sábado, 18 de junio de 2011

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO XI







LA PODEROSA

Regina (Michelle Vargas) entra por la puerta principal apurada, con los cabellos todavía húmedos, después de aquel encuentro, una sensación de vacío e impotencia se había instalado en su pecho. ¿Cómo podía sentirse tan turbada por aquel hombre? ¿Cómo había llegado tan lejos? Si no fuera por la aparición de aquel peón, se hubiera entregado a él… a Mauricio, el hombre que había vuelto del pasado para destruir a su familia.
Disgustada hasta lo más hondo consigo misma se dirigía hacia la escalera, dispuesta a encerrarse en su recamara, puesto que no tenía ganas de platicar con nadie; cuando se detiene súbitamente al ver quienes la esperaban en la sala, cómodamente sentados en el sofá, platicando amablemente con Rosario (Angelina Peláez). Entra en la misma con paso decidido.
-Buenas tardes – saluda fríamente. Los tres hombres se incorporan a la vez para devolverle el saludo.
-¡Qué bueno que ya llegó señorita! Estos caballeros la estaban esperando – exclama  Rosario con una amplia sonrisa en sus labios.
-Ya veo, Rosario, puedes retirarte – dice Regina con frialdad.
-Con permiso – dice la mujer y se retira sigilosamente.
-Una mujer muy agradable su empleada – dice Perico (René Casados). Los tres hombres vuelven a tomar asiento.
-Ella no es mi empleada – replica  Regina secamente – pero supongo que no han venido a platicar del servicio, así que díganme de una buena vez que se les perdió en mi hacienda – añade al tiempo que toma asiento en uno de los sillones.
-Bien, señorita Montesinos, visto que ha decidido saltarse todas las normas de hospitalidad pertinentes, no nos andaremos con rodeos – comienza a decir don Teo (Luís Bayardo).
-¿Qué es lo que lo que quiere para abandonar la hacienda y marcharse lejos? – pregunta Arcadio (Antonio Medellín) con firmeza. Regina mira a los tres hombres con incredulidad.  Se incorpora.
-Bien, si solamente han venido a sobornarme, ya pueden irse por donde han venido. ¡Porque no voy a darles el gusto de irme de aquí! – exclama ella enojada.
-Se cree muy lista, porque cuenta con el apoyo de ese criminal de Mauricio Galván, ¿cierto? – pregunta Teo molesto. – Ustedes dos están aliados para perjudicarnos – añade amenazante.
-Mire, señor, yo no tengo nada que ver con ese hombre… además yo no he venido aquí para perjudicar a nadie, sino para cumplir la última voluntad de mi abuelo, y no estoy dispuesta a olvidar mi promesa por la culpa de tres viejas cacatúas machistas y retrógradas – dice Regina enojada. Los tres hombres se miran abochornados e indignados.
-¿Cómo se atreve a hablarnos de esa forma? ¿Acaso no le quedó claro que sin nuestro apoyo en esta región, está perdida? – pregunta Perico indignado.
-Lo que tengo muy claro es que haga lo que haga, no me darán su apoyo – responde Regina con desidia – así que, por favor…hagan el favor de marcharse de mi casa – añade en tono autoritario. Los tres hombres se levantan, entre murmullos de indignación, al mismo tiempo y se acercan a la puerta. Don Teo se detiene, y voltea.
-Esto no se va a quedar así, señorita Montesinos – dice el hombre – se arrepentirá de no haber aceptado nuestra ayuda cuando tuvo ocasión – añade con solemnidad.
Los tres hombres abandonan la sala y Regina se deja caer sobre el sillón mientras resopla con resignación. Modesta (Ana Martín) entra en ese momento.
-¡Ay niña, no sabe lo orgullosa que estoy de usted! – exclama Modesta emocionada. Regina la mira alzando una ceja con curiosidad.
-¿Has estado escuchando? – pregunta Regina.
-Bueno… en realidad pasaba por aquí – responde Modesta con cierta vergüenza. Alza la mirada sonriendo – pero lo cierto es que le dijo lo que se merecían a esos viejos amargados – añade. Regina se incorpora y le acaricia el hombro con cariño.
-Lo sé, pero si ya antes no estaban dispuestos a echarme una manita, poz mucho me temo que ahora menos – dice Regina con resignación.
-¿Y para qué la quiere? – Pregunta Modesta – esos hombres son falsos y traicioneros, aquí tiene a gente que la quiere y que está dispuesta a echarle las manos que le haga falta, sino mírenos a mi Juanito y a mí – añade con convicción. Regina la mira y la abraza con cariño.
-¡Qué sería de mí sin ustedes! – exclama Regina sonriendo. De pronto su torno se torna preocupado  – ¿sabes? Cuando llegué me encontré a Rosario platicando amigablemente con esos hombres – añade intranquila.
-Ay, esa mujer se pasea  por aquí como Pedro por su casa, se cree superior porque es la nana de su cuñada, niña – dice Modesta con cierta molestia.
-Para serte sincera, esa mujer nunca me dio buena espina – dice Regina – pero si la acepto aquí es porque una manita no nos viene mal – añade.
-Niña, con todo mi respeto, yo no entiendo que pinta aquí esposa de su hermano… si se la pasa encerrada en su recámara, pa eso que se vaya pa la capital – dice Modesta.
-Yo tampoco entiendo por qué quiso quedarse, hasta donde yo sé, ella no quería ni escuchar hablar de esta hacienda – dice Regina. Suspira hondo – En fin, por lo menos tengo la esperanza que, estando Nereida aquí, mi hermano decida regresar cuanto antes – añade.
-¿Ya le contó del señor Galván? – pregunta Modesta intrigada. Regina niega con la cabeza y se encoge de hombros.
-Todavía no he hablado con él desde que se fue… pero temo su reacción- responde apenada. – Mi hermano y Mauricio al parecer se odian… - añade preocupada.
-Ya lo sé niña, - dice Modesta, se santigua – Solo Dios sabe que pasará cuando el joven Saúl descubra quien es el hombre que ha comprado parte de los terrenos de su abuelo y ahora quiere convertirse en dueño de La Poderosa – añade. Las dos mujeres intercambian miradas de preocupación.

MÉXICO D.F.


Saúl (Eduardo Santamarina) observa atentamente el semblante de Higinio (Humberto Zurita) mientras lee los documentos que le había entregado minutos antes.
-El proyecto se ve interesante – dice Higinio con interés.  Alza la mirada intrigado – No entiendo por qué vuestros inversionistas se han echado atrás – añade.
-Porque son unos viejos traidores que se venden al mejor postor – dice Saúl enojado. Comienza a caminar de un lado a otro del despacho. – Mi padre y yo hemos decidido pedir un préstamo para financiar la mayor parte del proyecto, pero  el banco no quiso concedernos el préstamo por la cantidad total… por eso me atreví a traerte la propuesta, quizás te interese invertir  – añade. Se detiene y apoya las manos sobre el respaldo del sillón que había frente al escritorio para mirar a Higinio con curiosidad – Y bien, ¿qué dices? – pregunta.
-Está bien, yo os prestaré el dinero que falta… después de todo, es una cantidad insignificante comparado con los beneficios que se pueden obtener – responde Higinio. Una espléndida sonrisa de satisfacción se forma en el rostro de Saúl. – Pero a cambio, quiero que me hagas un favor – añade. La sonrisa se borra del rostro de Saúl.
-¿Qué favor? – pregunta intrigado.
-Quiero que trates de convencer a tu hermana de que se disculpe con mi hijo… y que reconsidere su postura – responde Higinio. 
-Lo lamento, pero ese es un asunto entre mi hermana y Fabián – dice Saúl con el semblante serio – Además en estos momentos mi relación con mi hermana es bastante precaria – añade.
-Voy a serte sincero Saúl, sé perfectamente que tú eres una de las pocas personas capaces de hacer entrar en razón a Regina… - dice Higinio dejando sobre la mesa los documentos – Además sabes que lo mejor que puede pasarle es casarse con mi hijo – añade.
-¿Lo mejor para quien? – pregunta Saúl molesto. – Mira Higinio, yo no voy a tratar de convencer a mi hermana para que vuelva con el imbécil de tu hijo, sobretodo después de descubrir que le ha estado pintando el cuerno a mi hermana todo este tiempo – añade con convicción. Higinio mira hacia otro lado maldiciendo para sus adentros la poca prudencia de su hijo. – A pesar de todo, yo solo quiero la felicidad para mi hermana, y tu hijo está muy lejos de dársela – añade, agarra los documentos que Higinio había dejado encima del escritorio – así que si esa es la condición para que nos ayudes, buscaré otro que lo haga sin poner condiciones absurdas – añade dirigiéndose a la puerta acelerado – Que tengas un buen día – añade cínicamente y se va dando un sonoro portazo.
Higinio respira hondo,  alcanza el teléfono y marca un número.
-¿Cecilia?... sí, ya ha venido tu hijo a verme… me temo que no ha aceptado la condición… no va a ayudarnos con respecto a Regina – le comunica con cierto descontento.

Cecilia (María Sorté) cuelga el teléfono con violencia, tratando de contener su enojo. Definitivamente sus hijos eran demasiado necios y cabezotas. Ya bastante tuvo que aguantar cuando Saúl decidió casarse con Nereida, a pesar de su ferviente oposición; pero ahora no estaba dispuesta a permitir que su hija menor cometiera la mayor estupidez de su vida al rechazar a Fabián, ella estaba segura de lo que era mejor para su hija, la felicidad de Regina no estaba en aquella mugrosa hacienda, rodeada de peones y caballos; ella tenía que regresar al distrito federal y aceptar la propuesta de matrimonio de Fabián, y ella se encargaría de hacerla entrar en razón, por las buenas o por las malas.

Al anochecer…

SAN LORENZO

Mauricio (Fernando Colunga) se halla cómodamente sentado en una de las mecedoras del pórtico de la casa. Tiene las piernas cruzadas a la altura de los tobillos, posadas sobre la barandilla. Observa las estrellas, inmerso en sus pensamientos,  recordando como aquella tarde había estado a punto de cometer una locura otra vez. No entendía por qué no podía contenerse cuando tenía a Regina delante de él, no cabía duda de que era bella,  sin embargo él estaba acostumbrado a rodearse de las mujeres más bellas y sensuales, y aún así siempre había logrado mantener bajo control sus instintos. Pero con Regina era distinto.
Fercho (Jorge Poza) se acerca a él en ese momento.
-Patrón me temo que hay problemas – dice Fercho con cansancio.
-¿Qué ocurre ahora? – pregunta Mauricio sin mostrar el menor interés, sin siquiera mirarlo.
-Se trata de su novia – responde Fercho. Mauricio lo mira fríamente por unos segundos antes de incorporarse.
-Que te quede clara una cosa, Fercho, Aura no es ni será nunca mi novia, ¿entendido? – pregunta molesto.
-Como usted diga, patrón – responde Fercho desconcertado. – Pero entonces…
-Aura es solo una buena amiga, y se quedará unos días… con un poco de suerte en dos días nos habremos librado de su presencia – dice Mauricio con seguridad. – Y bien, ¿qué es lo que pasa con ella? – pregunta.
-Se ha encerrado en su recámara patrón… dice que ese es su lugar y que es la única decente de toda la casona – responde Fercho – Gertrudis está casi desquiciada por culpa de la señorita… se negó a comer la comida que le preparó y por poco se la lanza a la cabeza, la acusó de querer convertirla en una bola de grasa  - añade con preocupación.
-Dile a Gertrudis que no le haga caso a la señorita, si no le gusta la comida que hay aquí, pues que pase hambre… dile también que me prepare a mí otro cuarto – dice Mauricio al tiempo que se acomoda de nuevo en la mecedora.
-Con todos mis respetos señor… si la señorita no es su novia, ¿por qué le permite que haga lo que se le venga en gana en esta hacienda? – pregunta Fercho.
-Porque prefiero eso a escuchar sus berridos, ¿algo más? – responde Mauricio con desdén. Fercho apenas puede contener un ataque de risa.
-No… Con su permiso, ya me retiro patrón – dice Fercho, voltea dispuesto a irse.
-Fercho – lo llama, éste voltea.
-Mande patrón – dice Fercho.
-Esta tarde en la laguna… no viste nada, ¿entendido? – pregunta con firmeza sin siquiera mirarlo.
-Claro patrón – responde Fercho y se retira sigilosamente. Dejando a Mauricio solo con sus recuerdos.

MÉXICO D.F.

Malena (Tania Vázquez) y Camila (Ana Serradilla) se hallan en uno de los antros más populares entre los jóvenes. Están sentadas junto a la barra, observando a su alrededor con interés.
-¿Viste cuantos chavos guapos hay esta noche? – pregunta Malena  mientras remueve el contenido de su copa con una pajita.
-Mira no más la hora que es, Male… mañana tengo que acompañar a mi tía al doctor, bien temprano – dice Camila mirando su reloj con preocupación.
-Ay no seas aguafiestas,  estás loca si crees que para un día que mi mamá no me controla la hora de llegada, me voy a ir temprano para la casa – dice Malena jugueteando con la pajita entre sus labios.
-¿Por qué no convences a tu mamá de que te deje venirte conmigo a ver a Regina dentro de una semana? – pregunta Camila.
-¿Cómo crees? Ni loca me voy a un pueblucho de mala muerte, fíjate – responde Malena. Mira a su alrededor y su mirada se cruza con un joven, que la miraba fijamente desde la otra esquina de la barra. El joven sonríe y alza su copa en señal de saludo, Malena sonríe coqueta y le devuelve el saludo. Le da un codazo a Camila.
-Ay, pero ¿qué haces? ¿Estás loca? – pregunta Camila incómoda.
-Fíjate no más en el papacito que no me quita ojo de encima – responde Malena coqueta. Camila mira al joven.
-La verdad sí, está muy guapo… pero ándale, Male, te prometo que cuando regrese yo convenzo a tu madre para que te deje hasta la hora que tú quieras… pero hoy yo tengo que regresar temprano, tengo que dormir… - dice Camila suplicante.
-¿Sabes qué? Si quieres, vete… no te necesito para pasar un buen rato – dice Malena molesta, incorporándose.
-Pero Male, no te enojes… además ya te avisé antes de salir que hoy no podía quedarme hasta muy tarde – dice Camila.
-Está bueno, no me enojo. Pero yo de aquí no me muevo – dice Malena sonriendo. – Dale recuerdos a Regina y dile que la extraño mucho – añade Malena y se aleja de la barra, perdiéndose entre el tumulto de gente con la copa en la mano. Camila suspira resignada mientras observa como Malena se acerca al muchacho que la había estado mirando desde hace rato. Resignada agarra el bolso que había dejado sobre la barra y se dirige a la salida.

-Hola guapo – dice Malena sonriendo coqueta, sentándose al lado del joven. – Me llamo Malena, ¿y tú? – el joven la mira con una espléndida sonrisa.
-Fernando… encantado – responde. Mira el vaso de la joven – me permites que te invite a otra copa – añade.
-Por supuesto – dice la joven. Los dos se miran de arriba abajo complacidos, conscientes de la mutua atracción.
Fernando (José María Torre) se apoya en la barra dispuesto a pedirle la copa a Malena, estaba seguro de que esa noche no dormiría solo.

Al día siguiente…

Regina (Michelle Vargas) camina entre los viejos estantes de exposición de la antigua tienda del pueblo. A pesar de su precario aspecto, la tienda tenía gran variedad de productos y a un precio bastante asequible. Carga en sus brazos los productos que va agarrando, ya que las pocas cestas que había en la tienda, estaban ocupadas en ese momento. Precisamente una de ellas la utilizaba en ese momento Nereida (Bárbara Mori), quien había insistido en acompañarla al pueblo puesto que también tenía que realizar algunas compras, y como no, también las acompañaba su inseparable nana Rosario (Angelina Peláez).
Mira hacia el rincón donde las dos mujeres se encuentran, eligiendo entre las diversas especies de jabones. Lo cierto es que Nereida no le disgustaba del todo,  pero no podía soportar a su nana. Esa mujer le daba escalofríos, le recordaba a las famosas brujas de los cuentos de hadas, o a las villanas de las novelas románticas que leía. Hasta entonces nunca había tenido que soportar su presencia más que en las comidas o cenas familiares, o los días en que visitaba a su hermano, pero ahora se veía obligada a convivir con aquella anciana metiche, que parecía sentir lo mismo hacia su persona.
El estridente sonido de unos tacones martilleando el desgastado suelo, llama su atención. Una joven despampanante, vestida con un llamativo vestido corto de color rosa fucsia, a juego con los zapatos y el diminuto bolso ha hecho su aparición en la tienda. La mujer mira a su alrededor asqueada, ante la atenta mirada de los clientes que se hallaban en ese momento en el lugar.
-¡Oh, por favor, qué sitio más retro, es como si acabara de entrar en otra dimensión! – exclama Aura (Mariana Seoane) con incredulidad. Regina vuelve su atención hacia los estantes, tratando de contener la risa.
Aura se adentra en la tienda y se detiene frente al mostrador, ante la atenta mirada del descarado y viejo tendero, que mira a la mujer de arriba abajo con visible interés, ya que el ajustado y corto vestido marcaba a la perfección todas sus curvas y dejaba a la vista un generoso escote.
-Disculpe buen hombre – dice Aura mirando incómoda al tendero. Carraspea antes de seguir - ¿será que puede decirme donde puedo encontrar la sección de peelings faciales? – pregunta. El hombre la mira extrañado, como si le hablara en otro idioma.
-¿Cómo dice señorita? – pregunta el tendero. Aura voltea los ojos en señal de impaciencia.
-¡Oh, Señor dame paciencia! – exclama molesta. Mira al hombre - ¿Dónde están los productos de belleza? – pregunta con desdén.
-En el estante del fondo, donde están aquellas dos mujeres – responde el hombre señalando el lugar donde se encuentran Rosario y Nereida, que en ese momento tratan de disimular la curiosidad que les provoca la recién llegada.
-Gracias – dice Aura y se dirige hacia el estante, contoneando las caderas con sensualidad. Se detiene frente al estante y mira con curiosidad los diversos productos.
-Usted no es de aquí, ¿verdad? – pregunta Rosario con curiosidad.
-Por supuesto que no – responde Aura indignada – míreme bien, por favor. Si una mujer con tanta clase como yo está en este mugroso pueblo es por puro amor a un hombre, ¿por qué mas?– añade. Nereida y Rosario se miran divertidas. Aura se lleva las manos a la cabeza angustiada - ¡No puede ser! ¿Estos son todos los productos de belleza? – se pregunta. -¡Ay Dios mío, no hay peeligns! ¿Como voy a sobrevivir yo sin peeling facial? – se pregunta al borde del llanto.
-No te angusties, si aquí no hay lo que buscas, siempre puedes ir a la ciudad, no está muy lejos de aquí – le dice Nereida compadeciéndose de ella. Aura la mira llorosa.
-¿De veras no está muy lejos? – pregunta hipando. Nereida niega con la cabeza.
-Yo soy Nereida Batista, para servirte, estoy viviendo en La Poderosa –le dice tendiéndole la mano.
-Yo soy Aura Hidalgo, estoy aquí en la hacienda de mi novio… - posa el dedo índice en el labio inferior pensativa. – pero no recuerdo el nombre, espera no más llegue mi pichurrín, y te lo digo – añade.

Regina observa la escena divertida mientras se dirige hacia el mostrador.
-No, si Dios las cría y ellas se juntan – se dice para sí divertida. Camina distraída mirando hacia atrás sin darse cuenta del hombre que acababa de entrar en la tienda que se dirigía hacia donde ella estaba, por lo que termina por chocar de pleno con el hombre, haciendo que los productos que cargaba en su regazo se desparramen por el suelo.
-¡Maldita sea! – exclama Regina contrariada al tiempo que se agacha para recogerlos. – No se quede ahí parado y ayúdeme a recoger todo esto, la mitad de la culpa es suya – añade molesta al tiempo que alza la mirada para comprobar de quien se trataba. Siente como el corazón le da un vuelco cuando observa la, ya familiar, cínica sonrisa del hombre.
-Por su puesto – dice él irónicamente al tiempo que se agacha frente a ella.
-No hace falta, ya recojo yo sola – dice Regina bruscamente, sin siquiera mirarlo.
-¿En qué quedamos? – pregunta él mirándola divertido. Regina termina de recoger y se incorpora bruscamente. Mauricio (Fernando Colunga) hace lo mismo – te olvidas esto – le dice tendiéndole un paquete de toallitas íntimas. Regina agarra bruscamente el paquete, mientras un intenso rubor comienza a invadir sus mejillas.
-¡Pichurrín! – chilla Aura desde la otra esquina de la tienda al ver a Mauricio. Nereida y Rosario voltean para ver de quien se trataba, y sus rostros se desencajan por la sorpresa al ver a Mauricio.

-Vaya, parece que te están buscando, pichurrín – le dice Regina burlonamente antes de encaminarse hacia el mostrador. Mauricio observa molesto como Aura se acerca a él sonriendo.
-Fíjate, pichurrín, estaba haciendo amigas nuevas – añade abrazándose a él, Mauricio mira hacia otro lado incómodo y se aparta. Nereida y Rosario se acercan a él, todavía sorprendidas por el descubrimiento.
-Hola Mauricio – dice Nereida mirándolo fijamente.
-Señor Galván – lo saluda Rosario inclinando levemente la cabeza.
-¿Ah, pero se conocen? – pregunta Aura sorprendida.
-Digamos que somos viejos conocidos – responde Mauricio manteniéndole la mirada a Nereida, fríamente. Vuelve su mirada a Aura - ¿ya encontraste lo que buscabas? – le pregunta.
-No, aquí todavía no han evolucionado lo suficiente – responde Aura resoplando aburrida, se agarra al brazo de Mauricio – pero Nereida me ha dicho que hay una ciudad no muy lejos, y allí puede haberlo – añade mimosa.
-Os espero en el carro – dice Regina desde el mostrador, dirigiéndose a Nereida y Rosario.
-En seguida vamos – dice Nereida.  Mauricio observa como Regina termina de pagar su compra, agarra su bolsa de cartón y sale de la tienda. Se aparta de Aura bruscamente y sale de la tienda sin decir palabra. Aura mira a Nereida y Rosario, mientras que ésta última mira con desconfianza hacia la puerta por la que segundos antes había salido Regina y después Mauricio.
- A veces es un poco descortés, pero bueno, que les voy a decir, si ya lo conocen – dice Aura.
-Te equivocas, el Mauricio que yo conocí era todo lo contrario – dice Nereida apenada.

Mauricio alcanza a Regina a unos metros de la tienda.
-¿Has reconsiderado mi propuesta? – pregunta Mauricio situándose a su altura. Regina se detiene y lo mira.
-¿Cuál propuesta? Discúlpeme pero acostumbro a tener acusadas pérdidas de memoria – pregunta con sorna. Mauricio sonríe socarronamente.
-Regina, te advierto que no mantendré la oferta por mucho tiempo, y recuerda que ahora me debes a mí las cuotas de la confederación – responde Mauricio.
-¿Será que no sabes hablar de otra cosa de la maldita oferta y las dichosas cuotas? – pregunta Regina enojada.
-¿de qué quieres que hable? ¿De nuestro apasionado encuentro en la laguna? – pregunta Mauricio irónicamente. Regina lo mira furiosa.
-¡Cretino! – exclama dándole un golpe en el hombro. - ¿Por qué mejor no le comentas nuestro encuentro a la ratita presumida que tienes por novia? – pregunta con burla.
-No, mejor coméntaselo tú al principito de tu novio – responde él también burlonamente.
-Idiota. Yo no sé ni por qué pierdo mi tiempo platicando contigo – dice Regina mirándolo resentida. Mauricio muestra su mejor sonrisa y acerca su rostro al de Regina.
-Porque no tienes otra opción – le susurra al oído. Regina aprieta los dientes con rabia y se dispone a replicarle cuando son interrumpidos por Aura.
-Pichurrín, ¿quién es esta muchacha? – pregunta Aura mirando a Regina con curiosidad.
-Soy la dueña de la hacienda vecina de tu pichurrín – responde Regina mirando a Mauricio de reojo.
-Ah, pues te ves muy joven para ser dueña de nada – dice Aura mirándola con cierta desconfianza.
-En realidad es la dueña solo hasta que me la venda – dice Mauricio con seguridad. Regina suspira resignada.
-Sí, claro… lo que tú digas – dice con desdén – que pasen un buen día – añade y continúa su camino.
-Hay que ver pichurrín, que poca clase… no me gustó nada esa muchacha – dice Aura. Mauricio la mira fríamente, sin decir nada.

Nereida y Rosario se dirigen al mostrador con la cesta de la compra.
-¿Se fijó niña? – pregunta Rosario.
-¿En qué? – pregunta Nereida posando los productos sobre el mostrador.
-En como el señor Galván salió detrás de Regina – responde Rosario.
-Seguramente quería platicar con ella sobre la hacienda, ya sabes que quiere hacerse con La Poderosa a como dé lugar – dice Nereida con tranquilidad.
-No sé niña, pero no me ha gustado nada la forma en el que él la miraba – dice Rosario preocupada.
-¿Y como la miraba? Según tú – pregunta Nereida.
-Con interés, niña… - responde Rosario. Nereida sonríe.
-Ay nana, ¿con qué tipo de interés iba a mirar Mauricio a Regina? Olvidas que para él, antes de abandonar la hacienda, era como una hermana chiquita  – dice Nereida quitándole hierro al asunto.
-Pero por aquel entonces Regina no era más que una mocosa… y ahora es toda una mujer – dice Rosario. Nereida mira a su nana desconcertada por sus palabras. Sacude la cabeza, tratando de desechar las tontas ideas que su nana trataba de meterle en la cabeza, no era posible. Apostaba lo que fuera a que Mauricio nunca pondría los ojos en Regina, además si llegado el caso, eso sucediera, sería fatal, Saúl montaría en cólera y probablemente la trágica historia volvería a repetirse. No, Mauricio Galván no podía fijarse en Regina, no debía.




Ícaro (Roberto Ballesteros) aspira con placer uno de los preciados  puros que acababa de recibir, mientras observa la destartalada cabaña con visible curiosidad. La estancia contaba con una cama sin hacer, una mesa en la que reposaban varias botellas de tequila, y una destartalada silla. En una de las esquinas se halla un viejo fogón, oxidado por el desuso.
-¿Me buscaba? – pregunta un hombre entrando por la puerta cargado con un par de bolsas. Ícaro voltea para mirar al recién llegado con curiosidad. Era un hombre alto de complexión fuerte y aspecto rudo y desaliñado.
-Me dijeron que podía encontrarte aquí – responde Ícaro. El hombre se acerca a la mesa donde deja las bolsas.
-¿Para qué soy bueno? – pregunta el hombre (Alberto Salaberry).
-Necesito que encuentres a alguien – responde Ícaro. El hombre lo mira con curiosidad.
-¿Por qué no busca mejor un detective de esos? A mí se me dan mejor otros trabajitos más sencillos, usted ya me entiende  – le sugiere el hombre.
-Confío en que sí me puedas hacer este favor… para una persona como tú, que conoce hasta el último recoveco de estas tierras, no será muy difícil encontrar a quien yo quiero – dice Ícaro sonriendo confiado. El hombre lo mira con curiosidad por unos instantes.
-Está bueno, lo haré. Pero no más porque usted es un buen cliente – dice el hombre  - no más dígame a quien quiere que encuentre y yo ya veo como me las arreglo – dice el hombre cruzándose de brazos.
-Quiero que me encuentres a una blanca palomita, que se me escapó del nido… y así yo pueda cortarle las alas – dice Ícaro sonriendo con maldad.

MÉXICO D.F.

Macarena (Lucía Méndez) mira complacida su nuevo despacho, cierra la puerta tras de sí y deja la caja con sus efectos personales sobre el escritorio. Se acerca al amplio ventanal para maravillarse con las espectaculares vistas de la ciudad de México, su ciudad, la que había abandonado años atrás y a la que no había dejado de extrañar ni un solo minuto. Pero ahora estaba de regreso, convertida en una mujer muy distinta a la muchacha asustada y acobardada que se marchó casi 27 años atrás. Le había costado convencer a su hijo de que regresaran, pero al final lo había logrado. Agarra su teléfono y marca un número.

En una elegante habitación de hotel, el sonido de un celular se escucha por toda la estancia. Un joven alcanza el móvil que se hallaba en la mesita.
-¿Bueno? – contesta Fernando (José María Torre) volteando en la cama, todavía medio dormido. - ¿Mamá? ¿Qué haces llamando a estas horas hombre? – pregunta molesto.

-Mi amor, me tenías preocupada. Anoche no llegaste a dormir a la casa – responde Macarena al tiempo que toma asiento en el elegante sillón giratorio.

-Me entretuve con una amiga, ma – dice Fernando sentándose al borde de la cama. Se frota los ojos con una mano y mira de reojo a Malena (Tania Vázquez), que permanece profundamente dormida desnuda bajo las sábanas.

-¿No llevamos aquí ni una semana y ya tienes amigas, Fernando? – pregunta Macarena asombrada.

-Ay ma, ya sabes, siempre fui muy sociable – responde Fernando.

Al otro lado del teléfono, Macarena sonríe con cariño ante las ocurrencias de su vástago.
-¿Sabes? En estos momentos estoy en mi nuevo despacho… y tienes que verlo, mi amor, tiene unas vistas preciosas – dice Macarena emocionada, cambiando de tema.

-Parecer niña chiquita con zapatos nuevos, pero no te preocupes, más tarde paso por ti, y te invito a almorzar, ¿te parece? – pregunta Fernando.

-Está bien, te espero entonces. No te tardes, ya sabes mi hora de salida – dice Macarena. – Te quiero, bye – añade antes de colgar el teléfono.

Fernando deja el celular sobre la mesilla y mira a Malena pensativo. Había pasado un buen rato con la muchacha, a pesar de que ella no contaba con la experiencia a la que él estaba acostumbrado. Mira la hora y se levanta dispuesto a darse una ducha y vestirse para salir de aquel lugar y liquidar la cuenta antes de que la joven despertara.

Más tarde

MÉXICO D.F.



Higinio (Humberto Zurita) camina por los pasillos de la agencia con cierto nerviosismo, se sentía como un jovenzuelo que le iba a pedir una cita a su compañera de pupitre. Pero es que hacía mucho tiempo que no se sentía tan atraído por una mujer, demasiado que no se sentía tan ilusionado y esperanzado. Macarena le había demostrado en poco tiempo que era una mujer fuerte y decidida, una luchadora nata y una profesional formidable. Por eso había decidido invitarla a cenar aquella noche, ya lo tenía todo planeado, se pasaría por su despacho para preguntarle que tal el día, y la invitaría a cenar para que así ella pudiera platicarle más serenamente sobre sus impresiones acerca de la agencia. Ya faltaba menos para llegar a su despacho, incluso ya veía la puerta. Se detiene bruscamente al ver como la puerta se abre y de ella sale Macarena abrazada a un apuesto joven. Higinio observa impactado la escena, se siente como un idiota, al hacerse ilusiones con esa mujer; debería saber que aunque fuera soltera, no tenía porque ser una mujer libre. Apuña la mano con rabia mientras los ve alejarse, sonrientes y felices, sin despegarse ni un centímetro...
-¡Maldito estúpido! - exclama Higinio, insultándose a sí mismo con rabia antes de dar la vuelta, y encaminarse hacia su despacho hecho una furia.

Fernando (José María Torre) llama al ascensor y mira a su madre.
-¿De veras estás feliz aquí, ma? - pregunta Fernando. Macarena (Lucía Méndez) lo mira emocionada.
-Sí, muy feliz – responde con una flamante sonrisa. Él la mira con curiosidad. -¿Qué tanto me ves? - pregunta intrigada.
-No sé... te noto demasiado feliz para tratarse de un simple trabajo – responde él.
-No se trata de un simple trabajo, sino de un puesto de responsabilidad de una importante empresa de mi adorado país – dice ella volviendo a sonreír.
-Ya, y no tendrá algo que ver también ese apuesto jefe tuyo... ¿verdad? - pregunta.
-¿Quién te dijo que era apuesto? - pregunta ella aturdida.
-Así que lo es – afirma Fernando sonriendo. Macarena carraspea incómoda – no te apures, ma... no sabes como me gustaría que encontraras al fin un hombre que te merezca y te haga feliz – añade.
-Mi cielo, yo no necesito de ningún hombre más que tú para ser feliz – dice ella acariciándole la cara.
-Te equivocas ma, si que lo necesitas... durante todo este tiempo te has olvidado de ti misma para cuidar de mí... ya es tiempo de que te des una oportunidad... Mírate todavía eres joven y bonita, ¿quien te dice que no estés a tiempo de encontrar de nuevo el amor? - pregunta. Macarena suspira con tristeza.
-Ay, hijo... el amor para mí dejó de existir hace mucho tiempo... - responde Fernando.
-¿Tanto daño te hizo mi papá? - pregunta Fernando intrigado. En ese instante se abren las puertas del ascensor.
-Será mejor que entremos – responde Macarena entrando en el ascensor. Fernando la mira resignado y entra detrás de ella. Sabía que para ella, su padre era un tema prohibido, nunca había querido hablar de él, y Fernando se había resignado a no saber la verdad sobre su origen. Pero quizás regresando a México tendría alguna oportunidad de conocerlo.


Los días comenzaron a transcurrir lentamente. Días de intenso trabajo ocupaban el tiempo de los pocos peones que quedaban en La Poderosa. Regina y Juan  unieron fuerzas para tratar de organizar el trabajo y conseguir algunos beneficios de la tierra cultivable de la que disponían en aquellos momentos con los pocos trabajadores con los que contaban. Mientras Fabián comenzaba a descubrir un mundo apasionante, el de la cría y doma de caballos, que llamaba especialmente su atención.
Mientras en San Lorenzo, los criados y peones comenzaron a acostumbrarse a duras penas, a los gritos y exigencias de la que decía ser la novia del patrón; mientras que éste se encerraba en su despacho gran parte del día para arreglar un delicado asunto que lo traía al pendiente; o bien,  cuando no estaba en su despacho, se dedicaba a recorrer la hacienda, para controlar el trabajo de los peones y echar una mano en lo que hiciera falta.
En la capital, las cosas comenzaban a pintar color de hormiga para la constructora Moncada… la suerte les había dado la espalda. Saúl se refugia en la soledad de su casa… ahora vacía, sin la presencia de su esposa; quien a duras penas esperaba su regreso en aquella hacienda lejana; por la cual había sufrido él tan grande humillación que lo había llevado a alejarse de la persona que más quería en esta vida…
El tiempo seguía transcurriendo lentamente, tratando de poner cada cosa en su lugar; mientras que en la mente de un hombre, el siguiente paso en su cruzada personal comenzaba a tomar forma…

Una semana después  


LA PODEROSA

Regina (Michelle Vargas) aparca la camioneta frente a la casona, aliviada de estar al fin en casa después de una ajetreada e infructuosa tarde en la ciudad cercana con la compañía de Nereida y su nana.  Había acudido a la ciudad para poner otro anuncio en el periódico local, buscando trabajadores; dado el poco éxito del anuncio anterior. Al saber de su viaje a la ciudad Nereida había insistido en acompañarla, para así hacer algunas compras de cosas que en el pueblo no podía encontrar; y, como no, la vieja nana se había auto invitado al viaje también.
 El camino de vuelta había estado marcado por un incómodo silencio entre las tres ocupantes del vehículo. Además, durante todo el trayecto había sentido la fría y desconfiada mirada de Rosario fija en ella, como si tratara de descifrar sus pensamientos, desde su encuentro con Mauricio la semana anterior en aquella tienda, se había dado cuenta de que la actitud se Rosario hacia ella se había vuelto más desconfiada, si aún cabía.
Aquella había sido una semana tranquila, y la suerte parecía comenzar a sonreírle, aunque solo había logrado contratar a un peón, el cual había sido despedido de una hacienda vecina, que había acudido a ella como último recurso. Sin embargo con el nuevo plan de trabajo rotativo  la productividad se había incrementado en pequeñas proporciones, además de eso,  había conseguido apalabrar una entrega de frutas y hortalizas a un restaurante situado en las afueras del pueblo que le proporcionaría los ingresos suficientes para saldar parte de la deuda, y preparan nuevos campos de cultivo, y quizás si sabía administrarse, podría acudir a la nueva feria de caballos para adquirir algún que otro potro para que Juan lo ejercitara y venderlo luego. Le había dado vueltas a la idea de volver a comercializar con caballos de carreras, como su abuelo había hecho en el pasado, incluso había pensado en asociarse con Fabián, que parecía encantado con la hacienda y con su nueva y tranquila vida, aunque no desaprovechaba oportunidad para tratar de ahondar de nuevo en su relación de pareja; cosa para la que Regina todavía no se encontraba preparada.
Desciende del carro inmersa en sus pensamientos, cuando de pronto, su atención se centra en el hombre que en ese momento salía de la casona a su encuentro. Pestañea varias veces para comprobar que no se trataba de una visión, y sin dudarlo ni un segundo corre para abrazarse con fuerza a su hermano Saúl (Eduardo Santamarina). Éste la estrecha con fuerza entre sus brazos y la alza del suelo al tiempo que ella enrosca sus piernas alrededor de su cintura, hundiendo el rostro en el hueco de su cuello. Nereida y Rosario salen del carro y observan la escena con cierta reticencia.  Nereida no podía evitar sentir celos de la ferviente adoración que su esposo sentía por su hermana.
-¡Saúl, no puedo creer que estés aquí! – Exclama Regina emocionada. En aquellos momentos una inmensa felicidad invadía su corazón, atrás quedaban aquellos momentos de angustia, de miedo… ya nada importaba, ya todo quedaba en el pasado. Lo que contaba es que tenía a su querido hermano frente a ella, abrazándola y besándola como siempre había hecho.  – ¿Sigues enojado conmigo? Si es así dime que quieres que haga… no soporto que te enojes conmigo… casi me muero de la angustia de pensar que me abandonarías para siempre -  añade haciendo un puchero. Saúl la mira sonriendo y la deja en el suelo.
-Mi princesa, perdóname por todo lo que te dije… Comprendí que tú no tienes la culpa de lo que pasó – dice Saúl acariciándole la mejilla. –No debí pagar contigo mi frustración – añade. Regina sonríe feliz, haciendo un gesto de despreocupación con la mano.
-Ya está todo olvidado, ahora lo único importante es que estás aquí, conmigo – dice Regina abrazándolo. Él le acaricia el cabello y le da un cariñoso beso en la frente. Nereida se acerca lentamente a los dos hermanos, temerosa de interrumpir la escena. Saúl alza la vista para mirarla y se separa lentamente de Regina.
-Luego platicamos con más calma… porque quiero que me expliques qué hace viviendo en la hacienda el presumido ese de tu ex novio – le dice Saúl con cierta advertencia. Regina mira hacia los lados con cierta inquietud antes de asentir con una leve sonrisa.
-De acuerdo. Pero te aseguro de que no es nada de lo que piensas… lo que pasó fue que… – comienza a decir Regina.
-¡Hasta que llegas, mi Regis! – exclama Camila en ese justo momento; saliendo al pórtico de la casona. Regina mira a su amiga asombrada.
-Olvidé decirte que no vine solo – dice Saúl sonriendo. Regina se alza sobre sus pies para darle un beso en la mejilla antes de correr a abrazar a su amiga.
Saúl mira a Nereida fijamente, ella se detiene a escasos metros de él.
-Sabía que vendrías – dice Nereida sonriendo. Saúl sonríe levemente.
-Estoy empezando a creer que me conoces más de lo que me conozco yo mismo – dice Saúl.
-Ya son muchos años de convivencia – dice Nereida.
-Con su permiso niña, yo voy a acomodar las compras – dice Rosario, Nereida la mira y asiente complacida. La anciana mujer entra en la casona ante la atenta mirada del matrimonio.
-Esa mujer no se te separa ni con agua hirviendo – dice Saúl con cierto malestar.
-Rosario me quiere como a una hija, me cuida mucho… y a mi me tranquiliza tenerla cerca – dice Nereida.
-Este… Nereida… yo lamento como me porté el día de la lectura del testamento…  no debí hablarte así – dice Saúl.
-Estoy acostumbrada – dice Nereida con cierto pesar.
-¿Podrás perdonarme, una vez más? – pregunta Saúl mirándola apenado. Nereida sonríe levemente, se acerca a él para tomar su rostro entre las manos y sellar su respuesta con un dulce beso en los labios. Saúl la mira sonriendo.
-Ahora que has regresado a la hacienda quizás puedas ayudar a tu hermana con sus deudas, la pobre se ha visto muy apurada en las últimas semanas, las hienas de la región no dejan de asediarla  – dice Nereida. Saúl mira hacia otro lado incómodo.
-Me temo que en estos momentos mi situación financiera no es demasiado boyante como para ayudarla – dice Saúl.
-¿Cómo así? ¿Hay algún problema con la constructora? – pregunta Nereida preocupada.
-Me temo que está en grave aprieto, Julio y yo hemos tenido que endeudarnos hasta las cejas para llevar a cabo el proyecto que necesitamos para mantenerla a flote – responde Saúl.
-Pero, ¿cómo es posible? Hasta hace poco la constructora Moncada era una de las más poderosas; ¿Cómo pudo complicarse la cosa en tan poco tiempo? – pregunta Nereida intrigada.
-LO era hasta que la constructora Molina comenzó a hacernos la competencia de un modo casi abusivo – dice Saúl conteniendo su coraje.
-¿Por qué iba a hacer eso el licenciado Molina? – pregunta Nereida sin llegar a comprender el por qué de la situación.
-No es el licenciado Molina quien lo ha decidido… sino su nuevo socio – responde Saúl. Mira a su esposa con firmeza, y la agarra por los brazos – Nereida, no puedo ocultártelo por más tiempo… júrame que pase lo que pase vas a estar de mi lado… no soportaría perderte ahora  – añade mostrando en su rostro una profunda angustia. Nereida lo mira intrigada.
-Por supuesto, Saúl… prometí estar contigo en las buenas y en las malas… pero ya, me estás asustando, ¿qué es lo que pasa?  – pregunta ella angustiada.
-Mauricio Galván ha regresado… ha regresado para cobrarse su revancha – dice Saúl. Nereida respira hondo antes de mirar a su esposo a los ojos. - ¿No te asombras? – pregunta él intrigado.
-Ya estoy al tanto del regreso de ese hombre, Saúl – responde  Nereida casi en un murmullo. Saúl la suelta bruscamente, como si su contacto le quemara.
-¿Os habéis visto? – pregunta con una mezcla de dolor y desconfianza.
-Sí… pero no como tú crees… él está aquí, en San Cayetano… resultó ser el dueño de la hacienda San Lorenzo… y quiere quedarse con La Poderosa – responde Nereida sin atreverse a mirarlo a los ojos. Saúl traga saliva con dificultad, apuñando la mano con fuerza, hasta lastimarse a sí mismo. Mientras él lo buscaba en la capital, aquel hombre estaba allí, en aquel remoto lugar… donde había comenzado todo 13 años atrás.

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