CAPÍTULO XIII
Al día siguiente
Saúl (Eduardo Santamarina) lee con atención los documentos que Regina (Michelle Vargas) acababa de entregarle. Ambos se encuentran en el despacho de la casona, Saúl había entrado escasos minutos atrás pidiéndole que lo pusiera al tanto de la situación financiera de la hacienda. Ella le había entregado las facturas pendientes, y el plan de trabajo que había ideado para sacar más provecho a los pocos peones que les quedaban.
-¡No entiendo como ese viejo loco dejó que las cosas llegaran a estos extremos! - exclama indignado, botando los papeles sobre el escritorio con desdén. Regina se encoge de hombros y suspira con tristeza.
-El abuelo se convirtió en un hombre atormentado... yo creo que su espíritu se fue muriendo poco a poco y dejó que la hacienda se muriera con él; aunque gracias a Dios he conseguido mejorar aunque sea un poquito la situación de la hacienda – dice Regina. Saúl la mira y sonríe levemente.
-Sí, ya lo veo, y estoy muy orgulloso – dice complacido. – Pero no puedo evitar pensar en todo lo que fue esta hacienda y en lo que se convirtió por culpa de ese viejo loco… si tan solo no nos hubiera echado como si fuéramos perros... - dice Saúl con rencor.
-Saúl... hay algo que me dijo el abuelo antes de morir que todavía no te comenté... y tampoco encontré el momento para contárselo a mamá – dice Regina dudosa. Saúl se inclina hacia adelante y la mira con interés.
-¿De qué se trata? - pregunta.
-El abuelo me dijo que había peleado por mi custodia... - responde Regina. Lo mira intrigada - ¿Tú lo sabías? - pregunta.
-Sí – responde Saúl secamente.
-¿Por qué nunca me dijeron nada? - pregunta Regina desconcertada – porque me aseguraron que el abuelo no quería volver a saber nada de mí – añade.
-Pues porque en verdad no quiso volver a saber nada de ti cuando se enteró de que no podía apartarte de nuestro lado... él quería alejarte de mamá y de mí, quería criarte él solo... y nosotros no podíamos permitir que un viejo loco se hiciera cargo de tu custodia – dice Saúl. Regina baja la cabeza con tristeza.
-¿Cuándo comenzó a cambiar? ¿Cuando dejó de ser aquel hombre fuerte, altivo y orgulloso para convertirse en un hombre desquiciado y atormentado? - pregunta ella en un susurro.
-Todo empezó con la muerte de nuestro padre... el abuelo nunca logró superarlo, para él fue un golpe demasiado duro ver enterrar a su propio hijo... además luego pasó todo lo de Mauricio Galván... ese fue otro duro golpe, y para colmo cuando mamá decidió iniciar un romance con Julio... fue más de lo que podía soportar... así que decidió alejar de su lado todo aquello que podía causarle daño y se quedó solo con sus demonios – responde Saúl – quizás a mí nunca me perdonó que decidiera apoyar a mamá para que rehiciera su vida... pero yo no era nadie para prohibírselo, sabía que los últimos años habían sido duros para ella... que mi papá tenía alguna querida... - añade. Regina lo escucha con atención, con la mejilla apoyada sobre su mano; nunca hasta aquel momento nadie le había contado como habían sido las cosas en realidad. Más bien, al abandonar la hacienda, su madre se había encargado de tratar de borrar todos los recuerdos de su vida pasada, y lo habría conseguido de no ser la última voluntad de su abuelo.
-¿Mi abuelo apreciaba a Mauricio? - pregunta Regina.
-Sí... a él y a su padre, Romualdo... para él eran como de la familia... para mí también, claro que había ciertas diferencias... después de todo, ellos eran los trabajadores y nosotros los patrones... – responde Saúl con cierta nostalgia. De pronto su mirada se vuelve fría, mira a su hermana – por eso dolió tanto su traición – añade con los dientes apretados. Regina acerca su mano a la de él para acariciarla.
-Saúl... ¿por qué no me dices qué fue lo que pasó en realidad? Yo necesito saber... necesito entender por qué tengo que soportar a Mauricio Galván, convertido en mi enemigo – dice ella suplicante – he tratado de averiguar por otros lados... pero nadie está dispuesto a decirme qué fue lo que en verdad sucedió... - añade. Lo mira temerosa - ¿tan terrible fue? - pregunta.
-Mucho – responde Saúl con dolor. Conteniendo las ganas de llorar. Toma la mano de Regina entre las suyas para acariciarla. Respira hondo por la nariz antes de continuar – Princesita, no tiene caso que indagues en el pasado... lo que cuenta es el presente, y el futuro... y ahora lo importante es buscar la forma de alejar a Mauricio Galván de nuestras vidas antes de que nos destruya él a nosotros – añade con firmeza. Regina baja la mirada.
-Saúl... todo esto es superior a mí... no sé si podré con toda esta historia de odios, venganzas, traiciones... yo lo único que quiero es cumplirle la promesa que le hice a mi abuelo... yo no quiero destruir a nadie – dice ella apenada. Saúl la mira, sonríe con tristeza mientras le pellizca una mejilla con cariño.
-Mi princesita... todavía eres muy joven e inocente para saber que en este mundo, para que no te hagan daño, hay que saber sacar las garras y luchar por lo que se quiere con todas tus armas – dice convencido – sé que quizás todavía quieras creer que Mauricio sigue siendo aquel muchacho que te llevaba a caballo y te cuidaba cuando yo no estaba... pero ese muchacho no existe, en su lugar hay un hombre sin escrúpulos que está tratando de destruir a tu familia... ha comenzado por llevar a la crisis a la constructora, y ahora quiere despojarte de la hacienda... ¿vas a permitírselo? - pregunta.
-No... claro que no. Pero.... - comienza a decir.
-Hazme caso, ¿sí? Soy tu hermano... te adoro y no permitiría que nada ni nadie te lastimase... y si te digo todo esto es porque no quiero que ese malnacido se aproveche de tu inocencia... de tu buena voluntad – la interrumpe Saúl. Regina respira hondo.
-Sí... quizás tengas razón – dice Regina mientras lo mira dudosa.
Nereida (Bárbara Mori) permanece tumbada sobre la cama en posición fetal, cubierta por la fina sábana, mientras mira hacia la nada. Rosario (Angelina Peláez) entra en ese momento en la recamara.
-Niña, ¿no se va a levantar? - pregunta preocupada.
-Estoy muy cansada, nana... y me duele la cabeza – responde Nereida en un susurro. Rosario respira con resignación y se acerca a la cama para sentarse en una esquina.
-Volvió a tomar, ¿no es cierto? - pregunta. Nereida la mira por un instante sin decir nada antes de volver la vista al frente – anoche la escuché discutir con su esposo – añade.
-Era algo inevitable... - dice Nereida con pesar.
-¿Me va a contar qué fue lo que pasó? Ayer se encerró en la recámara y no dejó que yo entrara... y luego se montó todo aquel alboroto - pregunta compungida.
-Saúl salió en busca de Mauricio como un loco cuando le conté que él también estaba aquí – responde Nereida.
-¿Y para qué se lo contó, niña? - pregunta Rosario con reproche.
-Pues porque tarde o temprano se enteraría... y no quiero ni imaginar qué pensaría si se enterara de que yo estaba al tanto y no le dije nada – responde Nereida. Rosario comienza a acariciarle los cabellos con ternura.
-Niña... ¿por qué se hace esto? ¿Por qué quiere permanecer al lado de ese hombre cuando puede estar con el hombre que ama? - pregunta Rosario apenada. Nereida se incorpora para sentarse sobre la cama y la mira con tristeza.
-¿Y quién te dice que puedo estar con el hombre que amo? - pregunta – Mauricio me desprecia, y no lo culpo... además yo misma elegí el camino a seguir, sabía a lo que me arriesgaba, y asumí las consecuencias. Además ese amor quedó en el pasado, ahora soy la esposa de Saúl – añade.
-No se engañe a sí misma, niña. Usted era demasiado joven, demasiado confiada e inexperta – dice Rosario – todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad... y si usted hizo algo mal, ya pagó su culpa soportando por tantos años un matrimonio con un hombre como Saúl Montesinos – añade disgustada.
-Nana... Saúl no es ningún monstruo... siempre se ha desvivido porque no me faltara nada... ha sido muy bueno y generoso conmigo – dice Nereida.
-Pero también posesivo, celoso e intolerante – añade Rosario.
-Nadie es perfecto – dice Nereida con resignación – además yo lo quiero y he aprendido a conocerlo, a tratarlo... - añade.
-Pero no lo ama como al otro – dice Rosario. Le acaricia la mano – hágame caso, niña. Busque a Mauricio... háblele con el corazón... él comprenderá... hágalo antes de que otra ocupe su lugar en el corazón del hombre – sentencia convencida.
-¿Alguien como quien? ¿Como esa novia que se trajo? - pregunta Nereida con escepticismo. Se levanta de la cama – No, nana... A lo lejos se ve que Mauricio no la ama... puedo asegurarte que esa mujer no es importante en su vida – añade.
-No me refería a la mujer de la tienda, precisamente – dice Rosario. Se levanta y se sitúa a su espalda. - Sino a Regina – añade.
-¿Otra vez con lo mismo, nana? - pregunta Nereida con cansancio. Se voltea para encararla. - Lo último que haría Mauricio es enamorarse de una Montesinos... eso métetelo de una vez en la cabeza – añade con firmeza.
SAN LORENZO
Mauricio (Fernando Colunga) se halla en el comedor haciendo debida cuenta del abundante desayuno que le habían servido. Aura (Mariana Seoane) entra en el comedor para ocupar el asiento situado a su derecha.
-Buenos días, pichurrín – dice ella al tiempo que se coloca una servilleta sobre el regazo. Ella lo mira preocupada - ¿has descansado bien? - pregunta.
-Sí, perfectamente – responde él secamente.
-¿De veras no quieres que un médico te revise? - pregunta preocupada.
-Son unos simples moretones... he estado en situaciones peores – responde él con crudeza. Ella le acaricia la mano.
-¿Qué es lo que te sucede, pichurrín? Estas tierras parecen sacar lo peor de ti... - dice ella con tristeza.
-Aura... yo no te pedí que vinieras... tampoco necesito tu opinión... así que si mi actitud te molesta, ya sabes donde está la puerta – dice él molesto. Aura lo mira dolida y aparta su mano de la suya.
-Patrón – una de las sirvientas entra en el comedor.
-¿Qué ocurre Hilda? - pregunta Mauricio.
-Ha venido el señor Sanromán... lo está esperando en la sala – responde la empleada.
-¿Quién lo ha dejado entrar? - pregunta Mauricio molesto.
-Nadie... ha entrado él mismo... dijo que no iba a dejar que asté lo tomara por imbécil – responde la empleada. Mauricio deja la servilleta sobre la mesa con un golpe brusco antes de incorporarse con desgana.
-Pichurrín, ¿quien es ese hombre? - pregunta intrigada.
-Nadie que te interese – responde Mauricio con desdén antes de abandonar el comedor. Aura lo observa alejarse con atención. Se siente frustrada e impotente, y odiaba con todas sus fuerzas no poder controlar la situación. Conocía de sobra el carácter terco y reservado de Mauricio, y se había acostumbrado a él, pero desde que estaban en la hacienda, su carácter había empeorado. Pero aún así no estaba dispuesta a dejarse vencer, nunca ningún hombre la había hecho sentir como Mauricio, y ella estaba convencida que con constancia y algún que otro empujoncito, Mauricio terminaría por darse cuenta de que ella es la mujer de su vida. Ahora que lo había encontrado, no iba a dejarlo marchar, Mauricio iba a ser completamente suyo a como diera lugar.
Mauricio observa con desagrado al hombre que lo esperaba en la sala, observando atentamente la austera decoración.
-¿A qué debo el honor de su visita? – pregunta con cinismo mientras se acerca a Ícaro (Roberto Ballesteros). Éste voltea al escucharlo y sonríe burlonamente.
-Necesitaba platicar con usted – responde Ícaro. – Me he enterado de que ha decidido hacerse cargo de las deudas de la señorita Montesinos – añade.
-Así es – dice Mauricio con despreocupación.
-Pues bien, quiero saldar la deuda de la muchacha con usted. Estoy dispuesto a abonarle el coste de las cuotas más un porcentaje de intereses – dice Ícaro. Mauricio se acaricia la barbilla pensativo, se acerca unos pasos a él y se detiene.
-Mmmm, es una buena oferta – dice y lo mira con un deje de diversión – pero no la acepto – añade complacido. La sonrisa se borra del rostro de Ícaro, que mira a Mauricio con rabia.
-¿Qué es lo que pretende señor Galván? – pregunta Ícaro enojado.
-Lo mismo puedo preguntarle yo, señor Sanromán – responde Mauricio con tranquilidad – no entiendo a qué viene su interés en los asuntos de la señorita Montesinos – añade.
-No me parece que la pobre muchacha tenga que deberle nada a un delincuente – dice mirándolo con desprecio.
-Claro, es más fiable que le deba a usted dinero – dice Mauricio con sorna.
-Pues sí – dice Ícaro convencido.
-Lamento no poder serle de ayuda… pero este es un problema entre la señorita Montesinos y yo… - dice Mauricio con rotundidad – Y ahora si me disculpa, tengo muchos negocios que atender y odio profundamente perder el tiempo – añade.
-Se cree usted muy valiente, ahora porque tiene dinero y posición… pero aquí en San Cayetano, las cosas no funcionan así. Por mucho que lo intente, usted nunca será un hombre respetado en esta región, y nunca contará con el apoyo necesario para lograr lo que se proponga – dice Ícaro con rabia. Mauricio lo escucha divertido, cruzado de brazos.
-Creo que sé de sobra como funcionan las cosas aquí… y no se preocupe, que hace tiempo que me valgo yo solo para conseguir lo que quiero – dice Mauricio mirándolo burlonamente. – Con permiso, creo que ya sabe donde está la puerta – añade antes de darse la vuelta y dirigirse a su despacho ante la furiosa mirada de Ícaro.
-¡Maldito engreído! Pero ni te creas que esto va a quedar así… - dice Ícaro para sí antes de salir de la casona como alma que lleva el diablo.
MÉXICO D.F.
Julio (Otto Sirgo) se encuentra en el despacho de la casa, revisando los extractos del banco. Chasquea la lengua disgustado al ver las últimas cifras, hacía años que no pasaba por una situación semejante, a partir de ahora tendría que controlar sus gastos con tiento. Ahora todas sus esperanzas estaban puestas en la nueva urbanización de Acapulco, en la que él y Saúl habían tenido que pedir un préstamo e invertir finalmente casi todos sus ahorros para alcanzar el presupuesto. Claro, que si todo salía bien, los beneficios serían cuantiosos y podrían levantar de nuevo la constructora y devolverles su anterior posición económica.
Cecilia (María Sorté) entra en el despacho, terminando de colocarse la chaqueta.
-¿Sucede algo mi amor? Chela me contó que no te habías ido a la constructora – pregunta acercándose a él para darle un suave beso en los labios.
-Necesitaba revisar unos documentos antes de irme – responde Julio - ¿Vas a algún lado? – pregunta.
-Sí, he pensado ir a ver a Higinio, para platicarle sobre los muchachos – responde Cecilia.
-¿Otra vez con eso? – Pregunta Julio con cierto cansancio – por favor, no fuerces las cosas – añade.
-¿Cómo crees que me voy a quedar tranquila, sin hacer nada? Ya que Regina ha decidido recluirse en la dichosa hacienda, soy yo la que tengo que tratar de arreglar la situación tan bochornosa que causó con aquel espectáculo en la casa de los Peñalver – responde molesta.
-Cecilia, no te obsesiones con el tema, ¿sí? – pregunta con calma al tiempo que se incorpora para acercarse a ella y abrazarla por la espalda.
-Es que no sabes como me duele ver que mi hija ha tirado su futuro por la borda… lo tenía todo, todo para ser feliz… y ¿qué hace? Humillar a su novio delante de todo el mundo y aceptar hacerse cargo de una hacienda que se cae a pedazos – responde Cecilia con una mezcla de rabia y tristeza.
-Mi amor, tienes que entender que Regina es dueña de su vida, y debe tomar sus propias decisiones, aunque se equivoque… tienes que dejar que viva su vida – dice Julio. Cecilia se aparta de él bruscamente.
-¿Es que no entiendes? Ya conoces a Regina, es demasiado inmadura y voluble… está cometiendo el mayor error de su vida – dice Cecilia enojada.
-Pero es su error y su vida, tienes que darle un voto de confianza – dice Julio tratando de serenarla.
-¡No! – Exclama Cecilia enojada – No voy a permitir que mi hija arruine su vida, y haré todo lo que esté en mi mano para hacerla recapacitar, ya sea por las buenas o por las malas – añade antes de salir de la estancia dando un sonoro portazo.
Julio se apoya contra el escritorio visiblemente preocupado por el cambio experimentado en su esposa en los últimos días. Cecilia siempre había sobreprotegido y manipulado en cierto modo a Regina, para que ésta terminara acatando sus decisiones, pero aún así siempre se había mostrado comprensiva y atenta, pero ahora tal parecía una tirana, incapaz de dejar que su hija tomara sus propias decisiones.
Camila (Ana Serradilla) camina despreocupadamente hacia los establos, en aquel lugar se respiraba paz y tranquilidad, no tenía nada que ver con el bullicio y ajetreo de la ciudad; y eso era de agradecer. Acaricia su inseparable cámara fotográfica, no cabía duda de que en aquel lugar encontraría hermosos parajes que fotografiar.
Observa como uno de los peones está ejercitando un caballo en el pequeño rodeo situado frente a los establos y alguien está apoyado en las vayas observando el ejercicio.
-¡Oh vaya! – exclama ella con disgusto al ver de quien se trata. Fabián (Carlos Ponce) voltea al percatarse de su presencia.
-Buenos días – la saluda cordialmente.
-Lo serán para ti – dice ella con desgana.
-No te caigo bien, ¿cierto? – pregunta él.
-Vaya, veo que eres muy perceptivo – responde ella cruzándose de brazos.
-Sé que no me he portado bien con Regina… - comienza a decir Fabián.
-¿Qué no te has portado bien? Eso es poco… has sido un auténtico canalla con ella… un pelele en manos de tu papá… un poco hombre egoísta y presumido – comienza a relatar Camila apasionadamente.
-Ya… ya me quedó claro el concepto – la interrumpe Fabián incómodo. – Lo cierto es que estoy arrepentido… me he dado cuenta de lo mucho que Regina significa para mi…
-¿No será que te lo recordó tu papito…? - pregunta Camila con burla.
-¿Sabes qué? No tengo por qué darte explicaciones a ti… es un asunto entre Regina y yo… y ella ha decidido darme una nueva oportunidad, te guste o no – dice Fabián enojado antes de encaminarse hacia la casona. Camila lo observa alejarse con el ceño fruncido.
-Podrás decir lo que quieras Fabiancito, pero yo sé que no eres más que un embustero… y no descansaré hasta desenmascararte – se dice convencida.
MÉXICO D.F.
Higinio (Humberto Zurrita) y Cecilia (María Sorté) se hayan en la cafetería cercana a la empresa, sentados uno frente al otro. Cecilia mira preocupada el semblante serio y ausente de su acompañante, que apenas había dicho un par de palabras desde que habían llegado a la cafetería.
-¿Te ocurre algo, Higinio? – pregunta preocupada, haciendo que el hombre vuelva a la realidad.
-¿Perdón? – pregunta desconcertado.
-Te noto ausente, preocupado… ¿has vuelto a discutir con Fabiancito? – pregunta alarmada.
-No… - responde Higinio – hace días que no tengo noticias suyas – añade.
-¿Cómo así? – pregunta Cecilia desconcertada. Higinio se encoge de hombros despreocupadamente.
-Me dijo que necesitaba tiempo para pensar en su futuro… no sé donde está ni con quien, solo sé no ha realizado ningún movimiento en su cuenta bancaria… por lo que intuyo que está echando mano de sus ahorros personales y no quiere que yo sepa donde está – responde Higinio. Cecilia emite un hondo suspiro mientras niega con la cabeza, con desaprobación.
-Estos muchachos se nos están yendo de las manos… - dice con amargura.
-Ya no son ningunos niños… y se están rebelando, son tan tercos que no entienden que solo queremos su felicidad y sabemos lo que les conviene – dice Higinio.
-¿Y qué podemos hacer para regresarlos al buen camino? – pregunta Cecilia.
-Hacer que se den cuenta de lo bien que estaban bajo nuestra protección… mostrarle lo duro que es la vida… - responde Higinio. Mira a Cecilia fijamente - ¿dices que la hacienda La Poderosa está casi arruinada, cierto? – pregunta.
-Sí, ¿por qué? – pregunta Cecilia desconcertada. Higinio sonríe.
-Pues solo hay que agilizar el proceso de ruina para que tu hija regrese cuanto antes… luego ya me encargaré de encontrar a mi hijo y traerlo de vuelta - responde Higinio.
-¿Y cómo hago eso? – pregunta Cecilia. Higinio sonríe.
-No te preocupes, algo se nos ocurrirá. – Responde Higinio.
En ese momento Macarena (Lucía Méndez) entra en la cafetería, al ver a Higinio lo saluda con una gran sonrisa a la que él responde con un seco movimiento de cabeza, dejando a Macarena desconcertada, ella se sienta frente a la barra. Cecilia voltea para ver la causa del cambio de semblante de Higinio.
-Vaya, ¿esa no es la nueva publicista? – pregunta con cierto desdén.
-Sí – responde Higinio secamente.
-¿Hay algún problema con ella? – pregunta tratando de ocultar su curiosidad.
-No, ninguno… es una buena profesional – responde él hoscamente. – Pero ya no hablemos de ella… tenemos que comenzar a planear nuestra estrategia para hacer que nuestros hijos recapaciten – añade inclinándose hacia delante.
-Por supuesto – dice Cecilia sonriendo complacida.
Al atardecer…
Mauricio (Fernando Colunga) tamborilea, con impaciencia, sus dedos sobre el reposabrazos del mullido sillón, llevaba allí unos diez minutos esperando, y su intuición le decía que la espera era intencionada. Modesta le había informado de que Saúl se encontraba en el pueblo junto a su esposa; era una lástima ya que le habría gustado volver a provocarlo como la tarde anterior, pero otra vez sería, no iba a reducir sus visitas a la hacienda por culpa de un idiota.
Regina (Michelle Vargas) desciende los escalones con paso inseguro, en su mente resonaban una y otra vez las palabras de su hermano “ahora lo importante es buscar la forma de alejar a Mauricio Galván de nuestras vidas antes de que nos destruya él a nosotros”, daba gracias a Dios de que éste se encontrara en ese momento en el pueblo; no estaba segura de poder soportar otro enfrentamiento como el de el día anterior. Se detiene para observar a Mauricio con cautela, observa su postura relajada sobre el sofá, con una de las piernas posada sobre la otra con elegancia… de una cosa no cabía duda: Mauricio era un hombre terriblemente apuesto y distinguido, ya nada quedaba de aquel peón más bien flaco y descuidado en su aspecto.
Aspira con fuerza, preparándose para hacerle frente una vez más. Él parece escucharla respirar puesto que voltea y la mira con curiosidad.
-No me digas que te estabas engalanando para mi… - dice alzando una ceja con burla.
-Por favor, deja la vanidad para otro momento… - dice ella molesta, acercándose a él. - Y bien, ¿A qué debo el honor de tu visita? – pregunta con desdén. Mauricio sonríe secamente al tiempo que se incorpora con un movimiento ágil y cuidado, introduce las manos en los bolsillos y se acerca a ella, hasta quedar a escasos centímetros.
-He venido a hacerte una nueva oferta por la hacienda – responde él con desinterés.
-No me interesa… así que ya puedes irte por donde viniste – dice Regina molesta, se dispone a voltear para salir de allí cuanto antes, ya que la cercanía de Mauricio comenzaba a afectarla de sobremanera. Pero él la agarra por el brazo y la voltea hacia él. Regina resopla con resignación y lo mira con dureza.
-Creo que no me has entendido bien… te conviene escuchar mi oferta por la hacienda, si no quieres que tu querido hermano acabe entre rejas – dice Mauricio pausadamente. Regina lo mira asombrada, con los ojos abiertos como platos.
-¿Qué clase de jueguito es este? – pregunta molesta. Mauricio se ríe al tiempo que la suelta.
-No es ningún juego… ni tu hermano es un santo, digamos que ha estado jugando durante un tiempo al otro lado de la ley… - responde Mauricio.
-¡Eso es mentira! – exclama Regina colérica. – Mi hermano ha tenido siempre un comportamiento intachable… y por mucho que lo intentes no vas a lograr que desconfíe de él – añade convencida.
-Por supuesto, ya me esperaba tu reacción… ¿Por qué mejor no le preguntas a él sobre el caso Blanco Solís? Quizás el pueda explicártelo mejor que yo – dice él con burla.
-Me estás mintiendo, lo sé – dice ella a la defensiva. Mauricio se ríe socarronamente.
-Entonces no pierdes nada con preguntarle… puedes decirle también que yo tengo pruebas para inculparlo… - dice Mauricio con seguridad. Regina mira hacia otro lado sin saber qué decir. –Cuando compruebes que lo que digo es verdad… no tendrás más remedio que escuchar mi oferta… y aceptarla – añade con rotundidad – Que tengas buena tarde – añade cortésmente antes de abandonar la sala con paso majestuoso, dejando a Regina completamente aturdida.
Saúl (Eduardo Santamarina) y Nereida (Bárbara Mori) pasean tomados de la mano por las calles del pueblo, caminan en silencio, observando su alrededor con falso interés. Nereida mira a su esposo dudosa, se muerde el labio inferior antes de decidirse a hacerle la pregunta que le rondaba la mente desde hace tiempo.
-¿Qué vas a hacer ahora? – pregunta al fin. Saúl la mira intrigado - Ya sabes, ahora que estás al tanto de las intenciones de Mauricio – añade. Saúl mira al frente sin detenerse y respira hondo, tratando de parecer sereno.
-No dejar que se salga con la suya, por supuesto. – Responde Saúl, mira a su esposa – sé que pretende dejarme en la ruina y quedarse con La Poderosa , pero no lo voy a permitir, encontraré su punto flaco y lo destruiré, antes de que él nos destruya a nosotros – añade.
-¿Cómo siguen las cosas en la constructora? – pregunta preocupada.
-Mal – responde Saúl secamente – Mauricio se las ha ingeniado para que todos nuestros inversionistas nos den de lado, nuestra última esperanza es el proyecto de Acapulco… Julio y yo hemos invertido demasiado en él, si sale bien, arreglaremos todos los problemas… pero si sale mal, todo se irá al garete – sentencia. Nereida suspira con resignación.
-Esto es una guerra, ¿cierto? – pregunta con amargura. Se detiene y se suelta la mano – Y todo es culpa mía – añade. Saúl se detiene frente a ella.
-No, esto no es culpa tuya… nosotros decidimos dejar el pasado atrás, pero ha sido él el que ha regresado para desenterrarlo, es él quien clama venganza, y tú no tienes la culpa de que ese hombre sea un sin vergüenza rencoroso y envidioso – le dice tomando su rostro entre las manos.
-Por favor Saúl, prométeme que no cometerás ninguna locura – dice ella suplicante. Saúl la mira fijamente, sin decir nada – prométemelo – añade.
-Está bien, te lo prometo – dice Saúl con convicción.
-Hasta que lo veo, señor Montesinos – dice una voz a sus espaldas, Saúl y Nereida voltean para mirar quien es el que les habla.
-Don Arcadio – Saúl se acerca para saludarlo y le tiende la mano.
-Hola muchacho, lamento interrumpir, pero necesitaba platicar contigo – dice Arcadio mirando de reojo a Nereida.
-No se preocupe, ¿de qué se trata? – pregunta Saúl.
-Se trata de su hermana – responde Arcadio.
-¿Qué sucede con Regina? – pregunta Saúl colocando las manos sobre las caderas.
-Me da mucha pena con usted, pero su hermana está causando graves problemas en la confederación – responde Arcadio.
-¿Cómo así? – pregunta Saúl intrigado. Nereida se acerca unos pasos y mira hacia su alrededor distraída, mientras escucha la conversación entre los dos hombres, la cual se le antoja de lo más interesante.
-Su hermana es la primera mujer que forma parte de la misma, y eso ha causado gran revuelo entre los demás terratenientes, y más cuando ha aceptado la ayuda de ese maldito delincuente – responde Arcadio.
-¿Cómo dice? – pregunta Saúl.
-¿Todavía no lo sabe? Su hermana ha permitido que Mauricio Galván se haga cargo de las cuotas de la confederación que su abuelo dejó sin pagar – responde Arcadio. – Veo que no… pues me temo que así es, su hermana tiene tratos con Mauricio Galván – añade. Saúl aspira aire por la nariz con fuerza, mientras lucha con sus demonios para tratar de aplacar su ira. Mientras que Nereida se abraza al brazo de su marido, tratando de calmarlo.
Al anochecer…
Saúl empuja a su hermana con violencia al centro de la recamara y cierra la puerta de un portazo.
-¡Te volviste loco o qué! – exclama Regina irritada mientras se acaricia la zona del brazo dolorida, por la cual la había agarrado Saúl.
-Yo no, la que pareció volverse loca has sido tú – le grita Saúl fuera de sí.
-¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué me hablas así? – pregunta Regina temerosa. Era la segunda vez en menos de quince días que veía a su hermano perder los estribos, como nunca antes lo había visto, y eso la desconcertaba y atemorizada; el Saúl que tenía ante ella distaba mucho de el hermano amoroso y comprensivo que solía ser.
-El abuelo debe de estar revolviéndose en su tumba por haberte dejado la hacienda, y en parte me alegro de ello… pero lo que no entiendo como puedes traicionar a tu propio hermano – dice él encolerizado.
-¿Cómo dices? Yo nunca te he traicionado Saúl, ¿de qué me hablas? – pregunta alarmada.
-¿No lo sabes? Dejas que Mauricio pague tus deudas, y no me estás traicionando… ¿qué será lo próximo? ¿Dejar que se instale en la hacienda? O mejor aún, ¿nombrarlo administrador? – pregunta con sorna.
-Ah, así que es eso – responde Regina cruzándose de brazos – para tu información, yo no dejé que se hiciera cargo de mis deudas… no lo supe hasta que ya estaban las cuotas pagadas – añade.
-¿Por qué no me lo dijiste? – pregunta él todavía enojado.
-Pues porque no quería darte más motivos para correr a partirle la cara – responde Regina enojada – con un espectáculo como el de ayer ya tuve suficiente – añade. Saúl baja la cabeza avergonzado.
-Lamento que tuvieras que vivirlo, yo no quería que lo vieras – dice Saúl.
-Pero lo cierto es que lo vi… quieras que no estoy en medio de esta absurda guerra que no sé ni como comenzó… además de eso tengo que aguantar a esos papanatas de la confederación que todavía creen que las mujeres solo están hechas para llenarles la panza y lavarles la ropa, y por si fuera poco ahora vienes tú con todo tipo de reclamos sin pedirme antes una explicación – dice ella apresuradamente. Saúl se acerca a ella lentamente.
-Perdóname princesa… últimamente he estado sometido a mucha presión… y lo he pagado contigo – dice Saúl, se acerca para abrazarla pero Regina alza una mano indicándole que se detenga.
-¿Qué sabes tú del caso Blanco Solís? – pregunta. Saúl se detiene súbitamente y la mira desconcertado.
-¿A qué viene eso? – pregunta Saúl temeroso.
-No me preguntes y haz el favor de responder… ¿qué tiene que ver el caso Blanco Solís contigo? – pregunta Regina. Saúl la mira y Regina puede apreciar un cierto resquemor y arrepentimiento en su rostro.
-Eso forma parte del pasado – responde Saúl.
-¿Te has saltado la ley, Saúl? – pregunta Regina temerosa.
-Princesa, eso ya está todo resuelto… en el pasado cometí un error, pero ya está enmendado – responde Saúl.
-No, no lo está… Mauricio tiene pruebas relacionadas con ese caso; pruebas que pueden llevarte a la cárcel – dice Regina con solemnidad. Saúl se queda paralizado, no podía ni quería creer lo que su hermana acababa de decir. Ese malnacido había hecho bien sus deberes… de ser cierto lo que su hermana había dicho, estaba en un serio aprieto.
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