sábado, 18 de junio de 2011

CAPÍTULO 21

CAPÍTULO XXI








LA PODEROSA


-Eso y que… no lo quiero… por supuesto – añade Regina no muy convencida.
-¿De veras mi Regis? ¿De veras no sientes nada por ese hombre? – pregunta  Camila. Regina la mira sin decir nada, haciéndose la misma pregunta a sí misma, y sin saber hallar con certeza una respuesta. Se incorpora bruscamente.
-La verdad Cami, no lo sé… cuando era niña yo lo adoraba… él era muy especial para mí… pero ahora… ya no es aquel Mauricio, pero su presencia me altera… me hace perder la voluntad entre sus brazos… cuando me besa – se lleva las manos a sus labios, entrecerrando los ojos, recordando la intensidad de aquellos encuentros – cuando me besa, siento que nada de lo que pasó importa… que solo existimos él y yo – añade emocionada, de pronto su rostro se ensombrece, voltea para mirar a su amiga – pero cuando vuelvo a la realidad, me doy cuenta de que para él solo soy el medio para dañar a mi hermano y conseguir mi hacienda; además… - se sienta sobre la cama – además creo que todavía siente algo por Nereida – añade al tiempo que siente una punzada de dolor al recordar la escena que había presenciado en la sala.
-¿De  Nereida? ¿Qué tiene que ver tu cuñada con esto? – pregunta Camila intrigada.
-Pues… no he tenido tiempo de contarte… que ya descubrí la causa del odio entre Mauricio y mi hermano – responde Regina sin emoción.
-Ay mi Regis… no me digas que esa mujer y Mauricio…. – insinúa Camila sin poder dar crédito. Regina no dice nada, se limita a asentir – debería haberlo supuesto, un odio así solo puede ser originado por causa de una mujer… - añade Camila pensativa, rodea con su brazo los hombros de su amiga, tratando de brindarle el consuelo que estaba segura necesitaba en aquellos momentos – pues si es así la cosa mi Regis, mi consejo es que te mantengas alejada de ese hombre… porque de lo contrario, vas a sufrir mucho – añade. Regina no dice nada, se halla demasiado aturdida por las emociones encontradas que se agolpaban en su alma.


SAN LORENZO


Camina unos pasos, adentrándose en el despacho, con paso presuroso. A pesar de sus intentos por mantenerse sereno, parecía que las emociones deseaban hacerse con el control de su cuerpo. Tensó la mandíbula y apretó los puños con fuerza. No podía dejar que aquella confesión de Nereida lo afectara en lo más mínimo. Tenía que mantener la cabeza despejada para llevar a cabo su plan. Pero lo cierto es que las palabras de Nereida habían creado un remolino de sensaciones que comenzaban a atormentarlo. Cierto era que su encuentro pasional con Regina había logrado disipar en gran medida aquella sensación de desasosiego y abatimiento; que parecía apoderarse de nuevo de él, ahora que la noche comenzaba a caer sobre San Cayetano.
-¿Ha ocurrido algo esta mañana en tu visita a La Poderosa? – pregunta Miguel Ángel (Luis Roberto Guzmán). Tan concentrado estaba en sus pensamientos, que ni siquiera se había percatado de su presencia.
-No, claro que no. ¿Por qué lo preguntas? – pregunta Mauricio (Fernando Colunga) con aparente tranquilidad.
-Pues porque llevas todo el día más taciturno de lo habitual… y apenas le has dirigido la palabra a nadie – responde Miguel Ángel. Mauricio se dirige hacia el ventanal sin decir palabra, para observar como la oscuridad se cernía sobre San Lorenzo. - ¿Has vuelto a discutir con Regina? – insiste, pero Mauricio sigue sin decir palabra - ¿O quizás te has vuelto a encontrar con Nereida? – pregunta mirándolo con curiosidad. Al escuchar el nombre de Nereida el cuerpo de Mauricio se tensa involuntariamente. – Así que es eso – añade complacido por haber hallado el motivo del raro comportamiento de su amigo.
-La muy hipócrita ahora salió con que me sigue amando, ¿te lo puedes creer? – pregunta rompiendo su silencio, volteando para mirar de frente a Miguel Ángel. No podía dejar que aquella confesión lo siguiera carcomiendo, por lo que finalmente había optado por compartirlo con la única persona en la que confiaba.
-No sé por qué no me sorprende – responde Miguel Ángel cruzándose de brazos. – Eso podría verlo hasta un ciego – añade confiado.
-Já, ¿A poco se cree que voy a creerla después de todo lo que pasó? – pregunta Mauricio con una sonrisa cínica en sus labios. – Está muy equivocada si cree que puedo sentir algo por ella – añade.
-Pues yo no creo que lo esté tanto – replica Miguel Ángel, ganándose una gélida mirada de Mauricio – Y no me mires así, quizás tú no puedas o no quieras reconocerlo, pero todavía sientes algo por esa mujer – añade.
-Ya, Miguel Ángel, no quiero seguir con este tema. Para mí ese amor está muerto y enterrado – sentencia Mauricio.
-Pues no, no voy a dejarlo. Porque no me voy a quedar de brazos cruzados cuando mi mejor amigo está cometiendo el peor error de su vida, y no contento con eso, está a punto de destruirle la vida a una muchacha inocente – replica Miguel Ángel, alzando la voz. – Si de veras quieres que Saúl sufra, quítale a su mujer… con eso no solo conseguirás tu venganza, sino que tendrías una oportunidad de ser feliz – añade.
-¿Tú crees que podría ser feliz con la mujer que me traicionó? ¿Que me dejó tirado como una cobarde y luego se casó con mi peor enemigo?  - pregunta Mauricio furioso. – Yo jamás perdono una traición, jamás podría confiar en ella de nuevo – añade dolido.
-Por si no lo recuerdas bien, fueron tú y ella quienes traicionaron a Saúl – le recuerda Miguel Ángel.
-Pero luego ella me dejó tirado cuando más lo necesitaba para salvarse ella, después de decirme que era yo el que amaba y no a Saúl – replica Mauricio – pero ya, no quiero seguir hablando de este tema. Aquí se cierra – añade antes de salir airado del despacho.



MÉXICO D.F.



Cecilia (María Sorté) refriega sus manos, expandiendo la crema, mecánicamente, mientras su mirada se halla perdida en la nada. Julio (Otto Sirgo) sale del baño en ese momento, observa a su esposa preocupado. La ve allí sentada en su tocador, pero su alma parecía estar muy lejos de allí. Comenzaba a preocuparse seriamente por el estado mental de su esposa. Desde que Regina había decidido partir hacia La Poderosa, el estado de ánimo de su esposa había empeorado por momentos, no solo por su obsesión casi enfermiza por traer a su hija de vuelta, negándose su apoyo y cortando todo contacto con ella; sino porque desde entonces se hallaba esquiva, nerviosa… como si algo la atormentara. Incluso hacía semanas que ya no conversaban como lo hacían antes, añoraba aquellos momentos de intimidad, de complicidad de risas compartidas. Ahora parecía que su esposa prefería tratar sus preocupaciones con Higinio; si bien era cierto que ellos dos siempre se habían entendido a las mil maravillas, jamás había dejado a su esposo de lado como lo estaba haciendo en aquellos momentos.
Se acerca lentamente, apoya con suavidad sus manos en los hombros de ella, haciendo que ella se sobresalte.
-¡Julio, me asustaste! – exclama ella despertando del letargo en el que parecía estar sumida.
-Lo siento mi vida, no era esa mi intención – replica Julio con dulzura.  – Mi amor, hace días que no platicamos, que no me cuentas tus cosas – añade.
-¿Acaso tú me cuentas las tuyas? – pregunta ella incorporándose bruscamente. – Bien que Saúl y tu se la pasan ocultándome todo el rato qué diablos pasa en la constructora por mucho que les pregunte, así que no me vengas ahora con reclamos – añade enojada mientras aparta la ropa de cama.
-¿Estás enojada porque Saúl y yo no queremos preocuparte con la constructora? ¿Es eso? – pregunta Julio preocupado.
-No, no estoy enojada. Lo que ocurre es que estoy preocupada por mi hija, y no me apetece discutir contigo sobre el tema, porque es lo que terminamos haciendo cada vez que hablamos de ello – responde ella metiéndose en la cama. – Y ahora si me disculpas, estoy muy cansada y quiero dormir –añade antes de colocarse su antifaz y acomodarse en la cama dispuesta a dormirse sin más. Julio observa apenado el cuerpo de su esposa sobre la cama. Estaba seguro que había algo más que tenía a su esposa tan alterada, algo dentro de él se lo decía. No tenía intención de seguir observando con impotencia como su esposa se alejaba de él cada vez más, esta vez tendría que poner de su parte, de eso estaba seguro.



Alcanzó a tomar la llamada casi al último tono, para lo cual salió del baño apurado, con el cabello mojado, y como única prenda el albornoz.
-¿Bueno? – contestó Higinio (Humberto Zurrita). Sonríe complacido cuando descubre quien se halla al otro lado. - ¿Cómo va todo? Sí… gracias, tu información me fue de gran ayuda… ¿Dices que hay algo más que debería saber? – pregunta aturdido. Su rostro se congela cuando escucha la noticia que le daban desde el otro lado del hilo telefónico - ¿Cómo dices? ¿Qué mi hijo está en La Poderosa y está colaborando con Regina Montesinos para sacarla adelante? – pregunta sin poder salir de su asombro. Aquella noticia lo aturdía y lo preocupaba al mismo tiempo. Su hijo también se hallaba en la hacienda cuando sucedió lo del incendio, había puesto en peligro a su propio hijo, al igual que Cecilia. Y no solo eso, Saúl debía de estar al tanto, sin embargo no se lo había comunicado. –Muchas gracias Augusto, de verdad aprecio tu gesto… sí, no dudes en llamarme cuando regreses al distrito federal, cuídate y mucha suerte con tus  nuevos hipódromos… hasta otra – añade. Cuelga el teléfono con brusquedad. - ¿Serás imbécil, Fabián? – pregunta con rabia.- Pero ahora te vas a enterar de lo que pasas cuando osas contradecir a tu padre – añade furioso al tiempo que descuelga de nuevo el teléfono y marca un número.

Una semana después…


MÉXICO D.F.


Mira a su alrededor con curiosidad, era evidente que aquel lugar había sido objeto de una reforma hacía poco. Todos los muebles eran los más modernos, y de mejor calidad del mercado. Las paredes estaban pintadas de colores ocres, que le daban un aire distinguido a la empresa. Esperó hasta que la recepcionista (Adriana Lavat) se acercara a él con una calurosa sonrisa.
-Buenos días, caballero, ¿en que podemos ayudarlo? – pregunta cortésmente.
-Pues me gustaría ver al licenciado Molina, si es posible – responde Julio (Otto Sirgo).
-Me temo que no se encuentra aquí en estos momentos, ¿quiere dejarle algún recado? – pregunta la mujer.
-Mireia, me gustaría me buscaras la dirección de este aparejador… - Fernando (José María Torre), sale de su despacho inmerso en la lectura de los documentos que tenia en las manos. No se percata de que la recepcionista estaba acompañada hasta que alza la vista al llegar a su altura. – Oh, disculpa, no sabía que estabas ocupada – se disculpa.
-No te preocupes Fernando, el señor quería ver al licenciado Molina – le anuncia Mireia.
-¿Quería buscarlo por algo en especial? Quizás yo pueda ayudarlo, mi nombre es Fernando Esquivel – dice Fernando tendiéndole la mano.
-Mi nombre es Julio Moncada, muchacho. Y mucho me temo que los únicos que pueden ayudarme son el licenciado Molina y su nuevo socio, Mauricio Galván – dice Julio estrechándole la mano. Fernando se sorprende al escuchar ese nombre; así que aquel era el hombre al que su constructora estaba haciendo una competencia abusiva. Lo observa con detenimiento, no parecía un mal hombre, no entendía qué es lo que podría haber hecho aquel hombre para ganarse como rival al socio de su nuevo jefe.
-Lamento no poder servirle de ayuda, el licenciado Molina se ha tomado unas vacaciones, y en cuanto a su nuevo socio… la verdad es que todavía no he tenido el gusto de conocerlo – se excusa Fernando.
-En realidad, me temo, que aunque se encontrara alguno de los  en el lugar, no me recibirían  – dice Julio desencantado. – En fin, será mejor que me vaya – añade volteando dispuesto a irse.
-Espere un momento – lo detiene Fernando, Julio voltea-  Si no le importa, me gustaría invitarlo a un café – añade. Mireia (Adriana Lavat) lo mira extrañada al igual que Julio, que no sabe como tomarse tal ofrecimiento.  – No se trata de ninguna treta, se lo aseguro. La verdad es que me gustaría tratar de comprender algunas cosas que están ocurriendo con esta constructora y creo que usted podría ayudarme – añade con sinceridad.
-Si es así entonces… no creo que haya problema – responde Julio sonriendo amigablemente.
-Voy a por mi chaqueta y vamos entonces – dice Fernando dirigiéndose a su oficina.
Mireia lo sigue cerrando la puerta tras de sí, una vez los dos se hallan en el despacho de él.
-¿Se puede saber qué haces? Ese hombre es de la competencia – pregunta Mireia casi alterada. Era consciente de que aquella idea de Fernando podía acarrearle problemas con el jefe y su nuevo socio.
-Lo sé Mireia, pero me gustaría conocerlo… quizás así pueda aclarar algo de por qué estamos en guerra, como quien dice, con su constructora – responde Fernando tomando su chaqueta con tranquilidad.
-¿No decías que eso no te incumbía mientras te pagaran el sueldo? ¿A qué viene esto ahora? – pregunta ella desconcertada.
-Sí, sé lo que dije… pero no sé, al ver a ese hombre; sentí pena por él… no parece tan mal tipo como para que nuestra constructora lo ataque de esa manera – responde Fernando al tiempo que se pone la chaqueta.
-Tú sabrás lo que haces, pero te advierto que el socio del licenciado Molina no se anda con tonterías y como se dé cuenta que andas haciendo amistades con la competencia, no tendrá ningún reparo en echarte de aquí – lo advierte seriamente antes de salir del despacho dando un sonoro portazo.
Fernando observa la puerta perdido en sus pensamientos. La verdad tampoco lo terminaba de entender, pero al conocer a aquel hombre algo dentro de él le decía que se estaba cometiendo una injusticia y que él no podía ni debía quedarse quieto.


LA PODEROSA



Comenzaba a oscurecer en San Cayetano. Regina (Michelle Vargas) observaba nerviosa su imagen en el espejo. Aquella noche era de suma importancia para ella; no solo sabría si Augusto Garmendia accedería a asociarse con ellos, sino que también aquel día terminaba el ultimátum de Mauricio. Todavía no estaba segura de qué hacer al respecto, quería evitar por todos los medios casarse con él; pero la libertad de su hermano estaba en juego; y ella no podría quedarse sin hacer nada.
Además, para más INRI,  Saúl apenas había dado señales de vida en la última semana, alegando que estaba demasiado ocupado con los problemas de la constructora, solo le había dicho que no se preocupara, que pronto le daría una solución para el problema de Mauricio. Y a día de hoy, todavía estaba esperando por esa supuesta solución.
La semana anterior había sido una realmente dura, la mayor parte de los cultivos habían sido asolados, por lo que se habían visto obligados a limpiar todo y acondicionar en la mayor brevedad posible algunos terrenos baldíos para sembrar nuevos cultivos.
Al menos, tras una intensa búsqueda, habían logrado recuperar un par de caballos, los cuales se encontraban en muy malas condiciones y necesitaban de mucho cuidado y descanso para poder reponerse después de andar  vagando por la región.
Las cosas se veían cada vez más difíciles para ella, y todavía no había tenido noticias ni por parte de la policía ni del bandolero que se había comprometido volver lo más pronto posible con alguna novedad. Nada, parecía que a todo el mundo se le había olvidado ya la fatídica noche.
-¿Ya estás lista? – pregunta Fabián (Carlos Ponce) asomando la cabeza por la puerta.
-¿Cómo me veo? – pregunta Regina volteando para mirarlo. Él termina de entrar en la recámara, dejando la puerta entre abierta;  y se queda embelesado al ver la hermosa imagen de Regina, vestida con un sencillo vestido largo de sisas, color marrón claro que le quedaba con un guante. Se había alisado el cabello y maquillado los labios y los ojos.
-Te ves… te ves preciosa – responde Fabián sonriendo.
-¿Crees que le daré una buena impresión al señor Garmendia? – pregunta ella temerosa.
-Por supuesto que sí – responde, se acerca a ella para agarrarle una mano entre la suya, y acercarla a él. – Estás terriblemente encantadora, ningún hombre en sus cabales sería capaz de negarte nada – añade meloso.
-Fabián, no empieces. Recuerda lo que hablamos, ¿sí? – le reprocha Regina, apartándose de él.
-Sí, lo sé. Pero cada vez se me hace más difícil aguantarme cada vez que te tengo cerca – alega Fabián. Regina suspira con tristeza, bajando la mirada. - ¿De veras no sientes nada por mí? ¿No ha cambiado nada en las últimas semanas? – pregunta.
-Claro que siento algo por ti, Fabián – responde Regina alzando la mirada – te quiero, te quiero mucho… eres una parte importante de mi vida. Pero en estos momentos no me siento capaz de iniciar ninguna relación contigo – se excusa. – Y no quiero que vivas pendiente de mí, y de mi decisión – respira hondo – si quieres puedes comenzar a rehacer tu vida, estás en tu derecho. Yo no me voy a enojar – añade.
-Pues sí que quiero rehacer mi vida, pero resulta que por el momento con la única mujer que quiero hacerlo eres tú. – afirma Fabián acercándose de nuevo a ella. Toma su rostro entre las manos -  Una vez te dije que no me importa el tiempo que me lleve pero voy a hacer que te enamores de mí – asegura.
-¿Y qué pasaría si no pudiera enamorarme de ti? ¿Qué pasaría si hubiera alguien más? – pregunta Regina angustiada. Fabián se aparta de ella bruscamente, como si recibiera un furo golpe. Como si su contacto quemara.
-¿Qué estás tratando de decirme, Regina? – pregunta aturdido. -¿Acaso estás enamorada de otro hombre? Se trata de ese Mauricio Galván, ¿no es cierto? –añade incómodo.
-No, no… yo solo… solo quiero ponerme en el caso. No es justo para ti, estar esperando por algo que igual ni llega, Fabián. Es solo eso – responde Regina al fin. Fabián emite un suspiro de alivio.
-Prometí ayudarte con la hacienda, como amigo. ¿Recuerdas? Y lo mantengo… además he descubierto que aquí me siento más cómodo, útil… me he dado cuenta de que me encanta la vida que llevo ahora. Así que no tienes porque preocuparte por eso. Yo estoy contento aquí, en La Poderosa – le asegura. Regina lo mira, todavía no convencida.
-Fabián… hoy termina el ultimátum que me dio Mauricio Galván. Si no acepto su propuesta de matrimonio antes de mañana, entregará las pruebas que inculpan a mi hermano – termina por confesarle.
-¿Cómo así? ¿Por qué no me  habías dicho lo del ultimátum? – pregunta Fabián alterado, Regina lo mira apenada, sin saber qué decir. – No estarás pensando en aceptar la propuesta, ¿verdad? – pregunta.
-No lo sé, Fabián – responde ella agobiada, se lleva las manos a la cabeza y se sienta sobre la cama, hundiendo el rostro entre las manos. – Sé que Saúl cometió un error… que debería pagar por él, pero no puedo quedarme de brazos cruzados, sabiendo que puedo salvarlo… no podría soportarlo – añade. –Sé que estoy haciendo mal… lo sé. Pero no puedo abandonar a Saúl en estos momentos. Lo está pasando muy mal con los problemas de la constructora y con la vuelta de Mauricio…
-¿Y se puede saber por qué carajo se odian tanto esos dos? – pregunta Fabián enojado.
-Pues… por culpa de una mujer – responde Regina.
-De Nereida, ¿no es así? – pregunta Fabián.
-No tiene caso volver a hablar del tema… el caso es que se odian… a muerte. Y que Mauricio quiere esta hacienda sí o sí para cobrarse la afrenta que sufrió por parte de nuestra familia, al parecer lo acusaron de ladrón y lo expulsaron de aquí… y ahora quiere vengarse. – responde Regina.
-¿Y eso qué tiene que ver contigo? – pregunta enojado.
-Soy una Montesinos, Fabián, y tengo algo que él quiere… y a lo que no está dispuesto a renunciar. Ese hombre es más terco que una mula. – añade con seguridad.
-¿Qué es lo que has dicho? – pregunta Nereida entrando en la recamara, mirándolos con incredulidad. Se dirigía a la recamara de Regina para tratar de limar las asperezas que se habían creado la semana anterior cuando su cuñada había presenciado su encuentro con Mauricio, cuando lo había escuchado…
-La que faltaba – murmura Regina cruzándose de brazos.
-¿Has dicho que Mauricio te ha pedido que te cases con él? – pregunta Nereida sentía la  boca repentinamente seca, y apenas podía articular palabra.
-Pues sí, eso he dicho. – responde Regina mirándola altiva.
-Entonces esa es la condición para que Saúl no vaya a la cárcel… - susurra Nereida conmocionada. Alza la mirada hacia Regina. – No puedes aceptar esa propuesta, no debes – le exige.
-Tú no eres nadie para decirme qué es lo que debo o no debo hacer – le reclama Regina.
-Nereida, por favor. Regina y yo manteníamos una conversación privada – interviene Fabián.
-¿Qué no te das cuenta de que Mauricio solo quiere casarse contigo para lastimar a Saúl? Tú solo eres un peón en su juego de ajedrez… para él no vales nada – alza la voz Nereida, fuera de sí. Aquella noticia era para ella un duro golpe, sentía como su corazón se desbocaba con solo la idea de que Mauricio se casara con otra mujer, y más cuando esa mujer era su propia cuñada.
-¿Y eso te lo comentó a ti, precisamente? -  pregunta Regina con cinismo, acercándose a ella. – Solo te voy a advertir una cosa Nereida, no te metas en mi vida, no me interesan tus opiniones ni tus ideas. Y más te vale que te quede bien claro que no quiero nada de ti, porque de lo contrario te me vas de aquí – añade chasqueando los dedos - ¿te ha quedado claro? – pregunta.
Nereida la observa tratando de contener su rabia y su frustración. Aquella muchachita insolente no era nadie para hablarle así. ¿Qué se creía la muy mosquita muerta? Pero era ella la dueña y bien podía cumplir su amenaza si quisiera. Si quería permanecer cerca de Mauricio, no le quedaba más remedio que guardarse sus palabras para ella.
-Está bien, pero luego no digas que no te lo advertí. Mauricio Galván no te quiere, y nunca podrá quererte… su corazón se ha vuelto piedra. Recuerda mis palabras. – anuncia con solemnidad antes de salir de la recamara dando un sonoro portazo.
-¿A qué vino eso? – pregunta Fabián, todavía sorprendido por el enfrentamiento entre ambas mujeres.
-Esa mujer es una descarada, está casada con mi hermano… pero sigue pensando en el otro – murmura Regina con rabia.
-Regina, hablas como si estuvieras celosa – le recrimina Fabián.
-No, lo que estoy es dolida. Después de todo lo que pasó por culpa del desliz de esa mujer, ahora vuelve a las andadas… estoy rabiosa. Te juro que si no es porque Saúl sospecharía algo y seguro provoca un nuevo enfrentamiento con Mauricio, la corro de aquí a patadas – exclama Regina rabiosa. Aspira aire profundamente – Pero ya, no quiero hablar del tema – mira el reloj – si no nos damos prisa, vamos a llegar tarde  - añade tomando el chal que había dejado sobre la cama, disponiéndose a salir de la recamara, sin dejarle a Fabián ninguna opción a réplica.



Camila (Ana Serradilla) miraba su reloj una y otra vez, mientras daba vueltas en la sala; esperando a que bajaran Regina y Fabián.
-¿Qué estarán haciendo estos dos tardones allí arriba? – se pregunta molesta.  En ese momento la puerta principal se abre, por ella entra Juan (Fabián Torres), quien es ayudado por Modesta (Ana Martín)  y otro peón para caminar.
-Ya déjenme solo, no soy ningún inválido – protesta Juan.
-Pero mijo, todavía estás convaleciente, ya oíste al doctor. Nada de hacer esfuerzos – le regaña Modesta.
-Y ahora ustedes, ¿qué hacen aquí? ¿No que el doctor le había dicho que debería quedarse un par de días más en la clínica? – pregunta Camila acercándose a ellos.
-Así le dijo, señorita. Pero mi hijo tiene la cabeza tan dura como una piedra, y se empeñó en venirse para la hacienda – responde Modesta con resignación.
-Ya me encuentro bien, no hay razón para pasarme más días tirado en la cama sin hacer nada, sobretodo cuando las cosas están tan mal aquí – añade Juan.
-Sí, claro. De mucho nos vas a servir medio convaleciente… - murmura Camila irónicamente.
-¿Ya se van para la fiesta, señorita? – pregunta Modesta cambiando de tema, viendo que su hijo comenzaba a tensarse.
-Sí, nada más estoy esperando a que bajen ese par de tardones – responde Camila.
-Dígale a mi niña que les deseo mucha suerte. Ahora me retiro quiero llevar a mi hijo a su recamara para que vea a Tomasito, mi nieto se muere de ganas de volver a ver a su padre – anuncia Modesta.
-Váyale no más Modesta, yo se lo digo – le dice Camila sonriendo.
-Buenas noches, señorita – se despide Juan.
-Que descansen – responde Camila. Los tres se  retiran lentamente de la sala ante la atenta mirada de Camila, quien comienza a desesperarse ante la tardanza.
En ese momento Regina baja las escaleras visiblemente apurada.
-Hasta que bajan – protesta Camila.
-No hagas preguntas, ya te contaré. – Replica Regina – Fabián – lo llama.
-Ya voy – responde él bajando las escaleras con desgana.
-Uy, ¡vaya caras! Cualquiera diría que han estado discutiendo – comenta Camila.
-Ya Camila, déjate de tonterías – protesta Fabián. – Voy a buscar el carro – anuncia  antes de salir por la puerta.
-¿Qué fue lo que pasó? – pregunta Camila.
-Luego te cuento, ahora vamos – responde Regina agarrándola por la mano y tirando de ella hacia la puerta.


 HIPÓDROMO “LA SEXTA ESTRELLA



Aura (Mariana Seoane) observa el amplio recibidor con cierta reticencia. Incluso las grandes fiestas de la zona, no le llegaban a la suela de los zapatos de las pequeñas fiestas improvisadas a las que había asistido en las casas de sus amigos en Miami. Estaba segura de que Mauricio no se había parado a pensar en la magnitud de su sacrificio de dejar su cómoda vida en Miami, para seguirlo hasta aquel recóndito lugar que parecía salido de una película de Cantinflas.
-Me concede este baile señorita – un hombre entrado en años, y también en carnes se acerca a ella. Aura observa horrorizada al pequeño hombrecillo, vestido con aquella horrorosa camisa de cuadros de la época en la que Cristo perdió el sombrero, con su cazadora de cuero marrón y sus pantalones de pana. El hombre la miraba con lascivia y las mejillas encendidas.
-¡Por Dios, claro que no se lo concedo! Por concederle no le concedo ni el permiso a mirarme – replica Aura con indignación, dándole la espalda al hombre para dirigirse hacia donde se encontraban Mauricio y Miguel Ángel.
-Pichurrín, ¿Cuánto tiempo has dicho que tenemos que quedarnos en esta mugrosa fiesta? – pregunta Aura haciendo un puchero. Mauricio (Fernando Colunga) voltea los ojos hacia arriba, mostrando su cansancio, al tiempo que se sirve una copa en la mesa de las bebidas.
-¿A caso no te lo estás pasando bien, Aura? – pregunta Miguel Ángel (Luis Roberto Guzmán) con cierta burla.
-No estoy hablando contigo, idiota – le reclama Aura enojada. Vuelve su atención a Mauricio – ¡Pichurrín, esta fiesta es una de las mas retro que he visto en mi vida! – exclama.
-Te advertí que no te gustaría, pero aún así te empeñaste en venir – responde con calma. – Así que te quedarás sin protestar hasta que a mi se me plazca – añade antes de beber un trago. En ese momento su mirada se fija en los recién llegados.
Regina (Michelle Vargas) es la primera en avanzar por el gran recibidor, mientras que sus acompañantes se detienen junto a la mesa de los canapés. La observa detenidamente mientras vuelve a saborear su tequila. Se veía inquieta, nerviosa; su mirada recorría toda la sala, seguramente tratando de localizar al hombre que podría ayudarla a sacar su hacienda adelante.
Durante la última semana había evitado encontrarse con ella para que pudiera considerar sus opciones con calma, sin sentirse presionada. Aunque debía reconocer que también había evitado ir a La Poderosa para no volver a encontrarse con Nereida; no tenía intención de aguantar de nuevo aquella palabrería barata.
El rostro de Regina se contrae en una mueca de estupefacción cuando su mirada se cruza con la de él. Estaba seguro de que no lo contaba en aquel lugar. Luciendo la más pícara de sus sonrisas alza su vaso, a modo de saludo. Haciendo que Regina de media vuelta para unirse a sus acompañantes.


-Espérenme aquí, acabo de ver al señor Garmendia. Voy a saludarlo y se lo presento – anuncia Fabián alejándose de ellas.
-¿Qué te ocurre mi Regis? Te ves bien tensa, caray – pregunta Camila preocupada.
-Él está aquí, Cami. Ese hombre… - responde Regina preocupada.
-¿A tu adorado tormento te refieres? – pregunta Camila divertida.
-No tiene gracia. No sé a que habrá venido, pero no me fío de sus intenciones – responde Regina mirando en la dirección hacia la que se encontraba Mauricio. – Además se ha traído a la ratita presumida de su noviecita, que poca vergüenza. Bien que me exige que me case con él, pero a esa la sigue manteniendo en su casita, calentándole la cama – añade, sin poder ocultar su rabia.
-Uhmmm, ¿estás celosa mi Regis? – pregunta Camila.
-Otra que tal baila – responde Regina molesta. – Por supuesto que no estoy celosa – añade entre dientes.
-Regina – la llama Fabián que en ese momento acercándose a ellas, acompañado por otro hombre. Ella se voltea – mira, te presento a Augusto Garmendia, el propietario del hipódromo – añade Fabián. El hombre (Manuel Landeta) observa a Regina con visible interés.
-Es un placer – dice él tomando con su mano una de las de Regina para posar un beso en ella.
-Lo mismo digo señor Garmendia – responde Regina sonriendo.

Desde su esquina Mauricio observa con visible interés la escena que se desarrollaba al otro lado. Estaba seguro de que la ingenua de Regina no se estaba dando cuenta de la lascivia que había en los ojos de aquel hombre cada vez que la miraba, mientras ella se explicaba y parecía responder a sus preguntas. No podía entender como aquel principito, que decía quererla tanto, no se daba cuenta de las intenciones del hombre, teniéndolo al lado.
La orquesta comenzó su sesión, animando a las primeras parejas a salir a la pista a baile. Con decisión, Mauricio se encamina hacia donde se encuentra Regina, ante la asombrada mirada de Aura que justo en ese momento se disponía a pedirle que la sacara a bailar.

No supo como, pero enseguida sintió su presencia junto a ella, sin siquiera mirarlo. ¿Por qué no podía quedarse tranquilito en su rincón y dejarla en paz aunque solo fuera solo por una vez? Seguro que estaba allí para estropearlo todo.
-Disculpe, ¿me concede este baile, señorita? – pregunta Mauricio situándose junto a ella. Augusto se detiene a observarlo con curiosidad.
-La señorita está ocupada en estos momentos, ¿acaso no lo ve? – pregunta Fabián molesto.
-Creo que no le he pedido a usted de bailar, ¿o me equivoco? – pregunta Mauricio con sorna. Regina se vuelve hacia él.
-En este momento… - comienza a decir. Sin embargo no puede decir nada más, Mauricio la toma por la cintura, llevándola hacia la pista de baile sin darle opción a rechistar; sin percatarse de que se están convirtiendo en el centro de atención de muchas miradas, entre ellas las de los terratenientes de San Cayetano y sus esposas, que habían acudido también al festejo.
Fabián se adelanta, dispuesto a impedir que Mauricio se lleve a Regina, pero Camila lo detiene posando una mano sobre su pecho.
-No montes una escenita, déjala, Regina ya sabe como defenderse – murmura

Un escalofrío recorre su espalda al sentir el contacto de la palma de Mauricio sobre su espalda, mientras agarra su mano con la otra, pegándola a él, para bailar una pieza lenta.
Regina apoya su mano en el hombro de él, girando el rostro hacia un lado, evitando mirarlo de frente. No quería mirarlo a la cara, tampoco estaba dispuesta a permitir que se percatara del nerviosismo que su cercanía le causaba.
-En vez de ponerte de morros, deberías darme las gracias – dice Mauricio divertido.
-¿Las gracias? ¿Por qué? ¿Por tratar de fastidiar todas mis posibilidades de sacar adelante la hacienda? O mejor aún, ¿por incluirme en tu absurda venganza? – pregunta ella entre dientes, sin siquiera mirarlo. Las últimas palabras de Regina borran la sonrisa de los labios de Mauricio.
-No, solo por librarte de ese baboso – responde Mauricio secamente.
-Ese baboso, como tú lo llamas, es el hombre que puede salvar mi hacienda – le reprende Regina.
-Pues ve y acuéstate con él si quieres, porque de seguro que eso te va a pedir para ofrecerte su ayuda – dice Mauricio cínicamente. Regina trata de apartarse de él violentamente y liberar su mano para golpearlo, pero el la agarra con más fuerza, apretándola contra su pecho.
-¡Eres un desgraciado! ¿Acaso no te cansas de humillarme? – le pregunta ella mirándolo a los ojos que centelleaban de rabia contenida.
-¿Y tú no te cansas de luchar contra lo inevitable? – Pregunta él molesto – Sabes perfectamente que no tienes más remedio que aceptar mi propuesta, porque conoces demasiado a tu hermano como para entender que para él ir que lo manden a la cárcel sería lo mismo que matarlo… no soportaría estar encerrado entre cuatro paredes, rodeado de delincuentes y gente de baja calaña; su carácter terminaría acarreándole problemas allá dentro. Y tú tampoco soportarías verlo allí, sabiendo que pudiste hacer algo por impedirlo – asegura. Regina lo mira fijamente sin decir nada, la decepción y la impotencia se reflejaban en sus ojos. Haciendo grandes esfuerzos para no gritar delante de todo el mundo y llorar de la pura rabia que sentía en aquel momento.
-Pichurrín, ¿por qué no me sacas a bailar a mí? – la pronta irrupción de Aura quien se acerca a ellos hecha una furia le sirve a Regina de excusa para empujar a Mauricio para librarse de su abrazo y alejarse de allí con rapidez.


MÉXICO D.F.


A pesar de que hacía horas que su jornada laborar había terminado; Macarena (Lucía Méndez) seguía en su oficina, revisando los proyectos que tenía activos. Trabajar hasta cansarse, esa  había sido desde hace años su vía de escape cuando había algún tema que la preocupara de sobremanera. Y en aquel momento solo con el trabajo podía olvidar por unos instantes las dudas que la corroían.
Llaman a la puerta en ese momento.
-Pásele – dice Macarena sin apartar la vista de las maquetas que tenía en las manos.
-El conserje me dijo que todavía seguías aquí… - dice Higinio (Humberto Zurita) al tiempo que entra en el despacho, cerrando la puerta tras de sí. Se sentía satisfecho y orgulloso por la excelente labor de Macarena; aquella mujer nunca dejaba de sorprenderlo con sus ganas y su constancia en el trabajo.
-Sí, quería dejar todo en orden para la reunión de mañana – dice ella aparentemente concentrada en las maquetas.
-¿Ocurre algo Macarena? – pregunta Higinio extrañado, al ver la escasa emoción que parecía causarle su presencia.
-Lo cierto es que sí – responde ella al tiempo que deja las maquetas sobre el escritorio, y se quita las gafas.
-¿De qué se trata? – pregunta Higinio preocupado, tomando asiento frente a ella.
-Hace varios días que le estoy dando vueltas a un asunto, pensando como abordarlo – responde Macarena, se acaricia las sienes con un suave movimiento, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
-¿De qué se trata Macarena? ¡Me estás  preocupando! – exclama él inquieto.
-¿Qué relación hay entre tú y esa mujer, Cecilia? – pregunta ella finalmente, tratando de parecer serena, a pesar que los nervios la estaban consumiendo.
-¿Con Cecilia? – pregunta él desconcertado. – Cecilia y yo somos buenos amigos… ¿no pensarás que ella y yo…?  - pregunta antes de comenzar a reír a carcajadas – Por Dios, Macarena, ¿no me digas que crees que entre ella y yo hay algo? Por favor, es la esposa de mi mejor amigo, jamás podría fijarme en ella como mujer – añade quitándole la importancia al asunto.
-¿Y qué pasa con ella? ¿Siente algo por ti? Porque déjame decirte que me resulta muy sospechoso que cada dos por tres venga a aquí para verte – replica Macarena visiblemente molesta. Había observado aquella situación en silencio demasiado tiempo. Debería haberlo enfrentado después de verlos abrazados en su despacho, pero no se sentía con fuerzas; por lo que durante la última semana había tomado nota de todas las veces en las que aquella mujer se pasaba por la empresa para verlo a él; y eran demasiadas como para considerarlas visitas de cortesía entre amigos. Macarena se incorpora – Además el otro día os vi abrazados en tu despacho – añade.
-Macarena, por favor; no continúes por ahí… Cecilia y yo somos muy buenos amigos, ella es como una hermana para mí. Si nos hemos estado viendo con tanta frecuencia en los últimos tiempos se debe a que nos une el mismo problema… no sé si alguien te habrá comentado de que nuestros hijos estaban comprometidos – comenta Higinio.
-Sí, algo he escuchado – asiente Macarena volviendo a tomar asiento.
-Pues bien, también habrás oído que su hija plantó a mi hijo en una fiesta social delante de todo el mundo… ya supondrás el bochorno que vivimos Cecilia  y yo… sobretodo porque desde entonces, nuestros hijos parecen haber perdido el norte… y han decidido alejarse de nuestro lado… echando al traste todos los planes que teníamos para ellos – explica Higinio.
-¿Y qué pasa con el papá de la muchacha? ¿Acaso él no está en la misma situación? – pregunta Macarena con cierta desconfianza.
-El esposo de Cecilia es un hombre demasiado blando… él apoya a Regina en todas sus decisiones, por muy locas que éstas sean – responde Higinio con cierto fastidio.
-¿Pues sabes qué? Opino que Cecilia y tú deberían hacer lo mismo… no pueden pretender controlar la vida de sus hijos, tienen que dejar que tomen sus propias decisiones, comentan errores y aprendan por ellos mismos – replica Macarena enérgicamente. Desde luego, ella siempre había procurado hablar las cosas con su hijo, y no imponerle sus decisiones.
-¿Eso crees? ¿Piensas que es lo más sensato sentarse a ver como nuestros hijos echan su futuro por la borda? – pregunta Higinio indignado, alzando la voz.
-Sí, eso creo. Los buenos padres deben confiar en sus hijos, ellos tienen derecho a elegir lo que quieren en su vida… no podemos pretender obligar a nuestros hijos a que cumplan nuestros propios sueños – responde Macarena alzando la voz también.
-¿Me estás tachando de mal padre? – pregunta Higinio incorporándose con brusquedad, apoyando las manos sobre el escritorio; mirándola con fiereza.
-No, lo único que digo es que no deberías imponerle a tu hijo tus decisiones… él tiene derecho a tomarlas por sí mismo – rebate Macarena, incorporándose a su vez, mirándolo enojada.
-La verdad no puedo creerlo, ¿quién te crees que eres para decirme lo que debo o no debo hacer con mi hijo? ¿Acaso lo conoces? ¿Sabes como lo he criado? Para exigirme nada – pregunta él cada vez más alterado.
-Soy madre, y por lo menos puedo presumir de que mi hijo me cuente sus cosas y no huye de mí – responde Macarena con orgullo.
-Pues muy bien, haz lo que se te pegue la regalada gana con tu hijo, pero a mí, me dejas en paz. Nadie mejor que yo sabe como educar a mi hijo – replica Higinio antes de abandonar el despacho, dando un violento portazo al salir.
Macarena observa como se va sin decir nada, casi sin reaccionar. Desde luego, aquello era el colmo… aquella cara de Higinio, no le gustaba para nada. Ella no soportaba las imposiciones ni las dictaduras, y aquel hombre parecía no soportar que nadie le llevara la contraria, y eso no iba con ella.




RANCHO “LA SEXTA ESTRELLA


Regina sale a toda a prisa hacia una de las puertas traseras donde había una pequeña terraza, necesitaba alejarse de todo aquel tumulto y respirar aire fresco. Después de todo, por mucha rabia que le diese;  Mauricio tenía razón porque, aunque quisiera, nunca podría vivir tranquila sabiendo que pudo salvar a su hermano de la cárcel.
-¿Se encuentra bien, señorita? – pregunta una voz a sus espaldas. Regina voltea para encontrarse de frente con Augusto Garmendia.
-Sí, estoy bien gracias – responde Regina forzando una leve sonrisa.
-La he visto discutir con ese hombre, ¿ha dicho algo que la haya molestado? – insiste visiblemente preocupado.
-No, solamente se trata de… desacuerdos comerciales… eso es todo – responde Regina tratando de aparentar normalidad.
-Sí,  Fabián me contó… acerca de sus problemas con su hacienda, y con su vecino. – dice Augusto.
-Sí, ya sabe, sacar una hacienda hacia delante siempre es complicado. Pero precisamente de ese tema estaba tratando de hablar con usted cuando ese hombre nos interrumpió… Fabián me dijo que usted podía estar interesado en rentar parte de los terrenos para su negocio – dice Regina.
-Así es, estoy buscando algunos terrenos para rentar  – asegura el hombre, se acerca unos pasos a ella, mirándola seductoramente. – Estoy seguro de que tú y yo podríamos llegar a un acuerdo que nos resultara de lo más ventajoso – añade alzando su mano para acariciar el rostro de Regina, quien se queda petrificada ante el descarado gesto del hombre.
-No…n…no entiendo… - tartamudea ella, de pronto se sentía tremendamente incómoda en la compañía de aquel hombre. Él aprovecha la confusión de ella, para acercarse más.
-Vamos, no te hagas la tonta, muñequita. Ambos sabemos como funcionan las cosas por aquí… podemos pasarla muy rico los dos, y tú saldrás ganando – añade seductoramente, agarrándola por la cintura para pegarla a él. Regina trata de empujarlo.
-¿Pero qué hace? ¿Se volvió loco? -  Pregunta ella alterada tratando de apartarlo. En ese momento Augusto siente una presión sobre su brazo que lo empuja violentamente hacia atrás.
Regina observa como Mauricio aparta al hombre de un empujón, colocándose delante de ella. Augusto se endereza, mirando al hombre que tenía frente a él con auténtica rabia.
-¿Quién se cree que es usted para interrumpirnos de esta forma? – pregunta Augusto alzando la voz.
-¿Qué quien soy? Soy el futuro esposo de la señorita – responde Mauricio con solemnidad, mirándolo enfebrecido. Regina se queda anonadada al escuchar las palabras de Mauricio, y no solo porque todavía no le había hecho partícipe de su respuesta; sino porque en aquel momento la mayor parte de los asistentes a la fiesta tenían su atención fija en lo que estaba sucediendo en la parte trasera de la recepción. Casi todo el mundo que se hallaba cerca había escuchado decir a Mauricio que él era su futuro esposo.


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