sábado, 18 de junio de 2011

CAPÍTULO 19

CAPÍTULO XIX









LA PODEROSA


Ni siquiera se dio cuenta cuando Mauricio (Fernando Colunga) detuvo la camioneta frente a la casona, Regina (Michelle Vargas) se hallaba inmersa en los recuerdos de aquella noche; todo el trabajo de las últimas semanas se había perdido; ahora estaba a merced de aquellos buitres que sabían que ahora La Poderosa sí estaba acabada. Estaba segura de que alguno de ellos estaba detrás del incendio, si lograra demostrarlo quizás aún tenía una oportunidad para volver todo a su sitio.
-De nada sirve pensar en ello, ahora ve y descansa. Mañana será otro día – la voz de Mauricio la saca de su ensimismamiento. Ella lo mira, ceñuda.
-¿Qué te ha dicho el jefe de policía? – pregunta cambiando de tema.
-Ya te lo he dicho, que mañana vendrán a la hacienda para comenzar la investigación – responde él con aire taciturno. Ella lo observa durante unos segundos, sin creer del todo sus palabras.
-Espero  que Juan y Rufina puedan dar la descripción del pirómano… supongo que eso pondrá nerviosos a unos cuantos – añade Regina pensativa, lo mira de reojo.
-Todavía sigues pensando que tuve algo que ver con el incendio, ¿cierto? – pregunta Mauricio.
-Tengo mis razones, que el incendio haya destruido todo mi trabajo y que me vea peor que al principio, te beneficia. No lo niegues  – Responde Regina, se incorpora y acerca su rostro al de Mauricio – pero que te quede una cosa muy clara; antes dejo que esos buitres se repartan la hacienda antes de entregártela a ti – añade haciendo hincapié en sus palabras. Mauricio, se incorpora a su vez, y acerca su rostro más al de ella, quedando ambos separados por escasos milímetros.
-Que no se te olvide que sigo teniendo pruebas que pueden meter a tu hermano entre rejas – le dice lentamente, mirándola fijamente. Regina traga saliva con dificultad, tratando de ocultar el nerviosismo que le producía la cercanía del hombre. Sin decir nada, baja de la furgoneta y cierra la puerta violentamente ante la atenta mirada de Mauricio.


Fabián (Carlos Ponce) se adelanta a Camila (Ana Serradilla) para abrazar a Regina nada más verla entrar por la puerta.
-Regina, nos tenias preocupados. ¿Cómo ha ido todo? – pregunta sin dejar de abrazarla.
-Ay, sí, mi Regis, ¿cómo está Juan? ¿Qué tal estás de la cabeza? – pregunta Camila preocupada. Regina se separa delicadamente de Fabián, y aspira hondo antes de responder.
-Juan tuvo que ser intervenido de urgencia, y al parecer todo está bien; Modesta se ha quedado con él. Y en cuanto a mi cabeza, está bien… lo único que igual quedo un poco loquita… pero eso no se va a notar – bromea sonriendo con tristeza. - ¿Dónde está Rufina? – pregunta mirando a su alrededor.
-Pues la verdad, no la hemos visto desde que os fuisteis. La pobre estaba al borde de un ataque de nervios – responde Camila. En ese momento entra Nereida (Bárbara Mori) en la sala.
-Regina, ya estás aquí. – Dice Nereida acercándose a ella. Regina observa el rostro ojeroso y el aspecto descuidado de su cuñada, signo de que había trabajado como los demás para ayudarla.
-Sí, ya estoy aquí… - dice Regina con tristeza – chicos, os agradezco de corazón vuestra ayuda… ahora si me disculpáis, necesito estar sola… no sé que va a ser de la hacienda… ya  pensaré en ello mañana … - añade abatida al tiempo que se dirige hacia las escaleras.
Camila le da un codazo a Fabián.
-¿A qué esperas? Acompáñala, bobo – le susurra. Fabián se apresura a ir junto con Regina.


SAN LORENZO


Mauricio se apura a servirse una copa en el mueble bar de su despacho. Necesitaba algo que calmara esa ansiedad que lo embargaba en aquellos momentos, los sucesos de aquella noche lo habían afectado demasiado; le había costado un mundo mantener la calma. Aquella maldita muchacha era un peligro andante, era demasiado necia e inocente como para pararse a pensar en los peligros que la acechaban por ser dueña de La Poderosa. El incendio era buena muestra de ello.
-¿Se puede? – pregunta Miguel Ángel asomándose a la puerta, que estaba abierta.
-Pásale – responde Mauricio secamente.
-¿Cómo fue todo en el doctor? – pregunta Miguel Ángel.
-Bien, Juan se va a recuperar y Regina… digamos que ya tiene la cabeza muy dura de por sí – responde Mauricio antes de darle un trago a su bebida.
-Han vuelto a discutir, ¿cierto? – pregunta Miguel Ángel tomando asiento en el sillón.
-¡Esa muchachita es una necia, caray! La muy tarada por poco y se muere abrasada por salvar a esos cuatro pencos que tenían en las cuadras – responde Mauricio con un deje de rabia en su voz.
-Hacía tiempo que no te veía tan alterado. Voy a comenzar a pensar que esa muchacha te importa más de lo que debería – dice Miguel Ángel con tono jocoso. Mauricio voltea para encararlo, con mirada asesina.
-¿Te parece divertido? – pregunta enojado. - ¿Tú también crees que me alegraría si a ella le pasara algo?
-Yo no he dicho eso – responde Miguel Ángel con seriedad. Mauricio apoya sus manos en el escritorio, hundiendo la cabeza; visiblemente conmocionado.  Miguel Ángel lo mira preocupado. Se incorpora para acercarse a él. – Creo que esto se te está yendo de las manos – añade.
-Llevo muchos años esperando este momento… desde que juré que volvería a estas tierras y poseería lo que los Montesinos más preciaban… La Poderosa. Me prometí a mi mismo que los destruiría, que harían pagar todas sus humillaciones… que vengaría la muerte de mi padre – repite las palabras mecánicamente. Se incorpora, recobrando el semblante serio e imperturbable. – Nada me va a echar para atrás ahora, nada – añade convencido.
-Mauricio, todo esto te está afectando demasiado… ¿por qué no buscas otra forma para conseguir esa hacienda? Regina no tiene la culpa de lo que hicieron su hermano y su abuelo – trata de convencerlo Miguel Ángel.
-No insistas más, Miguel Ángel. La decisión está tomada. Esa niña boba decidió meterse ella sola en la boca del lobo. Bastante hago con asegurarme de que nada le falte cuando nos divorciemos  - replica Mauricio con sequedad.
-¿Y crees que el dinero podrá pagar todo el sufrimiento que le va a traer su  matrimonio contigo? – pregunta Miguel Ángel cínicamente.
-Sufrir va a sufrir de todas formas por aceptar sacar adelante La Poderosa… en estos momentos está sola, sin nadie que pueda ayudarla en condiciones, de seguir así, ¿cuánto tiempo crees que tardaran esas hienas en despedazarla? – pregunta Mauricio con rabia contenida. Era cierto que Regina nada tenía que ver con lo que su hermano y su abuelo habían hecho; pero él la había advertido. Casarse con él para ella era la mejor de las opciones.
-¿Sabes qué? Haz lo que quieras, pero te aseguro que algún día, cuando veas frente a ti el resultado de tus estupideces; te vas a arrepentir hasta lo indecible de haber utilizado a esa muchacha en tus planes de venganza.- Lo reprende Miguel Ángel, antes de salir del despacho visiblemente contrariado por la terquedad de su amigo.



LA PODEROSA


Al fin podía respirar un poco de calma después de todo lo sucedido aquella noche, tratar de olvidar por unos momentos lo sucedido para descansar al menos unas horas antes de pensar en lo que debía hacer para tratar de superar lo ocurrido.
Regina (Michelle Vargas) se halla recostada sobre el pecho de Fabián (Carlos Ponce), en la cama de ella. Ni siquiera se habían molestado en deshacer la cama o cambiarse de ropa. Lo único que quería en aquellos momentos era descansar y olvidarse del mundo.
-¿Más tranquila? – pregunta Fabián mientras le acaricia tiernamente la espalda. Regina aspira hondo y abre lentamente los ojos.
-Sí… pero sé que esta tranquilidad es pasajera… mañana en cuanto vea los campos quemados, se me caerá el alma a los pies – responde Regina tratando de mantenerse serena, y no romper a llorar.
-No pienses en ello, ahora descansa – la apremia Fabián con cariño.
-No puedo evitarlo Fabián… son demasiadas cosas…  - dice Regina, suspira hondo - y pensar que hace un mes mis únicas preocupaciones eran terminar la carrera y casarme contigo, y mira ahora… soy la dueña y señora en una tierra de hombres… y tengo que sacar fuerzas de flaqueza para defender mis tierras – añade con pena.
-Pero por lo menos ahora puedes decir que eres dueña de tu vida… y yo también – replica Fabián con seguridad.  
-Ay Fabián, ¡que duro es hacerse adulto! – exclama Regina compungida.
-Nunca nadie dijo que fuera fácil – dice Fabián, sonriendo tiernamente. De pronto la sonrisa se torna en preocupación. - Regina… hay un tema del que me gustaría hablarte, sé que no quieres hablar nunca de ello,  pero no puedo permanecer a un lado por más tiempo… es sobre ese hombre, el dueño de la hacienda vecina – comienza a decir Fabián, dubitativo.
-Ay no, por favor. No hablemos de ese hombre ahorita. Me altera – replica Regina haciendo un puchero.
-Está bien, no te voy a insistir hoy; pero tenemos el tema pendiente. Sé que algo ocurre con ese hombre, y no estoy dispuesto a vivir más tiempo en la ignorancia, hace que me sienta inútil – dice Fabián incómodo.
-Te prometo que mañana te cuento todo, ¿sí? Con pelos y señales – dice Regina, de pronto alza la cabeza para darle un beso en la mejilla - ¿sabes una cosa? – pregunta coqueta.
-¿Cuál?
-Me encanta este nuevo Fabián… te siento más cercano,  relajado… ya no eres tan altanero… - responde ella divertida. Fabián sonríe.
-Y a mi me encanta la nueva Regina terrateniente, tan terca y decidida… aunque lo de terca te viene de lejos… ¿recuerdas el día que nos conocimos? – pregunta Fabián. Regina comienza a reír.
-Como para olvidarlo, fue en la boda de mis papás. Tú eras el niño más engreído y pedante que había conocido jamás – responde ella entre risas.
-Y tú eras una salvajita, recién llegada del campo que se la pasaba retando a todos los muchachos que osaban decirte algo que no te gustaba – dice Fabián. Sus mentes comienzan a viajar en el tiempo, recordando aquella vieja escena…
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La pequeña Regina miraba aquel aburrido espectáculo desde la silla situada en el rincón de la sala de fiestas. Tenía la barbilla apoyada en las manos y un puchero de enfado afeaba su rostro. No le gustaba aquel lugar, no iba con ella. Echaba tanto de menos la hacienda… correr libremente, bañarse en la laguna… y sobretodo vestir con sus pantalones y sus camisas holgadas… no soportaba aquel estúpido vestido que le habían puesto; y para colmo de la humillación; le habían colocado un enorme lazo en la cabeza. Y todo para ver a su madre casándose con otro hombre, cuando no hacía ni un año que habían enterrado a su padre. No es que Julio le cayera mal, es más, era un hombre adorable que siempre la hacía reír, y le cumplía sus caprichos; pero aquel era un hombre de ciudad… no pertenecía a su mundo.
Un niño se acercó a ella, apartándola de sus cavilaciones. Se enderezó para observarlo, tendría unos 12 años, y parecía un pequeño principito. Era guapo el condenado, pero tenía una expresión de suficiencia y altivez, que comenzaban a fastidiarla incluso antes de que él abriera la boca..
-¿Por qué estás ahí con esa cara de mono en vez de celebrar con tus papás? – pregunta el niño con aires de suficiencia.
-No es asunto tuyo, imbécil – replica la niña malhumorada.
-No creas que he venido con gusto a preguntarte, me envió mi papá. Dice que no está bien que estés ahí apartada. No da buena imagen – dice él recolocándose la camisa.
-¿Y quién es tu papá si se puede saber? – pregunta Regina enfurruñada.
-Higinio Sotomayor, el socio y mejor amigo de tu nuevo papá – responde Fabián con orgullo.
-Pues dile a tu “papacito” que no se meta en lo que no lo llaman – replica Regina cruzándose de brazos.
-Veo que es verdad lo que dicen… no eres más que una salvajita – dice Fabián despectivamente.
-¿Cómo me has llamado? – pregunta ella mirándolo ceñuda.
-Sal va ji ta – responde él burlonamente, haciendo hincapié en sus palabras. Ella lo mira con los ojos desorbitados por la rabia que comenzaba a invadirla. ¿Cómo osaba aquel presumido insultarla de aquella manera? Presa de la más pura indignación, se incorpora de un salto para abalanzarse sobre aquel pedante, que en aquel momento la miraba con una mezcla de sorpresa  y miedo, antes de que ella le atestara el primer golpe.
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-Tú fuiste el primero al que reté… y te gané. – Se ríe – todavía recuerdo tu cara cuando me abalancé sobre ti. Estabas aterrado – añade ella sonriendo.
-¿Y cómo no? Aquel traje me encantaba, y después de aquello quedó inservible – añade Fabián divertido. Los dos se ríen con ganas, evocando aquellas épocas felices y olvidándose del presente De pronto el  rostro de Regina se torna triste.
- Debió ser muy duro para ti que tu padre te obligara a salir conmigo, cuando para ti no era más que una salvajita – dice ella apenada.
-Lo cierto es que cuando volví después de terminar mis estudios en Nueva York y mi papá me convenció de que era lo mejor, comencé a sentirte como una obligación… eras como una losa en mi vida… algo que tenía que asumir, aprender a vivir con ello – dice él mirando al techo, pensativo. Ahora se daba cuenta de lo tonto que había sido, lo cobarde y egoísta. Había acatado las decisiones de su padre de forma automática. Había enamorado a Regina empleando todas las tácticas que veía en las películas románticas, y cuando ya la tuvo en sus redes, convirtió su relación en algo mecánico y ni siquiera se había parado en entenderla o conocerla mejor. Ahora al verla acurrucada entre sus brazos, no podía sino dar gracias porque ella lo aceptara a su lado, aunque solo fuera como amigo  – Fui un imbécil, Regina. Un maldito imbécil – la mira – por eso ahora quiero recompensarte por todo el sufrimientos que te cause, por todos mis desprecios… - añade.
-Ya Fabián, todo eso es parte del pasado. Los dos nos dejamos llevar por los designios de nuestros padres… fuimos unos tontos. Lo bueno es que ya nos liberamos  – replica Regina comenzando a bostezar.
-Estás muy cansada, será mejor que te duermas – dice Fabián con dulzura, dándole un suave beso en la frente.
-Sí, creo que será lo mejor – balbucea ella entre bostezos. – Mañana… será otro día – añade antes de dejarse caer en los dulces brazos de Morfeo.



Al día siguiente…


SAN LORENZO


Sintió un agudo dolor que recorrió toda su espalda cuando esta golpeó contra el suelo bruscamente. Aquel día no se hallaba demasiado centrado en sus labores; para él nunca le había resultado difícil la doma, por muy salvaje que fuera el caballo. Pero aquel día, por primera vez en mucho tiempo, el salvaje lo había arrojado al suelo violentamente ante la sorprendida mirada de sus peones.
-Parece que el patrón anda con la cabeza en otro lado. Debe de ser por el incendio de ayer… en el pueblo ya comentan que él tuvo algo que ver  – comentó uno de los peones.
-Ya cállese Tito, no ande de chismoso – le recrimina Fercho (Jorge Poza).
-Ay, pero no se enoje. Yo solo digo lo que escuché – replica el hombre.
-Buenos días – escucharon una voz a sus espaldas. Los hombres voltean para encontrarse con un hombre que a leguas se notaba que era de ciudad. – La sirvienta me dijo que aquí podría encontrar a Mauricio Galván – añade Fabián (Carlos Ponce) sacándose las gafas de sol.
-¿Para qué me busca? – pregunta Mauricio (Fernando Colunga) al tiempo que sale del rodeo; visiblemente contrariado. Chasquea la lengua disgustado cuando reconoce a su visitante. -¿Qué hace usted aquí? – pregunta al tiempo que se pone la camiseta.
-Vengo a hablar de Regina – responde Fabián, mirándolo desafiante. – Vengo a exigirle que la deje en paz – añade alzando el mentón. Mauricio sonríe socarronamente.
-¿Ah sí? ¿Y qué le hace pensar que puede usted exigirme algo  a mí? – pregunta burlonamente, al tiempo que se acerca a él.
-El hecho de que no tengo intención de permitir que nadie le haga daño a Regina, y para ello estoy dispuesto a todo para protegerla de alimañas como usted – responde Fabián con tono amenazante.
-Ay si, no me diga. Tiemblo con solo pensarlo – replica Mauricio burlonamente.
-Veo que todo esto le parece muy divertido – dice Fabián, disgustado. Cruza los brazos a la altura del pecho – Veremos si le resulta tan divertido cuando se de cuenta de que Regina jamás le vendería La Poderosa – añade convencido.
-No, claro que no me la va a vender. Sino que va a cedérmela en nuestro acuerdo de divorcio – lo corrige  Mauricio tranquilamente. Fabián siente que esas palabras lo golpean como si de bofetadas se tratasen. Mauricio sonríe satisfecho al ver el rostro desencajado del hombre. -¿A poco no le contó? – pregunta.
-¿Qué clase de estupidez es esa? Regina jamás se casaría con un patán como usted – responde alzando la voz, encolerizado.
-¿Quiere apostar algo? O mejor, ¿por qué no se lo pregunta a ella? – pregunta burlonamente. Fabián lo agarra bruscamente por la camisa, acercando su rostro al suyo, amenazante.
-Mire mal nacido; no sé qué es lo que pretende con todo esto. Pero una cosa le advierto, Regina va a ser mi mujer… solo mía. No se vuelva a acercar a ella porque de lo contrario sabrá de lo que soy capaz por proteger a la mujer que amo – pronuncia estas palabras lentamente, con rabia contenida. Seguidamente lo suelta con brusquedad antes de girarse  para encaminarse hacia la salida ante la atenta mirada de Mauricio.
Aquel principito riquillo no era rival para él, no necesitaba perder su tiempo respondiendo a sus amenazas. Lo único que lo molestaba de él era ese sentimiento de posesión que tenía hacia Regina; como si fuera suya. Y si de algo estaba seguro, era de que ese sentimiento no era correspondido. Regina no estaba enamorada de aquel muchachito, de lo contrario no hubiese respondido a sus besos y caricias, con aquella pasión que había estado a punto de volverlo loco.
Apartó aquellos recuerdos de su mente, y se volvió dispuesto a seguir lo que había dejado pendiente; cuando se percató de que sus peones habían estado atentos a toda la escena.
-¿Qué hacen ahí como idiotas en vez de estar trabajando? ¿Para eso les pago? – pregunta enojado al tiempo que vuelve a entrar en el rodeo.


MÉXICO D.F.


Saúl (Eduardo Santamarina) cuelga el teléfono violentamente. Las noticias que había recibido no eran más que otro duro golpe en su vida. Alguien le había plantado fuego a la hacienda, y no solo eso; sino que su hermana había salido herida. Apretó el puño con rabia. Estaba casi seguro de que Mauricio Galván estaba detrás de todo aquello… cada vez sentía más ganas de golpearlo hasta matarlo. Si no fuera porque sabía que si algo le pasaba al hombre, él sería el principal sospechoso; ya lo hubiera mandado varios metros bajo tierra. De eso estaba seguro.
Unos golpes en la puerta distraen su atención.
-Pásele – dice en alto. Cecilia (María Sorté) entra en la estancia, Saúl se incorpora para saludar a su madre con dos besos – Hola mamá, ¿cómo estás? – pregunta.
-Ay hijo, estoy muy inquieta. Julio ha pasado toda la noche en el despacho de la casa, revisando documentos. Sé que algo va mal, pero él no me lo quiere decir – responde angustiada. Toma las manos de Saúl entre las suyas.- ¿Qué es lo que está pasando, hijo? Tú sí puedes decírmelo, ¿verdad? – pregunta.
-Mamá, no te preocupes. Solo que la constructora está pasando por algunos aprietos… son cosas de trabajo, nada que no se pueda arreglar – responde Saúl tratando de tranquilizarla.
-Ay, algo me dice que hay algo más – añade Cecilia. Saúl sonríe levemente.
-Mamá, no te angusties; que no te hace bien; recuerda tu problema de nervios  – dice conduciéndola hasta un sillón de dos plazas que se hallaba en el despacho. Los dos toman asiento – además todo se va a arreglar, no lo dudes – añade con calma. Cecilia suspira hondo, tratando de apartar todas aquellas señales de alarma que rondaban su cabeza.
-Hijo… ¿cómo está Regina? ¿Sabes si terminará pronto con esa estupidez de la hacienda? – pregunta cambiando de tema. Saúl carraspea incómodo.
-Lo cierto es que las cosas se están complicando allí. Alguien le plantó fuego a los huertos – responde Saúl preocupado. Cecilia se muerde el labio inferior.
-¡Dios mío! – exclama la mujer llevándose la mano a la boca con cierto asombro. Seguidamente ladea la cabeza, pensativa -  Pero no hay mal que por bien no venga, estoy segura de que esto le servirá a Regina para pensar mejor las cosas… - añade esperanzada. Saúl mira a su madre con cierto recelo.
-¿Solo te preocupa eso? ¿Acaso no te preocupa si alguien resultó herido en el incendio? – pregunta Saúl molesto. Cecilia lo mira ciertamente avergonzada.
-Lo siento… tienes razón, hijo… ¡que desconsideración por mi parte! – exclama abochornada, mira a su hijo - no ha habido ningún herido, ¿verdad? – pregunta tímidamente.
-Dos… - responde Saúl apretando los dientes – Uno de ellos tu propia hija, mamá  – añade tratando de contener la angustia y la rabia que este hecho le producía. Cecilia se incorpora bruscamente, llevándose la mano al pecho, casi sin aire.
-¡No puede ser! No puede ser – comienza a repetir ansiosamente. Saúl se incorpora, la agarra por los hombros.
-Mamá, tranquilízate, respira – le dice preocupado. Pero Cecilia no cesa de negar con la cabeza y repetir una y otra vez la palabra no. – Regina está bien, solo ha recibido un golpe. – añade. Se separa de ella bruscamente - ¡Maldita sea, no debí decirte nada! Pero es que esa actitud tuya me crispó – añade alterado.
-Yo solo… yo solo quería que Regina volviera a casa… solo eso – comienza a sollozar Cecilia.
-¿Qué estás diciendo mamá? – pregunta Saúl intrigado. Cecilia no dice nada, lo mira durante unos segundos, con la mirada perdida antes de salir a toda prisa de la estancia.
Saúl la observa salir, totalmente aturdido por la actitud de su madre. Lentamente se deja caer sobre el sillón, meditabundo. Alguien había querido quemar La Poderosa… y ese alguien lo que buscaba era hacer desistir a su hermana de su intención de sacar adelante la hacienda.  Quizás aquel incendio no le venía tan mal después de todo… si sabía sacarle provecho, podría asestarle un golpe a su enemigo. Decidido, se incorpora para hacer una importante llamada.


LA PODEROSA


Regina (Michelle Vargas) colgó el teléfono, comenzó a masajearse las sienes, tratando de relajarse. Había puesto al corriente a su hermano de lo sucedido con la hacienda la noche anterior, y él le había contado los problemas por los que atravesaba la constructora; y todo por culpa de Mauricio Galván. Aquel hombre los tenía en sus manos, y lo sabía. No solo podía enviar a su hermano a la cárcel, sino que también podía llevarlos a la ruina, aunque más bien, eso ya lo estaba haciendo ahora. Todo sería más fácil si ella aceptara su propuesta… pero eso significaría rendirse y renunciar a la hacienda;  y no estaba dispuesta a hacerlo, sin al menos luchar.
La puerta del despacho se abre de golpe. Regina alza la mirada extrañada para observar a la mujer que había entrado en la estancia seguida por una sofocada Modesta que trataba inútilmente de detenerla.
-Disculpe niña, pero es que la señorita… la señorita quería platicar con usted, y no me dejó anunciarla – se disculpa Modesta entre sofocos.
-No te preocupes Modesta, puedes retirarte – dice Regina con calma. Modesta sale de la estancia, dejando a las dos mujeres solas. Regina cruza las manos sobre el escritorio. -¿Y bien? ¿A qué debo el placer? – pregunta con sorna. Aura se acerca al escritorio, mientras la observa detenidamente.
-La verdad es que no eres más que una niña… no entiendo como puedes ser dueña de esta mugrosa hacienda que tanto anhela mi pichurrín – dice mirando a su alrededor con asco.
-¿Ha venido a analizarme? - `pregunta Regina alzando la ceja con curiosidad.
-No, he venido a advertirte para que no te cases con mi hombre – responde Maura mirándola amenazante.
-Puede estar tranquila, porque eso, no entra en mis planes – dice Regina. – Y si no tiene nada más que decir, ya sabe donde está la puerta – añade.
-Puede que no esté en tus planes, pero sí en los de mi pichurrín… está decidido a hacerse con este cuchitril a como dé lugar. –
-Y yo estoy decidida a no entregárselo – replica Regina.
-Se ve a leguas que eres demasiado inocente… no hay mujer capaz de resistirse a Mauricio. Él sabe como tener cualquier mujer a sus pies. Sabe como volvernos locas; sin embargo él es imperturbable… parece que nada ni nadie lo altera, es capaz de volver cualquier situación, por desastrosa que sea, a su favor… No tienes ni idea de a quien estás enfrentando, nenita –
-¿Por qué me dice todo esto? – pregunta Regina intrigada.
-Porque no quiero que te pille desprevenida. Espero que seas lo bastante inteligente como para saber que diga lo que te diga; a Mauricio lo único que le preocupa son estas tierras… no quiero que se te pase ninguna estúpida idea romántica por la cabeza con mi pichurrín. Él es mi hombre. Quiero que eso te quede claro – reclama Aura.
-Por mí puedes quedártelo. Ya le he dicho que no me interesa lo más mínimo. Se puede decir más alto, pero no más claro – replica Regina con cansancio. Se incorpora para dirigirse hacia la puerta  – Y ahora si me hace el favor, tengo la mañana muy ocupada como para perder el tiempo con tonterías – abre la puerta – así que si hace el favor – añade indicándole la salida. Aura la observa con indiferencia.
-Espero que tengas en cuenta mis palabras – dice con altanería. Regina suspira resignada.
-Por supuesto, las recordaré todas las mañanas nada más levantarme – replica Regina con sorna.
-Hummm, que poca clase tienen algunas – dice Aura alzando el mentón con orgullo antes de abandonar la estancia. Regina voltea los ojos hacia arriba en señal de cansancio y cierra la puerta.
-Esto era lo que me faltaba por oír – murmura con desgana Regina.


EL LIRIO BLANCO


En el salón principal de la casona, se llevaba a cabo una reunión en la cual se encontraban Teo (Luis Bayardo), Perico (René Casados), Arcadio (Antonio Medellín)  e Ícaro (Roberto Ballesteros) . Los tres últimos se hallaban repartidos entre los sillones de la sala; mientras que Teo caminaba de un lado a otro, pensativo.
-Ya, no le den más vueltas. Lo sucedido la pasada noche, nos beneficia a todos – dice Arcadio, rompiendo el silencio.
-Eso no lo pongo en duda… lo que ocurre es que alguien mandó plantar el fuego; y eso no es un juego. Pudo morir gente inocente – replica Teo con preocupación.
-Pero no murió nadie; ¿por qué preocuparse entonces? – pregunta Perico.
-Lo que me preocupa es que alguien actuara por su cuenta. Una cosa es convencer a los peones de que la patrona no está en condiciones de pagarles y dificultarle la contratación de nuevos trabajadores a esa muchachita. Pero otra cosa muy distinta es prenderle fuego a la hacienda – responde Teo visiblemente alarmado. – Nosotros solo defendemos las buenas costumbres, pero no somos ningunos criminales – añade alterado.
-Nadie ha dicho que lo sean. – interviene Ícaro incorporándose, tranquilamente. – Yo creo que en vez de reunirnos aquí para acusarnos los unos a los otros, más bien deberíamos centrar nuestros esfuerzos en encontrar al verdadero culpable – añade convencido.
-¿Al verdadero culpable? ¿Y cómo podemos saber quien es? – pregunta Perico.
-Muy sencillo, caballeros. ¿A quién más a parte de nosotros le interesa que esa muchachita no logre levantar la hacienda? – pregunta Ícaro divertido. Los tres hombres intercambian miradas de incertidumbre.
-Cierto, el mal nacido de Mauricio Galván… ¿cómo no habíamos caído en eso caray? – pregunta Teo molesto consigo mismo.
-Es cierto, tuvo que ser ese desgraciado. Después de todo, no es más que un delincuente de poca monta – asegura Arcadio.
-Ahora lo único que tenemos que hacer caballeros, es darnos prisa en demostrar que él y solo él fue quien mandó prender fuego a La Poderosa – anuncia Ícaro mientras los demás hombres asienten complacidos con el anuncio. Todos tenían un enemigo común, ahora sabían de qué hilo tirar para hacerlo a un lado.  




LA PODEROSA


 Se abrazó a sí misma con fuerza, tratando de alejar el frío que la embargaba. En aquellos momentos se sentía demasiado débil e insegura para salir y comprobar con sus ojos todos los destrozos que el fuego había causado. Aquello era tan injusto, tan cruel… ahora que todo parecía encauzarse, aunque lentamente; la vida le daba aquel golpe bajo. Debería haberlo esperado… allí nadie la quería, eran muchos los que deseaban verla partir de aquellas tierras… pero jamás pensara que la odiaran tanto como para poner en riesgo la vida de tantas personas.
-¿Sigues aquí? – pregunta Fabián (Carlos Ponce) al tiempo que se cruza de brazos.
-Ay Fabián, es que no sé si soy lo demasiado fuerte como para enfrentar todo esto – responde Regina (Michelle Vargas) haciendo un puchero. Él se acerca a ella para estrecharla entre sus brazos.
-Sí que lo eres, Regina… probablemente no te des cuenta, pero si fuiste lo suficientemente fuerte como para ponerte al frente de la hacienda, cuando casi todos te dieron la espalda… eres capaz de superar esto y más… - le dice él acariciándole los cabellos. – Regina… hay algo de lo que tenemos que hablar, ¿recuerdas? – pregunta.  Ella se separa unos centímetros para mirarlo a la cara. –Sé lo de la proposición de ese mal nacido de Mauricio Galván – añade.
-¿Quién te dijo? – pregunta ella desconcertada.
-Él mismo – responde Fabián. Ella se aleja de él unos pasos, dándole la espalda. – Esta mañana fui a verlo, para exigir que te dejara en paz – añade. Regina ríe con amargura.
-¿Acaso pensaste que te iba a hacer caso? – pregunta. Voltea para mirarlo. – Ese hombre es la persona más terca y retorcida que he conocido en mi vida – añade con amargura.
-No vas a aceptar su propuesta, ¿verdad? – pregunta él con el corazón en un puño.  Ella lo mira con una inmensa tristeza en sus ojos.
-No es tan sencillo, Fabián… él… él  y mi hermano se odian… entre ellos hubo… hubo discrepancias en el pasado… y ahora Mauricio quiere vengarse de él. Tiene pruebas que pueden meterlo en la cárcel… y me exige que me case con él y le ceda la hacienda, para no llevar las pruebas ante un juez – responde Regina, rendida, deja caer su cuerpo sobre el sillón y hunde el rostro entre las manos. – Ay Fabián, no sé que hacer… no quiero ceder ante ese hombre… pero tampoco quiero ver a mi hermano entre rejas – añade al borde del llanto. Fabián sale de su sopor, después de escuchar aquella confesión, se acerca unos pasos, arrodillándose junto a ella.
-Regina, mi vida… no te hundas… tú no tienes porque sacrificarte por los pecados de otros… si es verdad que tu hermano cometió un delito. Pues que pague… - dice Fabián con firmeza. Ella alza el rostro de entre sus manos, para mirarlo.
-Pero yo no puedo abandonarlo a su suerte… él… él se moriría encerrado en una prisión – replica ella.
-Pues que hubiera jugado limpio, en su momento – dice Fabián. Se incorpora – Y ahora, vamos… he organizado a los peones para tratar de recomponer las cuadras y ver lo que se puede aprovechar. Y tu lugar está ahí fuera con ellos – añade. Ella lo mira, se acaricia la cara, tratando de apartar de sí todos aquellos pensamientos derrotistas. Se incorpora.
-Tienes razón – dice con decisión. Le toma la mano a Fabián – gracias por tus ánimos… - añade mirándolo sonriendo. Él le da un suave apretón a la mano, sonriendo. Los dos salen del despacho agarrados de la mano.




Era mucho el trabajo que quedaba por hacer, y pocos efectivos humanos. Ya que después del incendio, habían sido varios los peones, que abrumados por los daños y las pérdidas, habían decidido abandonar la hacienda, buscando un lugar más próspero en el que trabajar.
Había mucho trabajo por delante si querían recuperar algo y volver a poner en marcha la hacienda. Algunos cultivos no habían sido asolados por las llamas, sin embargo no era el caso de las cuadras. Los caballos que Regina había soltado, habían huido… y no habían logrado recuperarlos.
Regina, Camila  y Fabián trabajaban con ahínco, codo con codo con los peones que quedaban, para lograr rescatar algo. A pesar de que la noticia del incendio se había extendido por el pueblo como el fuego lo había hecho con los cultivos; todavía no se había presentado nadie para echarles una mano. Ni siquiera el jefe de policía se había pasado por allí, como aseguraba Mauricio.




Entró en la desierta sala. La puerta estaba abierta de par en par, era obvio que todo el mundo estaba preocupado en salvar lo que pudieran de la hacienda, y se habían olvidado de mantener un mínimo de seguridad, los muy imprudentes. Al parecer el susto de la noche pasada no había logrado hacerles entender el peligro que corrían.
-¿Qué haces aquí? – preguntó una voz desde lo alto de las escaleras. Él alza la mirada para encontrarse con la de ella que lo mira desde lo alto con una mezcla de emoción y cautela.
-No he venido a verte a ti, si es lo que te preocupa – responde Mauricio (Fernando Colunga) mirando hacia otro lado molesto. Nereida (Bárbara Mori) desciende los escalones con una elegancia natural envidiable.
-Regina está fuera, con los peones. Están analizando los desperfectos – dice ella acercándose a él.
-Será mejor que vuelva en otro momento – dice él, volteando. Dispuesto a irse. Ella se apresura a agarrarlo por el brazo. Él se detiene y voltea para mirarla.
-¿Por qué me evitas? ¿Acaso te pongo nervioso? – pregunta ella. Él se aparta de ella.
-Por favor, no digas tonterías – replica él con soberbia. – Lo que no quiero es perder mi tiempo contigo. – añade con desprecio. Ella lo mira con los ojos bañados en lágrimas por sus duras palabras.
-¿Quién te crees que eres para hablarme así? ¿Acaso piensas que eres el único que sufrió? ¿Crees que mi vida ha sido un camino de rosas? – pregunta ella alzando la voz alterada mientras él la mira fríamente.
-Yo solo sé, que mientras yo me hundía en la miseria. Tú estabas celebrando tu boda con ese mal nacido – responde él entre dientes.
-Te equivocas. No sabes lo equivocado que estás… cuando todo aquello pasó, yo me fui de aquí… yo… – comienza a decir.
-¿Tú qué? ¿Crees que me importa lo que hayas hecho o dejado de hacer? El pasado ya no importa… lo que cuenta es el presente.  Y tú estás casada… con mi peor enemigo – alza la voz alterado, acercando su rostro al de ella. Su mirada destilaba ira y desprecio que se le clavaban en el alma como puñales.
-Sí, estoy casada con él. Pero es a ti a quien amo – dice ella en un arranque de valentía. Mirándolo a los ojos. Al fin había pronunciado aquellas palabras, que había tratado por todos los medios de mantener en secreto y no volver a pronunciarlas en su presencia. A pesar de todo lo sucedido, y a pesar de ella misma; no podía olvidar a aquel hombre. Creía que lo tenía superado, pero volver a verlo otra vez después de tanto tiempo no había hecho sino desenterrar aquellos sentimientos que creía olvidados.
Él apenas puede ocultar su sorpresa. ¿Por qué demonios había pronunciado esas palabras que ahora lo carcomían? Después de tanto tiempo la tenía frente a él, repitiéndole las palabras que una vez lo habían llevado a la desgracia. Y lo peor era que como en aquel entonces, aquellas palabras lo hacían estremecer. Se miraron fijamente, sin decir una palabra, durante instantes que parecían eternos. No se dieron cuenta de que alguien acababa de entrar en la sala.
-¡Pero qué escena tan conmovedora! – exclama Regina (Michelle Vargas) al tiempo que aplaude, mirándolos con desprecio. Los dos se separan bruscamente, abochornados.
-Regina… esto… - comienza a decir Nereida.
-No, no te molestes. Guárdate tus excusas para mi hermano – la interrumpe Regina con acritud. Su mirada cargada de desprecio va de uno a otro, hasta que se detiene en Mauricio. - ¿A qué viniste? – pregunta secamente, cruzándose de brazos. Mauricio carraspea incómodo. – Vamos, ¿a caso les comió la lengua el gato? – pregunta enojada.
-Será mejor que te calmes. A menos que quieras que te de un colapso – dice Mauricio cínicamente. Regina abre los ojos, mirándolo enojada.
-¡Eres un maldito cínico! – exclama entre dientes.
-Déjanos solos – le ordena Mauricio a Nereida – tengo cosas importantes que hablar con la dueña  y señora de La Poderosa – añade con cierta burla.
-Sí… yo, mejor me retiro – dice Nereida con nerviosismo, sube las escaleras a toda prisa ante la atenta mirada de Regina.
-Mira no más como huye, la muy descarada – murmura Regina con rabia, viendo como se aleja. Vuelve su atención hacia Mauricio, acercándose a él unos pasos - Parece ser  que no aprendemos de nuestros errores – comenta Regina con burla, mirando hacia otro lado, incómoda.  Mauricio clava su mirada en ella, analizando sus gestos.
-Vaya, vaya… ¿no estarás celosa? ¿o sí? – pregunta divertido, acercándose a ella.
-Por favor, no sueñes, ¿sí? – replica ella mirándolo enojada – Lo que estoy es indignada por vuestro descaro… - añade escupiendo sus palabras con asco. - ¿Qué? ¿Te  sorprende que esté al tanto? Porque para tu información ya sé por que pasó todo lo que pasó… se lo que hicisteis, malditos traidores – añade comenzando a golpearle el pecho con sus manos.
-¡Ya empezamos! – exclama Mauricio con desidia antes de agarrarla por los hombros bruscamente pegándola a él. - ¿Qué haces animal? Suéltame – exige ella retorciéndose.
-Óyeme bien princesita. No tienes idea de lo que realmente pasó… es cierto que Nereida y yo tuvimos que ver… pero eso no es nada comparable con lo que hizo tu queridísimo hermano – le susurra entre dientes, con su rostro casi pegado al suyo. Regina traga saliva con dificultad, mirándolo indecisa.
-¡Ya, suéltame desgraciado! – exclama ella apartándose de él bruscamente.- ¿Qué no te cansas de pasártela amenazando e intrigando todo el tiempo? NO eres más que un ave de mal agüero – chilla ella. Aquel hombre siempre lograba turbarla, sacarla de sus casillas. Siempre jactándose de que la tenía en sus manos.
-La verdad es que no, aunque la verdad, preferiría hacer… otras cosas más interesantes – responde con descaro, acariciando el rostro de ella, ella lo aparta de un manotazo.
-¡Si quieres hacer esas cosas tan interesantes, ve y busca a Nereida! Apuesto que ella te recibirá encantada – exclama con rabia contenida.
Bruscamente, él la toma por la cintura atrayéndola hacia él con fuerza.
-No te enojes tanto princesita, porque para ser sincero, en este momento… - se detiene para mirarla con intensidad -  preferiría hacerlas contigo – añade sonriendo con descaro.
-¡Serás cínico! – exclama ella con rabia, tratando de golpearlo. Pero él la aprieta con más fuerza, inmovilizándola contra su pecho antes de posar sus labios sobre los de ella con brusquedad; tratando de abrirse paso entre ellos. Ella trata de empujarlo, detenerlo, apartarse de él, pero todos sus esfuerzos son inútiles. Él es mucho más fuerte.
Mauricio posa su mano en la nuca de ella, apretando los labios contra los suyos, pero ella los cierra creando un muro infranqueable, dispuesta a no dejarse llevar otra vez por sus instintos mientras sigue empujándolo, tratando de apartarlo de ella inútilmente. Lentamente él comienza a bajar su mano por la espalda de ella en una suave caricia, provocándole un incontrolable escalofrío; Regina se paraliza cuando siente la mano de Mauricio sobre sus nalgas. Él sonríe pícaro sin separar sus labios de los de ella antes de apretar sus nalgas, arrimando bruscamente la pelvis de ella contra la de él, Regina no puede evitar emitir un leve gemido de placer.
Momento que aprovecha él para introducir su lengua en la cálida boca de ella, buscando su perdición… atravesando el muro que se interponía entre ambos… haciendo que ella se entregue de nuevo al desenfreno, a la pasión. Sabía que estaba mal, que no era lo correcto, que no debía… pero había algo en aquel hombre que la llevaba a lanzarse de lleno en aquella embriagadora locura. Alza sus brazos para aferrarse a la espalda de él, con fuerza; respondiendo al beso con la misma intensidad.


MÉXICO D.F.



Cecilia (María Sorté) entró como alma que lleva al diablo en el despacho. Ni siquiera espero a ser anunciada, ni se preocupó en llamar a la puerta. En aquel momento necesitaba desahogarse, sacar todo aquello que le carcomía el alma, y lo que menos le importaban eran las normas de cortesía.
-Cecilia, ¿qué haces aquí? – pregunta Higinio incorporándose alarmado, al verla llegar en aquel estado.
-Ay Higinio, hicimos algo horrible. No debimos – responde Cecilia con voz temblorosa.
-¿De qué me hablas? – pregunta Higinio bordeando la mesa para situarse frente a ella.
-Del incendio; no debimos mandar que le prendieran fuego a La Poderosa – responde ella hecha un mar de nervios.


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