lunes, 20 de junio de 2011

CAPÍTULO 34

CAPÍTULO XXXIV









ACAPULCO



Se había recorrido la habitación de un lado al otro unas veinte veces, con el celular pegado a la oreja; mientras escuchaba los últimos retazos de la historia de un corazón roto más,  desde el otro lado del hilo telefónico.
Hacía tiempo que no escuchaba aquella tristeza en la voz de Camila (Ana Serradilla); al parecer esta vez le había pegado fuerte con Miguel Ángel, por lo que  había sido muy doloroso para ella enterarse no solo de que no era un hombre libre, sino que su futura esposa era un auténtico encanto al que nadie se le ocurriría quitarle el novio, a menos que tuviera el corazón hecho de granito.



-Oh, Cami… no sabes cuanto lo lamento – se excusa Regina (Michelle Vargas) completamente apenada por su amiga.


-No hay nada que lamentar mi Regis… así es la vida, una sucesión de desengaños que terminan por demostrarnos que esto del amor no es más que una gran mentira – afirma Camila con rotundidad dejándose caer sobre su cama, completamente desganada.


-No hables así… estoy segura de que en algún lugar tienes un auténtico príncipe azul esperando por ti… - trata de reconfortarla Regina.


-Órale, pues si me sale tan zangrón como el tuyo, casi  prefiero no encontrarlo – replica Camila tratando de darle un toque de humor al asunto.


La sola referencia a Mauricio hace que el corazón de Regina de un vuelco al recordar su último encuentro.


-Quizás tengas razón… - responde emitiendo un hondo suspiro, apesadumbrada. - ¿Sabes mi Cami? Pensándolo mejor, yo creo que ya va siendo hora de dejar de creer en príncipes azules… - añade.


-Por tus palabras deduzco que las cosas siguen bien chuecas con tu esposito – afirma Camila con resignación.


-Y así seguirán… Mauricio es el más cabezota de los hombres, cada vez lo noto más frío y distante… han sucedido tantas cosas que quiero contarte… - afirma apenada. – Pero ahora no quiero deprimirte más con mis historias para no dormir… en un par de días espero haber solucionado el problema de la licencia, así que regresaré y las dos compartiremos unos tequilitas para tratar de aliviar nuestras penas, ¿qué te parece? – pregunta.


-Me parece bárbaro mi Regis… una ladies night en toda regla… - asegura Camila sonriendo esperanzada.



Al día siguiente



LA ASCENSIÓN



Lo observa pacientemente mientras se despierta. Llevaba largo rato esperando que pusiera fin a su letargo con el único objetivo de enfrentarlo; aquella era su oportunidad de poner las cartas sobre la mesa.
Se incorpora lentamente para acercarse a la cama donde yace Saúl (Eduardo Santamarina), quien la observa sorprendido por su presencia.


-¿Qué hace aquí? – pregunta todavía medio adormilado, mientras se incorpora sobre la cama, no sin cierta dificultad.


-Quería comprobar como estaba… - responde Rosario (Angelina Peláez) con calma – pero por lo que veo, no salió tan dañado como mi niña del accidente; porque mientras usted está aquí, bien espabiladito… ella sigue postrada en una cama, como una bella durmiente – añade con saña.


-Ya veo que no se trata de una visita de cortesía – replica Saúl con sarcasmo, tratando de disimular las punzadas de dolor y remordimientos que causaban sus palabras.


-Creo que la cortesía es algo que está de más entre nosotros, ¿no cree? – pregunta Rosario con mordacidad.


-¿Por qué mejor no nos dejamos de conversaciones banales, y me dice qué rayos hace usted en mi habitación? – pregunta Saúl sin disimular su incomodidad.


-Siempre tan considerado y educado… - murmura Rosario sonriendo con cinismo.


-Ambos sabemos que el único motivo por el que la transijo es por mi esposa… así que suelte ya su veneno y ahórrenos el mal rato de tener que compartir el mismo espacio – la apura Saúl, cada vez más impaciente.


-Está bien, como guste… iré al grano – dice Rosario – pero me temo que no le va a gustar lo que tengo que decirle – añade cuidando sus palabras.


-Eso no lo dudo – asegura Saúl molesto.


-Al parecer su familia ha considerado pertinente ocultarle cierta información sobre el accidente, para evitarle un disgusto mientras se encuentra convaleciente… aunque a decir verdad, no creo que sea usted digno de tal consideración… - dice Rosario fijando su mirada inquisidora en él. – Creo que es momento de que sepa todo lo que ha causado por su estupidez… y actúe en consecuencia – añade.


-¡Ya, por mil demonios, dígame qué es eso tan importante que me han ocultado! – exige Saúl alzando la voz.


-Que usted no es más un vil asesino, que no solo ha provocado que mi niña esté postrada en una cama, sino que ha matado al hijo que esperaba – estalla Rosario, escupiendo sus palabras con los ojos resplandecientes de furia.


Apenas escucha esas palabras, Saúl siente como su cabeza comienza a dar vueltas, una sensación de vértigo lo invade mientras que miles de imágenes se agolpan en su mente. Un dolor punzante e intenso le oprime el pecho hasta el punto de que apenas logra respirar.


-No puede ser verdad… - alcanza a decir casi sin aliento.


-Puede preguntarle al doctor si no me cree… pero mi niña ha perdido ese niño que tanto quería, por su culpa… ¡usted es el único culpable de su desgracia! Han sido sus celos, su rencor, su maldito ego el que ha convertido a mi niña en una mujer gris, alcohólica… pero no contento con eso, ¡ha estado a punto de matarla y le ha arrebatado la única esperanza de poder alcanzar la felicidad! – afirma con saña, escupiendo sus palabras como si fueran puñales.


-¡Váyase! – grita Saúl encolerizado, totalmente acongojado por sus palabras. -¡Déjeme solo!


-Claro, écheme de aquí… como si eso fuera a borrar todo el mal que causó… - afirma Rosario acercándose a él – es usted como la peor de las enfermedades, que va matando lentamente… si de verdad quisiera a mi niña, la dejaría libre… para que buscara su felicidad, ¿no le parece suficiente todo el daño que le ha causado? ¿Qué más quiere? ¿Qué termine por matarse? ¿Qué cree que va a pensar cuando despierte y se dé cuenta de que ya no guarda un hijo en sus entrañas? – lo acosa sin piedad. Saúl se lleva la mano al pecho adolorido, tratando de que el aire llegue a sus pulmones. Los ojos le escocían por el torrente de lágrimas que comenzaba a brotar sin parar. Sentía como si le estuvieran arrancando las entrañas, un cruel martirio que parecía querer matarlo lentamente.


-¿Qué es lo que sucede aquí? – pregunta Zoraida (Ingrid Martz), quien entra en la estancia en ese momento.


-Debería llamar a la enfermera… parece que el joven Saúl no se encuentra del todo bien – anuncia Rosario cínicamente antes de abandonar la estancia con la cabeza alta.


Zoraida se apresura a auxiliar a Saúl, quien se removía sobre la cama mientras se sujetaba el pecho con la mano sana sin dejar de llorar.


-Saúl, ¿qué es lo que tienes? – pregunta Zoraida sumamente preocupada. - ¡Tranquilízate, respira hondo! – trata de calmarlo mientras busca el timbre para llamar a la enfermera. –Shhh, todo va a estar bien, todo irá bien – repite con dulzura mientras lo abraza contra su pecho, consiguiendo que comience a calmarse, sin dejar de llorar amargamente.


Aquello era más de lo que podría soportar, jamás había pensado que existía peor dolor que el de la traición, y ese era el de ser consciente del daño que le había causado a la mujer que más amaba por culpa de su odio irracional. 
Totalmente derrotado se abandona al abrazo de Zoraida, sin dejar de llorar desconsoladamente.





ACAPULCO




No conseguía fijar su atención en la lectura de la revista que tenía entre las manos; en aquel momento su única preocupación era terminar de aquel asunto que la retenía en Acapulco de una vez por todas.
Observa la puerta del despacho una vez más, con la esperanza de que se abriera al fin. Llevaba cerca de media hora esperando que Antonio Malaquides la atendiera, y no creía poder esperar mucho más.
Al fin la eficiente secretaria colgó el teléfono y volvió su mirada hacia ella.

-Señora Galván, ya puede pasar – le anuncia cortésmente.


Regina se incorpora, carraspeando incómoda; cada vez que la llamaban “señora Galván” un escalofrío recorría su espalda, recordándole nuevamente su nuevo estatus; al que jamás lograría acostumbrarse.

Entra con decisión en el presuntuoso despacho, con la frente alta, aferrando con fuerza el dossier donde contenía los informes del proyecto de obra.
El señor Malaquides la observa atentamente por encima de las gafas, desde su cómodo sillón, parecía extrañado a la vez que complacido por la visita.


-¡Señora Galván, qué agradable sorpresa! – se incorpora para acercarse a ella, sonriendo. Toma su mano para posar un galante beso sobre ella, Regina acepta el gesto sonriendo con cierta incomodidad – Sentémonos – le sugiere, guiándola hacia un confortable sofá de dos plazas. – Y dígame, ¿a qué debo el honor de su visita? – pregunta cortésmente, una vez sentados.

-Bien… lo cierto es que yo quería tratar con usted el asunto de la licencia para la construcción de un bloque de apartamentos de la constructora Moncada – responde Regina con calma. – Tengo entendido que fue usted quien decidió finalmente denegar la licencia porque no consideraba rentable el proyecto, ya que esa zona todavía está por calificar – añade.

-Así es… pero, ¿qué es lo que tiene que ver eso con usted? – pregunta extrañado.

-Verá, ustedes no lo saben… pero Julio Moncada es mi padrastro y Saúl Montesinos es mi hermano… - responde Regina con firmeza. – En estos momentos mi familia está pasando por una situación delicada, por lo que ellos no pueden hacerse cargo del asunto, así que aprovechando mi viaje a Acapulco, me gustaría aclarar el problema – añade convencida.

-¡Vaya! No le niego que me sorprende su parentesco con los Moncada… - dice Malaquides intrigado – es un gesto admirable que interceda por tu familia;  solo puedo decirle que en este momento se están realizando estudios de viabilidad en la zona… por lo que, por ahora;  no podemos autorizar ninguna construcción en la misma – asegura Antonio con firmeza.

-¿Y no sabe cuanto durarán tales estudios? – pregunta Regina con escepticismo.

-Bueno, ciertamente – comienza a responder Antonio, al tiempo que distraídamente, posa su mano sobre la rodilla de una incómoda Regina – en un principio puede que duren hasta bien entrado el año próximo… pero siempre podrían acelerarse – añade mirándola sonriente.

-¿Ah sí? No me diga – responde Regina irónicamente apartándose hacia la esquina del sofá, para alejarse de  su contacto. -¿Qué se podría hacer para acelerarlos? – pregunta tratando de contener su indignación.

-Digamos que podríamos encontrar la manera de llegar a un acuerdo – responde Antonio acercándose de nuevo a ella.

-¿A qué tipo de acuerdo se refiere? – pregunta Regina cada vez más incómoda con la situación.

-Voy a dejarme de rodeos… creo que ambos sabemos la mejor manera de solucionar esto, ¿no es así?  - pregunta acariciándole la cara.


Regina se levanta como impulsada como un resorte, completamente disgustada por el descaro de aquel hombre.


-Mire, señor Malaquides; no tengo idea del concepto que tenga de mí, pero le informo de que no estoy dispuesta a llegar a ningún tipo de acuerdo indecoroso con usted – asegura Regina; enojada.


-Vamos, señora Galván… no se haga la digna… aquí ambos sabemos la clase de mujer que es – asegura Antonio divertido, al tiempo que se incorpora para encararla. – Dígame cuánto le cobra a Mauricio… estoy dispuesto a mejorar su oferta – afirma.

-¿Cómo dice? – pregunta Regina estupefacta.

-¿A qué viene tanta sorpresa? ¿Acaso creíais que no nos daríamos cuenta de vuestro falso matrimonio? Hasta un ciego vería que vuestro matrimonio es una pantomima que Mauricio ideó para que no lo acosaran las casamenteras del lugar – alega capciosamente.

-Para su información, eso no son más que conjeturas… Mauricio y yo somos marido y mujer – Regina alza la voz, apuñando las manos con rabia. Se sentía insultada y despreciada, como si de un objeto se tratara.

-No trates de negarlo, preciosa – Antonio se adelanta para agarrarla con firmeza por la cintura para atraerla hacia él – los dos podríamos pasarla muy bien, y de paso yo me encargaría de que la constructora Moncada se haga con la licencia cuanto antes… estoy seguro de que sería de gran ayuda para que tu familia recupere tu status, de ese modo podrías dejar la prostitución, ¿no crees?  – pregunta  seductoramente.


Regina observa durante unos instantes el repugnante rostro encendido por el deseo del hombre y siente con asco como sus rugosas manos acarician su cintura con insistencia.
Respira hondo tratando de calmar la rabia que la consumía y lo observa con fiereza.


-¡Ya basta, asqueroso! – grita colérica al tiempo que le propina un fuerte empujón al hombre, que está a punto de hacerle perder el equilibrio. Antonio la observa aturdido por el fuerte empujón, antes de recibir una sonora bofetada.  - ¡Esto es para que aprendas a respetar a las mujeres decentes! – le grita colérica. - ¡Ya estoy harta de que saquéis vuestras propias y asquerosas conclusiones! No sois más que una panda de hipócritas, que os creéis con derecho a juzgar a la gente decente… todavía no entiendo como Mauricio soporta vuestra compañía y vuestra falsedad… puedes hacer lo que te dé la gana con los malditos terrenos… quería tratar de solucionar el asunto por las buenas, pero visto lo visto estoy dispuesta a llevarte ante los tribunales, por cacique y por abusador… te lo juro – respira hondo al terminar, observando el rostro teñido por la ira de don Antonio.

-¿Quién demonios te crees que eres, maldita ramera? – pregunta él agarrándola con violencia por los hombros.

-¡Suélteme! – grita ella forcejeando antes de propinarle un rodillazo en sus partes nobles.


De pronto el estruendo de la puerta al abrirse violentamente, retumba en toda la sala; dando paso a varios hombres uniformados que se encuentran a Antonio Malaquides arrodillado en el suelo, retorciéndose del dolor ante una triunfante Regina, que lo observa con desprecio.

-¡Antonio Malaquides, queda usted detenido por prevaricación y cohecho! – anuncia uno de los agentes con solemnidad, mientras que otro se agacha para colocarle las esposas a un asombrado Antonio.

Regina observa la escena completamente desconcertada, y más cuando observa entrar por la puerta a Mauricio (Fernando Colunga) acompañado por Amaranta (Martha Julia) y Domenico Somoza.

-¡Malditos traidores! – exclama Antonio con rabia, volviendo su atención hacia Mauricio, Domenico  y Amaranta. - Esto es cosa vuestra, ¿verdad? Pero os juro que os vais arrepentir – grita amenazante mientras es sacado del despacho por los agentes, ante el estupor general de los trabajadores de la gobernación.

-No malgastes tu saliva Antonio… la necesitarás para buscar una buena defensa por todas tus cacicadas – le reprende Domenico complacido.

-¿Qué demonios significa esto? – pregunta Regina desconcertada.

-Esto no es nada más que la culminación de muchos meses tratando de desenmascarar todos los abusos del cargo de Antonio Malaquides – responde Amaranta.

-Cosa que no habríamos logrado sin tu ayuda Amaranta – asegura Domenico complacido.


Regina observa a su esposo, quien permanecía extrañamente sigiloso mientras la observaba con una mirada enigmática.


-Para mí ha sido un placer ayudarlos en la labor – afirma Amaranta – lo que me extraña es la presencia de tu esposa aquí, Mauricio… ¿acaso tú la enviaste? – pregunta Amaranta intrigada.


-Lo que haga o deje de hacer aquí, no es de tu incumbencia… - responde Regina enojada.


-Señora Galván, me gustaría que en cuanto pueda se acerque por la comisaría… para aclarar el motivo de su visita -  se dirige a ella uno de los oficiales.


-Por supuesto… pero ahora si me disculpan, tengo cosas que hacer – anuncia Regina molesta, mientras recoge el dossier que se le había caído al suelo durante el forcejeo y sale de la estancia apresuradamente, tratando de evitar la mirada de su esposo.



Nada más entrar en el ascensor se apresura para apretar el botón, en aquel momento estaba demasiado atorada: eran muchas las preguntas que le venían a la mente y que necesitaban respuesta en cuanto despejara su mente y ordenara sus ideas.
Suspira relajada cuando las puertas comienzan a cerrarse, pero de pronto alguien introduce una mano para evitar que las puertas se cierren, antes de entrar en el elevador.
Regina chista, cruzándose de brazos  con desidia al ver a Mauricio entrando en el pequeño cubículo.


-¿Se puede saber qué demonios hacías aquí? – pregunta Mauricio entre dientes, una vez se han cerrado las puertas.

-Cumplir el objetivo que me  propuse con este viaje… - responde Regina con calma. –Aunque después de ver la clase de hombre que es Antonio Malaquides, me he dado cuenta de lo ingenua que he sido… este mundo en el que os movéis está lleno de corrupción y apariencias … solo os mueven la ambición y el poder – añade con una mezcla de rabia y desilusión.

-Tienes razón – afirma Mauricio  acercando su rostro al de ella – has sido una ingenua… no eres más que una niña acostumbrada a que todo el mundo baile al son que le marca; nunca has tenido que luchar por nada en esta vida, ni has sabido lo que es perder lo que más quieres…  jamás has sabido lo que es no tener nada y luchar día a día para hacerte un nombre y perseverar en esta vida… no tienes ni idea de lo que es la vida y creíste que tú sola podrías sacar la hacienda adelante, cumpliendo los designios de su abuelo… y ahora aquí estás… totalmente perdida, convertida en la esposa del enemigo de tu hermano, dando palos de ciego mientras todo tu mundo se desmorona a tus pies – asegura Mauricio remarcando cada una de sus palabras.


-Sí, estás en lo cierto – afirma Regina inspirando profundamente – no solo soy una ingenua, también soy una imbécil e insensata… una estúpida  que creyó que podría luchar contra la corriente, por querer convertirme en una mujer luchadora y sacar adelante La Poderosa… pero sobretodo, he sido la más tonta e ingenua,  por creer que todavía quedaba algo del Mauricio que tanto adoré siendo niña… pero sobretodo, soy la más grande de las idiotas por permitirme sentir algo por ti – asegura Regina tratando de contener el torrente de emociones que la colapsaba, sin poder entender el por qué de su súbito arranque de sinceridad.


Mauricio la mira intensamente sin decir nada durante unos segundos que parecen eternos, Regina lo mira expectante, con la respiración entrecortada por la intensidad del momento.
Todo se desarrolla en pocos segundos: Mauricio pulsa el botón para detener el movimiento del ascensor antes de aprisionarla contra la pared y capturar sus labios en un apasionado beso, provocando la misma respuesta en Regina, quien se aferra a sus hombros, respondiendo al beso con la misma intensidad.





LA PODEROSA



Observa su alrededor con evidente desgana, no podía dejar de reconocer que la casa tenía mejor aspecto que la última vez que había estado allí, pero aquel lugar seguía provocándole escalofríos. Todavía no estaba segura de haber tomado la decisión correcta al acudir allí, ya que cada vez que pisaba aquel lugar, no podía evitar que su mente se llenara de amargos que recuerdos que enturbiaban su alma. Sucesos de un pasado que volvía para pasarle factura.
De pronto escucha unas voces infantiles aproximándose, que la apartan momentáneamente de los viejos demonios que la acosaban.


-Ya vas a ver Dulce, ¡qué bonita está quedando el ala este! – exclama Tomasito (Alejandro Felipe) emocionado.


Cecilia (María Sorté) observa como la pequeña pareja de niños entran en la sala, agarrados de la mano y compartiendo confidencias.


-¿Se puede saber a dónde creen que van? – pregunta Cecilia cruzándose de brazos molesta.


Los dos pequeños se detienen bruscamente al reparar en la presencia de la mujer, completamente atemorizados por su mirada que detonaba cierta fiereza.


-Discúlpenos señora… no sabíamos que había alguien aquí… - se excusa Tomasito, de pronto repara en la pequeña maleta que se hallaba junto a la mujer.  - ¿Viene usted buscando auxilio? – pregunta intrigado.


-¿Cómo dices chamaquito? – pregunta Cecilia importunada.


-Pues eso, que parece usted perdida o algo por el estilo… no tiene pinta de ser del pueblo, se ve bien fina… y poz igual viene buscando lugar donde pasar la noche… - responde Tomasito con calma.


-No seas menso, Tomasito… se dice buscando asilo… no auxilio – lo corrige Dulce riendo.


-Ay, ya… da lo mismo, la ruca me entendió igual… - replica Tomasito bajando la voz, para evitar que Cecilia lo escuchara.


-¡Ay ya déjense de majaderías! No vengo buscando ningún asilo, porque esta es la casa de mi hija, por lo tanto mía también… y precisamente a ella vengo buscando… pero nada más llegar me he encontrado la casona vacía… y la puerta de entrada abierta, ¡habrase visto tamaño despropósito! – exclama Cecilia molesta.


-¡Órale! Así que es usted la mamita de Regina bonita… discúlpeme señora, no la había reconocido… - se disculpa Tomasito. –La puerta de la casona siempre está abierta… aquí no hay ladrones de esos… y menos durante el día - añade.


-Ya, mejor déjate de charla… y hazme el favor de ir a buscar a mi hija donde quiera que esté y le dices que venga a ver a su madre cuanto antes – le ordena Cecilia.


-Me temo que no voy a poder ir a buscarla… a no ser que me rente una avioneta de esas que van por los aires – replica Tomasito rascándose la cabeza.


-¿A qué te refieres chamaco? – pregunta Cecilia sumamente intrigada.


-Pues a que mi Regina bonita no está en la hacienda… disque se fue a los Acapulcos de luna de miel – responde el niño inocentemente.


-¿Cómo dices? ¿De luna de miel? ¿Qué clase de broma es esa? – pregunta Cecilia completamente impactada.


-Sí… ¿Cómo? ¿Acaso no le dijo mi Regina bonita que se iba de luna de miel? Digo… es lo normal, después de la boda viene la luna de miel, y disque es ahí donde se fabrican los niños…. – explica  Tomasito alzando las manitas.


-Ay me dá que la regaste Tomasito… acuérdate de que la señora no estuvo en la boda… - le susurra Dulce.  Tomasito se cubre la boca con las manos haciendo una mueca, consciente de que probablemente acababa de meter la pata, al ver el rostro descompuesto de la madre de Regina.


-¿Entonces no sabe la ruca que mi Regina se casó con el patrón de San Lorenzo? – pregunta sorprendido.


-¡Tomasito! ¿Dónde te metiste? – pregunta Modesta (Ana Martín) entrando en la sala. Se detiene bruscamente al encontrarse a Cecilia en el lugar, en compañía de los dos niños. -¡Vaya, Doña Cecilia!... No contaba con su visita – la saluda sin poder ocultar su inquietud.


-¡Menos mal! Al fin una adulta que me pueda explicar con calma esa idiotez de que mi hija está en Acapulco de luna de miel – exclama Cecilia alzando la voz, al borde de la histeria.


Modesta la mira con temor, traga saliva con dificultad, consciente del mal rato que se le avecinaba. Mira a su nieto, quien le devuelve la mirada encogiéndose de hombros inocentemente.



ACAPULCO



Mauricio (Fernando Colunga) aprieta las nalgas de Regina (Michelle Vargas) apretándola más contra su entrepierna y alzándola contra la pared, sin dejar de besarla con voracidad, mientras que ella rodea la cintura con sus piernas; y se aferra con sus brazos a sus fuertes hombros.
Los labios de Mauricio abandonan los de Regina para descender hasta su cuello, depositando apasionados besos por su barbilla. Regina enreda sus manos en los cabellos de él, respondiendo con pequeños gemidos a sus expertas caricias que comienzan a recorrer su torso.
Mauricio comienza a desabrochar su camisa para introducir su mano bajo el sostén, comenzándole a acariciar el pecho, provocándole una corriente de placer que recorre su cuerpo, encendiéndolo a su paso.


-Mauricio… no – alcanza a decir Regina con gran esfuerzo. No podía volver a dejar que Mauricio le hiciera perder el control sobre sí misma con sus caricias otra vez. Se incorpora sobre el suelo  a duras penas y trata de empujar a Mauricio   – ya no, Mauricio. – repite aparentando más seguridad de la que sentía.


Él detiene sus besos y caricias para observarla aturdido, sin apartar su rostro del de ella, manteniéndolo a escasos centímetros, con sus labios rozando los de ella.


-No voy a dejar que me manipules con tus caricias – dice ella apenas en un susurro, mirándolo fijamente a los ojos; seguía tan pegada a él que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. – Ya no pienso dejar que juegues conmigo a tu antojo… para que luego me des la espalda y me dejes sola con esta maldita desazón que me oprime el pecho – afirma ella tratando de mostrarse serena. – Ya no más Mauricio… ya no más esperanzas, ya no más ilusiones… ya me queda claro que el Mauricio que quiero, ya no existe… - añade antes de liberarse de su abrazo para darle la espalda mientras se abotona la camisa – mañana mismo…. partiré para San Cayetano… y en cuanto mi hermano se recupere un poco me lo llevaré para la hacienda para ayudarlo en su recuperación… he decidido centrarme a partir de ahora en mi familia… así que en cuanto termines tus… asuntitos aquí, hablaremos largo y tendido sobre nuestra situación… lo mejor para… los dos… será que lleguemos a un acuerdo para tener que vernos lo mínimo posible durante los tres años de matrimonio  – afirma mientras pulsa el botón del ascensor, haciendo que las puertas se abran. – Adiós Mauricio – se despide finalmente, dándole la espalda; antes de salir del ascensor apresuradamente sin pararse a mirarlo de nuevo.


Una vez a solas, Mauricio apoya su espalda contra la pared del ascensor y se cubre la frente con la espalda de su mano; mientras respira hondo, tratando de recuperar el control sobre sí mismo; luchando contra aquel sentimiento de pérdida que lo embargaba y así lograr de espantar los fantasmas que lo acosaban.
Por primera vez en demasiado tiempo, volvía a sentirse como aquel joven humilde y luchador que un día fue… por primera vez en muchos años, una solitaria lágrima se escapa de sus ojos, para recorrer su rostro.



LA ASCENSIÓN



Acaricia el bello rostro de su adorada bella durmiente; se veía tan hermosa, tan tranquila así dormida… como si al fin se encontrara en paz. La observa con una mezcla de pesar e impotencia, el no saber a ciencia cierta cuando despertaría, y qué secuelas tendría cuando lo hiciera, la estaba matando. Su único consuelo es que todo aquello sirviera para que el infeliz de su esposo entrara en razón y comprendiera que lo mejor para ella era dejarla libre. Esperaba sinceramente que sus palabras lo convencieran de que era lo mejor para ella, si verdaderamente la amaba.


-Vamos, mi niña… ya despiértese, hágale ese favor a esta pobre vieja – le susurra Rosario (Angelina Peláez) con ternura. Agarra con delicadeza su mano, apretándola con afecto. –Tiene que despertarse mi niña… tiene que ser fuerte y luchar por su felicidad… ya va a ver como todo se va a arreglar, todo va a estar bien; ¿y sabe por qué lo sé?... porque Mauricio todavía la ama… él estuvo aquí, para verla… nada está perdido mi niña… tiene que despertarse y luchar por él… - afirma sin dejar de acariciarle el cabello, como si de una niña pequeña se tratara – ándele, no sea mala… despiértese, ¿sí? – le pide emocionada, mientras unas pequeñas lágrimas recorren sus mejillas.


Sus plegarias pronto parecen ser escuchadas, cuando siente un ligero apretón sobre la mano que sostiene la de Nereida (Bárbara Mori).


-¡Niña, me está escuchando! – exclama conmocionada por la dicha. - ¡Está volviendo en sí! – exclama entre lágrimas de alegría al comprobar el movimiento de los párpados de Nereida, quien comienza a abrir los ojos lentamente, con dificultad. - ¡Mi niña! – exclama de nuevo Rosario, comenzando a besarle el rostro con absoluta devoción.


-Mau… Mauricio… - consigue decir Nereida a duras penas. Rosario sonríe entre lágrimas de alegría, feliz por ver a su niña consciente de nuevo. Ahora más que nunca estaba dispuesta a hacer lo que hiciera falta para que Nereida alcanzara la felicidad al lado del hombre al que amaba.






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