borracha – le reclama agarrando la mini botella de tequila vacía que probablemente había agarrado en el minibar. - ¿Cómo se te ocurre tomar alcohol con los medicamentos tan fuertes que te han dado en la enfermería? – pregunta enojado.
-Bufff… es que tenía sed, y se habían terminado los refrescos… - se excusa ella alargando las palabras haciendo un puchero.
-¿Y para qué demonios está el servicio de habitaciones? – pregunta él cada vez más enojado.
-Ay, ya… tampoco es para tanto… un traguito de vez en cuando, no hace daño… además solo me tomé un poquitito… no seas majadero - responde ella sacándole importancia al asunto.
De pronto los gemidos de la mujer de la película se escuchan cada vez más altos, mientras que su compañero de cama intensificaba sus movimientos, acercándola al orgasmo.
Aquello era más de lo que Mauricio podía soportar, su mente comenzaba a jugarle malas pasadas, imaginándose a Regina y a él mismo en la misma situación que la película. Sumamente incómodo, Mauricio se apresura a arrebatarle el mando a Regina para apagar la televisión. Ver aquellas imágenes y escuchar aquellos gemidos estaban creando un clima sumamente extraño, y de seguir así no podría responder de sí mismo.
-¡¡Ehhh!! ¿Por qué me has quitado mi Candy Candy? – pregunta ella enojada.
-Eso no es Candy Candy, Regina – responde Mauricio incómodo. Ella se arrodilla sobre la cama y se acerca a él para tratar de arrebatarle el mando.
-Sí que lo es… en la programación lo dice… es la adaptación cinematográfica - afirma ella con rotundidad.
-Más bien es la adaptación porno… esa Candy no tiene nada que ver con la que tanto te gustaba de niña – le informa a él al borde de su paciencia.
-¡Ahhhhhh, así que aún te acuerdas de los dibujos que veía…! – exclama ella divertida, se incorpora en la cama - ¿Te acuerdas de lo bien que cantaba la canción? – pregunta y sin más comienza a saltar en la cama entonando la canción – si quieres reíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir , descubre la alegría de soñaaaaaaaaaaaaar… un mundo de aventuras sin igua aaaaaaaaaaaaal …. Junto a miiiiiiiiiiiiiiiiiiii; a tu amiga, Caaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaandyyyyyyyyyyyy – grita desafinando estrepitosamente sin dejar de saltar sobre la cama.
-Regina, por Dios, bájate de ahí o te vas a caer… y deja ya de berrear, o despertarás a toda la planta – le reclama él tratando de detenerla.
-Pues que se despierten, no me importa – replica Regina haciendo un puchero, sin dejar de saltar -
Mauricio respira hondo, exasperado ante la actitud de Regina; la agarra por la cintura, para colocarla sobre su hombro como si de un saco de patatas se tratara, para encaminarse con ella hacia el baño.
A pesar de los gritos de protesta y las patadas que ella le propina logra llegar hasta la bañera donde finalmente la deja.
-¿Qué haces? Eres un bruto – chilla Regina indignada.
Él no responde, se limita a buscar un apósito en el botiquín para colocárselo sobre los puntos antes de abrir el grifo de la ducha para empaparla de arriba abajo.
Regina grita desesperada al sentir el impacto del agua fría sobre su piel, trata de cubrirse el rostro y el pecho mientras de su boca salen todo tipo de improperios e insultos dirigidos a su esposo, quien trata de mantenerse impasible a pesar de que la sinuosa silueta de Regina comenzaban a transparentarse a través del camisón mojado.
Se incorpora bruscamente, dando por terminada su ducha de agua fría y abandona el baño a grandes zancadas para volver momentos después con un camisón seco que deja sobre el mueble del baño.
-Sécate en cuanto sientas que comienzas a recuperar un poco de cordura – le ordena Mauricio con desdén antes de abandonar el baño de nuevo, dando un sonoro portazo.
Permanece sentada sobre la fría bañera durante un buen rato, abrazada a sus rodillas; mientras poco a poco va recuperando el control de sus pensamientos y de su cuerpo. A lo lejos escucha el sonido de una puerta al cerrarse. Su corazón se encoge al pensar que su esposo la había dejado sola para encontrarse, seguramente, con aquella mujer otra vez.
Había sido un error por su parte el tratar de encontrar algo de alivio en el alcohol; pero en aquel momento necesitaba algo que la ayudara a apartar de sí aquella horrible sensación de vacío y desasosiego, que le oprimía el pecho tras la fría marcha de Mauricio.
Pero hasta ahora se daba cuenta el ridículo que estaba haciendo al dejarse llevar por aquellas emociones que su marido despertaba en ella.
Se incorpora para salir de allí; con decisión y con premura se desnuda para secar su cuerpo antes de vestirse con el camisón que Mauricio le había dejado allí. Era hora de tomar una decisión definitiva: ya no pensaba ponerse en evidencia por Mauricio, ni pensar en lo que hacía y dejaba de hacer con las demás mujeres. Tenía que volver a centrarse en su hacienda, en su hermano, en su familia… y ahora lo más importante era lograr que Antonio Malaquides reconsiderara su decisión sobre la urbanización de Acapulco.
Sale a la habitación ya vestida con el camisón seco y el cabello mojado y alborotado; tal y como esperaba Mauricio no estaba allí. Cierra los ojos y respira hondo para apartar toda idea de su mente.
-No pienses en él, Regina… - se repite una y otra vez mientras se introduce en la cama y se cubre con las sábanas la cabeza.
De pronto se percata de un detalle que se le había pasado por alto; faltaban varios cojines que antes estaban en la cama.
Se levanta lentamente y encamina sus pasos hacia la sala de la habitación; abre la puerta con sigilo y una involuntaria sonrisa se forma en sus labios ante su descubrimiento: Mauricio no se había ido como ella había pensado; sino que estaba durmiendo en el sofá.
Con el mismo sigilo, vuelve a cerrar la puerta para volverse a la cama con una sonrisa en los labios.
Espera pacientemente, leyendo su Cosmopolitan, mientras espera su inminente llegada. Estaría a punto de entrar, puesto que había escuchado llegar un coche.
-¿Cuál es la urgencia? – pregunta un apurado Miguel Ángel entrando en la sala.
Camila (Ana Serradilla) lo mira sin decir nada; con parsimonia deja la revista sobre la mesita y se incorpora, avanzando hacia él en un lento paseo capaz de crisparle los nervios a cualquiera; sin embargo Miguel Ángel espera con paciencia.
-¿Tienes la más remota idea de lo idiota que me sentí ayer cuando conocí al compendio de virtudes que tienes por novia? – pregunta Camila con calma, enfatizando sus palabras.
-Oh, se trata de eso… - comienza a decir Miguel Ángel incómodo.- Camila, siento no haberte hablado de Morelia antes…
-No es cuestión de sentirlo ahora… el daño ya está hecho… solo quiero saber por qué demonios no me dijiste que estabas comprometido cuando a leguas se veía que yo comenzaba a sentirme atraída por ti – exige saber Camila señalándolo con el dedo, amenazante.
-¿Que te sentías atraída por mí? – pregunta Miguel Ángel visiblemente consternado por su afirmación.
-Por favor, ahora no te hagas… - replica Camila cruzándose de brazos.
-Camila, de veras… yo no creía que tú… - comienza a decir preocupado. Se acaricia el rostro, se siente incómodo por la situación. – De haberlo sabido, te hubiera aclarado las cosas al momento… - se disculpa.
-¡Arggg, hombres! – exclama Camila, exasperada. – No veríais ni la muralla china aunque la tuvierais justo delante de las narices – añade molesta.
-Camila, de veras… lo siento… siento no haberte dicho nada – dice apenado – lamento haberte hecho pasar por una situación tan incómoda ayer – se excusa.
-Disculpas aceptadas – dice Camila con cierta frialdad – pero esa no era la única razón para pedirte que vinieras… lo cierto es que he estado pensando… y creo que sería conveniente que no nos viéramos durante un tiempo… - añade convencida.
-Camila…- comienza a decir Miguel Ángel, acercándose a ella, preocupado.
-No – dice ella, alzando la mano para detenerlo – lo último que necesito es lástima o preocupación… soy demasiado orgullosa para eso – asegura. – Necesito tiempo para asumir que no eres un hombre libre y deshacerme de todas las ilusiones que me había hecho contigo – añade.
-Está bien… si eso es lo que quieres, respetaré tu deseo – dice Miguel Ángel al fin.
-Gracias – dice ella sonriendo con tristeza. -¿Puedo pedirte algo, antes de que te vayas? – pregunta tratando de mantener la compostura.
-Claro – responde Miguel Ángel.
Camila sonríe débilmente y se acerca a él para estrecharlo entre sus brazos.
-Abrázame – susurra ella en su oído, aferrándose a él con fuerza.
Sin decir nada, Miguel Ángel la rodea entre sus brazos y la estrecha más contra él con firmeza.
Camila cierra los ojos, aspirando el aroma de Miguel Ángel; es consciente de que a partir de ese momento ya no deberá verlo como hombre. Siente una presión en el pecho y sin poder evitarlo hunde el rostro en el hombro de él para llorar en silencio.
Se había quedado corta al decirle a Miguel Ángel que estaba comenzando a sentirse atraída por él; lo cierto es que cuando descubrió que era un hombre comprometido, se dio cuenta de que se estaba enamorando de él.
ACAPULCO
Vuelve a empaparse el rostro con el agua fría para tratar de espabilarse. Tenía un dolor de cabeza espantoso debido a la resaca y lo único que le apetecía era meterse de nuevo entre las sábanas y dormir hasta hartarse; sin embargo no le quedaba otra que tratar de adecentarse un poco; puesto que Ofelia la esperaba en la sala para desayunar. Al parecer la buena mujer se encontraba tan avergonzada por el accidente que su perro había provocado, que había tomado la decisión de hacerle compañía aquella mañana mientras Mauricio arreglaba sus negocios.
Se seca la cara y observa su reflejo en el espejo del baño; su rostro era la viva imagen de una mala noche. Mauricio la había despertado sin la mínima delicadeza, y le había ordenado que se adecentara cuanto antes; el muy cretino ni siquiera se había molestado en preocuparse por su estado antes de dejarla de nuevo sola en la habitación.
Carraspea, molesta consigo misma, por permitirse pensar de nuevo en su esposo; y se retoca el cabello para acudir al encuentro de doña Ofelia, quien la esperaba pacientemente en el cómodo sofá, ojeando una revista.
-¡Regina, querida! – exclama nada más verla aparecer por la puerta, se incorpora para abrazarla efusivamente - ¡No sabes cuanto lamento el travieso comportamiento de mi Pin pin, estoy totalmente abochornada! – añade compungida.
-No se preocupe, Ofelia… ya pasó, gracias a Dios solo fue un susto… - la tranquiliza Regina.
-Oh, que generosa eres, querida…- dice tomándola de las manos – pero mejor sentémonos… he ordenado el desayuno... Mauricio me ha dicho que eres muy golosa y te encanta el chocolate así que te he pedido un zumo, un chocolate caliente, napolitanas de chocolate y magdalenitas… – añade guiándola hasta el sofá. Regina repara en la mesa de cristal, donde se encontraba el abundante desayuno. Para su sorpresa, Mauricio todavía recordaba perfectamente sus gustos.
-Gracias, ha sido un detalle por su parte… - dice Regina tomando asiento. Lo cierto es que en aquel momento la sola idea de comerse aquel desayuno le causaba nauseas, pero aún así se hace con la humeante taza de chocolate, que olía de maravilla.
-No hay de qué, querida… mi marido me comentó que hoy estarían ocupados todo el día rematando los detalles de los nuevos proyectos; y no creí conveniente que estuvieras sola, un golpe en la cabeza puede ser algo muy delicado… - dice Ofelia convencida.
-Por eso no se preocupe, doña Ofelia… ya casi ni me duele la cabeza – miente Regina, con una cordial sonrisa en los labios.
-No disimules conmigo, querida – dice Ofelia dándole varias palmaditas en la rodilla – No es necesario que te hagas la fuerte conmigo, ambas sabemos lo duro que puede resultar esto… mientras una no se acostumbra – asegura con desparpajo.
-¿Cómo dice? – pregunta Regina totalmente desconcertada.
-No hace falta que te hagas la tonta… ambas sabemos que lo que te gustaría en estos momentos, es que tu esposo estuviera a tu lado en tu convalecencia… - responde Ofelia divertida. - Ser la esposa de un implacable hombre de negocios, es duro… al principio cuesta asumir que tu esposo se pasa más tiempo fuera que atendiéndote, pero luego te das cuenta de que eso tiene sus ventajas – añade. – Por ejemplo, puedes comprar todo lo que se te antoje, porque nunca te van a reclamar… el dinero es una especie de compensación por las horas que te abandonan; además les encanta que su esposa esté siempre perfecta para presumir de nosotras con sus colegas – afirma.
-Bueno, lo cierto es que yo tengo otras cosas en que pensar… como para estar pendiente de si mi marido va o viene…yo tengo mis propios asuntos que atender – asegura Regina.
-Oh, por supuesto… tu esposo es un hombre muy poderoso, estoy segura de que ha requerido tu ayuda para algunos de sus negocios para que no te sientas como una esposa florero… Domenico también cuenta conmigo en algunas ocasiones - dice Ofelia. – Por cierto, ¿Te ha preguntado sobre la remodelación del salón de actos del hotel? Si quieres yo podría echarte una mano… me encanta la decoración – pregunta.
-¿Remodelación del salón de actos? ¿De qué me estás hablando? ¿Qué hotel? – pregunta Regina intrigada.
-Pues éste, ¿cuál sino? – Rompe a reír Ofelia – ¿No me digas que no sabías que tu esposo es el mayor accionista de éste hotel…? – pregunta poniéndose repentinamente seria, con una mueca de asombro.
-Esto… lo cierto es que Mauricio y yo no hablamos demasiado de sus negocios… - comienza a responder Regina incómoda. No salía de su asombro con Mauricio, al parecer era mucho más rico y poderoso de lo que pensaba; y se lo estaba ocultando escandalosamente.
-Ya… entiendo…- murmura Ofelia observándola detenidamente, haciendo que Regina se sienta incómoda por su escrutinio – Querida… no es necesario que finjas más… creo que es algo demasiado obvio a estas alturas… entiendo perfectamente lo que estáis haciendo Mauricio y tú… - añade con seguridad.
-No entiendo a qué se refiere… - dice Regina desconcertada.
-Mauricio te ha contratado como dama de compañía para que te hagas pasar por su esposa, ¿no es cierto? – pregunta finalmente.
Regina agarra la taza con fuerza para evitar que se precipite al suelo ante el impacto por tal pregunta.
-¿Co… como dice? – tartamudea Regina todavía impactada.
-Oh, vamos querida… no hay nada de malo en ello… muchos hombres de negocios optan alguna vez por esa opción; y no me extraña que Mauricio haya recurrido a ti, porque lo cierto es que al pobre no paraban de acosarlo las muchachas casaderas de aquí… y en alguna ocasión algún socio intentó meterle por los ojos a alguna de sus hijas; según me contó mi esposo; Mauricio comenzaba a estar harto de eso. – le explica Ofelia con calma. –Aunque lo cierto es que hizo una muy buena elección contigo… porque incluso pareces una niña bien, de buena familia… ah, ya sé… seguro que tu familia era rica, pero se arruinó y te viste obligada a entrar en el mundo de las damas de compañía, ¿no es cierto? – pregunta interesada.
-¡No! – exclama Regina abochornada. Aunque bien era cierto que gran parte de lo que aquella mujer había dicho se ajustaba en cierta medida a lo que había sucedido. – Mauricio y yo estamos casados… y por la Iglesia… - añade molesta.
-Claro que sí, querida… claro que sí… - afirma Ofelia dándole palmaditas en la mano, con cierta condescendencia.
Regina aprieta los dientes y decide beber un trago de chocolate caliente, tratando de serenarse. No solo había quedado como una auténtica ignorante en cuanto a los negocios de su “esposo”; sino que ahora aquella especie de animal social pensaba que era una chica de compañía. Aquel viaje estaba resultando un auténtico desastre.
LA ASCENSIÓN
Cecilia (María Sorté) observa, con cierta reticencia; a través del cristal como su hijo vela a su esposa, quien todavía seguía inconsciente. No le deseaba ningún mal a Nereida (Bárbara Mori), pero era consciente de que ella jamás podría hacer feliz a su hijo, ella no lo amaba como él merecía; y lo único que le había traído aquella relación era dolor, sufrimiento y traición. Y aún así, Saúl (Eduardo Santamarina) solo tenía ojos para ella; para su frustración.
-Ya está todo arreglado para el traslado; en un par de días los llevarán en helicóptero a la clínica privada en el D.F. – anuncia Julio (Otto Sirgo) situándose junto a su esposa.
-Bien… - afirma Cecilia con sequedad.
-¿Vas a continuar mucho tiempo sin hablarme? – pregunta Julio con hastío. Aquella situación comenzaba a incomodarlo seriamente.
-Me ocultaste que mi hijo estaba en el hospital, Julio… no pretenderás que actúe contigo como si nada hubiera ocurrido – responde Cecilia con acritud.
-Solo quería saber como estaban las cosas, antes de avisarte… - afirma Julio, cansado.
-No soy tan frágil como para que me tratéis como una inútil, Julio… que tenga un problema nervioso no quiere decir que no pueda afrontar una situación delicada – asegura Cecilia. – Lo único que consigues con tu estúpida obsesión con ocultarme las cosas es que me sienta como una estúpida – añade enojada.
-Está bien, lo reconozco… me excedí al ocultarte el accidente de Saúl; y no sabes cuanto lo lamento – se excusa Julio, sinceramente.
-Me temo que esta vez no basta con lamentarlo – dice Cecilia con solemnidad – me vuelvo al hotel, Zoraida nos ha reservado cita en el spa… necesito relajarme – añade antes de alejarse de allí, dejando a su esposo completamente afligido.
Cada vez se sentía más lejos de su esposa. Desde la muerte del abuelo de Regina y Saúl su matrimonio se había ido deteriorando poco a poco hasta convertirlos a él y a Cecilia en un par de extraños; ya no recordaba la última vez que habían reído juntos, ni la última vez que se habían acariciado o besado.
Se acaricia el puente de la nariz y suspira exasperado, ya no sabía como acercarse de nuevo a su esposa; pero lo peor del caso es que ya no sabía si quería hacerlo.
ACAPULCO
Avanza con premura por la gran piscina, sintiendo como su cuerpo se revitalizaba con cada largo. Siempre le había gustado la sensación de libertad que sentía cada vez que nadaba.
Si de algo le había servido el ser la esposa del mayor accionista del hotel, era el poder disfrutar de aquella maravillosa piscina olímpica para ella sola. Por muy caprichosa que pudiera parecer, en aquel momento no le apetecía tener que compartir piscina con nadie más.
Se detiene en una de las esquinas para tomar aire y descansar unos minutos; se sorprende al descubrir que no se encontraba sola en el lugar. Mauricio (Fernando Colunga) se encuentra de pie frente a ella, cruzado de brazos; mirándola ceñudo.
-Veo que no has tardado en aprovecharte del hecho de que yo sea uno de los propietarios del hotel – dice Mauricio con desdén.
-Por supuesto… por cierto, muchas gracias por ocultármelo Don Misterios… - replica Regina (Michelle Vargas) saliendo de la piscina con un ágil movimiento.
-No me gusta presumir – dice Mauricio con calma.
-Seguro que no… - murmura Regina con ironía. - Por cierto, gracias a tu brillante idea de ocultarme tantas cosas… ahora doña Ofelia piensa que soy una dama de compañía a la que contrataste para que dejaran de acosarte las solteronas – dice Regina cínicamente.
-En realidad, no dista mucho de la verdad – asegura Mauricio acariciándose la cara con la espalda de la mano.
-Cretino – le dice Regina entre dientes. - ¿No te cansas de tratar de mortificarme? – pregunta enojada agarrando su toalla de una de las hamacas.
-Todo sería más fácil si no te empeñaras en tratar de molestarme todo el tiempo – responde Mauricio con calma.
-¿Qué pensabas? ¿Qué iba a cumplir a pies puntillas tu santa voluntad? No te casaste con una mujer dócil y abnegada, para tu información… si tanto querías una mujer florero, hubieras contratado una dama de compañía de verdad – replica Regina alcanzando la toalla que había dejado sobre uno de los bancos. – Pero, ¿sabes qué? Ya no voy a discutir eso contigo, estoy harta de gastar tiempo y saliva tratando de encontrar algo de sentido común en esa cabeza de mula que tienes – añade con cansancio mientras comienza a secarse el cuerpo con la toalla, dándole la espalda a su esposo. -¿Para qué me buscabas? – pregunta con sequedad.
-Solo quería cerciorarme de que no estabas haciendo alguna tontería de las tuyas, me llamó la atención que no estuvieras en la habitación reposando – responde Mauricio cruzándose de brazos.
-Pues como puedes comprobar, estoy perfectamente; así que ya puedes volver a reunirte con tus amiguitos – le informa Regina sin volverse a mirarlo, concentrando su atención en pasar la toalla que tenía entre sus manos por sus brazos y cintura.
Mauricio observa la esbelta figura de su esposa mientras se seca; de nuevo siente una punzada de deseo que recorre su cuerpo; cada vez se le hacía más difícil estar cerca de ella sin siquiera tocarla.
Necesitaba con urgencia el contacto con una mujer; llevaba demasiado tiempo durmiendo solo, y este hecho comenzaba a pasarle factura.
Aprieta el puño con fuerza, luchando contra la ferviente necesidad que sentía de apretarla contra su cuerpo y hacerla callar con sus besos.
Regina mira de reojo a su marido mientras se seca, desconcertada por el extraño escrutinio al que la estaba sometiendo, en un incómodo silencio. Dedujo que debía de estar molesto por algún motivo, al ver sus puños apretados y la tensión en su mandíbula.
-¿Qué pasó? ¿Te convertiste en estatua o qué? – pregunta volteándose, aquella situación comenzaba a ponerla nerviosa.
Sin mediar palabra, Mauricio avanza hacia ella, posa una de sus fuertes manos sobre la nuca de ella, obligándola a alzar su mirada; dejando su rostro a escasos milímetros de ella; mirándola con una intensidad abrumadora.
La toalla que tenía entre sus manos cae al suelo inevitablemente cuando él captura los labios de ella con los suyos de una forma arrolladora y primaria, como si de un instinto animal se tratara; Mauricio la aprieta contra su cuerpo con su otro brazo mientras intensifica el beso. Un gruñido gutural se escapa de sus labios cuando siente como ella comienza a responder al beso, una vez superado el aturdimiento inicial, intensificando su deseo.
Regina se abandona a aquel deseo tan feroz e irracional que la invade, alza sus brazos para rodear el cuello de Mauricio pegando su cuerpo más al suyo, mojando la ropa de él con su contacto.
De pronto, Mauricio se detiene; con la misma brusquedad con la que inició el beso la aparta de él, con la respiración entrecortada; mirándola con sumo desconcierto.
Regina observa anonadada como Mauricio se aleja de ella a grandes zancadas; abandonándola en aquel lugar sola y totalmente desconcertada a la vez que enojada consigo misma por dejarse llevar otra vez por aquel hombre.
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